Eris No Seihai (NL)

Volumen 1

Capitulo 3: Que Significa Ser Sincero?

Parte 2

Las cejas de Scarlett estaban prácticamente en su línea del cabello.

“…¡Eres una idiota! ¿Qué diablos puede hacer una tonta como tú para ayudarlo…? Oh, es intolerable… pero no se puede evitar. ¿Quién es tu mejor cliente, pequeño advenedizo?” Chilló Scarlett, pinchándole. Ni que decir tiene que él no se fijó en ella. Connie no tuvo más remedio que traducir.

“¿Quién es el cliente más valioso de la Compañía Bronson?”

“La Condesa Custine…” Respondió Neil, con cara de sospecha ante la abrupta pregunta. Scarlett comenzó al instante a soltar palabrotas.

“Así que esa fanfarrona sigue viva, ¿verdad? Bueno, eso facilita las cosas. Traficas con seda de Lucca, ¿no es así? Toma lo mejor de ella y hazte un vestido en un buen lugar: el Hada de la Luz de la Luna sería perfecto. Asegúrate de tenerlo bordado. Que sea lo más intrincado y ostentoso posible. Haz que usen también mucho hilo de oro. Cuando esté terminado, arrodíllate y ofrécelo, rogando por su misericordia. Asegúrate de sonar lastimero.”

Scarlett se quedó mirando la cara de Neil.

“Eres bastante guapo, así que deberías hacerlo tú mismo. Es importante ser obsequioso. Es muy posible que te lleve a su dormitorio, y debes estar preparado para ello. Se rumorea que es muy hábil en ese departamento, así que si tienes suerte, te llevará al paraíso. Eso debería ser suficiente para suavizar las cosas. Las viejas brujas como ella tienen bastante influencia… ¡y la dulce Constance Grail no tiene que mover un dedo!”

La Condesa Custine sonaba aterradora. Connie hizo una mueca pero, sin embargo, se lo sugirió a Neil como un método de disculpa que a veces utilizan los nobles. Cuando llegó a la parte del dormitorio, mantuvo los ojos pegados al suelo.

En cuanto a la virtud de Neil, era un asunto que debía decidir sólo la Condesa Custine y los dioses.

“… Ya veo. Se lo comentaré a papá.” Respondió Neil, y luego miró a Connie con lo que parecía ser una mirada conflictiva.

Ella le devolvió la mirada.

Neil fue el primero en apartar la mirada.

Se inclinó profundamente ante ella. “Lo siento de verdad.”

Mientras lo observaba, Connie se decidió a contarle algo que nunca había compartido con nadie.

“¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?”

Llevaba una camisa con el cuello rígido y almidonado y un chaleco de color marfil. De un vistazo pudo comprobar que el joven que Damian Bronson había traído a la casa del Grail era elegante y apuesto, y eso la hizo sentir terriblemente tímida.

Apenas había podido saludarlo correctamente, pero Neil no había sonreído ni se había burlado de ella por ser tan sencilla y desaliñada. Por supuesto, ella no sabía lo que él había estado pensando, y había mantenido los ojos bajos, porque no quería saberlo.

Mientras se encogía allí, sin saber qué hacer, oyó que alguien le hablaba. “Yo también.”

Las palabras sonaron sin esfuerzo, como si salieran de su boca sin que nadie las pidiera.

Connie levantó la vista sorprendida. Neil tenía la misma expresión de incomodidad que ella. “En realidad, yo también estoy nervioso.”

Connie parpadeó y luego ambos sonrieron al mismo tiempo.

Probablemente eso había sido suficiente para que se enamorara. “En ese momento, pensé en la suerte que tenía de que una persona

tan maravillosa fuera a convertirse en mi marido. Pero probablemente no compartías ese sentimiento… Al principio, no creía los rumores sobre Pamela, y me dolía, pero ahora lo entiendo un poco. No es totalmente tu culpa que las cosas hayan resultado así. Está bien. Lo he superado.”

Las siguientes palabras surgieron de forma natural. “Adiós, Neil Bronson.”

Ella lo había amado, pero no lo suficiente como para llorar. Así que estaba bien. Sonrió.

Aunque la punta de la nariz le cosquilleó un poco.

“… Perdí por completo mi oportunidad de pedir un vestido.” Murmuró Connie mientras veía a Marta desalojar a Neil del local con fingida cortesía. Scarlett entrecerró los ojos como si no pudiera importarle.

“Excelente decisión la de no aceptar un vestido de un hombre de mal gusto como ese. Estoy segura de que te habría enviado algo horrible.” Declaró. Su tono indiferente era tan completamente parecido al de Scarlett que Connie se quedó llorando, sin saber si reír o llorar.

* * *

Kate Lorraine levantó la aldaba de latón con forma de cabeza de jabalí y golpeó la puerta. Al cabo de un momento, apareció el rostro familiar de la criada de la familia Grail, Marta. Kate le tendió el regalo que había traído.

“Hice una tarta de frambuesa.” Dijo.

La tarta de frambuesa era la especialidad de la familia Lorraine, y sólo podía hacerse en el mes de Marte. Era la favorita de su amiga y esperaba que le aliviara la tristeza por la ruptura del compromiso. Se había pasado toda la mañana encerrada en la cocina preparándola.

Marta la miró desconcertada. “¿Tarta de frambuesa? Pero la Srta.

Connie hace unos días horneó uno con usted.” “¿Lo hizo?”

Se produjo un silencio. La expresión de Marta se volvió cada vez más sospechosa. Kate abrió los ojos y dio una palmada, tratando de salvar el momento.

“¡Oh sí, claro! ¡La que hicimos el otro día! ¡Eso es lo que querías decir! Lo había olvidado. Sí, ¡Connie y yo horneamos juntas una tarta de frambuesa en mi casa!”

* * *

“… ¿Y?”

Kate miraba fijamente a Connie.

“¿Cuándo exactamente he hecho una tarta de frambuesa contigo?”

La corteza mantecosa, hojaldrada y ligeramente salada combinaba perfectamente con el relleno de frambuesas cocidas a fuego lento con azúcar hasta alcanzar la perfección de la mermelada. No era ni demasiado dulce ni demasiado pesada, y Connie siempre acababa devorándolo todo.

Sentada frente a este embrujado producto horneado, Connie detuvo su tenedor en el aire.

“No, um, quiero decir…”

Miró nerviosa a su alrededor. Kate frunció el ceño, exasperada, al ver a su descuidada amiga.

“¡Es tan propio de ti perder estos detalles! Sí le dije a Marta que habías venido a mi casa, ¡pero no sé si se lo creyó!”

“Eso—”

“¿Pero de qué va todo esto? Ya que me usaste como coartada, supongo que te vas a explicar.”

“Uh…”

No podía decirle exactamente la verdad, que era que necesitaba un traje de criada para engañar a los inocentes del orfanato. Connie hizo una mueca, buscando desesperadamente una excusa.

“Um, ¿es que quería estar sola…?

Desgraciadamente, la explicación que salió de su boca fue increíblemente mala. Estaba condenada.

“Ahora la verdad.” Dijo Kate, entrecerrando los ojos. Su voz carecía de emoción.

“Um, Kate…” Dijo por reflejo, pero no le siguieron más palabras. Mientras Connie entraba en pánico sobre qué hacer a continuación, Kate rompió el silencio con un fuerte suspiro.

“Oh, está bien.”

Connie levantó la vista, sorprendida por el tono tranquilo de su amiga. Kate la miraba con el ceño fruncido. Sus ojos no estaban llenos de ira o acusación, sino de pura preocupación.

“No te preguntaré más sobre el tema hasta que estés lista para hablar. Así que será mejor que me digas si necesitas ayuda.”

“Kate…”

Su corazón estaba lleno tanto de remordimientos como de afecto. Kate sonrió con picardía.

“¡Pero la próxima vez, no voy a cubrirte!”

La tarde llegó antes de que ella se diera cuenta.

Connie se examinó en el espejo: Su cabello avellana esta deslucido, los ojos verdes y la cara totalmente ordinaria. Sin embargo, con un vestido azul pálido, el cabello recogido y una pizca de maquillaje, parecía bastante más llamativa que de costumbre.

“Nos las arreglamos para ponerte presentable, creo.”

Scarlett sonrió con satisfacción. Había puesto la casa patas arriba buscando ropa y joyas, y lo que encontró parecía hecho a la medida de Connie. Normalmente Connie hacía que las criadas la maquillaran, pero esta noche siguió las instrucciones de Scarlett al pie de la letra. Se había aplicado polvos esmeralda en los párpados y un colorete más intenso de lo habitual en las mejillas. Completó su lápiz de labios de color claro con miel. Por fin estaba preparada.

Esta noche era la noche del baile de Emilia Godwin.

“¡Oh, querida, esta noche estás aún más guapa que de costumbre!”

El imponente rostro de oso de Percival Ethel Grail se disolvió en una sonrisa indulgente. Alabó a su amada hija durante unos minutos más antes de que una mirada distante apareciera de repente en sus ojos, y murmurara con una voz cargada de emoción.

“Pensar que mi tímida hija se enfrentó a Neil Bronson, y ahora aquí te vas a un baile por iniciativa propia… Verte crecer como una joven tan amable y fuerte es simplemente… ¡simplemente…!”

Abrumado por el sentimiento, se secó los ojos y miró al techo. Su mujer, que parecía haber aparecido a su lado de la nada, le frotó la ancha espalda y le susurró algo tranquilizador.

La madre de Connie, Aria Grail, era una mujer hermosa, de ojos verdes y cabello dorado ondulado. Al ver a su hija con un aspecto tan diferente al habitual, se llevó la mano a la mejilla e inclinó la cabeza.

“Vaya, vaya. Ahora solo asegúrate de no divertirte demasiado esta noche.”

Connie se puso rígida, preguntándose a qué se refería exactamente su madre. Pero Aria se limitó a sonreír suavemente.

“¡Connie!”

“¡Uff!”

En un instante, el hermano pequeño de Connie, Percival Layli, le rodeó el estómago con sus brazos. Tenía casi diez años y, con los ojos aguamarina y los rizos dorados de su madre, era tan bonito como un ángel.

Miró a su hermana con ojos brillantes. “¡Ooh, hoy estás muy guapa!”

¿Qué se supone que significa eso, hoy? No sabía cómo tomarlo. Por supuesto, ya que Connie era una dama, nunca hurgaría en un matorral donde sabía que se escondían las serpientes.

“He oído lo de Neil Bronson. ¡Me alegro de que te hayas librado de ese terrible hombre! ¡Lo noquearé por ti la próxima vez que lo vea!

¡Bam! ¡Así de fácil!” “Uh…”

“Y no te preocupes por el dinero. Estoy seguro de que si haces lo correcto, las tres Parcas nos mostrarán el camino a seguir.”

Connie asintió a su hermano, pero se sintió repentinamente incómoda, a pesar de que la antigua Connie le habría dado la razón sin rechistar.

“¿Connie?”

Layli era un buen chico. Un chico sincero.

Su expresión debió de volverse repentinamente dura, porque Layli la miraba con incertidumbre. Volviendo al presente, Connie le alborotó los suaves rizos y sonrió. “No es nada.” Dijo.

Un momento después, Marta entró para decirle que el carruaje estaba esperando.

“¿Estás lista, Constance?” Preguntó Scarlett melódicamente. Su carruaje estaba fuera de las puertas abiertas.

El cielo estaba oscuro y pesado, como si hubiera sido borrado con una gruesa capa de pintura al óleo negra. El dobladillo de Connie ondeaba con la brisa nocturna.

Scarlett se volvió hacia ella con evidente placer. “¡Y ahora, el comienzo de una noche encantadora!”

Sus ojos amatistas brillaban tanto como si en su interior hubiera un cofre del tesoro.

* * *

Emilia Godwin estaba de excelente humor.

El salón se llenó de un agradable bullicio y sus invitados se deshicieron en elogios hacia ella. El motivo, por supuesto, era Constance Grail. La chica del momento había aparecido por primera vez desde el incidente en el Gran Merillian, aquí, en el propio baile de Emilia Godwin. Constance había elegido a Emilia para este honor, a pesar de que Emilia no era ni condesa ni vizcondesa, sino sólo baronesa. Esto hizo que su orgullo fuera inmenso.

Eso no era todo. No estaba segura de dónde se habían enterado, pero cierta persona también había pedido asistir al baile. Debían de pasar diez años desde que habían hablado. Su corazón se agitó. Emilia siempre había admirado en secreto a esa persona que era siempre justa y nunca despreciaba a nadie por su bajo rango.

Tenía que agradecer a Constance Grail por todo esto. Así que cuando la chica se acercó a saludar a Emilia, no pudo evitar parpadear. Qué decepción. Es cierto que tenía un aspecto un poco más elegante de lo que Emilia recordaba, pero seguía siendo el tipo de chica corriente que se podía encontrar en cualquier sitio.

Su sentido de la moda no era malo. También se comportaba muy bien. Por supuesto, no se parecía en nada a Scarlett… De repente, se dio cuenta de que estaba comparando a esta insignificante chica con Scarlett Castiel y se congeló. ¿Por qué se le había ocurrido esa idea? Mientras intentaba reprimir su malestar, Constance Grail le hizo una reverencia. Emilia se quedó boquiabierta.

El gesto fue como el de Scarlett.

La forma de sus dedos cuando levantaba el dobladillo… su espalda perfectamente recta… el momento en que movía el pie hacia atrás… su expresión cuando bajaba los ojos y levantaba la cara… todo ello era una imagen especular de Scarlett. Esa mujer había sido malvada por dentro, pero en la superficie, era más elegante que cualquier otra persona en la tierra.

“Buenas noches, Emilia Caroling.”

Su voz siempre había sido tan ligera como un carillón, y sus primeras palabras eran tan predecibles como un guion.

“Qué vestido tan bonito llevas esta noche. Resalta perfectamente tus mechones de sol.”

Emilia lo había interpretado como que sólo su vestido era bonito, y siempre había tenido un complejo con su cabello, que era más parecido a la pintura amarilla que al oro. Por esa razón, había odiado el saludo estándar de Scarlett. Lo había odiado y lo encontraba tan espantoso que se alejaba de Scarlett cada vez que lo oía.