Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 2

Capítulo 1: Hola, Daisy

Parte 3

LADO DEL AMO #1

El aula estaba envuelta en llamas.

El antiguo edificio de madera no tenía instalados rociadores contra incendios, como debería, y había combustible más que suficiente. El fuego se extendió de los escritorios a las sillas, de las librerías al papel pintado, mientras los marcos de las ventanas y los cristales se fundían y corrían con el calor. El rojo de las llamas lo iluminaba todo, el humo negro y venenoso llenaba el aire.

En medio de todo ello había dos chicas, cuya presencia chocaba con la escena infernal. Se miraron fijamente.

Una de las chicas era roja. Su cabello era de color carmesí, su vestido del mismo color que las llamas, y su expresión de ardiente rabia y pasión, distorsionando su rostro fundamentalmente escultural en algo bestial. La chica mantenía los dos puños frente a ella, ligeramente cerrados, agachada y preparada en una postura baja.

La otra chica era blanca. Llevaba una blusa y una falda náuticas, que parecían un uniforme escolar, y una vieja bolsa de tela colgaba de su cintura. Sus manos sostenían un brazo de pértiga parecido a una naginata. En contraste con la furia que rodeaba a la chica roja, el rostro de la chica blanca era completamente impasible.

La chica roja se movió primero. Agazapada aún más en su postura baja, pareció deslizarse por el suelo mientras daba un paso adelante para dar una patada baja justo fuera del alcance de la naginata. El golpe era probablemente una finta, un amago o una distracción. La chica blanca lo bloqueó con el mango de su arma como si supiera exactamente lo que iba a suceder.

La chica roja dio un segundo y un tercer golpe, pero ni siquiera pudo entrar en el alcance del arma. En su cuarto golpe, la naginata la rozó, abriéndole el pie, que brotó sangre. La chica roja lanzó un grito agudo y luego escupió llamas por la boca. Este ataque debería haber conmocionado a la muchacha blanca, pero permaneció sin emociones mientras giraba su arma, extinguiendo la bola de fuego de tamaño humano de un solo golpe. Sus delgados y femeninos brazos manejaron con facilidad el brazo de pértiga, de un metro de largo y aspecto pesado, como si fuera una parte de su cuerpo.

La chica roja gritó algo y se lanzó hacia atrás, hacia las llamas, para luego desaparecer. Un momento después, el fuego detrás de la chica blanca creció, transformándose en la chica roja. Pero un segundo antes de que pudiera lanzar una devastadora patada circular a la parte posterior de la cabeza indefensa de su oponente, la chica blanca se agachó sin siquiera mirar, como si supiera exactamente lo que iba a ocurrir. Un crack similar al de un látigo resonó cuando la pierna de la chica de fuego rasgó el aire vacío. La chica roja se retiró rápidamente hacia las llamas, como si se fundiera en ellas.

La expresión de la chica blanca no había cambiado ni una sola vez desde el comienzo de la pelea. Sosteniendo el arma en una mano, la volteó y luego la clavó en el suelo del aula. Metió la mano en la bolsa que colgaba de su cintura y sacó un objeto. La luz de las llamas iluminó el cuerpo gris de un extintor comercial, un objeto mucho más grande que la bolsa de la que lo había sacado. Quitó el pasador y apuntó la boquilla a las llamas que se extendían por el techo —en un ángulo de unos cuarenta y cinco grados justo encima del escritorio del profesor— y liberó el líquido refrigerante.

Algo cayó del techo, gritando en silencio, sujetando su cabeza mientras se retorcía de agonía. Ese algo era la chica roja. Sus ropas rojas, su cabello carmesí, todo estaba cubierto de espuma blanca. La saliva y las lágrimas corrían por su rostro mientras se retorcía de dolor.

La chica blanca se acercó tranquilamente, levantó el gran extintor y golpeó a su oponente con él. La golpeó cinco veces más, hasta que la chica roja dejó de moverse. La vencedora tiró el extintor a un lado y miró a su enemiga. La expresión de la chica blanca era la misma que había tenido en el momento en que terminó la batalla: en blanco.

El vídeo terminó ahí.

Movió el cursor, cerrando el reproductor de vídeo y el navegador con unos pocos clics, y luego apagó la computadora. Con la computadora apagada, la única fuente de luz de la habitación desapareció, dejando sólo la oscuridad, el olor a moho y las voces.

“Y así se detuvo a la villana… Vaya, Snow White es taaaan genial.” Dijo una voz femenina que sonaba satisfecha. Sonaba como si estuviera en la adolescencia. “Flame Flamey también era una luchadora muy poderosa, pero frente a Snow White era como una niña pequeeeeeña. La forma en que Snow White se movía era como si supiera exactameeeeente a dónde iba esa chica. ¡Nghhh!” El ruido parecía un sollozo, pero su voz estaba llena de alegría. “¡Ella es reaaaalmente genial! ¡Es totalmente despiadada a la hora de cazar a las chicas mágicas malvadas! ¡Flamey se lo merecía por manipularlas para que se mataran entre ellas, basándose en su retorcida creencia de que sólo las fuertes merecen esos poderes! ¡Snow White es fuerte, amable y justa! ¡Hiyah! ¡Hah!”

Se oyó el sonido de algo que cayó al suelo. “Pero, ¿no crees que es raro exigir a las chicas mágicas que sean fuertes?” Continuó la chica. “Se supone que las chicas mágicas deben ser amables y encantadoras, y preocuparse por cosas como la compasión, la amistad, la sinceridad y cosas así.”

“Sí. Tal vez, pon. Aunque no hay nada malo en ser fuerte.” La voz que respondió a la chica era aguda e infantil, pero su tono era llano y tranquilo.

“Lo sé, ¿verdad? Mi profesora dijo lo mismo. La fuerza no es lo único que te convierte en una chica mágica. No necesitamos gente que sólo quiera poder. Es inaceptable que inciten batallas reales, y tampoco podemos tener chicas mágicas elegidas por esas competiciones mortales.” Habló febrilmente.

“¡Por eso voy a ayudar a Snow White!” Concluyó.