Eris No Seihai (NL)

Volumen 3

Extra 2: Shoshanna Y Salvador

Era la noche de la ejecución pública fallida. Mientras se acurrucaba alrededor de una hoguera con Salvador, Shoshanna le dijo que ya no quería hacer el mal, que si él lo permitía, quería distanciarse de Daeg Gallus y vivir sola.

“¿Así es?” Murmuró su hermano como si no importara. Entonces encendió el extremo de un palo y lo presionó contra su brazo izquierdo. Ella pudo oír cómo chisporroteaba en su piel y oler la tela y la carne quemadas. Ella gritó.

“¡¿Q-Q-Qué estás haciendo, Salvador…?!”

“¿Qué? ¡Ay! Oye, sé un poco más suave… ¡Eso duele!”

Ella se afanaba en curar su herida, y el último paso era aplicar un ungüento que picaba tan horriblemente que la muerte era casi preferible. Eso fue lo que provocó el raro grito de su boca. Pero al menos era poco probable que se infectara. El tatuaje del sol en la parte superior del brazo estaba ahora borrado por una horrible quemadura. Había sido el símbolo de su pertenencia a la organización.

“¿Por qué hiciste eso…?”

“¿Por qué? Dijiste que habías terminado con esta línea de trabajo,

¿no?”

Shoshanna asintió, aunque se sintió confundida por su tono casual y su incoherente explicación.

“Entonces salir es mi única opción. Eres tan testaruda como un asno una vez que has tomado una decisión.”

“… ¿Qué tiene que ver que yo sea terca con que dejes la organización?”

“¿Eh? No creerás en serio que puedes salir sola, ¿verdad? ¡Todavía eres una niña! Qué broma. Alguien te sacará de la calle y te venderá antes de que puedas parpadear, ¡y eso es si tienes suerte!”

Shoshanna le miró con la boca abierta. Salvador frunció el ceño con desconfianza.

“¿Qué?”

“… Pensé que me abandonarías.”

Sabía que era algo ingrato y egoísta. Pero estaba preparada para que él respondiera cortando los lazos con ella por desilusión y disgusto.

“Me encantaría. Pero sabes que no puedo. Eres una molestia.” “¿Una m-molestia?”

“Sí, eso es lo que he dicho. Eres una molestia. Lo has sido desde que eras un bebé. No puedo decirte cuántas veces quise estrangularte por llorar tan condenadamente fuerte, pero cada vez que me veías, sonreías. No pude abandonarte entonces, y seguro que no puedo ahora. Es más fácil ceder.”

Nunca había podido entender su lógica cuando hablaba así, hablando de sí mismo como si no tuviera nada que ver con él.

“… ¿Pero no te matarán por dejar la organización?”

“¿Matarme?” Resopló como si ella hubiera hecho una broma muy divertida. “Bien, diré que he muerto. Por suerte para nosotros, ese bastardo de ojos afilados, Krishna, ya no está.”

Se volvió hacia Shoshanna.

“¿Y qué quieres hacer ahora?”

“… Quiero ayudar a la gente. Quiero estar ahí para ellos. Ese es el tipo de vida que quiero.”

“Oh, hay que ver, sí que eres una molestia.” Respondió al instante, sonando agotado. Pero Shoshanna no se desanimó.

“Escucha, Salvador, estoy harta de ser la que está protegida todo el tiempo.”

Se hizo un silencio. Salvador suspiró de muy mala gana.

“En serio, es increíble, siempre eres una molestia.” Dijo, poniéndose de pie como si hubiera terminado con ella. El corazón de Shoshanna se hundió. Sus hombros se desplomaron. Entonces sintió que alguien le revolvía el cabello.

“Bueno, haz lo que quieras hacer.”

Los ojos dorados y rojizos que la miraban eran sorprendentemente suaves.

“De todos modos, nunca soy rival para ti.” Añadió, como si realmente fuera la persona más molesta que había conocido.

Mientras pasaban por el mercado de un pueblo fronterizo con Adelbide, Salvador dijo, como si acabara de acordarse: “Hey, tú querías un periquito, ¿no? Ya no hay mascotas, así que ¿qué tal si te compro uno?”

La razón por la que había querido un periquito era porque ella misma se había sentido como un pajarito enjaulado.

Shoshanna dejó de caminar y sacudió lentamente la cabeza.

“Ya no quiero uno.”

Miró al cielo y se tapó los ojos con una mano. En lo alto, los pájaros volaban libremente por un mundo grande, amplio y azul claro.