Eris No Seihai (NL)

Volumen 3

Interludio 1: Las Sombras Comienzan A Moverse

En una habitación en penumbra, un hombre delgado se inclinaba entre risas silenciosas.

“No tardará mucho.”

La habitación estaba en una de las villas del palacio real de Faris. La villa había sido regalada a su madre, esposa favorita del rey, y tras su muerte se había convertido en la residencia de su hijo, el Príncipe Roderick. Se había extendido el rumor de que la lucha por el poder había agotado la capacidad mental y física del príncipe, y ya nadie venía a verlo.

Nadie excepto ellos.

“Ese tonto de Theophilis no parece darse cuenta de que le están engañando, y la molesta Alexandra será quemada viva antes de que vuelva a ver el sol. He oído que Ulysses se está debilitando. Hagamos que el muchacho sienta un sano temor para que no se resista cuando lo llevemos de vuelta a Faris. Pero no le demos cicatrices que nadie pueda ver. Después de todo, es nuestro querido futuro rey.”

Roderick curvó los labios y ladeó el vaso de líquido rojo sangre que tenía en la mano.

“Hablando de eso, he leído el informe de Adelbide. Una chica noble de bajo rango ha estado husmeando por ahí, ¿no?”

“Hemos tomado las medidas adecuadas.”

El hombre que respondió estaba en la flor de la vida. Se había insinuado con Theophilis, ganándose la reputación de ser un excelente ayudante. Sin embargo, tenía un tatuaje del sol detrás de la oreja izquierda: era un enlace con Daeg Gallus.

La verdad era que Roderick no sabía mucho sobre esa temible organización. Su madre era la que había arreglado el contrato con ellos. La enorme cuota debía pagarse después de que Adelbide se convirtiera en territorio de Faris de forma segura.

Todo lo que tenía ahora, lo había recibido de su madre, Anna. Ella había sido de bajo rango, pero había utilizado su hermoso rostro y cuerpo para proteger a Roderick. El canciller de la ciudad fue uno de sus regalos. Fingía apoyar a Theophilis, pero en realidad era el hombre de Roderick. Había sido uno de los amantes de su madre.

“Muy bien. Estoy seguro de que has elegido a alguien capacitado para el trabajo.”

El hombre asintió lentamente.

“Sólo el mejor. Es un hombre que puede elegir entre cien caras.”

***

¿Por qué ha sucedido esto?

La chica se quedó mirando el techo.

Hoy debía venir un nuevo médico. Su criada, Marissa, había dicho que era un famoso médico experto en el tratamiento de las enfermedades de la mente. Se preguntó cuánto dinero había gastado su padre esta vez. ¿Era porque temía un escándalo o porque adoraba a su hijo menor? Supuso que no importaba.

Qué estupidez, pensó con una sonrisa retorcida.

La criada hizo pasar al médico, o a quien fuera, a la habitación. Era un anciano jorobado. La chica lo miró sin levantarse de la cama.

Dijo que se llamaba James.

Les dijo a las otras sirvientas de la habitación que se apartaran. Dijo que si no lo hacían, no podría ganarse la confianza de la chica. Tal vez porque parecía un anciano débil, obedecieron su orden dócilmente. Por supuesto, se quedaron en la habitación, donde podían acudir en su ayuda si era necesario, pero se alejaron lo suficiente como para no poder oír la conversación.

“Qué alivio.” Dijo el Dr. James con una sonrisa amable. “Tu mente está bien. Simplemente está cerrada a cal y canto para su custodia. ¿No es así?”

No dijo nada, igual que no había dicho nada a los muchos médicos que habían venido antes. Si se quedaba allí sentada el tiempo suficiente, con el aspecto de una muñeca hueca, todos acababan rindiéndose y marchándose.

Pero este anciano era diferente.

“¿No te gustaría vengarte?”

De repente, el tono del médico cambió. En lugar de un anciano ronco, sonaba joven.

Ella   volvió  lentamente   los   ojos   hacia   él.   Él   asintió              con conocimiento de causa.

“Sí, venganza. Venganza de la chica que te puso así, Constance Grial.”

Constance Grail.

En el momento en que escuchó ese nombre, todo su cuerpo se calentó, como si la sangre de sus venas hirviera.

Antes de darse cuenta, se había sentado y estaba mirando al viejo como si quisiera saltar sobre él.

“¿Qué quieres decir?”

“Cálmate. Estoy de tu lado, Pamela Francis.”

El hombre sonrió. Se dio cuenta de que tenía un rasgo muy inusual: dos puntos negros en el ojo.