Majo no Tabitabi (NL)

Volumen 5

Capítulo 8: Las Predicciones de Cierta Chica

Parte 1

 

 

Había una vez, una chica que poseía poderes mágicos misteriosos.

Esta persona en particular, siempre ocultaba su cabeza con una capucha y no le mostraba el rostro a nadie. Ella podía, en pocas palabras, ver el futuro.

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Exactamente desde cuándo había sido dotada de semejante poder, nadie lo sabía, pero era capaz de verlo—el futuro de los países, de las personas, todo.

Sin embargo, la chica con el misterioso poder no parecía dispuesta a darle un buen uso. Tal vez tenía un corazón cruel. O tal vez simplemente odiaba a las personas.

Un día, la chica señaló a una pareja que caminaba por la ciudad y dijo: “Terminarán en los próximos tres días”.

La pareja se rió de ella. Tenían una relación maravillosa. Jamás podrían imaginar el separarse. Sin embargo, tres días después, salió a la luz que el hombre había tenido una aventura. La pareja rompió, tal y como la extraña chica había predicho.

¿Fue sólo una coincidencia?





Otro día, la chica señaló a un chico que buscaba a su gato desaparecido.

“Tu gato se lo comerá un lobo que se ha colado en la ciudad”.

Los habitantes salieron de inmediato a la búsqueda del felino desaparecido. Resultó ser tal y como la chica había declarado. Efectivamente, un lobo había entrado a la ciudad, y encontraron al gato del niño en mal estado.

¿Esto también fue sólo una coincidencia?

Otro día, la chica le dijo a una mujer que caminaba por la calle: “Su marido sólo vivirá un mes más”.

El marido de esa mujer sufría una terrible enfermedad, pero ella se lo había ocultado a todos. La extraña chica habló como si hubiera visto lo que iba a suceder.

Y efectivamente, un mes después, el marido falleció.

Cada día que pasaba, la chica anunciaba una nueva y terrible predicción.

“El nuevo negocio que estás pensando iniciar va a fracasar”.

“Un ladrón entrará a robar en tu casa”.

“Te lesionarás la pierna izquierda”.

Sus predicciones eran siempre siniestras.

Con el tiempo, la gente empezó a correr el rumor de que podía ver el futuro. Le tenían miedo y hablaban de ella en voz baja.

Pronto, los vagos temores se extendieron por toda la ciudad. La gente estaba asustada y, finalmente, nadie quería tener nada que ver con ella, aunque tampoco había alguien que pudiera detenerla.

Por ejemplo, los soldados intentaron retener a la chica, pero ella se escapaba, como si supiera que iban a venir. Cuando intentaron envenenarla, ella lo evitó como si nada. Lo que la gente quisiera hacerle, la chica ya lo sabía.

Siempre usaba la capucha que le cubría todo el rostro, por lo que nadie sabía nada de ella, ni su edad ni mucho menos su rostro. Nadie sabía siquiera si residía realmente en el país, ya que siempre entraba y salía de la ciudad, lanzando profecías funestas.

La gente de la ciudad le temía a esta chica a la que nadie conocía. Vivían temiendo cuándo, dónde y a quién le haría su próxima y desafortunada predicción.

Entonces ocurrió un día.

Una bruja apareció en la ciudad.

Su cabello color ceniza era liso y largo. Esta bruja era una viajera y llevaba una túnica negra y un sombrero negro puntiagudo. No podía prever el futuro y no estaba dotada de ningún poder especial, por lo que era una bruja común y corriente.

Pasando por la entrada de la ciudad.

¿Quién podría ser?

En efecto. Soy yo.

***

 

 

“Ah. Me quedé sin dinero…”

Mientras pagaba el peaje de camino a Ciudad Laurent, me di cuenta que mis fondos estaban en un estado bastante lamentable.

Oya Oya. ¿Acaso mi cartera desarrolló un gusto por el oro y se lo comió todo? Qué avariciosa.

Era un misterio para mí ya que, como viajera, vivía mi vida sin un plan. Sólo me dedicaba a ganar dinero cuando no estaba segura si iba a poder pagar alojamiento para pasar la noche.

¿Será ya hora del siguiente plan?

……

Reprenderme por mi estilo de vida imprudente no iba a ayudar en nada al estado actual de mi cartera. Ciertamente, no me llovería el dinero.

En todo caso, me esperaba una noche bajo las estrellas si no hacía algo. En pocas palabras, se podría decir que mi situación era muy mala.

Si ese era el caso… y si mi cartera estaba a las puertas de la muerte…

“…Supongo que esta es la única manera”.

Hace tiempo que no hacía esto.

 


“¡Oye, tú…! ¡El de ahí! ¿Quieres una predicción…?”

En un pequeño callejón con calle de ladrillos había una chica sospechosa que sostenía un cristal de dudoso valor, ondeando su otra mano sobre él mientras murmuraba para sí misma. Por cierto, era yo.

“Tú, el de ahí…” Repetí, sin dirigirme a nadie en particular. “Um, ¿Yo?”

Aproximadamente una de cada diez personas era lo suficientemente tonta como para caer en la trampa.

“Ah, sí. Tú, el de ahí. Eres el elegido”.

Digamos que tenía la intención de llamarte desde el principio.

“…Llevas una vida problemática, ¿verdad?” Pregunté amablemente. “Permíteme resolver tus problemas”.

“…No exactamente. Y no pareces una adivina, sino más bien una bruja…”

“Soy una bruja y también adivina”. Hinché mi pecho. “Tienes problemas. Sé que sí. Finges que no tienes nada de qué preocuparte, pero la verdad es que llevas muchas cargas…

¡Si pongo mis poderes a trabajar, te prometo que puedo hacer que tu futuro sea más brillante!”

Eso sonó a estafa.

Me pregunto cuántas personas tomarán mis palabras al pie de la letra. Seguramente ni siquiera una de cada diez.

El joven que estaba frente a mí no era una excepción. “Mm, suena interesante, pero ¿realmente puedes ver el futuro? Me parece sospechoso”.

“¿Dices que no me crees?” Entiendo tu escepticismo. “Muy bien. Para demostrarte mis poderes, describiré con precisión tu personalidad. Si lo hago, ¿creerás en mí?”

“¿Eh?”

Con eso debí haber despertado su curiosidad, aunque fuera sólo un poco. El joven se sentó en la silla frente a mí, con el cristal en medio de nosotros.

“…Mmmm…” Agité las manos sobre el cristal y recité un

pequeño conjuro: “Dinero-dinero-dinero-dinero…” lo suficientemente bajo como para que no me oyera.

El espíritu del dinero estaba con nosotros.

Por cierto, ese espíritu también era yo.

“He visto en tu alma”, dije. “Siempre te preocupas cómo te ven los demás, ¿verdad?”

“…Mm, bueno, supongo…”

“Tienes un corazón amable, y no puedes evitar ofrecer una mano cuando ves a alguien en problemas”.

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“…Eso es… probablemente certero”.

“A veces, cuando estás solo, te asalta la soledad, ¿verdad?”

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“Oh… Eso es cierto”.

“Siempre te preocupa que te juzguen, así que tienes el mal hábito de perder la motivación incluso cuando intentas actuar, ¿verdad?”

“¡Así es! ¿Qué debo hacer, Señorita Adivina?”

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“No temas. Resolveré tus problemas por ti”. Le mostré una gran sonrisa.

Por cierto, las cosas que acababa de decir funcionan para cualquiera. Mientras la conversación siga transcurriendo, un adivino astuto puede hacer que estas experiencias universales parezcan íntimas y únicas. Se podría decir que es una forma de hipnotismo discreto.

“¡Por favor, Señorita Adivina…! Dígame”. El joven se inclinó hacia mí desesperadamente. Estaba claramente bajo mi hechizo.

“De acuerdo, si quieres ser feliz, lo primero que debes hacer es pagar la cuota de adivinación. Después hablaremos”.

“…Oh. ¿No es gratis?”

“Es tonto que pienses que se puede conseguir gratis la verdadera felicidad”.

“……”

Agité mi mano impacientemente. “Dinero, por favor”.

En otras palabras, acceso mediante previo pago. El dinero y la felicidad iban de la mano, después de todo.

“…Bien. Toma”. El joven presionó una moneda de oro en mi palma.

“¡Gracias!”

Después de arrojar la moneda en una caja que había dejado a un lado, comencé.

“Bueno, entonces, permíteme resolver tus problemas—”

Creo que la verdadera riqueza de una viajera está en los encuentros que tiene con la gente en el camino.

“…Qué buena pesca”.

También aquí, en Ciudad Laurent, parecía que podría repetir ese patrón. Al ponerse el sol, me di cuenta de que mi cartera había recuperado totalmente su peso.

Me sentía más feliz cuando mi cartera pesaba. Es fantástico. Es lo mejor. Yo era tan fácil de contentar. Es suficiente para que pueda viajar bien durante un tiempo.

…Pero de alguna manera fue demasiado fácil… Este debe haber sido el mayor día de pago de la historia. Supongo que hay muchos tontos por estos lugares.


Por supuesto, nunca pretendería ser adivina y mentir tan fácilmente como respirar. Escuché seriamente los problemas de la gente, y sólo después acepté amablemente sus muestras de gratitud. Estoy segura de que hay algunos tontos por ahí que podrían confundir mi negocio extremadamente serio con un vulgar robo de dinero. Parece que el trabajo viene cargado de desafortunados malos entendidos.

Por eso es importante que cualquier adivina sepa cuándo debe dejarlo. Una vez que ganes suficiente dinero, es mejor que te retires. De lo contrario, podrías tener que lidiar con estos malos entendidos.

Y así, empecé a guardar mi cristal para cerrar la tienda, comprobando la sensación de mi cartera mientras lo hacía.

“Oye, ¿me das un segundo?”

Justo cuando estaba guardando el cristal en mi bolso, una chica se dejó caer en la silla y me encaró.

Bajo un sombrero negro, llevaba su precioso y largo cabello azul claro recogido en un solo mechón en la nuca. Sus ojos eran de color lapislázuli, como el cielo que ahora perdía su luz. Iba vestida con una chaqueta negra formal y una falda a juego. Parecía bien abrigada para la fría tarde de otoño.

Oh, ¿otro cliente?

“Lo siento. He cerrado por hoy. Mis poderes de adivina se desvanecen con la puesta de sol”.

Esa era mi excusa. Y para empezar, yo nunca pude leer la fortuna.

“Ah, no, no he venido aquí para que me leas la suerte”.

Agitó la mano delante de su cara. Me di cuenta de que llevaba guantes de cuero blanco y sostenía un cuaderno.

“¿…? Bueno, entonces, ¿qué necesitas?”

¿Vienes a interferir en mis negocios? Bueno, igual ya he terminado.

Incliné la cabeza en duda y ella levantó su cuaderno para que yo pudiera verlo. Tenía una mirada orgullosa, como si dijera: “¿Ves esto?”

“¿……?” Miré fijamente el cuaderno.

Debajo había una especie de emblema o escudo estampado: DEPARTAMENTO DE SEGURIDAD PÚBLICA DE LA CIUDAD DE LAURENT.

……¿Oh…? ¿Qué es esto?

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“Ah. ¿Eres de un país extranjero? Pero sabes lo que significa esto, ¿verdad? El Departamento de Seguridad Pública está, en resumen, formado por oficiales que patrullan esta ciudad y protegen la paz. Mi nombre es Anémona. ¿Y tú te llamas?”

“…Me llamo Elaina. La Bruja de Ceniza. Soy una viajera…”

“Elaina, ¿dices? Sí, sí”. Anémona, del Departamento de Seguridad Pública, garabateó algo en su cuaderno. “Por cierto, ¿qué era lo que estabas haciendo aquí hoy?”

“Umm… estaba… a punto de tomar un descanso…”

“¿Hmm?” Sus ojos se fijaron en mi bolso. “¿Qué hay dentro de ese bolso?”

“Mi ropa”.

“¿Puedo mirar?”

“Ejerzo mi derecho a permanecer en silencio”.

“Vamos. Muestra lo que llevas”.

“Tengo ropa interior, así que no puedo mostrártela”.

“Ambas somos chicas, así que creo que no debería ser un problema”.

“……” Es verdad, supongo. Ya lo sabía. Bien.

“Por cierto, Elaina, probablemente sea mejor que no te quedes mucho tiempo en esta zona. Hubo un informe de un residente del vecindario, y parece que hay una mujer por aquí con un cristal sospechoso, pretendiendo adivinar la suerte y estafa a la gente. Supongo que tú también deberías tener cuidado, Elaina”.

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¿No es esa mi descripción? Rayos.

“Eso es… aterrador… Será mejor que me vaya pronto. Nos vemos”.

“Por supuesto. Probablemente sea lo más prudente. Antes de que te vayas, ¿puedo mirar dentro de tu bolso?”

“No”.

“Lo siento, Elaina. No es mi intención sospechar que seas la adivinadora ni nada por el estilo, pero es una de mis obligaciones, y te agradecería tu colaboración. Muéstrame tu bolso”.

“¡S-sí que eres insistente! ¡Llamaré a la policía! ¡Policía!” Hice una predicción, y mi fortuna del día decía: ‘huye indignada del enojo’.

“Bien, bien. Supongo que tu enojo es razonable. Pero yo soy la policía”.

“……” Mi enojo se esfumó en segundos. Mi adivinación no

me ayuda.

“¿Qué hay en tu bolso?”

“……”

Me resistí un momento, pero ella lanzó palabras amenazantes—“¿Pido refuerzos?” y “Si sigues absteniéndote, tendré que emplear métodos más contundentes, supongo”.

Al final, me doblegué.

“¿Hmm…? ¿Qué es esto?”

Entonces, por desgracia, no tuvo que husmear en mi bolso, pues el cristal que había metido se podía ver, junto con mi gorda cartera. No hacía falta ser policía para sospechar que algo turbio estaba pasando.

“……… Eso es… bueno, mi afición es coleccionar cristales, y—”

“Pero, Elaina, parece que tienes mucho dinero. ¿Eres una viajera famosa?”

“…………Ah, esí es”.


“Mmm, ¿en serio?” Su expresión no vaciló ni un poco; siguió sonriendo y me puso una mano en el hombro. “Por cierto, ¿puedo pedirte que me acompañes?”

No hace falta explicar lo que significaban esas palabras. El hecho de que ya me hubiera confiscado el cristal y la cartera, me hizo pensar que sólo había un final posible para mi historia.

“¿Tengo derecho a negarme?”

“Supongo que no”.

…No resultó.

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