Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 5

Prologo: Incluso Los Corderos De Sacrificio Podrían Ser Motivados

Incluso un corazón endurecido y liberado de la vergüenza por un año de vida como profesor seguiría sintiéndose triste si fuera herido. Eso era cierto para cualquiera. Nozomi no era una excepción.

Había ocurrido ese día a la hora del almuerzo. Algunos alumnos habían estado divirtiéndose, pasando el rato y charlando en el rellano de la escalera. La puerta de la azotea estaba cerrada con llave, por lo que los chicos no podían ir allí cuando quisieran, pero nada les impedía ir al rellano de debajo de la azotea. Era bastante más grande que los demás, pero pocos estudiantes se reunían en este lugar. Nadie pasaba por allí aparte de los que tenían negocios, y les gustaba esa particularidad.

Cuando Nozomi caminaba por el pasillo cercano, dirigiéndose a su próxima clase, escuchó las bulliciosas risas que provenían de ese rellano, a pesar de que la hora del almuerzo casi había terminado.

Parecía una buena idea llamarlos. Nozomi se armó de valor y puso el pie en el primer peldaño de la escalera hacia el tejado.

“Oh, claro, estamos a punto de quedarnos sin tiempo, ¿eh?”

“¿De verdad? Oh, tienes razón. La hora de la comida casi ha terminado.”

Parecía que no era necesario que dijera nada. Bajó de la escalera, y entonces, justo cuando estaba a punto de seguir su camino…

“Por cierto, ¿qué clase es la que toca?” “La que da el Monstruo, ¿no? Creo.” “Oh, ¿japonés?”

“Todavía no toca entregar la tarea, ¿cierto?”

“Si te refieres al informe del libro, tenemos que hacerlo para el fin de semana.”

“Qué dolor de cabeza.”

La Escuela Media Namiyama era una escuela privada. Todos y cada uno de los alumnos habían superado estrictos exámenes de ingreso. Por mucho que les pareciera un “dolor de cabeza”, era raro encontrar algún valiente que se saltara las clases.

Nozomi dejó que los dos estudiantes bajaran a toda prisa las escaleras, cacareando a su paso. Mirando sus espaldas mientras se dirigían a su clase, se dio cuenta de que sus peinados le resultaban familiares, y sus voces también le sonaban.

Ambos estudiantes eran de la clase 2-B. Mientras Nozomi los observaba subrepticiamente, los vio llegar al aula en la que ella misma estaba a punto de entrar. Así que no se había equivocado, después de todo. Le dio vueltas al hecho en su mente, digiriendo las implicaciones, y mientras escuchaba la campana que señalaba el fin del recreo, el corazón de Nozomi se rompió.

Los profesores recibían apodos. Esto no era en absoluto inusual. También había ocurrido cuando Nozomi era estudiante. En el lado más amable, estaban la Sra. Kobayashi, llamada Sra. K, y el Sr. Watanabe, al que se referían simplemente como Nabe. Muchos profesores habían recibido apodos horribles de chicos y chicas que eran tan crueles como cabía esperar a esa edad. Pero los profesores así recibían sus crueles epítetos por una razón. Estos “malos profesores” eran desagradables, del tipo que reprendía constantemente a los alumnos por razones injustas, o asquerosos que miraban a las chicas. Algunos eran, en realidad, bastante excelentes, sólo que eran muy estrictos incluso sabiendo que eran odiados. Pero eso no cambiaba la animosidad que les tenían sus alumnos.

La conversación de ese par se aferró tenazmente a sus pensamientos.

“Por cierto, ¿qué clase es la que toca?” “La que da el Monstruo, ¿no? Creo.” “Oh, ¿japonés?”

Aunque fuera tu asignatura menos favorita, no llamarías “monstruo” a una clase de japonés. Esos dos se referían claramente a Nozomi, la profesora de japonés, personalmente. Por la forma en que el otro chico no había cuestionado el apodo, también pudo deducir que el apodo de Monstruo estaba arraigado.

Monstruo.

Desde su época de estudiante hasta su año como profesora, nunca había tenido un apodo tan cruel. La simple agudeza del mismo cortaba profundamente, un filo tan contundente que podía rebanar el corazón de su objetivo en pedazos.

Nozomi no era de las que regañan a los alumnos con dureza. Intentaba ser suave en sus reprimendas. Y podría jurar que también era muy cuidadosa con la forma en que impartía su clase. No se divertía atrapando a los alumnos con preguntas engañosas. Algunos podrían calificarla de inútil como profesora porque era demasiado transigente con los alumnos, pero a ella le parecía bien. Sabía lo difícil que sería su trabajo si sus alumnos la odiaban.

Y, sin embargo, era odiada, quizás incluso detestada. El apodo Monstruo era así de dañino. Significaba que ni siquiera la consideraban como un ser humano más. La trataban como una criatura completamente extraña. Esto iba más allá de la valla que se interponía entre el alumno y el profesor: era el grueso muro que dividía a los humanos de otras cosas. Era dudoso que alguien pudiera atravesarlo.

Aunque le dolía el corazón después de esta intensa conmoción, Nozomi hizo su trabajo. Una profesora no podía abandonar su puesto sólo porque sus alumnos hirieran sus sentimientos, ni aunque fuese una adjunta a tiempo completo que aún no había sido nombrada oficialmente.

Además, las pruebas de Nozomi aún no habían terminado. Todavía le esperaban más disgustos. Tenía otro trabajo después de clase: supervisar una reunión del Comité de Limpieza del Festival Cultural. Todo lo que tenía que hacer era estar allí y dar consejos si era necesario, pero esta vez, uno de los miembros del comité era el mayor alborotador de la escuela. Nozomi sólo rezaba para que la chica no le causara problemas.

Lanzó un profundo suspiro. La profesora encargada de su curso, que se sentaba a tres asientos de ella, se mostró preocupada. “¿Estás bien?”

“Sí, estoy bien.” Respondió Nozomi con una sonrisa que seguramente no era muy convincente. Dudaba que se viera ‘bien’. La otra profesora volvió a mirar a Nozomi con preocupación.

Después de las clases, Nozomi se arrastró hasta la sala de ciencias. Al abrir la puerta, la encontró completamente vacía. Dentro estaban la larga mesa blanca y las tres sillas que se guardaban allí. Como la escuela no tenía un club de ciencias, no había estudiantes alrededor.

Por una u otra razón, sus pasos se volvieron más cautelosos. Como era profesora de japonés, la sala de ciencias estaba fuera de su territorio. Y además, nunca había entrado en la sala de preparación de ciencias que estaba más adelante. ¿Acaso no estaba normalmente cerrada con llave? Allí se guardaban productos químicos peligrosos y equipo para realizar experimentos, por lo que los alumnos no podían entrar sin permiso. Lo mismo ocurría en cierto modo con Nozomi, a pesar de ser una profesora; básicamente era una intrusa aquí.

¿Por qué se reunían en la sala de preparación de ciencias? El consejo estudiantil debería haber tomado la decisión, pero no había asumido mucha responsabilidad en el manejo del asunto. El presidente se había reído, diciendo: “Simplemente acabó así, ¿sabes?” Entonces,

¿quién tomó la decisión, si no tú?

La puerta de la sala de preparación estaba al fondo de la sala de ciencias. La pequeña entrada estaba oculta a la sombra de la taquilla de material de limpieza. A diferencia de las otras aulas, esta puerta no era corredera y había que girar un pomo para entrar. Dado que la sala de preparación se había añadido al edificio hacía sólo veinte años, parecía más moderna que las otras salas más antiguas… o eso le había dicho el director.

Nozomi puso la mano en el pomo y lo giró. Se movió. No estaba cerrado.

Ya había gente dentro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco en total. Todos miraban fijamente a Nozomi.

La que pinchaba el modelo anatómico era Umi Shibahara, de la clase 2-C. Tenía un increíble talento atlético y había batido los récords de la prefectura en los cien metros planos y en el triple salto o algo así.

Tal vez tenía demasiada energía, ya que sus payasadas aparecían con fuerza en los rumores de la zona. Era una de las personas más famosas de la escuela.

Umi Shibahara se giró de repente, y su cola de caballo golpeó a alguien en la nariz… Kayo Nemura, también de la clase 2-C. A menudo se la veía salir con Shibahara.

Asomándose al acuario de las tortugas estaba Mine Musubiya, la representante de la clase 2-D. Una alumna excelente, favorecida por los profesores y popular entre los demás alumnos. No era ni una imbécil ni una designada de mala gana: era el tipo adecuado de representante de clase.

Las dos sentadas en las sillas de la esquina eran de primer año. La de las gafas era Tatsuko Sakaki; la del cabello largo era Kaori Ninotsugi. Su timidez no era inesperada, ya que se encontraban entre estudiantes mayores, pero aun así, parecían especialmente tímidas, desde la forma en que se ataban el cabello hasta la longitud de sus faldas, estrictamente acorde con el código de vestimenta. Nozomi no daba clases a los alumnos de primer año, así que lo único que sabía de ellas eran sus nombres.

Con los ojos puestos en su reloj de pulsera, Nozomi comprobó la hora. Faltaban cinco minutos para que comenzara la reunión, así que no llegaba tarde.

El Comité de Limpieza del Festival Cultural era el encargado de decidir quién hacía qué a la hora de poner orden. En comparación con las presentaciones y los puestos de avituallamiento del personal, las estrellas del espectáculo, este trabajo tenía fama de ser aburrido e impopular.

Es más, el papel a veces suscitaba un resentimiento innecesario por parte de otros alumnos. Aunque asignaras las tareas de la forma más equitativa posible, algunos chicos siempre se quejarían: “¿Cómo es que somos los únicos que trabajan como esclavos?”

Esa era la otra razón por la que nadie elegía estar en el comité de limpieza. Pide voluntarios todo lo que quieras, pero nadie levanta la mano. Aun así, no se podía organizar un festival sin uno, así que le dijeron a Nozomi que el consejo estudiantil seleccionaría al azar a los estudiantes que serían los corderos de sacrificio.

Se sorprendió, entonces, de que todas esas chicas se hubieran reunido cinco minutos antes. Tal vez incluso los corderos de sacrificio podrían ser motivados, a su manera.