Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Mia se encontraba en la habitación de invitados del Conde Lampron — su morada temporal en el Reino de Sunkland — preparándose para la próxima fiesta. Anne la ayudaba a ponerse un vestido que se le resistía cerca de la cintura, hasta que respiró rápidamente para centrar su mente. La tensión asociada a su barriga permitió que el vestido se deslizara en su sitio. Con el atuendo adornado, cerró los ojos para organizar sus pensamientos.

Ayer pensé mucho en la cama, y tengo que decir que la situación es bastante complicada ahora mismo.

La pensadora de la cama, Mia, procedió a bajar a su lugar preferido de pensamiento. Con los ojos aún cerrados, comenzó a tamizar la gran cantidad de información que había descubierto recientemente. Pieza por pieza, los puso en sus contenedores mentales adecuados para su posterior análisis.

Por cierto, cuando la gente duerme, el cerebro aprovecha el tiempo para organizar los recuerdos. Sin embargo, es discutible si esto tiene alguna relevancia para la posición de pensamiento preferida de Mia.

En cualquier caso, después de repasar todo lo que sabía y pensarlo bien, llegó a una conclusión: En esta ocasión, la solución más fácil parece ser contárselo a Sion y que él haga algo con el problema. También tiene a Keithwood. No es posible que sigan envenenando a Sion si los dos están pendientes de él…

Actualmente, el conocimiento de Mia sobre la situación ya no se limitaba a la visión de las Crónicas. También tenía acceso a los resultados de la investigación de Citrina, que pintaban una imagen bastante obvia de que Echard había estado en contacto con las Serpientes y que potencialmente estaba planeando un asesinato mediante veneno. Con la misma información, la pareja de Sunkland seguramente llegaría a la misma conclusión y tomaría medidas para frustrar el intento.

Sin embargo, por alguna razón, Mia se encontró reacia a seguir con la idea. Qué raro… Sé que es claramente la mejor solución, pero de alguna manera, siento que no debería hacerlo… Como si algo fuera a salir mal si lo hago… Me pregunto por qué.

“Um, ¿mi lady?”

La voz de Anne la sacó de sus pensamientos. Miró a su alrededor y descubrió que Anne ya había retrocedido, con su trabajo terminado. Se levantó y se acercó a un espejo.

“Hmm…” Giró en un círculo, mirándose a sí misma, y asintió con satisfacción. “Perfecto.”

Mia llevaba el mismo vestido sencillo que había usado en la fiesta de bienvenida a los nuevos estudiantes de Saint-Noel. Al haber crecido un poco, había hecho que el vestido se ajustara a su nueva estatura. Pero eso no es todo. Esta vez, iba completamente vestida. Llevaba una cinta en la cabeza. De su cuello colgaba un colgante y en sus orejas brillaban pequeños pendientes. Por último, un chal translúcido le daba a todo un aire extra de refinamiento.

“Muchas gracias, Anne. Tu trabajo es impecable.”

“Siempre es un honor, mi lady”. Anne bajó la cabeza en una respetuosa reverencia.

Mia soltó una risita. “Oh, mírate, toda crecida y profesional ahora. Pareces una doncella que sabe lo que hace.”

“Me alegro de que pienses eso. Ahora sí sé hacer pan, y hasta puedo montar a caballo.”

“Aunque no estoy segura de que montar a caballo forme parte de la descripción habitual del trabajo de las doncellas.”

Compartieron una mirada cómplice y se rieron, tras lo cual la expresión de Anne adquirió un matiz de preocupación.

“Um… ¿Mi lady? ¿Tiene algo en mente?”

“¿Oh? ¿Parece que lo hay?”

“Sí. Has estado mirando hacia abajo todo este tiempo. Me doy cuenta, porque soy una doncella que sabe lo que hace”, dijo Anne con un guiño jocoso, “y lo único que las doncellas conocen mejor que nadie es la persona a la que sirven.”

“Oho ho, sí que has aprendido a hablar. Pero supongo que tienes razón. Parece que no puedo ocultarte nada.”

“Así es. No puedes ocultarme nada porque soy su doncella, mi lady. Por eso también sé que estarás bien. Sólo quiero que recuerdes que si algo va mal, siempre estaré aquí para ti, así que no te preocupes. Sal ahí fuera, dalo todo y haz lo que creas conveniente.” Anne levantó los puños y dejó escapar un resoplido de ánimo. “¡Pase lo que pase, siempre te apoyaré!”

“Anne…” Mia sonrió ante la conmovedora muestra de devoción de su doncella.

“En ese caso… Supongo que tendré que salir y darlo todo entonces.”

Lo que sea que Anne vio en el rostro de Mia, la tranquilizó, y su expresión se suavizó.

“Muy bien, mi lady, creo que es hora de que vaya a ayudar a la señorita Bel y a Lady Citrina con sus preparativos.”

“Desde luego. Adelante. No sé si Rina, pero Bel probablemente no tenga mucha experiencia en el uso de vestidos.”

“Entendido.”

La puerta apenas se había cerrado detrás de Anne antes de que se abriera de nuevo, esta vez revelando a Esmeralda.

“Hola, señorita Mia.”

Llevaba un magnífico vestido, y lo llevaba bien, convirtiendo su extravagancia en elegancia con un aplomo de mujer. Era de un color esmeralda brillante y tenía un gran número de volantes con crestas de la familia Greenmoon bordadas en varios lugares con hilo dorado.

Mia la miró. Mejor dicho, le miró el abdomen y lo encontró delgado y firme.

Hm, lleva un corsé, ¿no es así…? Debe ser un corsé. La pobre chica, no podrá comer mucho con un corsé tan apretado… Asintió para sí misma mientras miraba a su amiga con lástima.

“Vaya, señorita Mia, ese vestido…” dijo Esmeralda, fijándose en el atuendo de Mia.

“¿Lo reconoces? Es uno de mis favoritos.”

Cada vez que se ponía el vestido, le traía un montón de recuerdos deliciosos.

Espero tener la oportunidad de bailar con Abel hoy… Oho ho, será como revivir esa época de nuevo, pensó, sonriendo para sí misma.

Sus fantasías fueron interrumpidas por una respuesta inesperada de Esmeralda.

“Claro que sí… Es el que hizo tu madre, su majestad imperial Adelaide, ¿no es así?”

“…¿Eh?” Mia se quedó mirando, boquiabierta y confundida. “Um, ¿qué quieres decir con eso?”

“Vaya, ¿no lo sabías? Lo escuché de uno de los sastres con los que mi familia trata frecuentemente. Recuerdo que me dijo que estaba muy nerviosa al venderlo porque lo había hecho tu madre. Al parecer, le temblaban las manos todo el tiempo.”

“¡N-Nadie me dijo eso!”

“¿De verdad? También he oído que en la ciudad natal de Su Majestad Imperial, tienen la costumbre de que las madres regalen a sus hijas ropa hecha a mano…”

“¿L-Lo hacen? Huh…” Mia murmuró con voz de trance antes de mirar el vestido que tenía sobre su cuerpo. Pasó sus dedos por él, su expresión repentinamente sobria y pensativa. “Esto, es de madre… No me extraña… Ahora sé por qué padre se alegró tanto de que me lo pusiera…”

Recordó la vez que le contó a su padre que se había puesto el vestido en la fiesta de los nuevos alumnos, y él casi explotó de alegría.

“¿De verdad? ¿Te has puesto ese vestido?”, había exclamado antes de exigir todos los detalles, que ella había contado a regañadientes.

“Sí, es un vestido muy bonito. Me ha gustado mucho… Oh, en un principio pensaba ponerme el vestido que me regalaste, por supuesto, pero ese se ensució un poco por… algunas circunstancias, así que me cambié a este.”

Lo dijo como excusa, pero su padre no pareció darse cuenta.

“¡Entiendo… entiendo!”

Aún más inexplicable fue su posterior alegría.

“Así que te pusiste ese vestido, ¿no? Mi querida Mia, llevando ese vestido…” murmuró con la mayor y más tonta de las sonrisas.

¿Qué en las lunas? se preguntó ella. Esperaba que se pusiera de mal humor porque no llevaba el vestido que él había elegido… Todo esto es muy confuso…

Además, cuando ella mencionó que le había crecido un poco el vestido — en sentido vertical, por si alguien se lo estaba preguntando — él lo mandó inmediatamente a ajustar a su altura actual para que pudiera ponérselo cuando quisiera. Y además…

“Bueno, ya que vamos a renovar el vestido, ¿por qué no añadir también algunos accesorios a juego? El coste no es un problema. Tendremos lo mejor del continente—”

“No, no, padre. Por favor, no. Eso sería un desperdicio — Quiero decir, eh… ¡Oh! Chocarían con el vestido. Prefiero que el vestido destaque, así que ¿qué tal si vamos con unos accesorios más modestos? Unos sin gemas sería lo mejor.”

“¿En serio? Pero—”

“¡Sí! De todos modos, yo elegiré los accesorios, así que no tienes que pensar más en esto, ¿de acuerdo?”

“Entiendo… Si tú lo dices…” El emperador había hecho una pausa durante un segundo antes de murmurar: “Por cierto, Mia, hay algo en ese vestido que deberías…”

“¿Hm?”

Mia arqueó una ceja hacia su padre, que entonces sacudió lentamente la cabeza.

“…No. No importa. Me alegro de que te guste el vestido. Cuídalo bien, ¿de acuerdo?”

“¿Eh? Bueno, por supuesto que lo haré. Me gusta, después de todo.”

“Tonto padre… Podría habérmelo dicho sin más…” susurró una recordada Mia. “Debe haber estado avergonzado. Puede ser tan niño a veces…”

Sacudió la cabeza, el gesto más cariñoso que frustrado, antes de cerrar lentamente los ojos. Tenía muy pocos recuerdos de su madre. Sin embargo, el suave grano de la tela, tan maravillosamente suave al tacto, evocaba una profunda nostalgia.

“Gracias, madre… Sigue cuidando de mí, ¿de acuerdo?”

Al pronunciar estas palabras, algo pasó por delante de sus ojos. Fue como una débil visión del rostro de su madre, con la misma expresión que tenían las madres cuando amaban a sus hijos pero los encontraban demasiado dependientes del apoyo materno. Mia sintió que su espalda se enderezaba ante la suave advertencia. La mirada de sus ojos se volvió más sobria, más centrada.

“Muy bien, entonces. Es hora de irse. Ahora, mantente viva. Madre está mirando.”

Su voz estaba impregnada de una nueva determinación.