Hazure Skill ‘Mapping’ Wo Te Ni Shita Ore Wa  (NL)

Volumen 6

Capitulo 8: Comodín

Y así, pasó una semana. Era el último día de nuestro plazo acordado. Salí de casa por la mañana temprano y me dirigí a ver a Leyfa. Force había regresado ayer a la ciudad, y le habíamos puesto al corriente de la situación… pero le había dejado a él y a las chicas en el cuartel general. Iba a parlamentar con Leyfa a solas. La discusión que íbamos a tener no era para los oídos de los otros miembros de los Arrivers. El trato que íbamos a hacer era así de serio.

Llegué al hotel donde Neme estaba secuestrada. Todavía era temprano, por lo que la carretera principal estaba inquietantemente tranquila, un ominoso preludio de lo que iba a ocurrir. Tanto si tenía éxito como si fracasaba, lo que me había preparado para hacer no era precisamente digno de elogio. No podía culpar a nadie que me juzgara por ello. Force y los demás podrían despreciarme por recurrir a esto… pero tenía que hacerlo. Tenía que salvar a Neme.

“Es Nota Athlon. He venido como prometí.” Anuncié mientras llamaba a la puerta de la habitación de Leyfa.

Se abrió inmediatamente. “Por fin estás aquí.” Refunfuñó Sofie, la caballero.

En la sala, detrás de ella, esperaban su señora, Leyfa Southerndall, y el antiguo inquisidor de mayor rango, Gilbert. Neme no aparecía por ningún lado. Búsqueda de Enemigos reveló que seguía retenida en la habitación de al lado. Podía percibir otras dos poderosas presencias con ella, presumiblemente el Séptimo Sabio Mille y el poseedor de la habilidad Dominio de Golpe Superior que Leyfa había mencionado anteriormente.

Ya está. Ahora estaba oficialmente en territorio enemigo. Y, además, totalmente rodeado.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras se me ponía la piel de gallina. “Princesa Leyfa, Note Athlon ha llegado.” Informó Sofie.

“Déjalo entrar.” Respondió Leyfa, lanzándome una mirada antes de volver a cruzar las piernas.

Me encontraba a una altura superior a la de su figura sentada, pero seguía teniendo la sensación de que me miraba con desprecio. El aura prohibitiva que la rodeaba era increíble.

“Supongo que el hecho de que estés aquí significa que has venido a decirme lo que quiero oír.”

Su tono era tan pomposo como de costumbre. Su sonrisa fría y tímida me decía lo segura que estaba de su victoria.

“No sé si es lo que quieres oír, pero tengo algo que decirte.” Dije, poniendo la cara más valiente que pude reunir con la esperanza de librarme de su condescendencia.

“Me dirás exactamente lo que quiero oír si sabes lo que te conviene.” Respondió, riéndose de mi bravuconería. “No querrías ver a tu amiga herida, ¿verdad?”

Debe haber estado en esta situación mil veces antes. No estaba aquí para negociar, sino para ejercer fuerza. Sí, esto era una extorsión disfrazada de diplomacia.

La mirada inquebrantable de Leyfa me atravesó. “Entonces, ¿qué es lo que tienes que decir?” Preguntó.

“Bueno…” Tenía la boca reseca por los nervios, pero hablé con cuidado. “Tengo dos exigencias: que devuelvas a Neme y que dejes de intentar reclutarme. Por supuesto, eso incluye que no se haga daño a ninguno de los miembros de mi grupo. Si aceptas eso, barreré todo esto bajo la alfombra.”

“¡Pfft! ¡Ajaja!” Leyfa soltó una carcajada, dándose una palmada en el muslo. “¡De todas las cosas que podrías haber dicho! ¿Quieres que te devuelva a tu amiga y que simplemente te deje en paz? ¿Por quién me tomas? ¿Te das cuenta de la situación en la que estás? Tengo a tu amiga como rehén y estás completamente rodeado, ¿y aun así te crees en posición de exigir algo? Hasta un niño lo sabría.”

A Leyfa le debió parecer divertidísima mi respuesta, porque seguía señalándome y resoplando de risa. Tuvo que parar y recuperar el aliento antes de continuar.

“Qué pena, Note Athlon. Parece que te he sobrestimado. ¿Quién iba a pensar que eras tan tonto? Los niños malos necesitan ser disciplinados. ¡Sofie!”

“Sí, Su Alteza.” Respondió la caballero vestido de manera informal.

“Elimina a Neme Pargin. Note Athlon no parece creer que soy capaz de cumplir mi palabra. Es hora de darle una lección.”

“Esta es mi última advertencia, Princesa Leyfa.” Dije con firmeza. “Lo dejaré pasar si te retiras ahora. Esta es tu oportunidad de lavarte las manos.”

“Vaya, ¿realmente vas a seguir actuando? Permíteme que te deje las cosas muy claras.” Leyfa extendió los brazos y levantó la voz. “Tu amiga está a punto de morir, dejándote aquí solo, y no puedes derrotarme por tu cuenta. Incluso si convocas a los otros miembros de los Arrivers aquí y ahora, apenas tendrías oportunidad. Y en el momento en que hagas un escándalo, la guardia de la ciudad vendrá corriendo. Cuando eso ocurra, serás arrestado por traición. ¿Me entiendes?”

“Por supuesto.” “Entonces…”

“Lo repetiré sólo esta vez: es tu última oportunidad de echarte atrás.”

La naturaleza tortuosa de nuestra conversación estaba llegando a la piel de Leyfa. “¿De verdad no entiendes lo que va a pasar aquí?” Preguntó con el ceño fruncido.

“Creo que eres tú la que no entiende lo que está a punto de pasar. Ahora, si todavía te niegas a rendirte, he terminado aquí.”

Con eso, le di la espalda a Leyfa. Pasé por delante de sus estupefactos secuaces y abrí la puerta de la habitación.

“No puedes…” Comenzó a protestar.

“En realidad, una cosa más.” Abrí la puerta y me detuve. “Me olvidé de darte algo.” “¿Qué?”

Leyfa me miró con desconfianza cuando le lancé un sobre. El sobre se deslizó por el suelo hasta los pies de su silla.

“¿Qué es esto…?” Murmuró, recogiendo el sobre negro.

“Seguramente alguien de su reputación debería reconocerlo.” Respondí.

“¡No puede ser…!” Jadeó, abriéndolo apresuradamente. Luego desdobló la carta que había dentro y palideció al leerla.

“Sí, es exactamente lo que crees que es. Por eso te advertí. Tuviste tu oportunidad de echarte atrás.”

“Note Athlon, tú…” Arrugó la carta en su mano y golpeó con el puño el reposabrazos de su silla. “¡Has metido la pata hasta el fondo!”

Leyfa estaba enfurecida, y no la culpaba. Las tornas se habían vuelto contra ella con una sola carta. Este dramático cambio, la había lanzado desde la cúspide de la victoria segura a los pozos de la desesperación… Después de todo, había recibido una carta del mismísimo dios de la muerte. El asesino más fuerte del país. El misterioso, escurridizo e imposible de detectar Headhunter.

“Tu carácter de villana realmente funcionó a mi favor. No sólo secuestraste a alguien, sino que no dudaste en dar la orden de quitar una vida. Gracias a eso…” La miré fijamente a los ojos muy abiertos. “Ahora estás muerta.”

El comodín que había conseguido en mi enfrentamiento contra Leyfa era una petición que había hecho a mi amigo Hugel, alias Headhunter. Era un asesino peculiar que sólo tenía como objetivo a criminales y similares. Tenía un talento increíble con el arte Sigilo, que le permitía eliminar a sus objetivos antes de que supieran que estaba allí. Se había hecho un nombre como el llamado “sicario de la justicia”. Era imposible que alguien tan malvada como Leyfa no hubiera oído hablar de él.

“¿Cuándo has montado esto? ¿Cómo?” Preguntó Leyfa, con el ceño fruncido mientras miraba a un lado y a otro entre la carta y yo. Parecía escéptica sobre mi conexión con Headhunter.

“En realidad nos conocemos. No es tan difícil ponerse en contacto con él.”

Una vez Headhunter vino a matar a Jin, y en el proceso de detenerlo, llegué a conocerlo y a saber su verdadera identidad. Nos volvimos a encontrar después de que me trasladara a la capital. Así que cuando tuve un mal presentimiento tras mi primer encuentro con Leyfa, le pedí a Force un favor antes de que se pusiera en marcha. Eso, por supuesto, era entregar una carta a Hugel y Eisha. Casi me asusté cuando Leyfa secuestró a Neme, pero conseguí ganar el tiempo suficiente para que Force volviera con ayuda.

“¡¿Hablas en serio?! ¡¿Te atreves a planear el asesinato de una princesa?!”

“Tú misma lo dijiste, ¿recuerdas? Soy como tú. Haré lo que sea necesario para lograr mis objetivos.”

No era como si hubiera planeado matar a Leyfa desde el principio. Originalmente, sólo había contactado con Eisha esperando que pudiera desenterrar algo de la princesa para mí. Pero cuando Leyfa se llevó a Neme, básicamente me obligó a hacerlo. Ya no estábamos jugando. Sabía que si no la detenía, Leyfa nunca dejaría en paz a los Arrivers. Ella continuaría haciéndoles daño hasta que yo cediera. Podría haberla perdonado por venir a por mí, pero fue una historia diferente cuando se metió con mi grupo.

“Como no te echaste atrás, no me dejaste otra opción. No voy a ver morir a otro de mis compañeros. Así que estoy dispuesto a acabar con quien haga falta para protegerlos, incluso con una princesa.”

Me había propuesto eso cuando Hugel vino por Jin. Estaba dispuesto a matarlo si no se retiraba, y esta situación no era muy diferente. Sin embargo, sabía que había traicionado a Hugel y a Eisha al meterlos en esto. Después de toda la amabilidad que me habían mostrado, después de sacarme de lo más bajo… había ido y les había pedido que hicieran algo tan horrible. No me habría sorprendido que quisieran cortar los lazos conmigo por eso, pero habían aceptado ayudar a pesar de todo. Les debía más de lo que jamás podría pagarles.

“Princesa Leyfa, ¿ha considerado la posibilidad de que sea falsa?” Preguntó Sofie, mirando la carta con duda.

Leyfa, apretando los dientes, murmuró: “Probablemente lo sea…”

Antes de que pudiera terminar su frase, alguien entró corriendo desde el fondo del pasillo. Alguien que había visto antes, en realidad: era Mille Gundak, el Séptimo Sabio que podía usar la Danza de la Espada Mágica.

“¡Princesa Leyfa! ¡Hay problemas!” Gritó.

“¿Y ahora qué? Estoy ocupada.” Se quejó Leyfa.

Mille se apresuró a decir: “¡Neme ha desaparecido! Miramos hacia otro lado por un segundo, ¡y se desvaneció ante nosotros!”

“¡¿Qué?!” Gritó Leyfa. Su mirada se dirigió a mí. “Supongo que Headhunter ya está en movimiento, ¿eh?”

Para un hombre que podía decapitar a alguien sin que se notara, rescatar a un rehén era pan comido. Y ahora no tenía nada de qué preocuparme. Leyfa ya no podía tomar represalias haciendo daño a Neme, y la autenticidad de la carta ya no estaba en duda. De hecho, la rápida recuperación de Neme por parte de Hugel había hecho ver la amenaza que se cernía sobre ella.

“Creo que esto es jaque mate, princesa.”

“¡Ngah!” Leyfa se tiró del cabello con ambas manos. “¡Maldita sea! ¡Vete a la mierda, Note Athlon! ¡No puedo morir aquí! Daría mi vida por el trono, ¡pero no moriré antes de ascenderlo!”

Sus puños temblaban de rabia. Se mordió el labio, con el rostro enrojecido por la ira.

“¡¿Qué quieres?!” Gritó ella. “¿Qué hace falta para que lo canceles? ¿Dinero? ¿Poder? Lo que quieras.”

“Lo siento, pero no saco nada con dejarte viva. ¿Quién sabe cuándo volverás a atacar para vengarte?”

“¡Bien, entonces lo juro! ¡No volveré a acercarme a ti! ¡Dejaré de reclutarte! ¡No buscaré venganza! ¡Me lavaré completamente las manos! ¡Así que por favor…!”

No había rastro de su fría confianza de antes mientras gritaba desesperada. Casi parecía una persona diferente.

“¿De verdad? No creo que pueda confiar en ti.” Insistí.

“¡Te estoy diciendo la verdad! ¡¿Qué opción tengo?! ¡Te detesto, pero no puedo permitirme morir aquí! ¡No en medio de mi viaje, no antes de llegar al trono! ¡Me niego a morir con ellos menospreciándome! ¡No puedo hacerlo! ¡No lo haré!”

Leyfa golpeó con sus puños una mesa cercana. El jarrón que había encima cayó al suelo y se hizo añicos. Los ojos de Leyfa se llenaron de lágrimas de frustración mientras me miraba.

“¡Te odio, Note Athlon! Estaré resentida con esto mientras viva… Pero si eso es lo que se necesita para vivir, ¡entonces que el orgullo sea condenado! Nunca olvidaré esta humillación, ¡pero me echaré atrás! ¡Sólo maldeciré tu nombre hasta la tumba!”

Wow, la mirada en su cara era realmente aterradora. Nunca había tenido a nadie que me lanzara esa clase de animosidad en toda mi vida. Deshacerme de ella aquí y ahora sería la forma más fácil de evitar cualquier hostilidad futura, pero ya me había decidido. Antes de venir al hotel, me había prometido a mí mismo que cancelaría mi encargo a Hugel si Leyfa prometía echarse atrás y pensaba que podía creerle. Esa era la condición de mi petición a Headhunter.

“Muy bien. Entonces, a partir de este momento, no volverás a ponerme la mano encima ni a mí ni a mis amigos. Esa es mi única condición. Si la cumples, cancelaré el asesinato.”

“Puedo confiar en ti, ¿verdad?”

“Mientras mantengas tu parte del trato. Si vuelves a venir a por nosotros, no dudaré en llamar a Headhunter. Y si crees que puedes librarte de esto matándome, piénsalo de nuevo: Headhunter lo sabrá inmediatamente si lo haces. No subestimes su red de información. Pero si estás tan ansiosa por eliminarnos a los dos, adelante.”

“No soy tan tonta. Puedo reprimir mi odio hacia ti por el bien de mis ambiciones.”

Pude ver que algo goteaba de su puño cerrado: había clavado las uñas lo suficientemente profundo en su propia piel como para extraer sangre. Esta mujer daba miedo. Era totalmente aterradora. Empezaba a arrepentirme de haber hecho las cosas así, pero era el único plan que se me había ocurrido a tiempo.

“Te tomo la palabra, Princesa Leyfa. Ah, y sigues siendo libre de perseguir la conquista de la mazmorra todo lo que quieras. Mientras no interfieras con nosotros, no me importa lo que hagas.”

Para estar seguro, decidí enfatizar mi falta de deseo de más conflictos. Si hacía algo más para presionarla, no se sabía cuándo o cómo iba a arremeter. Quería mantener su enemistad al mínimo nivel posible, aunque fuera en vano.

Con los hombros caídos, la respiración entrecortada y la mirada baja, la princesa finalmente pronunció una tregua: “Bien, Note Athlon… Tienes un trato.”

Con eso, afortunadamente, el juego de guerra entre nosotros había terminado.