Kuma Kuma Kuma Bear (NL)

SHIA Y LOS DEMÁS me llevaron con el herrero enano Ghazal. “¿Ustedes estaban regresando de la academia? Sin embargo, parece algo temprano para eso”.

Llevaban sus uniformes escolares. No tenía idea de cuándo terminaba la escuela, pero aún no era la hora del almuerzo.

“Tenemos clases libres hoy, así que estábamos planeando ir a matar monstruos en el bosque cercano”.

“Sí, nos registramos en el gremio de aventureros”.

“Lo estamos haciendo para ganar experiencia. No queremos que se repita lo que sucedió la última vez ni nada”.

“¿Ultima vez?” Me reí. “No creo que estén en condiciones para vencer a un tigre negro, incluso si trabajan duro, de todos modos, no pronto”.

“Sí, no”, dijo Maricks con firmeza. “No vamos a perseguir un tipo de horror como ese. Tal vez podríamos volvernos lo suficientemente fuertes como para defendernos de uno. Al menos queremos ser más fuertes para poder protegernos”.

“¿De ahí el gremio de aventureros?”

“Sí, pero fue difícil convencer a mi papá de que me dejara”. Aparentemente, casi se ganó otro golpe, tuvo que luchar contra su padre con una espada e incluso tuvo que aprender más tácticas antes de que el anciano lo autorizara. Parecía que había habido todo tipo de problemas involucrados.

Timol negó con la cabeza. “Yo soy el que lo tuvo difícil. El padre de Maricks es uno de los comandantes de los caballeros, pero mi padre trabaja en el ministerio de finanzas. Aunque fui invitado por Maricks, mi padre realmente no quería dejarme ni siquiera unirme temporalmente”.

Maricks puso los ojos en blanco. “Ya me disculpé mucho por eso”.

“Parece que todos ustedes lo han tenido difícil”, dijo Cattleya.

“¿Qué hay de ti, Shia?” pregunté.

“Obtuve el permiso de mi madre al mantenerlo en secreto de mi padre”, dijo. Uf. La propia hija de Cliff ni siquiera le había hablado de eso. “Pero las condiciones son que solo podemos realizar misiones de monstruos menores en los bosques cercanos”.

Según ellos, dichos bosques solo tenían monstruos débiles y bestias como lobos. Los llamaban los “bosques para principiantes” y solo a los aventureros de rango F y E se les permitía entrar, todo para ayudar a los aventureros de la capital a desarrollar sus habilidades.

Si los monstruos de menor rango alrededor de la capital se acabaran, los aventureros principiantes locales no tendrían forma de mejorar y tendrían problemas para cultivar talentos locales. El gremio de aventureros realmente estaba pensando en su gestión del área.

De hecho, recordé haberme metido en problemas por cazar demasiado a los lobos en Crimonia. Helen me había pedido que me ocupara de una cuota sobre el número de lobos que cazaba por el bien de los aventureros novatos, aunque yo también había sido una novata en ese entonces. Parecía lo mismo.

“¿Así que todos llegaron al rango E?”

“Oh, sí, al menos”.

“Guau.” Bueno, habían matado a los goblins sin sudar, así que eran lo suficientemente capaces.

“Estás en el rango C aunque eres más joven, ¿no es así?” preguntó Maricks. “Recibir elogios de ti no es exactamente…”

Disculpe, ¿qué fue eso? ¿Mas joven? Parecía que a Maricks le faltaba la vista tanto como la materia gris. ¿Este mundo tenía oftalmólogos? Porque seguro que necesitaba uno antes de que sus ojos se dañaran.

Le había mostrado mi tarjeta de gremio antes, ¿no es así? ¿No había mirado mi edad?

“Supongo que tienes razón”, dijo Timol. “No es tan bueno recibir elogios de Yuna cuando es una niña y está en el rango C.”

Vaya, una epidemia de mala vista. Muy lúgubre.

“Estoy de acuerdo”, dijo Cattleya, “pero nos convertimos en aventureros. No hay mucho que podamos hacer al respecto”.

Los golpes seguían llegando y no se detenían. Shia, la única que sabía mi edad real, se limitó a sonreír.

Este era un asunto de mi honor. Tuve que corregirlos. “Escuchen un segundo, ¿quieren?”

“¿Qué?”

“¿Qué edad creen que tengo?”

“Tienes trece, ¿no?”

“Tal vez catorce, ¿verdad?”

“Teniendo en cuenta las regulaciones del gremio, debes tener trece años. Ya que no puedes ser más joven que eso”.

Shia contuvo las carcajadas.

“Uhh, mirándome, ¿qué te hace pensar que tengo trece años?” (Saqué el pecho, ya sabes, como hacen las ranas para parecer grandes).

Maricks parpadeó. “¡No puedes ser aún más joven, ¿verdad?!”

Timol negó con la cabeza. “No hay forma, Maricks. Las regulaciones.”

“Yuna”, dijo Cattleya, sorprendida, “seguramente no fingiste tu edad …”

Los tres me miraron con recelo.

“Tengo quince. ¡Quince! ¡Adolescente! ¡Quince! ¡Una década y media!”

Todos se congelaron.

“¿Quince?” Repetí, como un mantra. “¿Mi edad? ¿El número?”

Maricks ladeó la cabeza. “Uhh, Yuna, ¿tienes la misma edad que nosotros?”

“Si.”

“Seguro que bromeas”, dijo Cattleya.

Timol asintió sabiamente. “Por supuesto. Debería haberlo sabido: Yuna … ¿por qué no nos dijiste que eres un elfo?”

“¿Elfo? No lo soy, no soy como un Legolas. Solo una chica normal. Miren.” Señalé mis oídos. “No puntiagudo”. Incluso si yo fuera un humano de otro mundo, quiero decir, vamos.

“Shia, ¿lo sabías?”

“Sí. Le pregunté cuando nos conocimos”.

“¡Y!” Me las arreglé para calmarme como el elfo sabio que aparentemente pensaban que era. “Ejem. Te mostré toda mi tarjeta de gremio antes”.

“Estaba pendiente de tu clase en ese entonces”.

“Estaba concentrado en tu rango de gremio”.

“Ah, estoy bastante seguro de que no pude verlo debido a tus guantes de oso”. Timol miró mis guantes de osos.

Oh. Lo tenía en la mano cuando se lo mostré. En ese caso, es posible que no hayan podido ver la parte superior donde estaba impreso mi nombre… y mi edad.

“Pero en realidad, ¿tienes la misma edad que yo? Casi no puedo creerlo.”

“Sí.” Timol entrecerró los ojos para mirarme los oídos por un momento.

Uf, soy un poco pequeña para mi edad. No es ciencia espacial, cielos …

Abandonamos la amplia vía y nos dirigimos por una carretera con algunos edificios de aspecto industrial. Tenía sentido. Un herrero no estaría machacando hierro todo el día en medio de la zona residencial, no sin quejas por el ruido.

“Sin embargo, cosechar un tigre negro…”, dijo Maricks. “¿No puedes hacerlo con un cuchillo normal?”

“No, sí que puedo totalmente. Vine todo el camino a la ciudad capital para comprar un cuchillo de mithril como una broma; no, Maricks, no puedo”.

Cattleya asintió. “Eso tiene sentido. Si las hojas típicas pudieran perforar la piel de un tigre negro, no sería tan difícil derrotarlos”.

“Sí, Maricks”, dijo Shia, “abre un libro por una vez en tu vida”.

“¡Bien, bien! Solo estaba preguntando”, dijo, refunfuñando Maricks mientras los demás lo golpeaban. “Pero mithril, ¿eh? Eso es genial. En algún momento me gustaría una espada de mithril”.

“Te estás adelantando, Maricks”, dijo Timol.

Cattleya asintió. “Demasiado pronto para ti”.

“Estoy de acuerdo”, dijo Shia.

“¿Qué pasa con todos ustedes? Mi papá dijo lo mismo, pero ¿sabes? Si tuviera una espada de mithril genial en la mano, ¡ja, ja, ja!” Maricks blandió una espada imaginaria. “Estaría un poco mejor, ¿eh?”

Timol puso los ojos en blanco. “No creo que sea la espada tu problema, Maricks”.

Por fin llegamos a la herrería, instalada en una sección del distrito industrial. “Gracias, chicos, pueden dejarme aquí si quieren. Tienen que ir al bosque, ¿no?”

El grupo de estudiantes se miraron unos a otros, como si trataran de tomar una decisión.

“Tienes razón”, dijo finalmente Maricks. “No siempre podemos estar juntos, así que tenemos que usar nuestro tiempo mientras podamos”.

Cattleya suspiró. “Muy bien. Aunque en realidad esperaba que Yuna trajera sus osos”.

¡Ajá! Entonces Cattleya había querido ver a Kumayuru y Kumakyu. Y Shia también asintió con la cabeza. Había descubierto su trama secreta de abrazos.

Eh, bastante justo. Como agradecimiento por haberme llevado hasta el herrero, convoqué a mis osos en forma de cachorro y dejé que las dos los acariciaran. Después de recibir su parte justa de buenos y peludos abrazos, las dos parecían lo suficientemente satisfechas como para dirigirse al bosque para principiantes.

En cuanto a Timol y Maricks, definitivamente, no estaban celosos en absoluto. Se notaba que no estaban celosos por lo increíblemente serios, varoniles y extremadamente no celosos que parecían.

“Bueno, entonces, ¿qué tal si entramos?”

“Sí”, dijo Fina, dejando escapar un suspiro nervioso.

Fina y yo entramos por la puerta. Estaba bastante oscuro, pero podía ver espadas y armaduras brillando en las paredes. Este tipo no se centraba solo en las armas.

“Um, ¿hay alguien aquí?” Escalofriante. No vi a nadie, así que llamé. Un hombre bajo se tambaleó desde la parte de atrás. Basado en esa altura, definitivamente era un enano.

“¿Eres Ghazal?”

“Ghazal, sí, lo soy. ¿Y quién eres tú? ¿Por qué estás con esa ropa tan rara?”

Vaya, está bien, genial. Bastante sin tacto, amigo. “Deje mi ropa fuera, por favor. ¿Podrías echarle un vistazo a esto?”

Le entregué la carta que había recibido de Nelt.

Ghazal miró mi mano con el guante de oso … ¿o … la carta? No sabría decirlo.

“Es una carta de Nelt y Gold de Crimonia”, murmuró. Eso es lo que había pensado. ¿Por qué otra razón Nelt iría a la parte de atrás y despertaría a Gold de un golpe? Ghazal tomó la carta del guante de oso y la leyó solemnemente. “Jovencita, entiendo por qué estás aquí, pero me temo que pides lo imposible. También tenemos escasez de mithril en la capital”.

“¿Incluso aquí?”

“La veta mineral más cercana… ya no podemos confiar en ella. Podría hacer tu cuchillo con hierro o incluso con otro material, pero no con mithril. Es escaso y no tengo forma de obtener más. De hecho, no tengo ninguno almacenado. Lo siento, jovencita, honraría la petición del buen Gold, pero no puedo”.

“¿Pero por qué no puedes sacar más de las minas?”

“Un golem, niña. Apareció en la cueva y nadie puede atravesarla”.

Un golem: un monstruo inorgánico hecho de tierra y roca, a veces hierro y mineral, o cosas más extrañas. “¿Alguien lo va a matar? ¿Qué sabes?”

“Poco. Los aventureros se han ido, pero no sé más que eso”.

¿Era tan fuerte? Bueno, si el golem en sí estuviera hecho de hierro, podría ver cómo sería.

“Soy un herrero, señorita”, dijo, como si leyera mi mente. “Eso es todo lo que sé. Es posible que el gremio de aventureros pueda contarte más, si tienes curiosidad”.

Cierto. Uf, realmente me estaban dando vueltas.

“Yuna”, dijo Fina, “no necesitas exagerar. El cuchillo…”

“Fina, acabamos de atravesar una grieta interdimensional y me confundieron con un elfo y tuvimos que encontrar un herrero. Voy a comprar ese cuchillo. Para ti. Punto, fin de la historia”.

Tienes que comprar algo cuando lo desees, ya sean libros, merchandising o lo que sea. Las compras por impulso son más divertidas. Además, no me importa si es una montura de videojuego legendaria o un cuchillo real literal para una niña pequeña: cuanto más difícil es obtener algo, más lo quieres. Y estaba loca por ese cuchillo.

Pero, en realidad, no estaba loca por una aventura en una mina. Quería un cuchillo, no para golpear a un golem. “Uhh, sé que es extraño para mí preguntarte esto, pero ¿los otros herreros de la capital tampoco tienen mithril?”

“Podrían, pero dudo que se lo vendan a un extraño”.

No podía conseguir mithril en Crimonia y la capital también estaba prohibida. Si iba a hacer mío ese mithril, iba a convertir los monstruos de la mina en un mito. (Principalmente matándolos). Tuve que dirigirme al gremio de aventureros sin importar qué.

Le di las gracias a Ghazal y salí de la tienda.