Hazure Skill ‘Mapping’ Wo Te Ni Shita Ore Wa  (NL)

Volumen 3

Capitulo 9: Levantando el Telón

En lo que respecta al niño sin nombre, los nombres eran sólo símbolos.

Sus padres habían muerto cuando apenas tenía dos años, por lo que no tenía forma de saber el nombre con el que había nacido. Tras ser internado en un orfanato, se le dio el nombre de Zenon, pero eso sólo duró unos años. Tenía reflejos agudos e ingenio rápido, pero cierto noble decidió acogerlo principalmente por su falta de parientes vivos.

Entonces se le asignó no un nombre, sino un número: Número 168.

“A partir de ahora, ya no eres tú propia persona. Eres un subhumano. Una mera marioneta de Lord Deanlurk.” Dijo el hombre que recuperó a Número 168 del orfanato.

Y ciertamente parecía verdad, ya que la instalación a la que fue llevado el chico no era en absoluto apta para humanos. Allí le inculcaron técnicas de combate día y noche. Y cuando eso terminaba, se le obligaba a pasar horas estudiando cómo sobrevivir en su mundo.

Las comidas eran insípidas, proporcionadas únicamente para reponer energía. Las pausas para ir al baño sólo se permitían a horas fijas. Los baños de agua fría se daban una vez a la semana. Nadie dormía bien allí, ya que todos podían ser llamados a entrenar de un momento a otro. En resumen, era una prisión destinada a fabricar soldados al servicio del noble que la dirigía.

Número 168 fue traído con otros como él, pero ninguno de ellos sobrevivió. Número 165 se resfrió y murió de deshidratación. Número 166 sufrió heridas internas durante un ejercicio de entrenamiento y fue descubierto frío a la mañana siguiente. Número 167 llegó cincuenta segundos tarde a la asamblea y murió por ello. Número 169 y Número 170 intentaron escapar de las instalaciones y fueron colgados delante de todos ellos como ejemplo.

Para Número 168, las muertes de sus compañeros de formación no merecían sus lágrimas. Las miraba con la misma indiferencia que los cordones de sus zapatos… No, incluso peor que eso. Tendría que volver a atarse los cordones si se desprendieran, pero las muertes de los demás internos no justificaban ni la más mínima pausa en su jornada.

Número 168 era más ágil que la mayoría, un talento que le permitió sobrevivir al agotador entrenamiento al que fue sometido. También era inteligente, por lo que se adaptó mejor que la mayoría a los estudios que se les imponían. En general, le fue bien en un entorno que no ofrecía ni piedad ni descanso. Cumplía simple y obedientemente las tareas que se le encomendaban sin pestañear ante la muerte de sus compañeros.

Hubo otros más fuertes o más inteligentes que Número 168, pero ninguno de ellos le sobrevivió. Todos perecieron por una u otra metedura de pata.

Número 168 siguió viviendo en esas condiciones traicioneras hasta el día en que cumplió doce años, lo suficiente para convertirse en un soldado de pleno derecho. La mayoría de la gente consideraba que la ceremonia de presentación a los quince años era un rito de paso a la edad adulta, pero a Deanlurk le gustaba empezar pronto. Hacía pasar a los niños por un infierno para cultivar agentes tan buenos como los poseedores de habilidades, y luego los ponía a trabajar lo suficientemente jóvenes como para que no supusieran una amenaza para él.

Su unidad estaba formada entonces por veinte personas. A cada miembro se le asignaron todo tipo de tareas, como la recopilación de información, el reconocimiento, la realización de emboscadas y el asesinato. Al probar su mano en cada trabajo, se podía medir su aptitud individual para ellos.

Número 168 ejecutó todas las misiones que se le encomendaron sin excepción. Y para bien o para mal, el trabajo en el que más destacaba era el asesinato. Tal vez fuera por su indiferencia a la hora de tomar vidas humanas, lo que le diferenciaba de los demás agentes. El brutal entrenamiento al que habían sido sometidos no era suficiente para endurecer completamente su corazón al asesinato.

Otros agentes lograron llevar a cabo misiones de asesinato, pero les pasó factura mentalmente. La mayoría evitaba esos trabajos como la peste. Pero eso no significaba que fueran a desaparecer… Alguien tenía que hacerlos.

Lo lógico era que el agente al que no le importara ensuciarse las manos se encargara de ellas. Eso era lo que pensaba Número 168. No es que no sintiera ningún tipo de remordimiento en esos trabajos; era más bien simple resignación. Si el objetivo estaba destinado a morir de un modo u otro, su muerte era inevitable, aunque no fuera por su mano.

Además, los asesinatos requerían comparativamente menos interacción con el objetivo que otros trabajos. No había un contacto prolongado como en las misiones de inteligencia encubiertas. En otras palabras, Número 168 y su objetivo podían seguir siendo completos desconocidos. Al fin y al cabo, era más fácil matar a un desconocido que engañar a alguien que confiaba en ti.

Número 168 no entendía a los agentes que se dedicaban a hacer trabajos de incógnito. Él mismo se limitaba a aceptar los trabajos de asesinato. Cada vez que completaba uno, refinaba aún más su técnica. Llegó a conocer íntimamente dónde y cómo herir mortalmente a alguien.

Así, Número 168 se convirtió en un asesino prolífico y sin parangón. La obtención de sus habilidades a la edad de quince años no hizo más que favorecer su oficio. Siguió matando, incluso cuando la gente empezó a murmurar en las calles sobre el mortal asesino de Deanlurk.

Así fue como vivió hasta un día, poco después de su vigésimo cumpleaños. Ese fue el día en que fracasó en una misión por primera vez. El día en que abandonó su trabajo para siempre. El día en que hizo un trato con cierto espadachín.

En esa misión en particular, el nombre que utilizaba Número 168 era Jin. Sería el primer nombre que llegó a tener algún significado para él.