Majo no Tabitabi (NL)

Volumen 6

Capítulo 3: Un Político Devoto

Parte 2

 

 

Hoy era día laboral y la cafetería de la esquina estaba desierta. Al menos, aparte de mí, casi no había clientes, y el poco ruido que hacía la camarera del mostrador mientras ordenaba unos cubiertos se escuchaba hasta donde estábamos junto a la ventana.

“¿Te digo algo? Soy el dueño de esta cafetería. Pero como puedes ver, no prospera mucho. O tal vez todos están ocupados con lo de la campaña”.

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Tres de los cuatro lugares de la mesa estaban ocupados, dejando sólo el asiento frente a mí vacío. A mi lado estaba sentado el reportero Frank. Y frente a él, Laurie reía amablemente, cubriendo con gracia su delicada boca.

A decir verdad, ella era muy deslumbrante.

“¿Qué los trae hoy por aquí?”.

“Queríamos preguntarle por su relación con su marido Matthew” dijo el reportero Frank, luego de lanzarme una mirada. “Si le parece bien, me gustaría pedirle que me hable del político Matthew, desde su punto de vista como esposa”.

“¡Bien!” Laurie juntó sus manos con fuerza. “¡Es maravilloso! Si eso ayuda a mi marido en su elección, ¡estaré encantada de cooperar!”.


“De acuerdo, eso es bueno. Prosigamos”.

El reportero Frank empezó a lanzarle preguntas fáciles, con lápiz en mano.

En cuanto a mi papel, me limité a estar sentada, toda despreocupada sin hacer nada en particular, nada más escuchando la conversación.

Realmente no sabía qué estaba haciendo yo aquí.

“Gracias por esperar. Aquí tienen su café”.

Al cabo de un rato, apareció la camarera con tres cafés.

Debí verme desocupada, sin nada qué hacer, en comparación con la importante entrevista que yacía a mi lado. Y como una cliente amable dije: “Oh, póngalos aquí, por favor”, y tomé las tazas.

Y entonces, “Disculpe, ¿lo quiere con azúcar?” Interrumpí la entrevista, tan educadamente como pude.

El reportero Frank negó con la cabeza en silencio. Laurie me miró con una sonrisa y dijo: “Tomaré el mío con uno de azúcar, gracias”.





Sin nada más que hacer, asumí pequeñas tareas como ésta.

Era justo, ya que hasta ahora no se me ha dicho nada.

Pero mi verdadera tarea comenzaría pronto.

Dejé caer un único terrón blanco en su taza de café con un ¡plop! exagerado y luego revolví el líquido caliente con una cuchara. Fui muy cuidadosa al hacerlo. Como si fuera mi primera vez haciendo esto con una taza de café.

“Aquí tiene”.

Laurie tomó la taza sin desconfianza, y dijo: “Gracias”, y me sonrió.

No parece ser una falsa.

“……”

Pero la realidad era que todos estábamos a punto de descubrir qué clase de oscuros secretos podría estar guardando.

Ella no tenía ni idea de lo que realmente le puse a su café.

“Veamos. Tengo una pregunta más”, dijo el reportero Frank, después de que Laurie bajara su taza. “Es sobre su relación con su marido. ¿Diría usted que su relación de pareja es de igualdad de trato?”.

La última pregunta iba directo al fondo del asunto.

¿Los rumores eran sólo rumores o eran verdad? ¿Matthew llevaba el sombrero blanco, o el negro?2

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Si Laurie aún pensaba con normalidad en ese momento, ella respondería: “Sí”, con una sonrisa.

“……” Pero no hubo sonrisa en su rostro. “…No. Desde un

inicio… Nunca fue de igualdad de trato”.

Ella respondió a la pregunta con una voz muy débil, como si estuviera en trance.

“¿No? ¿Me podría explicar eso?” El reportero Frank inclinó la cabeza con una expresión confundida en el rostro.

Parece que no puedes ocultar tus intenciones. La verdad sale de la boca de Laurie, gracias a mi intervención.

“……”

Vi a ambos con cuidado.

Laurie ahora hablaba con nada más que la verdad. Da igual la pregunta que le hicieran, ella respondería con todo detalle, sin vergüenza o premeditación.

Y en caso de que no dijera lo que el reportero Frank esperaba, aun con mi hechizo, teníamos un plan para pedir otra ronda de café en breve y darle una poción diferente.

En definitiva, ya sea de una forma u otra, ella tendría que decir la verdad que el periodista estaba buscando.

  • Honrado o malandro, respectivamente.

“Por mucho tiempo… entre Matthew y yo, ha habido una relación de amo y sirviente…”

Pero no hubo necesidad de pedir otro café. Porque cada palabra que pronunciaba cumplía con creces las expectativas de Frank.

“Los dos… tenemos un contrato de amo y sirviente… disfrazado como matrimonio… Las disputas… son impensables…”

“¿Qué has dicho? ¿Qué significa eso?” El reportero Frank se veía sorprendido. Aunque obviamente estaba sonriendo.

“Su repentino regreso a la política… su campaña presidencial… Se debe a que todo… fue parte del plan…”

“… ¿De qué plan hablas? ¿Me quieres decir que desde que comenzó el asunto del amorío todo ha sido parte de un plan elaborado?”.

Ya ni se molestaba en enmascarar sus preguntas.

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“Así es…”

Aunque a ella tampoco se le veía la intención de disimulo.

“¡¿Pero qué…?!” El reportero Frank como que se veía muy sorprendido. Sin embargo, había una sonrisa en esa cara. “Sólo para aclarar, ¿dices que esa campaña presidencial de Matthew fue el resultado de un largo y bien pensado plan? ¿Y que aunque ustedes dos fingen estar felizmente casados, has sido su esclava desde hace mucho?”.

El reportero Frank no trataba de ocultar nada. En su descarada insistencia demostraba que quería escuchar todo lo que ella tenía que decir.

Y como Laurie se hallaba en un estado en el que contaba todo con bastante indiferencia, era natural que respondiera a esta pregunta con demasiada sinceridad. Estábamos esperando que ella confirmara todas nuestras sospechas.

Eso es lo que debería haber ocurrido, pero—

“…No, así no son las cosas”. Ella negó lentamente con la cabeza.

Y luego dijo: “…Yo no soy la esclava. Él lo es”.

Yo diría que esa no era la respuesta que Frank esperaba.

***

 

 

El reportero Frank no esperaba esas palabras que salieron de la boca de Laurie. Las sospechas que él tenía sobre la verdad que se escondía en el matrimonio de Laurie y Matthew no eran del todo erróneas, ya que precisamente dio con la verdadera naturaleza de esa relación.

“Todo lo que él ha hecho ha sido para servirme. Así fue como lo acordamos”. Dijo ella con mucha naturalidad. “Hasta la parte del adulterio con su secretaria y la renuncia deshonrosa—él sólo siguió mis órdenes”.


Ella nos contó que desde un principio todo estuvo arreglado. La ferviente esposa apoyaría legalmente al joven político durante su retiro del ojo público y también en su regreso a la política, y cuando eso sucediera, competiría en las elecciones para la presidencia. Incluso ese desarrollo era parte del plan.

El joven político ya se había enfrentado a un veterano, pero con menos recursos y sin reputación. Y, por supuesto, los periódicos habían publicado muchos más artículos sobre el candidato establecido y habían ignorado en su mayoría al político más joven. Estaba claro que se encontraba en una situación de gran desventaja.

Tener renombre es esencial para sobrevivir en el mundo de la política.

Así que necesitaban vender su nombre.

Un político del que nadie sabe nada, es un político que no existe. Y esto no sólo aplicaba a políticos.

“Y entonces, tuve una idea. En vez de hacer que la gente se fijara en nosotros haciendo las cosas ‘correctas’, conseguiríamos que el mundo nos prestara toda la atención que queríamos haciendo las cosas ‘incorrectas’”.

Y el método que eligieron para esta broma publicitaria fue la infidelidad de Matthew.

Dejaron que su matrimonio se viera manchado por una mentira barata.

Y el resultado ya es obvio, Matthew atrajo mucha atención negativa, y finalmente fue sacado del mundo político tras enfrentarse a las críticas que se le vinieron encima. Laurie se encargó de todo después.

Dio conferencias, abrió negocios, siguió insistiendo públicamente que su vida familiar era feliz y armoniosa. Hizo todo lo que pudo para seguir siendo el centro de atención.

Y la imagen de la esposa fidedigna, que apoyaba lealmente al despreciable hombre que tenía como marido, rápidamente cautivó los corazones de la gente.

El tiempo pasó y la noticia del desliz de Matthew quedó completamente eclipsada por los diversos emprendimientos de Laurie.

Y entonces Matthew volvió al centro de la escena, ahora con su esposa apoyando públicamente sus ambiciones presidenciales.

Ya en ese momento, lo que la gente pensaba de Matthew había dado un giro de 180 grados.

“Pues, a veces una persona mala que por lo general hace cosas buenas da una impresión más favorable que una persona buena cuando hace una cosa mala, ¿verdad? Todo lo que hice fue hacer que mi marido tomara ambos papeles”, dijo Laurie, con la misma sonrisa de siempre.

***

 

 

¿LA MUJER MALVADA DEL SIGLO? LA VERDADERA Y ATERRADORA NATURALEZA DE LAURIE, LA ESPOSA DE MATTHEW. Decía el titular del periódico del día siguiente junto a una foto de Laurie y un artículo dedicado. Bueno, probablemente sea más exacto decir que era sobre él, más que sobre ella.

“¿Qué te parece? Con esto, Bernard tiene para ganar las elecciones. No creo que haya alguien que siga apoyando al perdedor de Matthew, cuando estuvo bajo el hechizo de una mujer malvada todo el tiempo”.

“……”

Estoy en la oficina del periódico porque se me dijo que viniera y me pidieron que le diera un vistazo al artículo que estaban escribiendo, basado en la entrevista de ayer. Pero esto que me entregaron se me hace difícil describirlo como un verdadero artículo periodístico.

Habían publicado toda la entrevista, cada palabra que Laurie había dicho. No se guardaron nada.

“¿No es esto a lo que llaman un: reportaje imparcial?”.

Le clavé la mirada mientras balanceaba el chirriante papel de periódico, pero el reportero Frank se limitó a encogerse de hombros, frustrado.

“¿No? ¡Acabo de decir la verdad, tal y cual es!”.

“¿Y tu compañía no cae en lo imparcial al apoyar a Bernard?”.

“Bueno, sí. Pero no creo que las personas lo vean de esa forma”.

“……”

Supongo que en esta ciudad, la palabra “imparcialidad” tiene menos peso que periódico mojado.

Y ni se esfuerza por disimularlo.

Qué inaudito.

“Tienes mi gratitud, señorita bruja. Gracias a ti, el futuro de esta nación está asegurado. Bernard ganará las elecciones y llevará a nuestra ciudad por la dirección correcta”.

“…Claro, no hay problema” Le extendí la mano, sin verlo a la cara.

“¿…? ¿Qué? ¿Quieres un apretón de manos?”.

¿Estás menso?

“¿No me vas a entregar las fotos?”.

“¿Ah, eso?” Como si realmente se hubiera olvidado de las fotos, el reportero Frank comenzó a buscar en su bolsillo. “Veamos, ¿qué se hicieron…?”. Finalmente, sacó varias fotos mías en blanco y negro. “Aquí están”.

“Gracias”. Le arrebaté las fotos y las metí en mi bolsillo. “Entonces nuestra colaboración informal queda formalmente disuelta, ¿no?”.

“¡Ja-ja-ja! Aunque me gustaría que me prestaras tus poderes un rato más. No esperaba menos del poder de una bruja para hacer algo tan útil como una poción que te hace confesar todo. ¿No quieres venir a trabajar en nuestro periódico?”.

“Estás sobreestimándome”.

“No lo creo”.

“En fin, no voy a colaborar más contigo”.

Resopló cuando lo rechacé amablemente.

“Bueno, está bien. Si algún día vuelves a visitar esta ciudad, te lo pediré de todas formas”. Y dando media vuelta como soldado luego de recibir una orden, volvió a entrar en la oficina del periódico.

“Como quieras. Nos vemos”.

No creo que nos volvamos a encontrar.

Dejen que les cuente lo que le sucedió a Matthew después de eso.

Las malas acciones de su esposa fueron expuestas en el periódico, y él se desplomó durante un discurso de campaña. Con lágrimas en los ojos, se disculpó diciendo que todo lo que había dicho hasta ese momento—que había podido llegar tan lejos gracias al apoyo de su esposa, etc etc—había sido una tontería.

La verdad era que su malvada esposa lo había atormentado y lo obligó a tener un amorío como parte de un plan para ganar las elecciones.

También reveló que estaban tramitando el divorcio.

La gente se indignó, pero la ira de todos no iba hacia él.

Laurie se convirtió en la villana de la historia. Casi todos los negocios que había abierto hasta la fecha se vieron obligados a cerrar, y sus libros formaron montañas de devoluciones en las tiendas.

Al poco tiempo, se completó el divorcio, la echaron de la casa en la que vivía y desapareció de la vida pública.

Era el típico final que esperarías les pase a las mujeres malvadas.

Por otro lado, Matthew continuó su campaña presidencial. A pesar de que su esposa lo atormentó por mucho tiempo, los sentimientos que tenía por su ciudad eran reales, eso era lo que él decía.

La gente estaba conmovida al ver cómo había soportado sus abusos durante tanto tiempo.

“¡Da lo mejor de ti!” “¡No te rindas!” Palabras como esas le dieron el empujón que necesitaba.

Y como era de esperar, la denuncia de la malvada mujer proveniente del reportero Frank volcó las elecciones. Sin embargo, su plan arrojó el resultado contrario al que pretendía. Desde que salió el artículo exponiendo a Laurie, y el tema del divorcio, Matthew se había vuelto mucho más popular que nunca.

Por medio del trauma que había sufrido a manos de su malvada esposa, Matthew siguió dedicándose al servicio de su ciudad. La gente estaba cautivada por su sinceridad.

Las fechorías de su malvada esposa no iban a ponerse en su contra. La gente que vivía en la ciudad lo entendía muy bien, aunque los periódicos no.

El reportero Frank había cometido un error, y sus esfuerzos por sabotear la campaña de Matthew sólo la reforzó.

Por cierto…

Le mentí al reportero Frank.

Cuando fuimos al café para la entrevista de Laurie, ese no fue mi primer encuentro con ella.

“…Según el periódico de hoy, parece que Matthew se proyecta para ganar la elección. ¿Qué te parece?”.

“Muy predecible, qué aburrido”.

Después de su divorcio, ella me invitó a su casa y me invitó a un café.

Parece que es recién molido.

Meneando su café humeante con una cuchara, sonrió.

La miré y tomé un sorbo de café.

“Este café… está delicioso”.

“¿Verdad que sí? Es el mismo café que servimos en mi cafetería”. Ella bebió su café—con un terrón de azúcar—y sonrió. “El mismo sabor de siempre”.

Debió tener el mismo sabor que cuando estaba sentada frente al reportero Frank.

Después de todo, lo único que yo le agregué a su taza fue azúcar común.

***

 

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Conocí a Laurie el primer día que llegué a esta ciudad.

Después de caminar sin rumbo durante un rato, entré por casualidad a una de las cafeterías de las que ella era la propietaria.

“Ara. ¿Acaso eres una viajera?”.

De repente, una mujer se había sentado frente a mí, en la mesa junto a la ventana donde yo había tomado asiento.

¿Qué le pasa? Viene y se me acerca, así como si nada. ¡Da miedo!

Me puse en guardia cuando sacó una tarjeta de presentación. “Oh, por favor, puedes estar tranquila. Te prometo que no soy ninguna sospechosa”.

Eso sólo lo hace más sospechoso.

“…Eh”.

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La tarjeta tenía todo tipo de títulos, desde gerente hasta esposa de político.

Um, sospechoso.

Entonces esta sospechosa mujer empezó a contarme— aunque no se lo pedí—todo sobre la ciudad.

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“En este momento, hay mucha emoción en la ciudad por unas elecciones. Es un versus entre un político influyente y un nuevo y enérgico candidato”.

Pero hay ciertos problemas con el sistema político de aquí, me dijo ella. El problema está en los periódicos. Todas las empresas de noticias apoyaban firmemente a Bernard, y los artículos que publicaban se centraban en su campaña y sólo eso. Los candidatos no reciben la misma cobertura en sus páginas, y todos los reportajes son totalmente parciales.

“Si esto sigue así, la campaña de mi marido será aplastada por los periódicos. Por eso quiero que me prestes tu poder”, dijo ella. “Los políticos deben ser elegidos por sus posturas sobre las cuestiones que se abordarán. El pueblo debería elegir a una persona recta y honesta para dirigir la ciudad. Pero el gobierno es demasiado corrupto para que eso ocurra. Las elecciones para decidir el futuro de nuestra ciudad se han reducido a simples concursos de popularidad”.

La realidad era otra. Los discursos que escuché en la ciudad eran únicamente para atraer a grandes multitudes. Era normal que la gente se reuniera alrededor de los candidatos populares, y de este modo, cuanta más atención reuniera una persona, más apoyo seguía ganando.

Me recordó a un enjambre de insectos atraídos por la luz.

“¿Te importaría prestarme tu poder para conseguir que se elija a un político honrado?”.

Eso fue lo que me dijo.

Pero no iba a aceptar su propuesta solo porque sí.

Después de todo, puede que me esté mintiendo, y yo no trabajaría con ella hasta haber sacado mis propias conclusiones.

Así que me limité a decir: “Lo pensaré”. Y me fui.

Ya en ese punto, se me habían acercado varios fotógrafos aficionados, atrapados en la locura que recorría la ciudad. A todo lugar al que iba, me decían que estaba linda y que por favor modelara para sus fotos. Eso me pasó muy seguido el primer día que vine aquí, y de nuevo en el segundo.

Y siempre que accedía a tomarme fotos, me llevaba varias como recuerdo.

Ya en mi segundo día, volví a visitar la cafetería de Laurie.

“¿Decidiste ayudarme?” preguntó Laurie, inclinando la cabeza.

“……” Saqué varias de las fotos que me tomaron, así como

una breve carta que yo escribí. “No sé si tú o el periódico está en lo cierto, así que no puedo asegurar mi apoyo”.

La sencilla carta me acusaba de una serie de delitos.

“Hoy a medianoche, pon esto en la puerta de la oficina del periódico. Si el periodista es alguien que quiere hacer lo correcto, seguramente ignorará esta carta, o tratará de exponerme por todas las cosas malas que dice que he hecho. Y si es alguien que quiere hacer lo incorrecto, pensará que me tiene en desventaja y vendrá a amenazarme. Si hace eso, cooperaré contigo. Pero de no ser así, entonces no te coopero”.

Y así, en mi tercer día en la ciudad, descubrí que el reportero del periódico era exactamente el tipo de persona que intentaba hacer las cosas mal.

“¿Estás bien con eso? Podrías perderlo todo con tal de conseguir que tu marido sea elegido”.

El método de Laurie para conseguir que Matthew fuera elegido era muy desesperado.

“No me importa”.

Como siempre, sonrió mientras sorbía su café.

Ella venía planeando este alboroto desde ya hace unos años, y pasó otro tiempo sentando las bases de lo que tendría que hacer para hacer famoso a su marido, si es que quería tener esperanzas de ganar las elecciones. No había otra manera, salvo demostrar su honestidad.

Seguro eso era en lo que ella estaba pensando.

Y por esa razón, Laurie había obligado a su marido a tener un amorío hace varios años, y ahora se preparaba para que ese hecho saliera a la luz.

Al confesar él, que todos esos delitos fueron por orden de su esposa, ella le estaría creando una imagen de hombre honesto que mantenía a su esposa descarriada a su lado por encima de cualquier cosa.

Ella hasta había ideado el plan que implicaba su confesión con el suero de la verdad—ella armaría un espectáculo para revelar todas sus malas acciones.

“Tenía que hacer lo malo por un buen motivo”, dijo. “Quiero que sea un político que haga las cosas correctas por razones correctas”.

“……”

Majo no Tabitabi Volumen 6 Capitulo 3 Parte 2 Novela Ligera

 

Bajé mi taza de café y la miré. “Parece que Matthew hará muchas buenas cosas después de que lo dejes ir”.

Ahora mismo, su popularidad no tenía límites. Se sentía seguro de que sería el siguiente presidente.

“Estoy segura de que las hará. Al menos, eso espero. Es lo que hemos esperado tanto tiempo”.

Parecía que la ciudad tendría por fin un líder dedicado a su gente.

Pero, ¿otra persona más sabía que él había llegado hasta aquí gracias a su esposa sin escrúpulos, que había estado dispuesta a hacer lo malo en el momento correcto?

Tuve la certeza de que nadie sabía sobre ese hecho.

Siempre ha sido así.

Y así es como se quedará.

Varios días después de la partida de la Bruja Ceniza, un nuevo presidente tomó posesión. Era el presidente más joven en la historia de la ciudad.

Esto supuso un hito en la historia de la ciudad—dicho muy cínicamente por los periódicos.

Al inicio de las elecciones, nadie pensó que Matthew se enfrentaría a un político poderoso e influyente, armado sólo con su idealismo y devoción por su ciudad, y que ganaría.

Toda la ciudad estaba ebria de la emoción con la toma de posesión del nuevo presidente. Que llevaría a la ciudad por un nuevo camino. Todos estaban convencidos de ello.

“Gracias”.

En una pequeña residencia privada cerca de la frontera de la ciudad, un hombre hizo una profunda reverencia. Este hombre debía llevar la ciudad sobre sus hombros. Este hombre acababa de convertirse en el nuevo presidente. Y este hombre era quizás más honesto de lo que nadie imaginaba.

Después de esa reverencia, como haría cualquier político, se levantó.

Su mirada se encontró con la de su ex mujer, con la barbilla apoyada en sus manos sin mostrar ninguna alteración en su estado de ánimo.

“Por favor, guíame de nuevo”, él estaba implorando. “¿Qué debo hacer ahora?”.


Al oír sus palabras, las comisuras de la boca de la mujer se levantaron ligeramente.

Ese de ahí, era sin duda un político devoto.

Sin embargo, nadie más supo que su devoción nunca estuvo dirigida a su querida ciudad. Ningún votante comprendió que siempre le fue devoto a cierta persona.

Siempre ha sido así.

Y siempre lo será.

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