Majo no Tabitabi (NL)

Volumen 6

Capítulo 5: La Esclava Maldita

Parte 1

 

 

Cierto bosque separaba a dos ciudades vecinas. Los habitantes lo llamaron: El Bosque de los Perdidos, y lo odiaban. A menos que alguien tuviera una buena razón, los habitantes se negaban a entrar al bosque, e incluso para sus rutas comerciales usaban caminos que rodeaban al bosque y así lo evitaban. Claro que, el camino más rápido para ir de una ciudad a otra era atravesando El Bosque de los Perdidos, y por desgracia, circunstancias excepcionales le daban a alguien razón suficiente para entrar al temido bosque.

El Bosque de los Perdidos.

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Un traicionero bosque al que no entrarías sin una razón.

En medio del bosque estaba una bruja.

Llevaba una túnica negra y un sombrero triangular. Ella era bruja y una viajera.

Ella inspeccionaba el bosque con sus ojos color lapislázuli mientras la briza hacía ondear su cabello cenizo. No mucha luz iluminaba al bosque debido a lo tupido de las hojas, y el musgo crecía en los troncos de los árboles por los que ella pasaba. Fruncía el ceño con cada paso que daba, debido a que sus pies se hundían en el aguado suelo.

Por cierto…


Antes de que ella entrara al bosque, un guardia de una ciudad cercana le había advertido a la bruja.

“¿Eh? ¿Un atajo?” había dicho él. “¡Que ni se te ocurra! ¡Te vas a perder!”.

Pero a la bruja le importó menos su advertencia, mostrando una confianza que desconcertaba a cualquiera. “Estaré bien” insistió ella “Créeme cuando te digo que ya he pasado por lo mismo muchas veces”.

Esta bruja, que terminó perdida, exactamente como el guardia dijo… ¿Quién podrá ser?

En efecto, soy yo.

Y estoy perdida.

“¡Ya no puedo más!”.

Casi una hora había pasado desde que comencé a caminar por el bosque, y estuve convencida de que he estado caminando en círculos todo este tiempo.

Caminé y caminé, pero nunca llegué al borde del bosque.

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¿Cuánto más tengo que seguir? ¿Siquiera estoy progresando? ¿Será que he estado dando vueltas y vueltas en el mismo lugar?

Continué caminando por esta monótona escena, claramente progresando nada. Dentro de poco, el cansancio, el aburrimiento y la soledad me estaba atrapando. Ya estaba hastiada de este ridículo bosque.

Y entonces, por último, el paisaje me mostró algo diferente.

“……”

Más adelante, había una chica, dándome la espalda. Su cabello era de color azul oscuro, llegando a negro y caía suavemente sobre sus hombres. Llevaba puesto un vestido negro, más oscuro que su cabello. Su larga falda no tenía nada de lodo encima. Estaba impecable.

Ella sostenía una cesta con una mano, mientras que con la otra la llenaba de cosas que recolectaba. Se veía como si estuviera recolectando plantas silvestre comestibles de un bosque ordinario. La chica murmuraba felizmente mientras estaba en lo suyo, y su comportamiento despreocupado no coincidía con este espeluznante bosque.

¿Será que vive en este bosque?

“Umm…”

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Sin pensarlo mucho, la llamé.

Y en el momento en que lo hice—

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“¡Hyaaah!” Me vio con una expresión muy, muy sorprendida, y ahora presa del pánico, perdió el equilibrio. “¡Ah, aahh, aaaah…!” La chica soltó la cesta, volteándosele y cayéndole sobre su cabeza la gran pila hongos.

Ya veo, parece que estaba recolectando hongos. Fuchis, hongos…

“¡¿Qui-Quién anda ahí?!”.

“Um, soy una viajera… Me llamo Elaina”. Le extendí la mano a la chica. “¿Estás bien?”.

Vio mi mano, mi cara, y finalmente se dio cuenta de la situación en la que se encontraba, y después de entrar en pánico nuevamente y desesperadamente metiendo los hongos en su cesta, tomó mi mano.

“Muchas gracias…”

Tomó mi mano con fuerza y se puso de pie. Ahora que estábamos un poco más cerca, fue que me di cuenta que ella era un tanto más alta que yo.

“Ah. Me llamo Eustia. ¿A qué has venido, Elaina?”.

“……” Aparté la mirada. “Bueno, estoy tomando un atajo

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para ir de una ciudad a otra”.

“Ah. ¿Entonces te perdiste?” Dijo Eustia con un choque de palmas.

“…No, no. Lo malentiendes, sé que no estoy perdida. Es sólo que… entré al bosque para tomar un atajo e ir de una ciudad a otra”.

“¿Oh? Pero estamos en lo profundo del bosque, ¿sabes? En el tiempo que te ha tomado venir hasta aquí, pudiste haber rodeado el bosque y llegado más rápido”.

“……”

“¿Estás perdida?”.

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“…¡Sí, bueno, ya! Estoy perdida. ¿Y qué?” Con la evidencia puesta en mi contra, comencé a ponerme de mal humor.

Pero mi expresión de disgusto no molestó a Eustia y chocó sus palmas otra vez. “En ese caso, ¿quieres que te enseñe el camino? Este bosque confunde bastante, por lo que es difícil encontrar la salida si estás sin compañía”. Su comportamiento despreocupado no coincidía con este oscuro bosque.

“Estaría… encantada… sí”.

Asentí mientras admitía con desgano mi error, y en ese momento—

Majo no Tabitabi Volumen 6 Capitulo 5 Parte 1 Novela Ligera

 

¡Gurgurgur!”.

—un raro sonido hizo eco entre los árboles. Di un vistazo, pensando que era el llanto de una bestia que yo no conocía, pero rápidamente me di cuenta que ese ruido venía de mi estómago. Parecía que tenía un animal salvaje en mi estómago.

¡Qué grosero!

Eustia se rio ante mi asombro.

“Antes que te muestre el camino, ¿qué tal si buscamos algo de comer?”.

Eustia me contó todo tipo de cosas mientras íbamos de camino a su casa. Al parecer, ella vivía en lo profundo del bosque, donde otras personas rara vez se aventuran.

Lo primero que pensé fue que vivir en un lugar como este no había sido su decisión, pero Eustia dijo una sola cosa: “Tu hogar está donde tú estés”.

¿Quién querrá vivir en una casa llena de hongos?

Su casa no estaba lejos de donde estuvo recolectando y llegamos en pocos minutos. La casa estaba en el centro de un pequeño claro; y podrías pensar que los árboles torcidos alrededor de la casa, la evitaban.

La casa era completamente de madera; el techo, las paredes, las puertas y todo lo demás… De alguna forma, parecía pertenecerle al bosque. De no ser por la luz de sol que entraba en el claro, se habría camuflado a la perfección. Vi ropa colgada en un tendedero.

El lugar daba la sensación de estar habitado.

A un lado de la casa se encontraba la tumba de alguien. No pude ver bien el nombre. Pero por lo fresca que se veía la tierra volcada, diría que alguien fue enterrado recientemente.

En el patio, un hombre estaba partiendo leña. Por la forma en cómo balanceaba el hacha con mucha energía una y otra vez, era gracioso.

Un momento después, el hombre se dio cuenta de nuestra presencia y se giró hacia nosotras.

“Ah. Ya regresaste, Eustia… ¿Y quién es nuestra invitada?”.

Él era un hombre joven. Se veía como de unos veinticinco años. Inclinó la cabeza, aun viéndome.

Eustia se le acercó al hombre en un santiamén y le dijo: “¡Acabo de regresar, Amo!” Ella lo abrazó. “Ella es Elaina. Es una bruja extraviada”.

Es una presentación vergonzosa.

Pero esa fue toda la explicación que Eustia dio.

“Ah…” El hombre asintió. “Bueno, es fácil que uno se pierda en este bosque. Supongo que, si la trajiste hasta acá, es porque planeas darle comida, ¿no? Bueno, será mejor que ya vayan adentro”.

Él instó a Eustia a que entráramos a la casa.

Entonces, me dijo: “Tomará algo de tiempo hasta que la comida esté lista. Si no te importa, ¿quieres pasar a la sala y me cuentas de ti? Como ya te habrás dado cuenta, es muy raro ver a personas viniendo de afuera”.

Asentí.

“Gracias… Oh, olvidé decírtelo, me llamo Giulio. Mucho gusto, Señorita Bruja Extraviada”.

“Es Elaina”.

Me niego a aceptar ese nombre vergonzoso.

“Eeeh. Fue así como te perdiste. Para ser una viajera eres un poco descuidada”.

“Qué grosero. Te hago saber que esta es la primera vez”.

En la sala se podía respirar un aire cálido. El calor provenía de la chimenea. Eustia estaba ocupada cocinando en la cocina, mientras que Giulio me hacía compañía.

Me sentí como si estuviera molestando la vida de una pareja feliz.

Aunque ya sabía que estos dos no tenían ese tipo de relación.

Y eso es porque Eustia se refirió a Giulio como: ‘Amo’.

“¿Por qué están viviendo en medio de este bosque?” Ladeé la cabeza con esa incógnita.

Giulio asintió calmadamente. “Ah, bueno, se nos hace más fácil vivir aquí”. Respondió vagamente.

“¿A qué te refieres?”.

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“Este lugar es llamado El Bosque de los Perdidos, y hace que las personas se pierdan, ¿verdad? Los lugareños no entran sin una buena razón, y los forasteros que hacen el intento, por lo general, dan la vuelta. Porque siempre se pierden”.

“…Cierto”. Desvié la mirada, recordando al guardia que me advirtió muy seriamente que no lo tomara como atajo”.

“Nosotros abandonamos ese mundo. Es mejor no relacionarnos con forasteros tan a menudo”.

“Estoy muy segura de que soy una forastera”.

“Eres la excepción, porque Eustia te trajo aquí”. Dijo él. “Además, de vez en cuando nos gusta hablar con alguien de afuera”.

¿No te estás contradiciendo?

No tuve el deseo de preguntarle.

Porque había algo más que me inquietaba.

“¿La razón por la que evitan a los forasteros tiene que ver con la tumba en su patio?”.

Bajo la mesa, saqué mi varita con mucho cuidado.

Giulio pareció haber notado mi ligera cautela por mi tono de voz. Con una sonrisa, dijo: “Supongo que te preguntas si nosotros matamos al anterior inquilino”.

“……”

“No. No es lo que crees. Vamos, puedes estar tranquila. Lo que viste, sí es una tumba, pero verás”—bajó el tono de voz, como confesando—“es la tumba de una mala persona”.

***

 

 

Y entonces, me contó la historia de la vida de Eustia.

Hace mucho tiempo, cuando Eustia estaba más pequeña, fue vendida como esclava. No se supo la razón, y está claro que ella no lo deseaba.

Eustia tenía viejos recuerdos, y sólo podía recordar a su madre que la abrazaba con cariño, pero no recordaba el lugar en el que se encontraba. Entonces, algo pasó. Eustia fue separada de su madre y convertida en esclava.

La primera vez que la compraron, tenía unos diez años. Un comerciante que recién se hizo rico, le gustó su aspecto y la compró. Pero sólo medio año después, ella regresó con el comerciante de esclavos. El comerciante adinerado había muerto bajo circunstancias sospechosas.





La siguiente persona que la compró, fue un aristócrata. La compró para tenerla de sirvienta. Al parecer, ella pasó muchos años con él, pero cuando el hijo del aristócrata quedó fascinado con ella, también murió bajo circunstancias sospechosas, y la chica nuevamente regresó con el comerciante de esclavos.

Luego de eso, pasó de casa en casa de gente adinerada. Pero por alguna razón, a donde sea que iba, las muertes antinaturales continuaban. Daba igual quien la compraba, al final regresaba con el comerciante de esclavos.

Era como si estuviera maldita.

Hace mucho tiempo, se ganó la reputación de: ángel de la muerte.

Nadie la quería comprar.

Cuando ella estaba por cumplir quince años, cierto hombre joven que se enamoró de ella a primera vista, la compró en el acto.

Ese hombre joven era Giulio.

Desde el momento en que él la vio, quedó encantado, desde el fondo de su corazón. Se preguntó como rayos nadie la había comprado, si era tan encantadora. Desconcertado, se la llevó a casa. Aunque ciertamente a él le gustaba ella, Giulio tenía una razón más práctica para comprarla. Como mercenario a sueldo, él se pasó su vida vagando por tierras lejanas. No sabía hacer la limpieza ni cocinar. Así que pensó en comprarla para que atendiera las tareas domésticas. Y como se movía de ciudad en ciudad, Giulio no se relacionaba con nadie, así que probablemente estaba solo.

Eustia era una buena trabajadora. Ella obedecía cada orden y era dedicada a su amo Giulio, justo como lo haría una buena sirvienta. No pasó mucho tiempo antes de que Giulio quedara completamente encantado no solo por la belleza de Eustia, sino también de su gran carácter serio.

Pasó sus días formulando planes para ganarse su corazón.

Ella se lo había robado.

“Eustia. Ven”. Un día, Giulio la llamó mientras ella hacía los quehaceres, y le dijo: “Gracias por tu gran esfuerzo. Umm, si te gustan… tómalas”.

En la mano traía un ramo de flores. Él pensó que la harían feliz.

Pero ambos han vivido mundos diferentes. No veían de igual manera las cosas.

“¿Quiere que decore la casa, Amo?”.

Entonces, Eustia ladeó la cabeza, con la misma expresión seria de siempre.

“¿Eh? No… um, se supone que son un regalo…”

“¿Un regalo? ¿Por qué un amo le daría un regalo a su esclava?”.

“……”

“¿……?”.

Muchas veces anteriores a esta, Giulio ya le había obsequiado regalos, pero en todas, ella siempre se veía confundida. No hubo ni una sola vez en la que se sintiera contenta.

Giulio estaba perplejo. Ella todavía no lo veía como algo más que sólo su dueño.

Parecía que él no lograría ganarse su corazón con regalos.

¿Qué es lo que ella quiere? Él no sabía la respuesta.

“Eustia, ¿hay algo que desees? ¿Algo que te gustaría tener, o algo que quisieras para ti en el futuro?”.

Ella  lo  vio  con  sus  ojos  carentes  de  vida  y  respondió:

“Nada”.

Su respuesta fue directa, y muy fría.

“No hay nada que yo quiera”.

Fue ahí cuando él se dio cuenta.

La chica que él conocía era una cáscara vacía. Toda su vida fue tratada como una muñeca que sólo era buena para seguir órdenes.

Así que Giulio no siguió complaciéndola más con regalos, porque ella nunca sería completamente feliz hasta llenar el vacío que tiene por dentro.

Luego de eso, él se la llevó a varios lugares.

Se fueron juntos de viaje. Iban juntos de compras. Iban al teatro juntos. Se escondían en la biblioteca. Él le enseñó un poco a usar la espada, para que pudiera defenderse. Los dos pasaban todos los días juntos persiguiendo diferentes intereses.

En poco tiempo, Eustia había llenado el vacío dentro de ella con conocimiento y cultura. Ella se había convertido en la bella mujer que conocí ese día en el bosque.

“Eustia. Ven”. Un día, Giulio la llamó mientras ella hacía su trabajo, y le dijo: “Gracias por tu gran esfuerzo. Umm, si te gustan… tómalas”.

En la mano traía un ramo de flores. Él pensó que la harían feliz.

“Muchas gracias… Amo”.

Él me contó que la sonrisa que ella le mostró cuando aceptó el ramo era muy, muy bella.

Por fin estaban preparados para dejar atrás su relación de amo-sirviente y empezar una nueva vida como enamorados.

Sin embargo…

“Pero incluso después de eso, no pudimos llevar nuestra relación al siguiente nivel. Pues verás, yo no podía tocarla. No me dejaba. El ser felices era sólo una ilusión”.

¿Qué quieres decir con eso?

“Y es porque ella está maldita” dijo él.

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Seguí sin entender lo que quiso decir.

“Amo, yo le contaré el resto de la historia”.

Fue ahí cuando platos de comida comenzaron a aparecer en la mesa. Al parecer, ya llevábamos rato de estar hablando. Tanto así que Eustia ya había terminado de cocinar.

“Pero antes que continuemos, por favor comamos. Sería una pena si se enfría”.

Eustia puso una dulce sonrisa.

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