Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 21

Capítulo 3: Voltea El Tablero Y Toma El Rey

Parte 2

Therese

RUDEUS MUTÓ algo y el suelo bajo mis pies se convirtió en barro. Mi informante me había hablado de este hechizo. Por eso le llamaban Rudeus “Quagmire” Greyrat.

El pantano que creó el hechizo sólo debía tener el tamaño de un plato de comida. Sin embargo, como era de esperar del Quagmire, éste era mucho más grande. Cada centímetro visible del jardín se transformó en una ciénaga fangosa. Se oyó un desagradable chirrido cuando los preciados árboles Sarakh de la Niña Bendita, los árboles Balta y los árboles Peeris se inclinaron hacia los lados. El cenagal no iba a detenernos; Trash ya estaba canturreando el contrahechizo.

“Niebla Profunda”, murmuró Rudeus. Un momento después, todo estaba cubierto por una niebla blanca.

Mierda.

“¡Todos en guardia! Quiere que nos quedemos atrapados en el barro y perdidos en la niebla para poder eliminarnos uno a uno”. Grité. Al instante siguiente, el suelo brilló de color púrpura, seguido de un fuerte crujido como si algo se partiera en dos. Me zumbaron los oídos.

“¡Que no cunda el pánico! El encantamiento de tu armadura te hace inmune a la electricidad”. grité. “Este tipo es escurridizo, ¡no le den ninguna oportunidad de escapar!”.

Oí que alguien decía: “¡Entendido, capitana!” desde la niebla.

Todo iba a salir bien. Mi informante me dijo que Rudeus no era bueno a corta distancia. Sin embargo, tenía hechizos como Cañón Eléctrico y Cañón de Piedra y varios otros de los que debíamos cuidarnos. Además, toda su magia era poderosa. No quería recibir un golpe directo.

Pero, por desgracia para Rudeus, todos los caballeros de los Guardianes de Anastasia eran sacerdotes guerreros del más alto calibre. Como mínimo, tenían un nivel avanzado con la espada. También estaban entrenados en magia de barrera, además de otras cuatro disciplinas de nivel avanzado. Cualquiera de ellos era un oponente formidable en solitario, pero también se habían ejercitado a fondo para someter a enemigos solitarios en equipo. Mi Estilo del Dios del Agua era sólo de nivel intermedio, pero Procesión Fúnebre, que esperaba a mi lado, era un Santo del Agua. Rudeus podría ser un mago de nivel imperial, pero no le resultaría fácil atravesar el anillo que habíamos trazado a su alrededor. Mi estrategia era buena.

“¡Vamos a contrarrestar el Quagmire, capitana!” dijo Funeral. Un momento después oí a Trash decir: “¡Ola de arena!”. El barro que teníamos debajo se convirtió en arena, y saqué los pies para evitar que me enterraran en ella.

Lo siento, Rudeus, pero Onda de Arena puede anular Quagmire. Apuesto a que no te enseñaron eso en la academia. Contrarrestar magia combinada sigue siendo un tema de investigación, después de todo… Esta será la primera vez que contrarrestas Quagmire limpiamente, ¿verdad? Lo que sea que hayas planeado, se acabó. Esto es jaque mate.

Ninguno de nosotros cree realmente que ibas a intentar secuestrar a la Niña Bendita, por supuesto. Realmente la hiciste sonreír. Y sé que sólo viniste a mí porque realmente temías por Zenith. Desafortunadamente, mis manos están atadas. Esta fue una orden del cardenal, así que la verdad no entra en esto, yo simplemente obedezco.

Bueno, sólo Dust se enfadó un poco, diciendo que sabía que estabas enamorada de la Niña Bendita todo el tiempo…

Discutí para perdonarte la vida, al menos. Y funcionó. El Cardenal generosamente decretó que como enemigo de Lord Millis, perder tus brazos sería suficiente castigo. Por eso no trajimos espadas ni veneno.

Todo estará bien, Rudeus. ¡Eres tan joven, y ya tienes una hermosa esposa! Incluso sin tus brazos, podrás vivir tu vida con el apoyo de Lady Eris. Escuché que también sirves al Dios Dragón. Cuando era niño, oí que los dragones tienen poderes misteriosos, así que tal vez podrían romper nuestro sello y volver a unir tus brazos. Mientras no nos enteremos, te prometo que no te molestaremos.

En cuanto a Zenith… me aseguraré de que funcione. Como dije, esto no tiene nada que ver con eso.

***

“Vamos a contrarrestar a Niebla Profunda, capitana”, dijo Funeral, devolviéndome a la realidad. Entonces, de repente, tuve una extraña sensación. Algo iba mal. ¿Pero qué?

Rudeus… no estaba haciendo nada. Era eso. Después de lanzar Niebla Profunda, Rudeus no se había movido ni un centímetro. Si hubiera corrido, o usado magia, habría escuchado algo. En las profundidades de la niebla, donde ni siquiera podía ver un metro delante de mi cara, no oí nada. Nada, no desde aquel primer Eléctrico. ¿Podría haberse escapado? El Quagmire y la Niebla Profunda, seguidos por el Eléctrico, fueron la base para evitar que nos moviéramos, luego había usado alguna otra magia, y ya estaba…

“¡Ráfaga de Viento!” El hechizo de viento se disparó, y la niebla se dispersó al instante. “¿Eh?”

Todos nos quedamos mirando, incapaces de creer lo que veían nuestros ojos.

Cuando la niebla se disipó, lo que vimos de pie en medio de nuestro anillo no era Rudeus. La cosa, fuera lo que fuera, estaba encima de un pergamino roto. Era grande y estaba hecho de roca.

¿Una estatuilla? ¿Una armadura?

De repente se me ocurrió una idea y murmuré: “¿Eso era… magia de invocación?”. Al momento siguiente, la armadura gigante se movió. Con una velocidad aterradora e increíble.

***

Rudeus

Primero me enfrenté a la banda de Dust. Me acerqué a ellos en cuanto se disipó la niebla. Estaban demasiado sorprendidos para reaccionar a tiempo. Usando mi Ojo de Previsión, leí las posiciones de sus escudos y hacia dónde se moverían mientras disparaba uno, dos, tres tiros.

Creo que intentaron defenderse, pero todos mis disparos los atravesaron. Me contuve, obviamente. Sólo los noqueé. Estaban vivos. Probablemente.

Sin esperar a que cayeran al suelo, me puse en modo gatling. Giré a mi derecha, mis brazos girando conmigo. Se oyó un zumbido como de abejas furiosas cuando una línea de cañones de piedra salió ametrallando. Las piernas de los caballeros se partieron como ramas, con sus protectores de piernas y todo. Sin embargo, seguían en pie y no les había dado en ningún punto vital, así que probablemente no estaban muertos. Si se levantaban, tendría problemas, así que disparé a cada uno en la cabeza con un cañón de piedra para dejarlos inconscientes. Quedaban dos.

Me di la vuelta, usando el movimiento de pies que Orsted me enseñó y que me permitía acercarme a los posibles atacantes por detrás sin perder la capacidad de esquivar. No parecía que nadie me estuviera atacando en ese momento, pero más vale prevenir que lamentar. Me detuve delante de Therese. Me miró atónita. Otro caballero intentó desenvainar su espada para defenderla. Demasiado lento, amigo. Demasiado lento. Eris podría haberle cortado en pedazos diez veces en ese tiempo.

En la Versión Uno, podía encargarme de eso. Mi puño se estrelló contra él antes de que sacara la espada de la vaina. Este último tipo no tuvo tiempo de hablar antes de que lo mandara a volar. Se estrelló contra la pared de la iglesia y se desmayó.

Therese se quedó allí aturdida. No podía ver su cara a través del casco, pero reconocí ese lenguaje corporal. La gente entra en pánico y se paraliza así cuando ya no puede procesar lo que está pasando.

“¿Qué… qué…?”, se quedó boquiabierta.

La noqueé. Como gesto de respeto por todo lo que había hecho por mí, lo hice con un cañón de piedra en lugar de con el puño.

Se acabó.

La Armadura Mágica Versión Uno era una fuerza seria a tener en cuenta. Todos mis ataques habían atravesado sus defensas y yo apenas había recibido un golpe. Luchar así casi me parecía algo antideportivo. Los otros Caballeros del Templo yacían derrumbados alrededor de Therese y de mí. Ninguno estaba muerto. Genial, no me gustaba matar gente cuando podía evitarlo, a menos que fueran discípulos del Hombre-Dios. Esa era mi regla. Además, estos tipos nunca fueron una gran amenaza.

“Uf … que se siente mejor.”

Increíble lo bien que me sentó descargar parte de la frustración que había acumulado últimamente.

Tal vez era bueno para mí entrar en una pelea real de vez en cuando. Me pregunté si debería seguir el ejemplo de Eris y… No importa. Eso sería demasiada violencia.

¿Y ahora qué hago? Me preguntaba. Después de esto, los Caballeros del Templo y yo éramos definitivamente enemigos.

¿Quién me había delatado en primer lugar? La lista de personas que conocían la idea del secuestro me incluía a mí, a Geese y a Aisha… y luego a Cliff y al Papa. ¿Quizás la chica de la casa de Cliff también? Descarté a Aisha de inmediato. Si quería traicionarme, podría haberme golpeado más cerca de casa.

“¡Hermano mayor, a caballito!”, decía, toda mona, y luego, mientras yo estaba distraído con sus pechos apretados contra mi espalda, me degollaba. Más simple aún, podría envenenar mi bebida. “Hermano mayor, he hecho esto especialmente para ti”, sería todo lo que tendría que decir, y yo estaría frito. Estaba bastante seguro de que Geese y Cliff también estaban a salvo. Los categoricé juntos. Ninguno de los dos necesitaba un plan complicado para vencerme.

Eso dejaba al Papa. Pero, ¿por qué elegiría el Papa este momento para deshacerse de mí?

¿Qué ganaba con ello? No, yo estaba viendo esto de la manera equivocada. Tal vez sólo quería enfrentarme a los Caballeros del Templo. Mirándolo desde su perspectiva, yo había dicho que lo apoyaría, pero en realidad no lo había hecho. Tal vez tramó esto porque estaba harto de que yo apareciera todo el tiempo. Entonces, mientras sus guardias estaban aquí ocupados conmigo, la gente del Papa se coló y secuestró a la Niña Bendita ellos mismos…

Espera, espera. ¿No había dicho Therese que su información provenía de una fuente confiable? El Papa era su enemigo, definitivamente no era una fuente confiable. La línea del secuestro podría haber sido una coincidencia, una mentira que alguien había inventado y luego trató de culparme.

No, espera. No es una coincidencia, esto podría ser un complot del Hombre-Dios. Sus discípulos podrían estar al acecho en algún lugar en las sombras en este momento. Sí, esa era una explicación más directa que la traición, y era más probable. Diablos si sabía cuál era su ángulo, y de todos modos, estaría basado en lo que viera en el futuro. El bastardo tenía sus tentáculos en cada cosa desagradable que sucedía.

No podía identificar al culpable sólo con la información que tenía. Estaba perdiendo el tiempo dándole vueltas. Tenía un problema más inmediato: ahora mismo estaba acumulando enemigos. No sabía si le había pasado algo a la Niña Bendita, pero había hecho mucho daño a sus guardias. A la facción cardenista no le iba a gustar. Primero, me arrestarían por el intento de secuestro de la Niña Bendita. Luego seguirían el rastro de migas de pan para atrapar a Cliff, el que me había traído a Millishion, y luego irían a por el Papa.

Espera un momento. ¿Eso no significaba que el Papa no había orquestado esto? ¿Fue el cardenal?

Vamos, ya hemos hablado de esto. Deja de preocuparte por quién está detrás de esto y planea tu próximo movimiento.

¿Pero contra qué? ¿Contra quién? Parte de mí quería empacar a todos y largarme de la ciudad. Pero tenía que pensar en Zenith. De ninguna manera iba a dejarla atrás. Podría ir a la finca de Latria ahora mismo y sacarla… ¿pero y si no estaba allí? ¿Y si, mientras yo estaba ocupado trabajando con Therese, Claire había trasladado a Zenith a un nuevo lugar?

¿Iba a terminar quemando todo Millis luchando contra esos caballeros? Oh, al Hombre-Dios le encantaría eso.

Pero que demonios. Tal vez debería hacerlo de todos modos. Lo primero: poner a Aisha, Geese y Cliff fuera de peligro. Luego iría a la finca de Latria y recuperaría a Zenith. Si no estaba allí, me dirigiría al castillo, agarraría a un miembro de la familia real, y exigiría un intercambio de rehenes. Listo, genial, hecho. Estaba tan cansado de pensar en esto.

“Oh”, se oyó una voz. Miré más allá del desastre que Quagmire había hecho en el jardín, hacia la puerta del santuario interior. Delante de la puerta, sosteniendo la llave especial que accionaba la cerradura, había una chica. Estaba sola.

Me di cuenta de que me miraba a los ojos. Intenté apartar la mirada, pero ya era demasiado tarde. Una mirada de perfecta comprensión se dibujó en su rostro y sonrió. Luego me tendió los brazos, como dándome la bienvenida. Cuando la vi, me di cuenta. Tal vez fue sólo un instinto, pero actué en consecuencia.

Secuestré a la Niña Bendita.