Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Mientras la atención de toda la sala se centraba en el rey derribado, Citrina se puso a trabajar. Bajo las órdenes de Mia, había estado siguiendo a Echard todo el tiempo para evitar este tipo de situaciones, pero el rey Abram la había tomado completamente por sorpresa.

¿Quién iba a pensar que haría algo así…?

Fue sin duda lo inesperado de su comportamiento, y no que su mente estuviera ocupada por el preocupantemente largo viaje de Bel al baño, lo que había retrasado su reacción. De verdad. Incluso si hubiera estado totalmente alerta, la acción del rey fue demasiado repentina para que ella respondiera a tiempo. Repentina, pero no irracional. Simplemente estaba tomando un trago que su hijo menor le había ofrecido a su hijo mayor, porque éste no podía beberlo en ese momento. ¿Cómo podía saber que un hijo estaba intentando envenenar al otro? ¿Que el veneno estaba en el mismo vaso que sostenía?

Sus acciones eran totalmente comprensibles y, por tanto, predecibles. Debería haber estado preparada.

“Está bien. Todavía se puede salvar…” Citrina susurró.

Ella había metido la pata, pero no fatalmente. Todavía podía dar la vuelta a esto. De hecho, tenía que hacerlo. Esta era la misma situación para la que Mia se había preparado. Por eso había traído a Citrina.

Si no puedo ser útil aquí, también podría no serlo nunca. Ya es hora de que aporte mi granito de arena. Sus labios se apretaron. Bien, piensa. ¿Qué debería hacer…?

A un lado de la sala, lejos de la atención de todo el mundo, se encontraba un chico joven en un sorprendente silencio. Se acercó a él en silencio.

“Príncipe Echard, no hay tiempo, así que tenemos que ir directamente al grano. Dime, ¿cuánto has puesto en la bebida?”

“¿Eh?” Los hombros de Echard se crisparon. El poco color que le quedaba en la cara se esfumó.

“Si no quieres que el parricidio se añada a tu lista de logros”, dijo Citrina, con voz baja pero contundente, “entonces dímelo . ¿Cuánto?”

El chico se derrumbó bajo su silenciosa presión. Con voz temblorosa, respondió: “Un pellizco.”

Citrina reflexionó sobre su confesión mientras caminaba hacia el rey. Se abrió paso entre el clamor de los espectadores, la mayoría de los cuales ya se habían dado cuenta del incidente, y se puso en cuclillas sobre el rey supino con Tiona a su lado.

“¡No lo muevan!”, dijo con voz de mando para disuadir cualquier acción exacerbada.

Luego, observó el rostro del rey. La mitad de ella se había vuelto mórbidamente negra, como si la propia muerte estuviera invadiendo la piel.

Bueno, eso lo confirma. Este es definitivamente el signo del acoso de la sombra. Y está progresando rápidamente. La toxicosis eclíptica ya se está instalando.

Cuando se consume, el bálsamo de sombra causa una condición conocida como toxicosis eclíptica, la cual obtuvo su nombre por la forma en que la piel de la cara de la víctima se oscurecía de un lado a otro, pareciendo un eclipse lunar. Sus efectos tóxicos eran, en pocas palabras, la disminución de la resistencia, el debilitamiento del corazón y la reducción de la circulación, lo que llevaba a un colapso de las funciones vitales en todo el cuerpo. El Bálsamo de Sombra era extraordinariamente eficaz y en su día fue temido por ennegrecer los rostros de muchos gobernantes a lo largo de la historia. Sin embargo, era un veneno antiguo y ahora se había desvanecido de la conciencia colectiva. La razón era sencilla — era relativamente fácil de tratar administrando una dosis adecuada de bálsamo de luz, su veneno opuesto.

El bálsamo de luz provocaba una toxicosis prominente, llamada así por sus propiedades tóxicas estimulantes. Cuando se consume, excita enormemente el corazón, haciendo que se duplique o triplique su ritmo. Esto iba acompañado de una infusión de energía que provocaba hiperactividad. Los vasos sanguíneos pronto se rompían por la intensa presión, y la víctima moría agitándose mientras la sangre salía por todos los poros y orificios. El violento final se asemejaba a las prominencias solares presenciadas durante los eclipses solares, de ahí su nombre.

El tratamiento, sin embargo, también era sencillo. Simplemente había que administrar una cantidad adecuada de su contraparte, el bálsamo de sombra. Debido a sus cualidades de neutralización mutua, eran inútiles contra los preparados, lo que los hacía inadecuados para los asesinatos. Con el tiempo, desaparecieron de la historia. Luego, con más tiempo, también lo hizo el conocimiento de sus propiedades antagónicas. La verdadera naturaleza de las dos maldiciones era ahora conocida sólo por unos pocos elegidos.

He oído que incluso los Equestris, con su larga historia de uso del bálsamo de sombra para la caza, ya no lo tocan.

Citrina, por su parte, nunca había visto un bálsamo de sombra. No había ninguno en la reserva de Yellowmoon. El bálsamo de luz, igualmente, sólo lo conocía por su nombre. Si no hubieran descubierto esos hongos durante su viaje a Sunkland, no tendría nada para curar el veneno.

Dos venenos cuyo único antídoto es el otro… Menos mal que nos encontramos con ese comerciante en el camino. Si no… pensó mientras sacaba un pequeño frasco que contenía bálsamo de luz.

Según Echard, había puesto un pellizco. Eso coincidía con la extensión de la piel ennegrecida.

L-Lo que significa que la dosis para el antídoto tendría que ser…

“¡¿Q-Qué, en nombre del sol?!”

Justo cuando estaba a punto de administrar el bálsamo de luz, los nobles de Sunkland que habían empezado a agolparse a su alrededor vieron la mancha oscura en la cara del rey y retrocedieron horrorizados.

“Esperen… ¿Es eso… bálsamo de sombra?”

Unos cuantos susurros nerviosos llegaron a los oídos de Citrina. Al parecer, algunos de los nobles conocían el veneno. Tenía sentido; aquellos cuyos cargos los ponían en riesgo de ser asesinados probablemente habrían estudiado sobre esas cosas.

“¡El médico! ¡Que alguien vaya a buscar al médico!”

Citrina ignoró los gritos frenéticos que estallaron y miró a Tiona.

“Señorita Tiona, por favor, mantenga las manos sobre Su Majestad y manténgalo firme”, dijo mientras comenzaba a verter el bálsamo de luz en una copa de vino, tratando de conseguir con precisión la cantidad necesaria para neutralizar una pizca de bálsamo de sombra.

“¡Tú! ¿Qué crees que estás haciendo?”

“¡Chica insolente! ¡Retira tus manos inmediatamente! ¡Eso es una afrenta a Su Majestad!”

Ella no les hizo caso. Su ignorancia era evidente en la naturaleza frívola de su ultraje. Lo que le preocupaba eran los menos ignorantes, los que entendían que su rey acababa de ser envenenado. Después de todo, ella era sólo una niña, y además extranjera. Definitivamente no querrían a alguien como ella cerca de su enfermo regente en este momento.

El problema era que ella tenía que estar aquí, porque estaba segura de que nadie más podría salvar la vida de Abram. Así que recorrió con la mirada la sala en busca de alguien que pudiera mantener a raya a los nobles. Alguien cuya comprensión de la situación superara la de todos los demás…

Mia era sensible a las miradas poderosas, ya que ella misma podía emplearlas. Tal vez por eso la sintió de inmediato y, en contra de su buen juicio, se volvió para recibirla.

Al principio, se sintió tan nerviosa por el repentino incidente como todos los demás, pero se calmó un poco después de ver cómo Tiona y Liora arrastraban al rey por la barandilla. Luego, cuando vio a la experta en venenos residente, Citrina, se sintió aliviada y pensó que todo estaba bajo control.

Lo que hizo que el encuentro de sus miradas fuera aún más molesto.

No puede ser. ¿En serio? ¿Me estás lanzando esto? ¿Ahora?

El pánico que retrocedía invirtió su curso.

Oh, lunas. De acuerdo, piensa, piensa… ¿Cómo salgo de esta? Tengo que elegir mis palabras con cuidado…

Justo cuando obligó a su cerebro a volver al modo de trabajo, sintió otra mirada sobre ella. Ésta estaba mucho más cerca. De hecho, provenía de su lado.

“Mia…”

Miró hacia ella… y se quedó sin palabras. Sion Sol Sunkland, el parangón principesco de la perfección, la miraba con tanta duda, con tanta aprensión en los ojos, que casi suplicaba ayuda. En el momento en que sintió su inseguridad, asintió instintivamente.

“No te preocupes, Sion. Está bien”, se oyó decir antes de volverse hacia la multitud y declarar con una seguridad que la desconcertaba incluso a ella: “Esta chica es mi vasalla. Es una de las principales especialistas del imperio, y les imploro que dején este asunto en sus capaces manos.”

Incluso Sion se quedó boquiabierto ante su discurso, pero sus palabras tuvieron el efecto deseado, lo que le hizo exhalar y recomponerse. Entonces, se dirigió también a la multitud.

“Muy bien, todos. Ya han oído a la princesa. Dejen trabajar a la chica. Además, que alguien vaya a buscar un médico de una vez”, dijo, dirigiendo a los espectadores con una autoridad que ocultaba su malestar a todos, excepto a Mia.

Sólo ella vio los pequeños temblores en sus puños fuertemente apretados.