Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

La emperatriz del Imperio de Tearmoon, Mia Luna Tearmoon, era conocida por ser una mujer de gran humor y juguetona. Lo que sigue es una historia que ilustra su lado travieso y que involucra una broma que ella planeó y ejecutó.

Después de terminar su trabajo del día, la joven emperatriz de Tearmoon, Mia, estaba sentada en el Palacio de Whitemoon, disfrutando con gracia de un té de la tarde. Es decir, se podría decir que era elegante si se ignoraba la mirada voraz de sus ojos mientras sostenía el tenedor sobre el pastel de verduras hecho a medida por el jefe de cocina. Justo cuando se preparaba para clavar las púas en una rebanada, entraron varios hombres de la nobleza central. Todos ellos pertenecían a la facción de Bluemoon y habían venido a expresar su disconformidad con algo que Mia había dicho hace unos días. Tras una breve ronda de saludos, entraron rápidamente en materia.

“Su Majestad Imperial, le imploramos que reconsidere.”

“¿Oh? ¿Reconsiderar qué?”

“Usted sabe perfectamente a qué hemos venido. El asunto del vizconde Rudolvon y el vizconde Berman, por supuesto.”

“Cielos… Bueno, promover a Berman de vizconde a conde es perfectamente razonable, ¿no?”

“Ciertamente lo es. El vizconde Berman es uno de los miembros de la nobleza central, y la Ciudad de la Princesa está situada dentro de sus dominios. Su título actual es inadecuadamente bajo para un hombre de su calibre. Su gran esfuerzo en la creación de la Academia de Santa Mia, debería ser suficiente para el título de conde. La disposición de Su Majestad Imperial en este asunto es totalmente apropiada.”

Primero, se presentaron apoyando su propuesta. Luego, pensando que se habían congraciado con ella, pasaron a la ofensiva. Con una sonrisa burlona, uno de ellos dijo: “Pero en cuanto al conde Rudolvon… Hacerlo conde es mucho más cuestionable, ¿no?”

¡Qué descaro el de esta gente!

Al darse cuenta de que no era el momento de saborear el pastel de verduras, Mia suspiró y bajó el tenedor. Luego, recapacitó y lo clavó rápidamente en una rebanada, arrancó un gran trozo y se lo metió todo en la boca antes de bajar el tenedor.

“Mmmfmm, mmfm mm mm…” Tragó. “Bueno, el conde Rudolvon distribuyó el trigo de sus dominios y salvó a mucha gente del hambre. Si no hubiera sido por su trigo, seguramente habríamos perdido muchas más vidas. Y luego está su hijo. Todos ustedes reconocen la importancia de los logros de Cyril Rudolvon, ¿verdad?”

Los nobles se miraron entre sí con muecas de desgana.

“Por supuesto, somos muy conscientes de estos hechos. Pero no vemos cómo implican convertirlo en conde.”

“La garantía de la debida recompensa y castigo es indispensable para el buen gobierno de un reino, ¿no es así?” La respuesta no vino de Mia, sino de Ludwig, que había estado a su lado.

El noble le lanzó una mirada de disgusto antes de negar con la cabeza. “Con el debido respeto, Ludwig, ¿estás seguro de que entiendes los matices de la situación?”, replicó el noble. “Al fin y al cabo, estos son asuntos de nobles, y tú eres de nacimiento común.” Le dirigió a Ludwig una mirada condescendiente antes de soltar una risa desdeñosa.

El hecho de que estuvieran dispuestos a reconocer la presencia de Ludwig era notable, pero no provenía de un sentimiento de respeto por la capacidad de Ludwig. Sabían que gozaba de la simpatía de Mia y supusieron que, con ella observando, rechazarlo de plano podría darle una impresión negativa. No es que su impresión de ellos pudiera ser peor, teniendo en cuenta que no sólo le hacían perder el tiempo con sus inanes protestas, sino que le hacían perder el tiempo comiendo pasteles . Esto último era, en todo caso, la ofensa más atroz, pero lamentablemente, eran totalmente ajenos a sus ramificaciones.

“Ya veo”, dijo Mia. “Así que lo que están sosteniendo es que es inaceptable que a un noble foráneo se le dé el mismo rango que a la nobleza central.”

“Su Majestad Imperial es muy perspicaz. Eso es precisamente lo que queremos decir.”

Los nobles bajaron la cabeza en señal de fingido respeto — fingido, porque la arrogancia que desprendían difícilmente podía enmascararse con un simple gesto.

Bueno, es obvio que la facción de Bluemoon quería que Sapphias se convirtiera en emperador, así que supongo que tiene sentido que me odien.

El pensamiento iba acompañado de un creciente deseo de convertir todas sus protestas en caramelos y comérselos. Su fantasioso deseo fue interrumpido por Ludwig.

“Su Majestad Imperial… ¿Cómo desea proceder?”, preguntó.

“Hmm… ¡Oh, ya sé! Se me acaba de ocurrir una gran idea.” Mia sonrió tortuosamente. “En ese caso, ¿por qué no cambiamos la ortografía del título, sólo un poco… y lo convertimos en uno nuevo?” Hizo girar un dedo en el aire mientras fingía deliberar. Después de un rato, levantó el mismo dedo como si le hubiera llegado la inspiración. “¿Qué tal… marconde? Sólo hay que cambiar el ‘Foráneo’ por ‘Mar’. Suena mejor así, y se sentirá como un pequeño ascenso, ¿no?”

Su sugerencia fue recibida con los labios fruncidos por los nobles. Ludwig, sin embargo, se quedó paralizado durante un segundo, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa. Un segundo después, se recompuso y se ajustó las gafas para ocultar su sorpresa.

“‘Marcount’…”, murmuró un noble. “Fascinante. Creo que ‘Mar’ es la antigua palabra para referirse a los bordes. Ciertamente, conserva el sentido rural del término… Pero, ¿funcionará realmente?”

“¿Qué quieres decir? Por supuesto que sí. Se trata de los tecnicismos con estas cosas. Si lo mantenemos como una cuenta externa, irá en contra del principio de la recompensa debida, pero tampoco podemos hacerlo como una cuenta, así que es lo único que podemos hacer, ¿no?” Mostró otra sonrisa tortuosa.

“Entiendo… Muy bien. La brillantez de Su Majestad Imperial nunca deja de impresionar.”

Con eso, los nobles abandonaron la sala, presumiblemente satisfechos por su respuesta.

Mia los vio partir con una sonrisa. Una vez que se fueron, Ludwig se inclinó hacia ella.

“Su Majestad Imperial, si no me equivoco, el conde ya está…”

“Oho, ho, veo que está al tanto.” Ella apretó los dedos y se reclinó. “Exactamente. El rango de conde ya existe. Aunque la gente dejó de usarlo hace mucho tiempo. Y como es un título extranjero, no puedo culpar a la gente por no conocerlo.”

En otras palabras, lo que acababa de ocurrir… era un truco. O, tal vez, un poco de venganza. Era la forma en que Mia le daba a esos molestos nobles una probada de su propia medicina.

El rango de conde no era algo que se inventara sobre la marcha, sino que existía. O había existido, al menos. Era un título curioso — un conde, pero no. Sin embargo, el “mar” del término no era en absoluto despectivo. “Mar” era la abreviatura de “marcha” que, a diferencia de la interpretación de los nobles, significaba “tierra fronteriza”. Por tanto, los dominios de los condes se situaban a lo largo de las fronteras de su reino. Encargados de la defensa contra las invasiones, eran la égida de su nación. A menudo se concedía a los de sangre real o a los vasallos de mayor confianza de un gobernante, y hubo épocas en las que el título de conde rivalizaba con el de marqués en prestigio.

Y la nación en la que el rango había existido una vez… era el poderoso Reino de Sunkland. Allí, el título de conde — aunque hace tiempo que dejó de usarse — seguía manteniendo su antigua gloria, y entre la población de Sunkland se hablaba de él con el tipo de reverencia que suele reservarse a los reyes.

Habiendo aprendido esta parte de la historia en sus clases en Saint-Noel, Mia sonrió con satisfacción.

“Jajaja.” Ludwig se rió. “Así que su protesta ciertamente cambió las cosas, pero en última instancia en su detrimento. No me gustaría estar en su lugar cuando descubran la verdad.”

“Mmm, hm, hm, eso es lo que consiguen por interrumpir mi tiempo de comer pasteles. En todo caso, se han librado de una broma como ésta”, dijo Mia antes de meterse alegremente un trozo entero de tarta en la boca.

Un truco bien jugado, y un regalo bien hecho.

Algún tiempo después, la noticia de que el conde Rudolvon había sido ascendido al rango de conde causó sensación entre la nobleza central. Aquellos que desconocían la historia del título se asombraron al saber que alguna vez había existido en Sunkland. Cuando preguntaban, su asombro se convertía en pánico al saber que su categoría rivalizaba con la de un marqués.

Mientras tanto, aquellos de las Cuatro Casas que estaban cerca de Mia — Sapphias, Esmeralda, Ruby y Citrina — no podían sino sacudir la cabeza con irónica diversión. Suponían que algunos miembros de la nobleza central con más orgullo que sentido común habían provocado la ira de Mia. Ni que decir tiene que la diversión de Sapphias fue la más efímera, ya que pronto descubriría que los miembros que la habían provocado pertenecían a la facción de Bluemoon. Los rumores decían que había palidecido visiblemente al descubrirlo.

Sin embargo, con el tiempo, la consternación de la nobleza central se desvanece.

“P-Pero, al fin y al cabo, sólo es para aparentar… El hecho es que el rango de conde nunca existió en el imperio, y no es que haya ganado más territorio o poder. No hay problema.”

Así se consolaban.

Por desgracia para ellos, su consuelo resultaría efímero, ya que un acontecimiento posterior haría que sus filas se vieran doblemente afectadas. Sus mandíbulas se desplomaron en el suelo, pronto recibirían la noticia de…

El compromiso de la hija de Marconde Rudolvon, Tiona Rudolvon, con el joven rey de Sunkland, Sion Sol Sunkland.