Tatoeba Last Dungeon Mae no Mura no Shōnen ga Joban no Machi de Kurasu Yō na Monogatari (NL)

Volumen 12

Capítulo 1: Madonna De La Academia—Recibió Un Trato Especial Para Evitar Que Todos Vayan A La Guerra Por Ella

Parte 2

Percibiendo que Lloyd estaba de especial buen humor, Marie preguntó: “¿Ha pasado algo bueno, Lloyd?”.

Se rio. “No exactamente, pero el próximo trabajo que me ha preparado la academia es mucho más manejable”.

“¿Manejable?”

“Últimamente no tengo más que peticiones estresantes que atender… como bailar con la princesa. Pero esta vez, ¡sólo tengo que hacer almuerzos para todos! Y quiero decir… ¡puedo hacerlo!”

Lloyd aún no tenía ni idea de que Marie era la princesa.

Sabía cuánto le había preocupado, y el recordatorio la golpeó donde más le dolía.

“Uh, lo siento.”

“¿Eh? ¿Por qué te disculpas?”

Alka sonreía ampliamente, pues conocía la situación por ambos lados. Cuando se había enterado de que él había rechazado el baile desde el otro lado de una puerta cerrada porque Marie era un desastre demasiado grande para marcharse, se había reído tanto que había provocado un terremoto.

Allan estaba ocupado raspando las semillas de pimiento. “¿Cómo era la princesa?”, preguntó. “Todavía no la he conocido”.

“Lo siento, la puerta estaba cerrada y fui yo quien habló, así que… ¡Pero definitivamente tuve la sensación de que era una persona muy seria y honrada!”.

Seguro que había leído mucho en su silencio. Y la dignidad de la decoración.

Alka resopló ruidosamente, y Marie hizo un gran esfuerzo para que no se le notara.

“¿Mm? Marie, ¿qué pasa?” “Nada.”

“Huh… bueno, ¿podrías limpiar la mesa?” “Claro…”

Al verla abatida, Alka siseó: “¡Nunca descubrirá quién eres!”.

Marie emitió un graznido estrangulado y empezó a limpiar la mesa, con las lágrimas rodando por sus mejillas.

Ajeno a todo el intercambio, Lloyd estaba ocupado cocinando con la sartén. El revuelto que bailaba sobre la sartén reflejaba su actual estado de ánimo.

“¡La reserva del lío! Ligeramente decepcionado por no estar en el frente,

¡pero tengo que dejar eso atrás y hacerlo lo mejor que pueda! ¡Satán dijo que siempre es bueno lanzarse a las cosas!”.

“¡Te cubro la espalda, Lloyd! ¡Olfatea!”

Allan había pasado a cortar cebollas y se secaba las lágrimas.

El bullicio de las maniobras militares no había hecho más que empezar.

La cafetería de estudiantes de la Academia Militar Azami.

Aunque estaba situado en el campus, también estaba abierto al público en general. Tenía fama de ser uno de esos comedores con raciones generosas y precios razonables, pero con una calidad de comida y una limpieza horribles. Apenas entraba en la lista de opciones gastronómicas aceptables. El actual propietario, Chrome, creía firmemente que los soldados no debían comer en esos basureros. Una opinión que probablemente le suponía una infracción de las normas sanitarias.

Pero una vez que contrató a Lloyd, esa impresión cambió rápidamente. Ahora la gente decía que tenía “buena comida, buenas raciones, buenos precios, limpieza impecable y un servicio impecable”. La cafetería ideal.

El negocio estaba en auge, ya que estudiantes y civiles acudían en masa. Por supuesto, todos los que tenían negocios en el castillo lo visitaban, pero también estaba demostrando ser una parada popular para los turistas y era frecuentado por reporteros de revistas gastronómicas.

Si los clientes tenían algo de lo que quejarse, era el horario: para empezar, era corto y no abría los fines de semana. Pero… era una cafetería de estudiantes.

Lloyd preparaba la comida entre clase y clase, y a menudo iba a los mercados a traer ingredientes frescos de temporada. Hacía todo ese trabajo con una sonrisa: cualquiera que no fuera de su clase pensaba que él dirigía el lugar.

El propio Chrome bromeaba diciendo que su trabajo consistía sólo en firmar para confirmar las entregas de ingredientes. Estaba ocupado con su trabajo principal y estaba a la entera disposición de los estudiantes y del rey. Probablemente la persona con la segunda mayor deuda con Lloyd. (Marie era la número uno, obviamente.) Era poco probable que esta situación cambiara pronto.

Hoy Lloyd ha vuelto a ir al colegio. Después de clase, dejó a sus amigos para pasar por el trabajo.

Asomó la cabeza a la cocina y vio una figura voluminosa moviéndose. Entrecerró los ojos y se dio cuenta de que era Chrome, que se esforzaba por ordenar los ingredientes.

“Buenos días, Lloyd”, dijo, metiendo carne y pescado en la nevera.

“¡Buenos días, Coronel Chrome! ¿No deberías estar en la oficina de la facultad?”

“Sí, pero hoy ha habido aún más entregas, así que sigo guardándolas. ¿Por qué tanto?”

Levantó una bolsa de harina extra grande, se tambaleó y soltó un gemido.

Lloyd se acercó a ayudar y explicó con una sonrisa el motivo de la reserva extra de ingredientes.

“Pedí más para el trabajo de reserva del comedor. Si queremos levantar la moral, no puedo comprometer la calidad ni el tamaño de las porciones. Y necesitaremos comidas que duren, así que compré más condimentos: la comida tiene que oler bien”.

Lloyd mostraba un montón de cabezas de ajo, especias y hierbas aromáticas.

Lloyd estaba claramente volcado en el trabajo que acababan de inventar para evitar que la gente se peleara por él. Chrome parecía bastante culpable.

“Lo siento, Lloyd, pero es lo mejor.” “¡No, soy yo el que se deja llevar!”

“Bueno… no te pases”, se las arregló Chrome. Era lo menos que podía decir.

Cuando Lloyd terminó de comprobar las nuevas existencias, planificó un menú y dedicó la hora del almuerzo a hacer conservas junto con sus preparativos habituales para el almuerzo.

“Definitivamente quiero comidas calientes, pero eso puede ser difícil en el campo. Debería centrarme en cosas que se calienten con solo añadir agua caliente, ¡y repartirlas en bolsitas pequeñas!”.

Era propio de Lloyd pensar con tanta antelación. Pensó en la experiencia del usuario y diseñó su producto en torno a ella. Si Riho hubiera estado allí, habría intentado venderlos inmediatamente en las tiendas.

Lloyd cortaba carne en dados, fileteaba pescado, preparaba cecina y pescado seco, y secaba arroz hervido: la comida rehidratable especial de Lloyd.

“Lo siguiente será coger esta harina y hacer unos fideos instantáneos… pero para los que trabajan dentro de las oficinas, ¿quizás pan o galletas estarían bien? Puedo repartirlas con hojas de té…”

Phyllo y Mena pasaron por allí, intentando robarle bocados de comida, pero él los rechazó y se pasó toda la tarde horneando bollos y galletas.

“Bien, todo listo. Repartiré esto a los que trabajan hoy y prepararé las raciones secas para repartirlas durante el ejercicio. ¿Cuándo es, exactamente?”

Una vez terminados los preparativos básicos, hizo la ronda, ofreciendo a cada departamento un refrigerio ligero consistente en té y galletas.

“Um, primero… el departamento de inteligencia está más cerca. Puedo ver cómo está Riho mientras estoy allí”.

Acunando provisiones, se dirigió a la oficina.

Unos minutos después, encontró a Riho transportando cosas pesadas a las órdenes de Rol.

“¡Oh, Riho! ¡Rol!”

“Esto me está matando… ¿mm? Hey, Lloyd.”

“Oh, vaya. ¡Un futuro agente de inteligencia, de visita!”

Ver a Lloyd siempre alegraba el día a Riho, y una sonrisa astuta se dibujó en el rostro de Rol. Estaba claro que seguía empeñada en reclutarlo.

Animándose enormemente, Riho dejó caer lo que llevaba y adoptó una forma de hablar demasiado familiar.

“Lloyd, ¿cómo te va? Tenemos muchas cosas de las que ponernos al día,

¡así que pasa!” “Riho… sólo intentas eludir tus obligaciones, ¿verdad?”. Dijo Rol.

Pillada in fraganti, maldijo en voz baja. Habían estado juntos en clase esa misma mañana, así que tampoco tenían nada de lo que ponerse al día.

“Tch, me has pillado… ¿pero por qué estoy haciendo todo el trabajo manual aquí? ¿Tiene esto algo que ver con los ejercicios militares?”

“No particularmente. El ejercicio no afecta realmente a las operaciones diarias de nuestro departamento. Sin embargo, estamos atentos para ver si alguien empieza a actuar de forma sospechosa durante la conmoción.”

“Entonces déjame hacer algo de eso. Suena mejor que arrastrar montones de documentos inútiles”.

“¡Son importantes! Todos nuestros datos de perfiles son muy valiosos. No recibí exactamente un traspaso adecuado de mi predecesor, así que esta es mi oportunidad de ordenarlo todo.”

“Joder, tu predecesor tiene que espabilar”, gruñó Riho.

La sonrisa de Rol se ensanchó. Estaba claro que Riho no le había entendido.

“Mi predecesor fue degradado sin previo aviso. Y como había un puesto vacío, pude convertir mi actuación en el festival en un ascenso”.

Tanto Lloyd como Riho parpadearon al oír la palabra degradado. “Eso suena siniestro”.

“¿Qué han hecho? Estamos hablando del ejército Azami. Puedes hacer que Lloyd lleve un traje de enfermero y poner sus carteles por todas partes y aun así no ser despedido por ello”.

“Realmente desearía que hubiera habido algunas consecuencias…”

Lloyd hizo una mueca. No se lo digas, pero esos carteles se vendían muy caros en el mercado negro.

Mientras refunfuñaba, Riho descargaba la carga en el despacho de Rol.

“Esto es en parte especulación”, explicó Rol. “Pero sospecho que metieron las narices en los asuntos de alguien de nuestro bando… que no tramaba nada bueno”.

“¿Qué significa…?” Preguntó Lloyd.

“Eso es todo lo que puedo decir”, dijo ella, haciéndole señas para que bajara. “No tengo pruebas. Asume que estoy pensando en voz alta. A veces sigues datos filtrados sólo para verte acorralado. Si te callas, puede que salgas con vida y un descenso de categoría. Pero puede que no sea sólo interno. Si hay intereses externos involucrados…”

“¿Así que cosas de espías?” aventuró Riho. Rol se recostó contra la pared, suspirando.

“Me eligieron para dirigir el lugar porque pensaron que podrían darme dinero y promociones en la cara y yo haría la vista gorda. Pero ya me he hartado de tratos así en la Academia de Hechicería Rokujou. Conozco mi camino”.

Su sonrisa se volvió extra astuta. Estaba claro que sabía cómo sondear a un sospechoso sin que se diera cuenta. Y estaba dispuesta a darle la vuelta a la tortilla a quien la había puesto aquí.

“¿Así que por eso esperas a que todo el mundo esté fuera, para que alguien de confianza te ayude a rebuscar en archivos viejos? Siempre has estado tramando algo malo”.

“La autodefensa es la mejor parte de la autopromoción. Ahora ya sabes por qué, ponte a ello”.

“Caramba, no tienes escrúpulos”, refunfuñó Riho, pero ya estaba cogiendo un documento.

Rol asintió feliz y se volvió hacia Lloyd. “¿Qué te trae por aquí?”

Lloyd lo había olvidado por completo. Sacó las hojas de té y las galletas.

“¡Así es! Estoy aquí para ayudar a levantar la moral como parte del comedor de reserva, ¡así que he traído esto! Galletas y macarons. Y unas buenas hojas de té negro. También proporcionaré almuerzos el día de los ejercicios”.

Le entregó el paquete a Rol y ella se inclinó, impresionada. “Muchas gracias, Lloyd.”

Es probable que ella supiera cómo llegó a ocupar su puesto, pero, fuera cual fuera la causa, él trabajaba duro, y eso la emocionaba.

“¡Impresionante, té! ¡Hora de descansar! Necesito recargar pilas”.

Riho tenía documentos en ambas manos, pero parecía dispuesta a soltarlos ya.

Rol la miró con el ceño fruncido. “Si estás graznando así, es que aún tienes fuerzas para continuar. No hay té para ti”.

“¡Augh! ¡Miserable! ¡Tacaño Rol!”

Rol empezó a enfadarse, pero entonces tuvo una idea y sonrió.

“Claro, si insistes… Lloyd, ¿por qué no le das una galleta a Riho?”. “¿Hmm? ¿Cómo, a mano?”

“Sí. ¡Riho está muy ocupada! Quiere una galleta, pero no puede comérsela, pobrecita. Sé un buen chico y hazla decir ‘¡Ahh!”

Tenía una sonrisa malvada, pero la sugerencia era tentadora: Riho se ponía cada vez más roja.

“¡Augh! ¡Rol! ¿Cómo has podido?”, balbuceó. Pero Lloyd se lo pensó seriamente y asintió.

“¡Muy bien! Es el deber de un reservista. ¡Una misión de decir ‘Ahh’!” “¡Uhhhaahh! ¡¿Lloyd?! ¿Por qué…?”

Riho hacía mucho ruido, pero tampoco le paraba. Rechazo performativo.

“Okay, Riho. ¡Ahhh!”

“A-Ahh…”

Riho se puso muy colorada al recibir una galleta casera y Rol la observó con una sonrisa muy fraternal (aunque siniestra).

“¿Te sientes más motivada, Riho?” “Cállate”.

Rol siempre llevaba las de ganar. Incapaz de seguir protestando, Riho se volvió hacia sus documentos, aún sonrojada furiosamente.

“Gracias, Lloyd. Parece que está muy motivada”. “Um. Eso es genial.”

“¡Buena suerte con tu trabajo! Te animamos”.

Ella le hizo un gesto con la mano y él salió por la puerta.

“¿Qué es lo más cercano… seguridad doméstica? Ahí es donde Selen debería estar trabajando”.

Con el destino claro, se puso en marcha.

Lo que nos lleva a las instalaciones de entrenamiento de seguridad nacional. Se estaban preparando para el ejercicio practicando cómo evacuar a civiles, buscar personas sospechosas y tratar con explosivos. Había expertos en todos estos temas dando conferencias.

“¿Alguien que conozca?”

“¡Oh, Lloyd! Ha pasado tiempo.”

El orador habló con seriedad. Lloyd se giró y se encontró con el jefe de seguridad saludándole. Otro hombre que aún no había renunciado a reclutar a nuestro chico.

“¡Jefe! Sí, han pasado años”.

“Me enteré de lo de la reserva de lío. Me encantan las artimañas picantes”.

Se había puesto en marcha para intentar arrebatar a Lloyd a los demás, pero esta estrategia había garantizado su neutralidad.

“¿Roux?” Lloyd preguntó. “Me temo que sólo usé un adobo”.

“…Uh, no importa. ¿Té y galletas? No importa si lo hago”.

El jefe cogió uno de los fardos y Lloyd preguntó por su amigo. “Um, escuché que Selen estaría aquí… ¿Sabes dónde?”

Por razones que Lloyd pasó por alto, la sonrisa del jefe se volvió algo tensa. “Oh, ella. Allí.”

Señaló hacia el escenario, donde Selen había ocupado el estrado. Tenía aspecto de conferenciante y llevaba documentos en la mano. ¿De qué se trataba esta vez?

“Su atención, por favor. Yo, Selen Hemein, estoy aquí para contarles todo sobre la Psicología del Sospechoso”.

Parecía una mala idea, pero evidentemente la habían traído para enseñar, no para aprender.

Selen era una acosadora famosa en todas las listas negras… así que todos los que la escuchaban supusieron que hablaba de sí misma.

Selen no se percató de las miradas rencorosas, pero no le habría importado, aunque lo hubiera hecho. Dispuesta a exponer, con su evidente euforia y las burbujas formándose en las comisuras de sus labios, empezó a soltar palabras.

“No hay dos individuos sospechosos iguales. Algunos pueden ser obviamente raros, mientras que otros están convencidos de que su comportamiento es racional. Estos últimos suelen llevar una vida corriente, y puede resultar difícil distinguirlos de los civiles normales. Pero no imagine ni por un segundo que podrá detenerlos de manera ‘normal'”.

Toda su actitud sugería que no era como ellos, lo que sin duda dejaba claro que se creía racional. La multitud murmuraba ahora: “¡Esa eres tú!” y “¡Ya ha vuelto para perseguirte!”. Era el tipo de chica que pediría botellas bomba cuando podría necesitar una vía de escape, así que no se equivocaban.

“Creen que sus acciones son buenas, por el país, por la gente: los acosadores son el ejemplo perfecto. Creen que actúan por amor. Que están destinados a estar con sus objetivos. Un concepto erróneo claramente absurdo. Y como alguien en el verdadero camino del amor, no puedo tolerar sus crímenes”.

“Tan obvio… No podría ser más obvio…”

La jefa había proporcionado una valiosa muestra de su cantera y le había permitido cavar su propia tumba. Impresionante.

“Ahem, perdón”, dijo, dándose cuenta de que se había dejado llevar un poco. Pero su conferencia confesional no había hecho más que empezar. “Lo que quiero decir es que no se puede tratar a estos individuos con tácticas persuasivas. Sus mentes están en su propio mundo y nada puede hacerles perder sus convicciones. Todo se reduce a su código moral”.

“Ah. Cree que tiene razón”, murmuró el jefe.

“Por ejemplo… un acosador que tiene como objetivo a una mujer que ya tiene pareja. tergiversará ese hecho, argumentando: ‘¡La tiene engañada!’ ‘¡Quiere que la rescate!’ ‘¡Ella estaba destinada a estar conmigo!’ ‘¡Tengo que hacerlo!’ “¡Nuestros destinos están sellados! Dando vueltas a la verdad hasta que justifique sus propias acciones”.

Era completamente inconsciente de la precisión con la que estaba exponiendo sus motivaciones, y la multitud había pasado de los murmullos y empezaba a estremecerse. Decir todo esto sin ninguna conciencia de sí misma… realmente estaba dando en el clavo.

“Sus convicciones les han dejado libres de las ataduras de nuestro consenso. Si es que eso tiene sentido. Por mucho que odie admitirlo, hay puntos en común con mi propio amor verdadero, así que puedo garantizar lo difícil que es lidiar con ello.”

Menos “puntos en común” y más literalmente lo mismo, pero… decirlo no la convencería. Incluso el jefe había dejado de murmurar.

“Si hay ladrones que pretenden disimular sus delitos en medio de la agitación de la acción militar, basta con aumentar la seguridad. Convencerles de que ‘ahora no es el momento’ y sus fechorías se vuelven evitables. Pero los crímenes por motivos políticos son más eficaces durante las convulsiones militares, y a sus autores no les importa que la seguridad sea más estricta. Estas personas actúan de acuerdo con creencias profundamente arraigadas. No bajes la guardia y no te permitas ni un momento de compasión. Eso es todo”.

Es posible que haya habido muchas autoproclamaciones en su conferencia, pero sin duda la concluyó bien y obtuvo una ronda de aplausos… acompañados de ceños fruncidos de preocupación.

Selen bebió un vaso de agua en el escenario.

“Vaya, Selen”, dijo Lloyd. “No tenía ni idea de que supiera tanto sobre la mente criminal”.

Efusiva y ajena al hecho de que su mente criminal estaba centrada en él. La pureza y la lástima de aquello hicieron que el jefe reprimiera un sollozo.

“Aguanta, Lloyd.” “Uh, ¿de acuerdo?”

Pero sus amables palabras desconcertaron al chico.

Muy satisfecha de sí misma, Selen no tardó en notar la presencia de Lloyd, tiró la copa vacía a un lado y utilizó su cinturón para saltar sobre la multitud y acercarse a él.

“¡Sir Lloyd! ¡Has venido a ver a tu amada futura esposa!”

Toda la multitud de guardias de seguridad se estremeció al ver y oír su espeluznante salto hacia Lloyd. “¿Tenemos que casarla?” “Definitivamente se necesita una voluntad fuerte…” Hicieron todo lo posible para aprender de ella. Tal vez su conferencia les había ayudado.

Pero Lloyd sólo estaba acumulando cumplidos.

“¡Estuviste realmente impresionante, Selen! ¡Sabes tanto sobre los criminales de Azami! Ha sido muy educativo”.

Se necesita uno para conocer a otro, pero como Selen misma dijo, su mente estaba en un mundo propio, y las implicaciones no tenían lugar en él. Sólo tenía lugar para el elogio.

“Oh, no fue nada. ¡Jadea!”

A medio camino entre expresar su modestia, Selen vio el fardo en las manos del jefe y dio un salto de lógica.

“Eso debe ser de usted, Sir Lloyd. Usted pidió ese mismo envase en el mercado el otro día y compró harina con él—¡Eso huele a galletas!”

¿Cómo lo sabía? Todos los guardias a su alcance miraron horrorizados. “¿Qué hacemos? ¡Es una escena del crimen activa!”

A Lloyd nunca le había importado que Selen supiera cada una de sus acciones, así que siguió hablando.

“Así es, hice galletas”.

“¡Ya veo! Y como parte de tu trabajo de reserva para levantar la moral, ¡has venido a verme!”

“Sí, pero no sabía que habría tanta gente… Tendré que volver con suficiente para todos”.