Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Ataviada con todo el equipo de batalla, Mia se dio unos cuantos golpes vigorizantes en las mejillas mientras se preparaba para salir metafóricamente a la guerra.

Afortunadamente, esta vez tenía muchas piezas con las que jugar. Esmeralda, Citrina y Tiona estaban a sus órdenes, formando una poderosa trifecta para su vanguardia. Esta formación se completaba con la impecable inteligencia de Ludwig y, además, tenía a Rafina a sus espaldas. Anne, su ansiolítica andante y parlante, estaba a su lado, y Bel también había venido. Esta última sobre todo porque era una fanática rabiosa de Sion, pero en fin.

Está bien. Ya sé lo que tengo que hacer, así que pongamos manos a la obra.

Mientras se daba a sí misma la charla de ánimo previa al combate, ordenó sus pensamientos por última vez.

Hay dos problemas con los que tengo que lidiar: El primero es que si Esmeralda se casa con el príncipe Echard, fortalecerá mi oposición política. El segundo es que Sion va a ser asesinado… En realidad, no. Sacudió la cabeza. El tema de la oposición política no es algo en lo que deba pensar. Ludwig dijo que tenía algunas ideas al respecto, así que debería dejárselo a él. Ahora mismo, en lo que tengo que centrarme es en asegurarme de que Sion no sea asesinado esta noche. Nada más importará si no puedo mantenerlo con vida.

Una mayor consideración solidificó su postura.

Además, Esmeralda puede ayudarme en el frente político. Y una vez que le diga a Sion que literalmente le salvé la vida, puedo hacer que me apoye también.

Su única misión en este momento era mantener el veneno lejos de Sion.

Según las Crónicas, Sion muere envenenado. Y según la investigación de Rina, es muy probable que el Príncipe Echard haya recibido algún tipo de veneno de las Serpientes del Caos…

Sólo el pasaje de las Crónicas no había logrado explicar cómo un príncipe tan joven había conseguido hacerse con un veneno tan potente. El informe de Citrina había llenado el vacío.

Al parecer, ella también tiene preparado el antídoto…

Mia miró a Citrina, que le devolvió la mirada.

“No se preocupe, Su Alteza. Ya tenemos el artículo a mano.”

“…Uh, ¿qué artículo?”

“Los hongos secos. Las recogiste de camino a Sunkland.”

“Los hongos secos…”

“Sí. La gente del Reino Ecuestre tiene una larga tradición de usar un veneno de tipo yin para cazar. Si quisiera envenenar a alguien y hacer que parezca que los ecuestres lo hicieron, ese es el veneno que usaría. Los hongos que recogiste antes tienen un veneno de tipo yang que contrarresta sus efectos, lo que les permite funcionar como antídoto…” Citrina se detuvo un segundo, arqueando una ceja. “¿Pero creía que ya sabías todo esto?”

Mia tragó saliva, forzando el reflejo “¡Claro que lo sabía!” en su garganta. Sin duda, podría hacer un farol con esta pregunta, y seguramente aumentaría la confianza de Citrina en ella, pero…

“No. Por desgracia, no estoy tan familiarizada con los venenos como me gustaría.”

Optó por la honestidad, pues sabía que nunca vale la pena jugar a la profesora, sobre todo cuando se trata de venenos.

“Compré esos hongos por capricho. En realidad es una completa coincidencia que las tengamos ahora mismo”, admitió. “Como dije antes, creo que es muy probable que el veneno se utilice en algún momento, así que cuento contigo, Rina.”

“Entendido. Haré todo lo que pueda, pero hay una cosa que debe tener en cuenta, Su Alteza. Contrarrestar los venenos es muy difícil, y ningún antídoto es perfecto. Nunca hay garantías.”

“Entiendo. En otras palabras, la mejor solución es asegurarse de que el veneno nunca llegue a él en primer lugar. Hm…”

“Por cierto, ¿no vamos a contarle esto al príncipe Sion?”

Mia arrugó la cara ante la pregunta. “Ciertamente he considerado la opción, pero…”.

De hecho, ya le había pedido a Dion que informara a Keithwood sobre la actividad sospechosa que rodeaba al príncipe Echard. Considerando el hecho de que el informe de Citrina era, en el mejor de los casos, sólo una prueba circunstancial, acusar directamente al príncipe de planear un asesinato sería, como mínimo, imprudente. Sin embargo, tampoco podía permitirse no decir nada. Afortunadamente, Keithwood era un tipo con tacto. Si alguien podía sortear con éxito la pesadilla diplomática que suponía investigar a un príncipe de Sunkland en un soplo extranjero, era él. Técnicamente, Sion debería ser capaz de hacerlo también, pero Mia sentía una fuerte resistencia a la idea de decírselo, y empezaba a entender por qué. La pista provenía del vestido que llevaba.

El que va a matar a Sion… es su hermano pequeño…

Eso, ahora se daba cuenta, era el origen de su reticencia. ¿Qué pasaría si Sion descubriera el complot y se enfrentara a su hermano? La naturaleza criminal del incidente probablemente le obligaría a exigir un juicio. Y un castigo.

Por supuesto, Sion ha cambiado. Dudo que lo haga de buena gana. ¿Pero puede incluso negarse en primer lugar? ¿Se lo permitiría Sunkland?

Después de todo lo que habían pasado juntos, sentía que conocía a Sion bastante bien como persona. Siendo Mia, los detalles de su entendimiento podrían ser cuestionables, pero sin embargo tenía una idea aproximada de cómo veía él la corona prometida sobre su cabeza y los estándares a los que se atenía. En su opinión, el incidente de Remno había reducido su fascinación casi neurótica por la justicia y la equidad a un nivel de dedicación más razonable. Ya no era el Sion de antes.

Pero eso fue durante sus aventuras, donde su tierra natal tenía poca influencia sobre sus acciones. Aquí, en el corazón de Sunkland, donde valoraban a los gobernantes justos y rectos por encima de todo, un intento de asesinar a su príncipe heredero se encontraría con una oleada de demanda de un juicio justo, junto con un castigo justo. Un castigo justo, imparcial y completamente implacable.

Se vería obligado a condenar a su propio hermano a la muerte… Eso seguramente lo marcaría de por vida…

Los dedos de Mia se apretaron alrededor del pañuelo que llevaba al cuello. No tenía hermanos. La única familia que conocía era su padre, el emperador. Ni siquiera le tenía mucho cariño. En todo caso, le resultaba bastante molesto. Pero cuando la vio con ese vestido… El vestido que su madre — su esposa — había hecho con sus propias manos… La alegría que irradiaba de él era ciertamente entrañable. No es que lo hiciera menos molesto, pero… En la línea temporal anterior, la noticia de que él había sido enviado a la guillotina antes que ella la había sacudido en gran medida. Era molesto, pero no tanto …

Además… Aunque no tenía recuerdos de su madre, ciertamente le hubiera gustado conocerla. Y, si fuera posible, tenerla a su lado. Así era la familia de uno. Eran preciosos más allá de la razón. No podía imaginar que Sion se sintiera diferente.

Es decir, sí, es perfecto e impecable y sabe demasiado para su propio bien, pero aún así debe dolerle que le obliguen a condenar a muerte a un miembro de su familia.

Tal vez fue el hecho de que llevaba el vestido hecho a mano de su madre. Por alguna razón, Mia no podía soportar la idea de que la relación entre Sion y Echard se volviera tan terriblemente amarga. Acabar con un asesino o dos no era un problema, pero si uno de esos asesinos era el propio hermano de Sion, no estaba segura de que contárselo le hiciera más bien que daño.

De todos modos, por eso es absolutamente imperativo que ningún otro noble se entere de esto.

Mientras todo el incidente se mantuviera en secreto, Sion no se vería obligado a matar a su hermano en aras de la justicia.

Pero suponiendo que nadie más se enterara, y que Sion decidiera perdonar a Echard, ¿cómo se sentiría Echard con respecto a Sion?

No podía evitar pensar que eso sólo haría que el príncipe más joven se amargara más, especialmente teniendo en cuenta la descripción que Keithwood hacía de su carácter y el complejo de inferioridad que padecía. A medida que la brecha entre los dos hermanos se ampliara, los dejaría cada vez más vulnerables a la manipulación de las Serpientes.

“Lo que sería aún más desagradable. Honestamente, prefiero tratar con asesinos.”

Lo que hacía que las Serpientes fueran tan problemáticas era su capacidad para convertir a los ciudadanos de buen comportamiento en sus peones. Piezas vitales del intrincado sistema que era la sociedad se corromperían, pero su función no sería menos vital. Un asesino normal podría ser eliminado con un daño mínimo para la conciencia de Sion, pero hacerlo con un hermano que se había convertido en asesino causaría muchos más daños colaterales.

Tratar el incidente en cuestión requeriría la máxima delicadeza.

“Creo que… Salvar la vida de Sion va a ser el menor de mis problemas esta vez.”

No había garantía de que las Crónicas de la Princesa le avisaran de cada crisis inminente. Si identificaba un problema potencial en el camino, era mejor cortarlo de raíz.

“Digamos que hago que Rina siga a Sion. Esmeralda puede quedarse con el Príncipe Echard. En cuanto a Tiona… Tal vez debería asignarla a Sion también…”

Mientras contemplaba cómo desplegar sus fuerzas durante la fiesta, se le escapó una cuestión.

Cuando llueve, diluvia.

Las desgracias nunca vienen solas.

Las cosas malas vienen de tres en tres.

No consideró la implicación de estos conocidos proverbios. Con el distanciamiento de los príncipes y la implicación de las Serpientes, el escenario estaba preparado para que una tercera tanda de problemas llegara saltando como la guillotina de dos patas de sus sueños.