Eris No Seihai (NL)

Volumen 1

Capitulo 2: La Mujer Más Malvada Y Una Chica Corriente

Parte 2

“Eso es correcto. ¡Soy una persona importante! ¿A quién le importa si molesto a la hija de un vizconde insignificante?”

“¡Pero acabaste siendo ejecutada!” Ah, había metido la pata.

Connie tenía la mala costumbre de dejar que se le escapara la lengua justo cuando no debía. La sangre se drenó de su cara. Estaba tan aterrorizada que ni siquiera podía mirar a Scarlett. Sus ojos se desviaron a todas partes menos a ella, y se armó de su último coraje.

“T-También, sobre ayudarte a vengarte—” Iba a decir que no era una buena idea.

Pero antes de que pudiera sacar las palabras de su boca, fueron rechazadas.

“¿Y la deuda?”

El tono de Scarlett era tan tranquilo como un mar plácido.

“Tu familia está endeudada, ¿no? ¿Qué piensas hacer al respecto, ahora que has roto el compromiso?”

Ella no lo había roto. Connie no lo había hecho. Su Alteza Real Scarlett lo había roto.

Pero la verdad era que el resultado era el mismo. El incidente del baile había hecho perder a su familia el apoyo de la Compañía Bronson. Ella había desechado la reputación de su familia y su prometido, dejando sólo la vergüenza y la deuda.

Los hombros de Connie cayeron abatidos. Cuanto más pensaba en ello, más sentía que se asfixiaba.

“No es que no pueda ayudarte.”

Connie levantó la vista. Debía de tener una mirada muy desesperada. Scarlett sonrió divertida.

“Vas a ayudarme a vengarme, ¿verdad?” “Uh…”

“Y seguramente esto nunca ocurriría, pero que un Grail sincero no devuelva una amabilidad… bueno, no podría imaginar nada más insincero.”

“¿Qué quieres que haga?” Connie respondió por reflejo. La mujer más perversa del mundo sonrió con satisfacción.

Cuando Connie bajó las escaleras hasta el salón, la criada de la familia, Marta, vino corriendo hacia ella, con cara de preocupación. Al parecer, en cuanto Connie llegó a casa después del baile en el Gran Merillian, se había desplomado en la cama y había permanecido así hasta ahora. Según Marta, es decir, Connie no recordaba nada.

Los miembros de la familia Grail se habían enterado de lo sucedido la mañana siguiente al baile, pero para entonces, gracias a los denodados esfuerzos del Vizconde Hamsworth, la iglesia ya había aprobado la disolución del compromiso de Connie con Neil Bronson. Aterrador.

Marta dijo que, como jefe de familia, el padre de Connie estaba de camino a la iglesia para completar los documentos necesarios. Connie dejó escapar un gemido bajo e involuntario.

Su padre, Percival Ethel Grail, era la verdadera personificación de la sinceridad. Probablemente nunca imaginó en sus sueños más salvajes que el prometido de su hija pudiera serle infiel. No le sorprendería que se le reventaran uno o dos vasos sanguíneos de la impresión.

Preocupada, le preguntó a Marta cómo estaba. Marta suspiró profundamente.

“El amo estaba terriblemente enfadado. En un momento dado, incluso amenazó con retar al joven caballero a un duelo. Sólo gracias a las palabras de la ama retomó la cordura.”

Al parecer, había decidido finalmente que, puesto que Connie había resuelto el asunto con Neil por sí misma, sería poco sincero que él siguiera interfiriendo. Gracias, principio de sinceridad. Gracias, madre. La madre de Connie era siempre la que mantenía unida a la familia.

“Pero antes de preocuparnos por eso, Srta. Constance, ¿le preparo unas gachas de leche? No ha probado un bocado desde ayer.”

“¡Oh, eso sería maravilloso! Me muero de hambre… Además, ¿ha llegado algo para mí?”

La última parte era una orden de Scarlett. Había dicho que a estas alturas ya deberían haber llegado todas las cartas, así que era mejor que fuera a buscarlas. Dado que la orden venía de la única reina, Connie asintió de inmediato, pero en secreto estaba confundida. Como era tímida, sólo tenía un puñado de amigos, y no podía imaginarse que se desviaran de su camino para escribirle una carta sobre lo que había sucedido.

Miró a Marta. Como era de esperar, estaba tan sorprendida como si hubiera visto la nieve en julio. Connie asintió con conocimiento de causa.

“Siento hacer una pregunta tan extraña. Por favor, olvida que he dicho algo.”

“No, no es eso…” Dijo Marta, aparentemente luchando por sacar las palabras antes de ir a buscar su correo.

Connie llevó la carga de cartas a su habitación.

“¿Qué es esto?” Gritó.

“¿Lo ves? Tenía razón.” Scarlett sonrió.

Según Marta, desde el día anterior no paraban de llegar a la casa sirvientes con correspondencia personal. Connie no estaba presumiendo, pero nunca había recibido tantas invitaciones en su vida.

“Les has dado algo de qué hablar. Y pensar que la hija de un noble casto haga algo de esa naturaleza en público.” Añadió Scarlett.

Pero Connie no lo había hecho. Lo diría un millón de veces: ella, Connie, no lo había hecho. La reina frente a ella lo había hecho.

Scarlett quería ver las invitaciones, así que Connie se sentó en el sillón y las extendió sobre la mesita de cristal. Supuso que había por lo menos veinte. Scarlett inspeccionó cada una cuidadosamente, y de repente lanzó un grito de alegría.

“¡Aquí está! Sabía que estaría ahí. Mira esos volantes y las hojas de oro. Emilia Caroling sigue siendo tan hortera como hace diez años.” Dijo señalando una tarjeta especialmente llamativa. Connie la tomó. El nombre del remitente estaba escrito en el reverso.

“… ¿La Baronesa Godwin?”

“¿Godwin? ¡No me digas que Emilia se casó con Douglas Godwin!

¿Esa enorme bola de mantequilla? ¡Y pensar que ella lo llamaba cerdo de dos patas!”

Scarlett resopló.

“De todos modos, Constance, vas a ir al baile de Emilia. A esa mujer le encanta hablar, y le encanta ver a otras personas en problemas. Si haces las preguntas correctas sobre lo que pasó hace diez años, no tengo duda de que empezará a trinar como un canario en celo.”

Las palabras mordaces de Scarlett rompieron el silencio momentáneo en el dormitorio de Connie.

“¿Eres un completo idiota?”

Connie se acobardó. La fría mirada de Scarlett se dirigió a la respuesta a la invitación de Lady Godwin que Connie acababa de escribir.

“Parece que esta será nuestra última oportunidad de ver las camelias… ¿qué demonios es esto?”

“Um… ¿Es un saludo de temporada?”

¿Qué otra cosa podría ser? Pero el rostro de Scarlett se quedó en blanco. Cuando lo hacía, sus rasgos perfectos atraían aún más la atención, como si fuera una especie de muñeca finamente elaborada.

Mientras Connie contemplaba distraídamente este hecho, volvió a caer un rayo.

“¿Qué clase de tonto escribe sobre flores marchitas como una cortesía social?”

“¡Um…!”

“¡Las camelias acaban cayendo con sus pétalos intactos! En la literatura clásica, se utilizaban como metáfora de la decapitación. Ya es bastante malo hablar de su florecimiento, pero ahora sacas a relucir su malogrado final. También podrías salir y desafiar al anfitrión de la fiesta a una pelea a puñetazos.”

Connie se quedó sin palabras.

“¡Y tu letra es despreciable! Reescribe eso inmediatamente.” “Mientras pueda leer las palabras…”

“¿Qué has dicho?” “¡Nada, nada de nada!”

Connie se apresuró a sacar una hoja nueva de papel para escribir de su escritorio y a mojar su pluma en tinta. Sin embargo, nada más empezar a escribir, una avalancha de críticas se abalanzó sobre ella: “¡Cuidado! Se te acaba de caer una mancha de tinta justo ahí.” “¡¿Cómo es posible que elijas tan mal tus palabras?!” “¡Esa palabra tiene un aspecto horrible! Vuelve a empezar.” Mientras se esforzaba, conteniendo las lágrimas, oyó que alguien golpeaba la aldaba de su puerta.

Era Marta, pidiendo instrucciones.

“La Srta. Kate, hija del Barón Lorraine, está aquí. ¿La hago subir?” “¿Kate? Ahora mismo bajo.”

Kate Lorraine era una de las pocas amigas de Connie. Connie se levantó alegremente, y entonces se dio cuenta de que las lamentables ruinas hechas bola de sus intentos de escribir cartas cubrían el suelo. Cuando se dio la vuelta, el diablo de cara bonita le sonreía pícaramente.

Dudó un segundo antes de volverse hacia Marta.

“En realidad, ahora mismo estoy demasiado ocupada para bajar.

¡¿Puedes hacerla subir?!”

En el momento en que Kate abrió la puerta, abrazó a Connie gritando su nombre.

“Oí que apenas habías salido de tu cama. He estado tan preocupada por ti.”

El cabello castaño de Kate le hacía cosquillas en la cara. Era tan suave y olía tan bien. Connie no pudo evitar sonreír a su amiga, cuyos ojos estaban tan abiertos de afecto que parecían a punto de salirse de su cara.

“Ya estoy bien. Acabo de comerme una olla entera de gachas de leche y he lamido la cuchara hasta dejarla limpia.”

“Glotona. No sé cómo comes tanto y no engordas. Estoy celosa…” Dijo, haciendo un mohín. Era cierto que Kate podía ser un poco más redonda que la media, pero Connie, con su figura de tabla de lavar, estaba celosa del pecho de Kate. Hoy, por ejemplo, aunque llevaba un vestido soso de cuello alto, su pecho parecía estar a punto de reventar.

“Pero, ¿realmente estás bien?” Preguntó Kate, lanzando a Connie una mirada de preocupación desde el sillón. Connie se quedó confundida por un segundo, pero luego se dio cuenta de lo que estaba hablando.

“¡¿No me digas que la gente ya está cotilleando?!”

No hace falta decir que estaba hablando del incidente en el Gran Merillian.

“¡Sí! Se diría que ha pasado un huracán en diciembre.” Murmuró Kate.

El rostro de Connie se tensó. Incluso Kate, que estaba tan desconectada socialmente como Connie —incluso menos, para ser sinceros—, lo sabía. Lo que significaba que probablemente podía suponer que, a estas alturas, toda la sociedad conocía el escándalo de la familia Grail.

“Probablemente no te hayas enterado, ya que has estado en la cama, pero ayer Pamela volvió a sus dominios. Dijeron que era para que pudiera descansar, pero estoy segura de que la verdad es que se escabulló con el rabo entre las piernas porque el futuro parecía muy oscuro. Siempre supe que esa pequeña rompe-hogares era una cobarde.”

Era extraño lo tranquila que se sentía Connie incluso mientras escuchaba a Kate hablar del tema que más quería evitar: Pamela Francis. Probablemente debía agradecérselo a Scarlett Castiel. Pero había alguien más en su mente…

“¿Qué pasa con Neil?”

Kate frunció el ceño. “Tampoco parece que le vaya muy bien. Me he enterado de que varios grandes negocios que la Compañía Bronson había concertado con la condición de que Neil se casara con su familia se han venido abajo. Neil no ha sido acusado de adulterio, pero la iglesia lo confina por corromper la moral pública. Sir Damian ha estado recorriendo a todos sus clientes con la cabeza inclinada.”

A Connie le dolió un poco el corazón cuando escuchó eso. Sólo un poco. Sacudió la cabeza para despejar la compasión y volvió al tema principal.

“Um, ¿entonces qué pasa conmigo…?”

¿Cómo veía la gente a la fuente del huracán? En respuesta a la aterrorizada pregunta de Connie, Kate asintió con la máxima gravedad.

“La pobre Constance Grail ha demostrado que hasta un cordero se abalanza sobre un perro de caza si está lo suficientemente enfadado.

Ese fue el tema del artículo editorial en la edición noble del Mayflower de esta mañana. Enhorabuena, Constance Grail. Eres la ‘la estrella del momento’.”

Qué manera tan horrible de debutar en los periódicos. Connie se llevó la mano a la frente y se quedó mirando el techo. Pero mientras se tambaleaba por la noticia, Kate se fijó en el lamentable estado de su escritorio.

“Bueno, eso es inusual.” “¿Qué?”

“Lo siento, no pude evitar mirar. Esto es una invitación al baile de Lady Godwin, ¿no? ¿Y vas a ir? Siempre solías decir que no a esas cosas. ¿Qué ha cambiado?”

“Nada, es sólo que…”

¿Qué podía decir? Connie miró a Scarlett, que hasta ahora las había observado tan silenciosamente como una estatua. Tal como había dicho, Kate parecía no verla. ¿Qué hacer? Dudaba que Kate la creyera si le decía la verdad. Pero, ¿qué podía decirle en su lugar?

Escucha, Kate, de repente he adquirido la capacidad de ver el fantasma de la infame Scarlett Castiel. O supongo que debería decir que me poseyó —todavía lo hace— y, en realidad, dice que alguien le tendió una trampa, y las dos planeamos averiguar quién es el criminal.

Y por cierto, por eso voy al baile de Lady Godwin, pero estoy bien; no te preocupes por mí…

No, eso no sería muy bueno. Connie rechazó la idea inmediatamente. No quería distanciarse de uno de sus pocos y preciados amigos.

Mientras Connie se secaba el sudor frío de la cara y buscaba desesperadamente una excusa, Kate jadeó de repente y se tapó la boca con ambas manos. Luego, sus ojos empezaron a moverse con nerviosismo.

“¡E-Entiendo que te sientas así! ¡S-Sí, creo que es una gran idea!

¡Ve a divertirte! ¡Seguro que habrá mucha gente guapa en el baile de Lady Godwin! Y, nunca se sabe, ¡puede que conozcas allí a un apuesto y amable príncipe soltero en un caballo blanco…!”

“¿Qué? Oh, no, no es por eso que voy…”

“¡Está bien, Connie! ¡Mi prima Stacy sólo decía que hoy en día a las mujeres se les permite ser un poco más atrevidas! ¡Y la novela que terminé el otro día decía que la única manera de curar un corazón roto es encontrar un nuevo amor!”

Sí, definitivamente Kate parecía estar malinterpretando sus motivos. Pero como no se le ocurría una buena excusa, se limitó a asentir con la cabeza y a decir con inseguridad: “Bien… Lo intentaré…”

No pasó mucho tiempo antes de que Kate exclamara que tenía que irse. Scarlett la observó alejarse a toda prisa con el ceño fruncido, desconcertada.

“¿Qué crees que estaba haciendo? ¿Recoger información? Ugh.

Será mejor que tengas cuidado con ella, Constance Grail.”

“¡Oh, no, estoy segura de que sólo vino a verme porque estaba preocupada!”

Los Lorraine eran gente nueva que había ascendido recientemente de pequeños oficiales a su actual posición de barones. La madre de Kate no era de origen noble y tenía muchos hijos, así que la familia no era en absoluto rica. La personalidad de Kate probablemente también tenía que ver con el hecho de que el único baile al que había asistido era el de su debut. Aparte de eso, se quedaba en casa ayudando a su madre con las tareas o los trabajos a destajo. Por supuesto, los Lorraine tenían algunas criadas y mayordomos, pero no podían permitirse muchos. Connie sabía que debía de ser difícil para Kate escabullirse para ver cómo estaba hoy.

Connie estaba orgullosa de llamar a la amable y atenta Kate Lorraine su más antigua amiga. Pero incluso después de explicárselo a Scarlett, ésta se mostró suspicaz.

“Um, déjame pensar… Kate es para mí como la Srta. Lily era para ti—”

“¿Lily?” Scarlett ladeó la cabeza con adorable confusión, lo que hizo que Connie ladease la suya.

“… ¿No habías estado muy unida a la hija del marqués, Lily Orlamunde, desde que ambas eran jóvenes? No quiero parecer presuntuosa, pero si pudieras pensar en Kate como Lily…”

Según los rumores, Lily Orlamunde era la única amiga que Scarlett había aceptado de verdad.

Eso no significaba que fuera una criminal como Scarlett, por supuesto. Había defendido a Cecilia cuando Scarlett le lanzaba críticas absurdas y había tratado de disuadirla de que actuara con tanta crueldad, y había tratado de reformar las perversas costumbres de Scarlett hasta el final. Tenía fama de ser tan justa, que la gente la llamaba El Lirio Blanco de la Caridad.

Scarlett asintió. “Oh sí, Lily. Me había olvidado de ella. Ya debe estar casada, ¿no?”

“S-Sí, se casó hace tres años.”

“¿Sólo hace tres años? Eso llevó un tiempo.”

En esta tierra, se esperaba que las jóvenes se casaran entre los dieciséis y los dieciocho años. Lily había pasado los veinticinco cuando anunció su compromiso. Sin embargo, había una razón para ello.

“Parece que la Srta. Lily se afligió profundamente por tu muerte. Se culpó por no haber impedido que cometieras tus crímenes y se comprometió a pagar ella misma por tus pecados. Todos trataron de detenerla, pero ella pasó años dedicándose a obras de caridad.”

La familia Orlamunde siempre había tenido estrechos vínculos con la iglesia, y al parecer Lily había aprovechado esas conexiones para ayudar a los huérfanos y dar clases particulares a los niños pequeños. Era extremadamente inusual que una joven noble se dedicara a tales actividades de forma independiente, en lugar de hacerlo como representante de su marido, y se decía que el trabajo abnegado de Lily Orlamunde había aliviado la amarga oposición a la que se enfrentaban las mujeres de la nobleza si se involucraban en cuestiones sociales.

Connie apenas podía soportar contar esta hermosa historia moral sin romper a llorar, pero Scarlett, cuya conexión con Lily era mucho más personal que la suya, no parecía interesada.

“¿Ah, sí?” Dijo ella, sonando aburrida. “¿Y con quién se casó Lily?”

“El Conde Randolph Ulster de la Casa Richelieu. Pero—”

“¡¿Randolph?!  ¡¿Esa   mojigata  estirada?!  ¡¿Se   casó   con                              mi némesis?!”

Por una vez, Scarlett levantó la voz. Connie se estremeció de sorpresa.

“¡¿Y dices que se llama Randolph Ulster?! ¿Esa mula testaruda sigue siendo un conde? Hace diez años, todo el mundo decía que se convertiría en duque en cuanto alcanzara la mayoría de edad. ¿Hizo algo malo?”

“Oh, no, nada de eso. Según los rumores, Lord Randolph le pidió al actual duque si podía esperar un tiempo para asumir el cargo…”

Algunas de las familias de la alta nobleza poseían varios títulos. La familia de Randolph era una de ellas: eran duques, pero también ostentaban el título de Conde de Ulster. Este título se denominaba subsidiario y, por lo general, se otorgaba al sucesor del título superior antes de recibirlo, por conveniencia.