Totsuzen Papa ni Natta (NL)

Volumen 1

Capítulo 3: El Sr. Dragón Lee sus Libros

“Debería estar expuesta al lenguaje de más formas, además de charlar conmigo.”

‘Si le lees un libro a tu hijo, puedes hacer que adquiera el lenguaje de una forma divertida tanto para los padres como para el niño’. Eso decía uno de los libros, y decidí probarlo de inmediato. Entre los libros que me dio el hombre de la biblioteca de préstamo había un puñado de cuentos infantiles. Le había dicho que no quería libros ilustrados, pero parece que algunos se colaron en mi botín por accidente. No perdí tiempo y abrí un libro junto a Olivia, a la que coloqué sentada entre mis extremidades delanteras.

“¿Hace mucho, mucho tiempo…?” Ella repitió después de mí. “Sí, Olivia. Eres muy buena en esto.”

Cada vez que leía una línea, me miraba a la cara y sonreía ampliamente. “¡Esto es divertido, Papi!” Dijo agitando sus pies.

Eres muy guapa, Olivia.

***

Unos días después…

“Los dragones de antaño eran… seres muy… nobles. Esto era especialmente cierto para los dragones que vivían en el Pico Sagrado. La época en la que fueron adorados como dioses fue larga.” Lo leyó con bastante fluidez, y eso que ni siquiera era un libro de ilustraciones, sino un tomo sobre mitos y leyendas.

Lo había comprado pensando que lo leería cuando fuera un poco mayor, pero ahí estábamos. Espera, ¿podría mi hija ser superdotada?

Me perdí en la voz de Olivia mientras leía. “Olivia, eres increíble. ¡Ahora mismo estás

leyendo un libro! Eres un prodigio.”

Ella sonrió. “¡Te je je je! Leeré más para ti.”

Parecía tan orgullosa de sí misma. Fue tan lindo que estuve a punto de derretirme.

***

Unos días después de eso…

“Los sabios cuyos grandes intelectos dejaron una huella brillante en la historia fueron llamados los Seis Sabios de Riaris…”

Olivia escuchó atentamente mi voz, sus pequeñas manos apretando mechones de mi melena. “Papi, ¿realmente existen los Seis Sabios de Riaris?”

Uno no esperaría una voz tan clara y proyectada de un cuerpo y una boca tan pequeños.

Era adorable.

Saqué de mi mente viejos y polvorientos recuerdos.

“Buena pregunta, Olivia. Existen. De hecho, una vez tu papi conoció a este aquí. El que se llama Vandilsen.”

Sus ojos azul cielo empezaron a brillar. “¡Papi, eres increíble!” Exclamó mirándome. Me estaba derritiendo de nuevo.

Parece que cada vez que le leo en voz alta, se vuelve más y más inteligente. ¿Los humanos suelen crecer tan rápido?

Debo decir, Vandilsen, que has hecho algo por ti mismo. Cuando llegaste a esta montaña, eras un mago novato.

***

Varios días después… “Ah…”

El título de un libro para padres que estaba hojeando me sorprendió: Los méritos de la educación al estilo del dragón.

Lo añadí a la pila de libros que compré en la biblioteca del pueblo, porque pensé que sería útil. Soy un dragón, después de todo.

Lo siguiente resume lo esencial de lo que me dijo el libro: “Los dragones han vivido durante eones, desde tiempos inmemoriales, y la voz de un dragón conlleva un poder muy maravilloso. Cuando dan voz a perlas de sabiduría, esa sabiduría se convierte en la de sus hijos. Los humanos no tenemos el poder de un dragón, pero…” (El siguiente texto explica la importancia de conversar con los hijos).

¡Bueno, quien lo diría! ¿Así que la voz de un dragón tiene el poder de transferir sabiduría a los hijos de ese dragón? Era la primera vez que oía esto.

“¿Podrá Olivia volverse tan inteligente… porque le estoy leyendo en voz alta?”

Con esto, lo otro y lo de más allá, nunca había tenido una pareja o un hijo, así que no podía estar seguro de que lo que estaba escrito en estas páginas fuera cierto.

“¿Qué pasa, Papi?” Preguntó Olivia, sonriéndome desde mi abrazo.

Pude verlo en sus ojos. La sabiduría. Y también… su inquebrantable fe en mí. Era demasiado linda.

“Oh, nada. ¿Sabes qué, Olivia? ¿Por qué no te hago esa sopa de leche que te gusta para comer?”

“¡Sí! ¡Eres el mejor, Papi!”

“Añadiré un poco de miel cuando seas mayor. Lo hará más sabroso.” “¡Pero quiero un poco ahora! Quiero miel.”

“Todavía no se puede. La miel puede ser venenosa para los niños pequeños. Lo leí en un libro llamado La Enciclopedia de los Alimentos para Bebés, Edición no Abreviada.”

“Ya… ya veo…”

Sus hombros se hundieron, pero no insistió más. Olivia ya no era un bebé recién nacido, y un poco de miel probablemente estaría bien, pero quería estar tan seguro como fuera posible. Los niños humanos son aún más débiles de lo que había imaginado. Lo sentía por ella, pero por el momento no quería correr el riesgo. Dicho esto, no tardaría años y años en ser capaz de comer miel sin motivo de alarma. Los humanos se desarrollan mucho más rápido que nosotros, los dragones, y llegan a la edad adulta en sólo unos veinte años. ¡Veinte años! Podía ver pasar veinte años después de haber asentido durante un tiempo.

Olivia me había dicho que entonces tenía unos cuatro años. Eso significaba que le quedaban unos quince años de infancia.

“Podría ser, entonces, que…”

Me pregunté si tratarla demasiado como a una niña era una buena idea. Tal vez debería enseñarle una pizca de magia y otras cosas que sé, pensé. Recientemente, el mundo humano ha llegado a valorar a las mujeres fuertes e independientes, o eso me dijo un libro de autoayuda que compré. No sabía a qué se refería exactamente lo de “fuertes e independientes”, pero sabía que cuando los pájaros que viven en el bosque se hacen adultos, empiezan a buscar comida por sí mismos con su propia fuerza y luchan contra los enemigos que entran en su territorio (aunque a veces con ayuda de sus camaradas). Consideré que eso es más o menos lo que significa “fuerte e independiente”. Y quería que Olivia se convirtiera en una adulta capaz de vivir mucho tiempo y con fuerza, tanto por sí misma como junto a otros. Además, quería que fuera feliz.

Estos pensamientos pasaron por mi cabeza mientras calentaba para Olivia una sopa de leche. Me las arreglé para cocinar escupiendo la llama en la olla que había conseguido. En cuanto a la leche y las setas, había conseguido que los animales de la montaña compartieran algunas conmigo.

Olivia miraba con estrellas en los ojos mientras yo movía el pequeño cazo con mis grandes garras.

“¡Tee jee! ¡Me encanta tu sopa de leche, Papi!”

Casi saltó de alegría y le acaricié suavemente la cabeza. Aquella sensación de felicidad y calidez volvía a colarse en lo más profundo de mi pecho.

Se me ocurrió una vez más que tenía que buscar una casa para nosotros, y rápido. El santuario en el que había estado viviendo todo este tiempo no podía considerarse un entorno ideal para una niña pequeña como Olivia. Quería que Olivia creciera en un lugar con una cocina limpia, estanterías llenas de libros y una habitación con una cama caliente para ella. Me resolví de nuevo mientras veía a Olivia tomar su sopa de leche. Estaba claro que le parecía una delicia.

Pronto, el frío del invierno retrocedería, pues la primavera estaba cerca.