Wortenia Senki (NL)

Volumen 18

Capítulo 4: El Heredero De La Voluntad Propia

Parte 2

Pero, ¿por qué Signus? se preguntó Ryoma. Normalmente, esperaría que Robert participara en este tipo de diversiones.

Signus vestía su armadura habitual y sostenía su bastón de metal. A su lado estaba Robert, con una mano sosteniendo una botella de licor y la otra apoyada en el hombro de su amigo. Ryoma estaba un poco desconcertado por aquello, pero no podía cuestionarlo en aquel ambiente tan caldeado. Se limitó a suspirar una vez más.

Con una sonrisa en los labios, Koichiro miró al grupo reunido, haciendo que todos retrocedieran unos pasos y despejaran la zona para ellos.

“¿Estás listo, entonces?” Koichiro gritó.

“Cuando quieras”, dijo Signus, levantando su bastón de hierro.

Koichiro, en cambio, no desenvainó su katana, Kikka. Se limitó a permanecer de pie con la espada en la cintura.

Los dos hombres estaban a diez metros de distancia, y ambos necesitan acortar parte de esa distancia para entrar en el rango de ataque del otro. Como árbitro, Ryoma se situó entre los dos, esperando a que chocaran.

Signus lleva armadura, pero el abuelo está con su ropa habitual. No parece que esté subestimando a Signus…

La armadura era una pieza realmente eficaz del equipo defensivo, usada por muchos en el campo de batalla. Pero esto no era un campo de batalla. Es cierto que la armadura metálica pesaba mucho, por lo que Koichiro tenía más movilidad sin ella, pero Signus era un guerrero poderoso que dominaba la taumaturgia marcial. Incluso con una armadura pesada, no se vería entorpecido hasta el punto de convertirse en una desventaja abrumadora.

Sus armas también son diferentes.

Signus era conocido como una de las Espadas Gemelas del Conde Salzberg. Cuando su bastón zumbaba en el aire, siempre aplastaba a sus oponentes. Si Kikka recibiera un golpe directo de su bastón, se partiría bajo la presión, a pesar de que era una hoja fina reforzada con taumaturgia dotada. Por supuesto, lo único que haría falta para arreglarlo sería devolverlo a su vaina y dejar que absorbiera algo de maná durante un tiempo, pero se rompería durante toda la batalla, lo que significaría que Koichiro perdería.

El abuelo probablemente seguiría luchando con las manos desnudas, pero aún así.

Si se tratara de una verdadera batalla a muerte, Signus no tendría ninguna posibilidad de ganar, aunque Koichiro realmente tuviera las manos desnudas. A pesar de sus sentimientos encontrados hacia el anciano, Ryoma conocía a su maestro lo suficiente como para estar seguro de ello.

Las reglas de este combate estipulan que el primero que pierda su arma pierde el combate.

Estaba prohibido matar al oponente o incluso herirlo de gravedad, y como a Ryoma le habría decepcionado terriblemente ver cómo se perdían vidas por culpa del alcohol, estas reglas le parecieron justas.

Pero no parece que estén jugando.

Ryoma podía sentir su espantoso espíritu de lucha latiendo contra su propia piel. La multitud tragaba saliva ansiosamente, atrapada en la atmósfera de la lucha. En poco tiempo, la sed de sangre de Koichiro y Signus alcanzó su punto álgido.

Ryoma bajó la mano y gritó: “¡Comiencen!”.

En cuanto Ryoma dio la señal, Signus se movió. Sujetando su bastón por la cintura, acortó la distancia con Koichiro de inmediato, lanzando un ataque preventivo.

Así que está tratando de terminar la batalla rápido con un ataque rápido.

Ryoma pudo sentir cómo, en el espacio de un solo segundo, Signus había activado el Vishuddha Chakra, el quinto chakra situado en su garganta, llenando su cuerpo de fuerza.

Probablemente, Signus había notado la diferencia de habilidad entre él y Koichiro y había optado por lanzar un ataque rápido y contundente, ya que sabía que no tenía ninguna posibilidad en una batalla prolongada.

Signus aceleró el paso y blandió su bastón metálico contra la cara de Koichiro. Su ataque no estaba destinado a matar, pero aun así, el golpe estaba cargado con toda la considerable fuerza de Signus. El bastón zumbó audiblemente en el aire. Si rozaba a su objetivo, cortaría la piel y rompería los huesos. Y como Signus apuntaba a la cabeza, si Koichiro no esquivaba, un golpe directo le mataría al instante.

Después de todo, el bastón de Signus pesa más de treinta kilos.

Sólo las barras utilizadas para levantar pesas pesaban unos diez kilogramos, y el bastón de Signus pesaba más del triple. Uno de los héroes del Margen de Agua, Lu Zhishen, el Monje Florido, hizo que un herrero le forjara un báculo que pesaba sesenta y dos kin. El kin era una unidad de medida utilizada en la dinastía Ming, época en la que se escribió El Margen de Agua, y equivalía a unos seiscientos gramos, por lo que pesaba aproximadamente lo mismo que el bastón de Signus.

En cualquier caso, la mayoría de la gente no podría manejar un bastón de ese peso. Los culturistas podían levantar pesas de cuarenta kilos, y algunas mujeres incluso el doble, pero levantar semejante peso y blandir algo de ese peso como arma eran dos cosas distintas.

Como arma, había que enfrentarse a la fuerza centrífuga que producía, y para controlarla adecuadamente se necesitaba algo

más que técnica. Requería que uno se mantuviera firme con una fuerza que superaba los límites humanos normales. Incluso en este mundo, pocos eran capaces de tal hazaña. Signus era uno de esos pocos.

Aunque Koichiro se enfrentaba a semejante monstruo de hombre, él también era un monstruo por derecho propio. Cuando el bastón aulló en el aire, lanzándose hacia él, Koichiro lo esquivó con un simple medio paso hacia atrás. La forma en que lo esquivó implicaba que había predicho exactamente cómo Signus cargaría contra él.

Signus no retiró su bastón, sino que lo balanceó horizontalmente, una hazaña imposible para una persona con una fuerza muscular media. A partir de ahí, Signus enlazó ese movimiento con el siguiente. Apuñaló, barrió, tiró y giró hacia abajo. Signus aprovechó el aspecto más peligroso de un arma larga -su capacidad para desplegar toda su fuerza incluso a media distancia- para desencadenar una ráfaga de golpes consecutivos.

“¡Oooooh!” Signus aulló como un animal.

El bastón aulló también mientras formaba una barrera alrededor de su cuerpo. Cualquiera que traspasara esta barrera recibiría múltiples golpes que le destrozarían los huesos. Signus estaba mostrando el poder del hombre que había sobrevivido a innumerables batallas para ganarse el título de uno de los Espadas Gemelas del Conde Salzberg.

La multitud observaba la implacable carga de Signus, incapaz de pronunciar palabra. Entre todos ellos, sólo Ryoma miraba a Koichiro, que parecía estar a la defensiva, con una sensación de terror. Se dio cuenta de que la postura defensiva de su abuelo no era más que una fachada.

Está leyendo la carga de Signus.

Se decía que Musashi Miyamoto, el famoso maestro de la escuela de las dos espadas, era también un maestro en leer a su oponente, evitando siempre los tajos de su enemigo por un mero centímetro. Independientemente de la validez de ese relato, la lógica que lo sustentaba era sencilla.

Sin embargo, por muy sencillo que pareciera leer a un adversario y esquivarlo en consecuencia, la gente seguía siendo susceptible al miedo. Cualquier persona que se encontrara en el medio de una autopista se aterrorizaría al ver un coche acercándose a toda velocidad. Puede saber que, mientras permanezca en el medio, el coche no le atropellará, pero aun así le temblarán las piernas.

Lo mismo puede decirse de los trenes. Una persona podría saber perfectamente que, salvo en caso de descarrilamiento, un tren nunca la arrollaría mientras no estuviera en las vías. Sin embargo, cuando un tren de alta velocidad pasa junto a una persona, ésta se congela en el acto debido a la presión del viento.

Era un miedo simple e instintivo, pero era posible suprimirlo por completo, como Koichiro estaba haciendo ahora. Debido a esto, el público que estaba viendo la pelea estaba empezando a captar la verdad de este combate, poco a poco.

“Oye… hay algo raro en esto”.

“Tú también lo has notado, ¿eh?”

Koichiro apenas se había movido desde el comienzo de la batalla. Se limitaba a retroceder uno o dos pasos cada vez que Signus se le acercaba. Esto significaba una cosa muy sencilla: Koichiro comprendía perfectamente el alcance del ataque de Signus.

Abuelo, eres un monstruo…

Ryoma también podía hacer lo que Koichiro estaba haciendo ahora mismo, pero sólo cuando se enfrentaba a un rival más débil que él. Si tuviera que hacerlo contra un oponente del nivel de Signus, le costaría mucho conseguirlo. La diferencia entre abuelo y nieto se reducía a la edad y la experiencia. En términos de fuerza muscular, Ryoma tenía ventaja sobre Koichiro, pero en términos de técnica, Koichiro había tenido mucho más tiempo para perfeccionarse. En todo caso, Ryoma no podría igualarle ahora.

Creo que está a punto de terminar…

El intercambio había durado unos cinco minutos, pero se acercaba a su fin. La intensidad de los golpes del bastón metálico iba disminuyendo poco a poco. Naturalmente, balancear una masa de casi cuarenta kilos era una carga para la resistencia de Signus.

Fue entonces cuando Signus decidió cambiar su patrón de ataque. En el momento en que Koichiro esquivó un barrido dirigido a sus piernas, Signus blandió el bastón desde abajo, con la intención de que éste fuera su golpe final. Pero al segundo siguiente, el bastón salió volando de las manos de Signus. De repente, más rápido de lo que nadie podía ver, Kikka brilló desenvainada mientras Koichiro la agarraba entre sus manos. Un instante después, el bastón de Signus golpeó ruidosamente el suelo.

“¡Alto!” Dijo Ryoma, levantando la mano.

En ese momento, la victoria de Koichiro estaba decidida.

Aquella noche, la pálida luna brillaba sobre el césped de la finca, donde Ryoma estaba solo, ensimismado. Se había quitado la camisa y su parte superior desnuda brillaba por el sudor. Se movía con movimientos lentos y calculados, similares a los del Tai Chi Chuan. Pero aunque aquellos movimientos parecían sencillos, eran bastante exigentes.

No pensé que habría una brecha tan grande entre ellos. Mi abuelo es realmente un monstruo.

Mientras Ryoma seguía los movimientos que le había transmitido su abuelo, pensó en los acontecimientos que habían tenido lugar aquella tarde. La batalla había terminado como Ryoma había predicho que terminaría.