Tatoeba Last Dungeon Mae no Mura no Shōnen ga Joban no Machi de Kurasu Yō na Monogatari (NL)

Volumen 12

Capítulo 2: Percance Deportivo—Como Un Jugador Que Acampó Con La Oposición Y No Se Dio Cuenta Hasta El Ultimo Día

Parte 2

Eug sonrió como un niño travieso… pero esa sonrisa pronto se desvaneció en sombría desesperación.

Y Eve sabía exactamente lo que tenía en mente. “¿Pero Lloyd va a ponerle fin?”

Eug asintió cabizbajo.

“En el peor de los casos, evita que le haga algo a Azami. Si esto termina como una escaramuza menor, nunca llevará a la guerra”.

“No se puede llamar guerra a lo que no deja heridas abiertas y un dolor insoportable. La muerte engendra venganza y aviva las llamas de la guerra.

¡Quemaaaaaaa! ¡Arde! El fuego es hermoso siempre que sólo se mire”.

Eve cantaba ahora, como si estuviera sentada junto a una hoguera con una guitarra acústica.

Eug ni siquiera se opuso.

“Si sólo Alka me hubiera entendido. Nada de esto habría pasado”. “¡Sí! ¡Ese es mi punto!”

Eve se acercó a ella, como si hubiera estado esperando para abalanzarse sobre estas palabras. Jadeaba audiblemente dentro del disfraz de conejo.

“Eh, ¿Eve? ¿Qué te pasa? Ese disfraz es demasiado adorable, pero a esta distancia, ¡es francamente alarmante!”

“Ups, culpa mía, culpa mía. Es curioso lo fácil que te he traído hasta aquí”, murmuró Eve, retrocediendo un poco.

Eug parpadeó y Eve le hizo otra propuesta.

“Es mejor si Alka está de nuestro lado. Te motivas más cuando ella lo está,

¿verdad?”

“Si hubiera estado a bordo desde el principio, no estaría en este lío”. Eug dejó escapar un suspiro con un siglo de historia a sus espaldas.

“¡Tengo la solución a tus problemas!” Dijo Eve, como la presentadora de un infomercial. “¡Sólo tienes que cambiar tu perspectiva, Eug!”

“Mi.… ¿perspectiva?”

“¡Sí! Este ataque no es para empezar una guerra… ¡Es para matar a Lloyd!” “¡¿Matar a Lloyd?!”

“¡Eso es!” Eve asintió. “Si muere, Alka no se detendrá ante nada para traerlo de vuelta. Ya hizo a Sou con runas. Y dado cuál era su tema de investigación original…”

“Intenta traer de vuelta al hermano pequeño que murió cuando ella tenía nueve años”.

“¡Sin duda!” cacareó Eve, con vibrato. El traje amortiguaba su voz, así que era difícil distinguirla, pero probablemente buscaba tonos dulces. “Está obsesionada con él hasta el punto de que parece que tenga nueve años. Y Lloyd es exactamente igual que su hermano—de ahí su espeluznante babeo—Er, él es donde está su corazón. Pero, ¿qué pasaría si él muriera?”

“Se aliaría con el mismísimo diablo… o conmigo. Eso podría pasar, sí. Pero ella estará furiosa. No es así como quería vencerla. Lloyd ciertamente es exasperante, pero también es un buen chico…”

Eug vacilaba, así que Eva llegó a un compromiso.

“Es sólo un plan B. Si puedes destruir las fuerzas de Azami, genial. Si Lloyd aparece y arruina todo, entonces cambia a eliminarlo. Si…”

Eva recogió los documentos que Eug había estado examinando y los señaló con un gesto dramático.

“Considéralo una prueba de esta nueva arma. Fue diseñada para usarse contra señores demonio de clase Alka o Alka, ¿verdad? Por eso se llama Flecha Asesina de Dioses. Perfecta para tus necesidades”.

“Matar a un niño con una prueba de armas…”

“Quiero decir, si ni siquiera puede matar a Lloyd, eso es un gran problema. La destrucción—bueno, el significado de esa palabra cambia en el ojo del espectador. Podría significar física, mental, o incluso su hogar. Si tomas una runa vaga como esa, apuntas a alguien y aprietas el gatillo, podría ser el arma definitiva para un nuevo futuro. Incluso podrías ser capaz de abrir la Última Mazmorra sin la Espada Sagrada. Tienes que intentarlo”.

Eve fue implacable.

Eug guardó silencio durante un rato. Cuando por fin habló, lo hizo consigo misma, convenciéndose, impulsándose.

“Es cierto. ¿Por qué parar ahora? Ya he matado a tantos. Alteré el mundo, la tierra, la forma del continente, la naturaleza de la civilización misma…

¿Qué es un chico más? Es sólo… el margen de error”.

Los ojos de Eug estaban fijos en el horizonte, su mente fija en la idea de restaurar la ciencia de antaño para dar sentido a la gente y a la cultura que habían perdido.

“¡Sí, sí, ese es el espíritu!”

“Desarrolla el mundo, gana el control del dispositivo en la Última Mazmorra

¡Sólo

entonces habré honrado esos nobles sacrificios!”.

La determinación de Eug provenía de la tragedia, mientras que Eve parecía estar divirtiéndose como nunca. Puede que su cara no fuera visible, pero probablemente era la de un niño que ve un juguete nuevo.

“Gracias, Eve. Incluso sin Sou y Shouma, sé lo que puedo hacer, ¡lo que tengo que hacer!”.

Eug volvió a centrar su atención en los esquemas de la Flecha Asesina de Dios, su mente ya repasaba los últimos ajustes necesarios para completarla.

Mientras murmuraba, Eve se dio la vuelta y salió de la habitación sin decir una palabra más.

En el vestíbulo, Eve miró el pelaje blanco que tenía en la mano.

“¿Ella tiene planes para soltarlos? Ni siquiera se planteó que alguien pudiera soltarla a ella. Ahí es donde está su limitación”.

Comparando a los desconocidos espías de Azami con la propia Eug, Eve movió la mano como si estuviera tirando la basura.

Miró una vez hacia la habitación de Eug y luego se alejó chillando por el pasillo.

“¡Mwa-ha-ha-ha!”, se rio. “¡Pero ahora tendré un arma que puede luchar contra Alky, los aldeanos de Kunlun, incluso contra la jefa de laboratorio Cordelia! Entonces, ¡sólo tenemos que poner en marcha esta guerra! Si mata a Lloyd, ¡genial! Si roba la Espada Sagrada, ¡genial! Si consigue iniciar una guerra mediana, bueno, los Profen son aliados de Azami, ¡y podemos argumentar que deberían confiarnos la espada a nosotros en su lugar! Todos los resultados juegan a mi favor”.

Le daba vueltas a la cabeza, pero esto era totalmente un espectáculo de terror. Entonces se detuvo en seco, con los hombros temblando de risa.

“Pobrecita. ¡No ha matado ni a un alma, pero cree que esos ‘nobles sacrificios’ corren de su cuenta! Y tenerla acorralada la hace más fácil de controlar”.

Asegurándose de que no había guardias, Eve se dispuso a salir por la ventana, con cuidado de no pillarse la cabeza con el marco. Saltó al jardín.

“¡Escape completado! Okay, okay, Eug está preparado y listo para salir, ahora sólo tengo que arreglar todo lo demás antes de que la jefa de laboratorio Cordelia haga su movimiento.”

El disfraz de conejo desprendía un aura maligna. No poder ver la expresión de su rostro lo hacía aún más siniestro.

Pero de repente se agarró el pecho, tambaleándose.

“……………………………… ?!”

Se arrodilló, con el cuerpo tembloroso y la voz ronca.

“¡Ahora no! Duerme un poco más. Recuerda a quién mataste”.

Tardó un rato en recuperar el aliento, pero luego se puso en pie tambaleándose y salió chirriando por el sendero desierto de la montaña.

Unos días después del encuentro de Eug y Eve…

La flamante Flecha Asesina de Dios fue entregada en la base fronteriza de Jiou.

Al igual que una entrega de explosivos, se empaquetó en una caja de madera y se entregó bajo estrictas medidas de seguridad.

El gatillo estaba fijado directamente al cañón, con varios asideros a cada lado. Se necesitaron cuatro o cinco hombres para moverlo, y no se parecía a nada que hubieran visto antes.

Pero su atención se centró menos en la forma que en la coloración metálica y futurista, como nunca antes habían visto. Un vistazo dejaba claro que se trataba de un anacronismo, y con los patrones geométricos que lo decoraban, el arma no era algo que se manejara a la ligera. Las imágenes por sí solas dejaban claro que se trataba de un cañón que podía matar a señores demoníacos o liberar a los hombres del temor a Dios.

Estaban entusiasmados porque la Central por fin les había enviado suministros. pero en su lugar habían recibido este extraño objeto. El oficial a cargo de la base fronteriza se acarició su característico bigote y se volvió hacia los soldados que lo habían entregado.

“¿Qué pasa?”, preguntó.

“No tengo ni idea”, fue la cortante respuesta.

El agente se tambaleó. Como un niño que espera ansioso la Navidad para que Papá Noel le dé el regalo equivocado.

“¿Tú tampoco lo sabes? Entonces, ¿qué hacemos con él? ¿No hay provisiones?”

“Sólo soy el repartidor. Lee los documentos que te di”.

“No necesito que sepan que son malas noticias… Esta no es un arma hecha para manos humanas”.

“Supuestamente es la clave para alejar a Azami. Están haciendo esa cosa del ejercicio, ¿verdad? Probablemente vamos a dispararles esto, para asustarlos. Mejor que clavarles lanzas de madera, supongo”.

“Prefiero usar una jabalina de madera. Sé lo que hacen. Y prefiero tener comida y herramientas que cualquier otra cosa”.

El repartidor se tiró del ala de su sombrero con simpatía. “Te entiendo. Nuestras provisiones no son mucho mejores”.

“Sin embargo, algunas divisiones se dan un festín de carne y alcohol y luego empiezan a delirar sobre ‘vengar al rey’ o una ‘guerra santa’. No sé qué le pasa a la Central”.

“Fingiré que no he oído eso”.

El soldado saludó, y él y sus hombres subieron al carro y se alejaron.

En cuanto se marchó, el resto de los guardias fronterizos salieron en tropel de la sala de guardia y se arremolinaron alrededor de la Flecha Asesina. Era como un pueblo acudiendo a ver una tienda recién inaugurada.

“¿Qué es esto?”, preguntó alguien señalando dentro de la caja. El agente rebuscaba entre los papeles.

“No entiendo la mayor parte de esto, pero… es una especie de súper arma”. “¿En serio? Ugh…”

Cuanto menos sabían, más les asustaba. Todos dieron un paso atrás.

“Francamente espeluznante. ¿Se han vuelto locos en el Mando Central?

¿O lo ha perdido todo el imperio?”, refunfuñó el oficial, acariciándose los bigotes. Luego empezó a ladrar órdenes.

“Seguro que tiene muchos adornos… ¿Intentando que parezca impresionante?”.

“Demasiado sobre diseñado, así que tal vez. Pero si no sabemos qué es esa cosa, lo mejor es no tocarla hasta que nos den órdenes. Esa cosa me asusta”.

La Flecha del Asesino de Dios utilizó la runa de destrucción como arma, y eso por sí solo le dio un aire siniestro que todos captaron. El oficial volvió a colocar la tapa e hizo que algunos hombres la guardaran a buen recaudo.

De los hombres que quedaban atrás, uno se volvió esperanzado hacia él.

“¿Algún suministro? Quiero decir, ya estamos cuidando los campos mejor que la mayoría de los granjeros…”

Es probable que el hombre del taparrabos protestara por ello, pero ya se habían dado cuenta de algunas cosas. Cultivar sus propias cosechas, fabricar sus propios aperos de labranza y reparar su propia base… todo era bricolaje.

El oficial se inclinó como si todo esto fuera culpa suya, diciéndoles la verdad.

“Lo siento, ninguno.”

“¡¿Hah?! ¡¿Ninguno?!”

Un silencio se apoderó de la base Jiou. Conmoción, consternación, disgusto y decepción.

Al cabo de un minuto, alguien dijo: “Si están así antes de la guerra… es que quieren tener menos bocas que alimentar”.

En tiempos de hambruna, los gobiernos desesperados podrían optar por dejar morir de hambre a sus regiones periféricas. Teniendo en cuenta estos antecedentes y la absoluta falta de suministros, bien podrían ser poco más que peones sacrificados, enviados a morir.

Otro soldado asintió, refunfuñando: “En vez de comida y agua, ¿nos envían un arma misteriosa?”.

“Dame un respiro.”

Su resentimiento no se dirigía sólo al arma. Era por la política del imperio, por cómo trataba a los escalones más bajos de la sociedad. Desde su punto de vista, Central se había vuelto loca de remate, y eso enfurecía a todo el mundo. Los otros soldados también maldecían.

“¿Salir y morir? ¿Actuar como sus escudos de carne? ¡¿Qué es esto, una broma de mal gusto?!”

“¿No puedes conseguirnos comida, pero puedes darnos armas extrañas?

¡¿Cómo se supone que vamos a comer?!”

“¡He terminado! ¡Al infierno con el ejército Jiou!”

Al ver a todos dispuestos a rendirse ante Azami en el acto, el oficial se rascó la cabeza.

“Entiendo que quieras gritar, pero… cálmate. Tenemos que hablar de esto”. Para calmarlos, los llevó a todos al interior.

Dentro de la cafetería, reunió a todos los soldados para hablar libremente. Esto no pareció aplacar su furia.

“¡Señor! ¿Qué se supone que debemos hacer? ¡Básicamente nos están diciendo que muramos!” contempló el agente mientras se acariciaba el bigote.

“Cálmate. No ha pasado tanto tiempo desde el último envío de suministros”. Probablemente se refería a Lloyd. Pero los hombres no estaban de acuerdo con eso. “Señor, usted lo sabe mejor. ¡Ese fue Lloyd actuando por su cuenta!”

“¡Parecía que no tenía ni idea de cómo nos tratan aquí! ¡Él sólo estaba dejando bocadillos!”

“Y sigue volviendo por lo malo que es… ¡Augh, es un ángel!”

Su furia sólo se vio interrumpida por ese sentimiento. Su oficial les instó a mantener la calma una vez más.

“Y queremos que chicos como él vivan con la cabeza bien alta. Por eso no podemos hacer nada precipitado”.

Eso le valió un hosco silencio.

Sintiendo que por fin pensaban con claridad, cambió de táctica. “Pero… no podemos quedarnos de brazos cruzados”.

“¿Qué quieres decir?”

Decidido, el agente se inclinó hacia delante. “Voy a apelar a los altos mandos de la Central”. “””¡¿Tú eres?!”””

Ahora les tocaba a ellos intentar disuadirle. Lo que estaba sugiriendo era una petición directa al mismísimo emperador. En muchos mundos, eso bien podría llevar a que te cortaran la cabeza.

Al ver que sus hombres se ponían nerviosos, el oficial lanzó un discurso.

“Conquistar países más pequeños y abandonarlos a su suerte es demasiado. Hay que alimentar a los peces que se pescan. Como mínimo, tenemos derecho a saber si alguien en Central quiere tratarnos como seres humanos”.

“Pero no se sabe lo que le pasará, señor.”

“Me gustan mis probabilidades. Apuesto a que es un pequeño grupo de gente que roba nuestros suministros para llenarse los bolsillos. Como ese trato de tráfico de armas”.

Estaba claro que lo consideraba necesario. Si había alguna posibilidad de que el Mando Central no fuera consciente de su situación, tal vez un llamamiento directo podría llevarles a alguna parte.

“Hay aún más probabilidades de que los malos te silencien”.

“Pero si podemos mejorar las cosas para todos, vale la pena intentarlo. Si nadie tiene mejores ideas, me iré a Central hoy”.

El oficial mostró a todos sus registros de todos sus malos tratos.

“He estado reuniendo pruebas. No sé hasta qué punto se considerarán pruebas, pero explican la falta de alimentos y suministros, y tienen fechas y registros de los incidentes de tráfico de armas. Tendremos que rezar para que esto no sea lo que querían los de arriba”.

Varios soldados levantan la mano, ofreciéndose voluntarios. “¡Señor, lléveme con usted! ¡No puedo soportar más esto!” A su oficial le tembló la voz y se le saltaron las lágrimas.

“H-Hombres…”

Pero antes de que pudiera decir otra palabra, una voz alegre resonó en el vestíbulo.

“¡Buenos días!”

La llegada de Lloyd relajó los surcos de todas las cejas. Todos se giraron, radiantes, como si su nieto acabara de llegar.

Lloyd no tenía ni idea de que estaba interrumpiendo una conversación seria, así que empezó a explicar el menú.

“Hoy he traído sándwiches de queso, mostaza y beicon con pan tostado, y se me ha ocurrido añadirles un poco de miel. El maravilloso sabor simplemente se extiende por tu boca—¿mm? Todo el mundo está aquí.

¿Cuál es la ocasión?”

Normalmente habrían hecho cola para comer, pero hoy todos los guardias fronterizos se mostraban reacios. Sus emociones estaban demasiado agitadas para que se les abriera el apetito.

“Lo siento, Lloyd. Sé que es mejor comer estas cosas frescas… ¿pero puedes traernos una bolsa para perros? No creo que nadie tenga ganas de comer ahora”.

“¿Qué ha pasado? ¿Intoxicación alimentaria?”

“Uh, no, no—Argh, no sirve de nada ocultarlo. Quizá un chico como tú debería saberlo”.

Como el oficial estaba convencido de que Lloyd estaba haciendo campaña para conseguir un puesto como soldado Jiou propiamente dicho, pensó que tenía derecho a saber lo corrupto que era realmente el ejército.

Pensando que sería una larga historia, sentó a Lloyd y le habló de su petición y de las condiciones del lugar. Hubo algunas quejas y suspiros sobre su propia incapacidad para arreglar las cosas.

Pretendía que fuera informativo, pero cada vez se limitaba más a quejarse de lo mal que lo habían pasado. Le contó al chico cómo se les había ordenado pasar por alto el tráfico de armas, los insuficientes suministros de alimentos, el arma misteriosa que habían recibido en su lugar y los registros que había llevado de todo ello. Sus soldados volvieron a enfadarse por su situación y se pusieron a dar palmas, echando humo.

Lloyd era un joven recto para empezar, y su furia le afectó. Cada segundo que pasaba se ponía más solemne. Al principio, sólo escuchaba atentamente, pero pronto se unió a los otros soldados en sus protestas vocales.

Cuando el agente terminó, Lloyd no aguantó más y se puso en pie de un salto.

“¡Esto es horrible! ¡Es demasiado! ¡¿Qué están pensando los altos mandos?!”

“Nos cuesta creer que el Mando Central quisiera que esto ocurriera. Por eso pensamos presentar una queja directa. Quizá alguien se esté beneficiando de nuestra miseria, y quizá no podamos detenerlo. Puede que ni siquiera consigamos audiencia en el castillo, pero tenemos que intentarlo”.

Lloyd se golpeó el pecho. “¡Déjamelo a mí!”, dijo. “¡Escucho tus súplicas y se me ocurrirá algo!”.

“¿Eh? ¿Lo harás?” Lloyd asintió.

“He conocido a varias personas muy importantes. Todos han sido muy comprensivos. Llevaré tu queja a alguien de confianza y me aseguraré de que nadie impida que llegue”.

“¿En serio? Bueno, tú eres Lloyd. Estoy seguro de que te escucharán”.

Le caía bien a todo el mundo, así que los soldados Jiou estaban seguros de que podría encontrar a alguien que le escuchara. Normalmente, sería imposible para un chico que ni siquiera era soldado raso todavía, pero… bueno, ya tenían una buena opinión de él.

Sin darse cuenta de que estaba hablando de Azami y ellos de Jiou, Lloyd les dedicó a todos una sonrisa confiada.

“Yo me encargo de esto”, dijo. “No podemos dejar que esta gente se salga con la suya. Estoy seguro de que alguien más es responsable. Si no hemos oído la verdad sobre el estado de las cosas, podrían ser muy astutos. ¡Así que llevaré esto directamente a alguien importante y le mostraré esta evidencia! Diles que tienen que cuidar de sus bases”.

“Pero si haces eso… ¿qué pasará con tu sueño de ser soldado?”.

Lloyd se lo pensó un momento y sacudió la cabeza. No se le disuadía tan fácilmente. Miró el estado del despacho y luego a cada uno de los hombres por turno.

“Tal vez alguien me regañe por ello. Tal vez… no llegue a ser soldado. Pero el tipo de soldado que quiero ser nunca toleraría esto”.

“L-Lloyd…”

Los ojos de los guardias Jiou se empañaron. Algunos incluso moqueaban.

“El trabajo duro merece ser recompensado. Eso es lo que importa aquí. Mi propio futuro no me preocupa. Llevaré esto directamente a alguien que pueda marcar la diferencia”.

Resoplando, cogió las pruebas del oficial y abandonó la base fronteriza de Jiou.

Furioso con el rey Azami—que realmente no tenía nada que ver con las lamentables condiciones del ejército enemigo—corrió a través de la frontera y las montañas, con documentos de alto secreto sobre la situación militar de Jiou en la mano.

Lloyd estaba convencido de que el rey estaba fallando a sus hombres, y Marie creía haber caído en una trampa de miel. El rey Azami estaba trabajando muy duro, y nadie lo apreciaba.