Majo no Tabitabi (NL)

Volumen 5

Capítulo 4: Las Dos Maestras

Parte 3

 

 

“…Tienes que estar bromeando. ¡¿Te atraparon, así como así?! Para ser la hermana mayor eres muy inepta”.

“…Te atraparon primero que a mí. Qué hermana menor tan inútil eres”.





“……”

“……”

A nuestras palabras les faltaban el ánimo habitual. No es de extrañar, teniendo en cuenta que fuimos tomadas prisioneras en la base de operaciones de la Compañía de Antigüedades.

Estábamos en una habitación oscura. El aire estaba un poco húmedo. La luz anaranjada viniendo de una lámpara del techo, haciendo brillar las partículas de polvo que danzaban por la habitación.

En el centro de la habitación, estábamos rodeadas.

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Una cuerda se enrollaba alrededor de nuestros brazos, restringiéndonos el movimiento hasta nuestras muñecas. No creí que pudiera hacer mucho estando así. La mitad inferior de mi cuerpo no estaba atada, así que probablemente podría haber escapado, pero me acababan de decir que me matarían si me movía, y sus armas nos apuntaban. La frase ‘no hay de otra’ parecía totalmente apropiada.

“Ustedes los magos siempre son así, siempre entorpeciendo nuestro trabajo con sus extraños poderes. No lo soporto más. Realmente no puedo”. La mujer con colmillos estaba aquí. “Sin embargo, qué patéticas se ven. Como si fuéramos a perder ante dos pequeñas aprendices debiluchas”.

La Dama de los Colmillos soltó un enorme suspiro. Esta mujer, que parecía ser la líder de los vagos de la Compañía de Antigüedades, miró a sus compañeros mientras nos rodeaban, con las armas preparadas, con ojos fríos.

Y luego, nos miró a nosotras también.

“Parece que ustedes dos son muy habladoras. Lo hemos oído todo, ¿saben? Están concursando para cazar a nuestros miembros. ¿Qué es eso? ¿Creen que meterse con nuestro medio de vida es una especie de juego? ¿Eh?”

La Dama de los Colmillos puso su dedo bajo la barbilla de Sheila e inclinó su cara hacia arriba, mirándola con una expresión fría.

Sheila le devolvió la mirada, tan enfadada como siempre. Después de mirarme por un segundo, dijo: “…Nunca fue un juego. Queríamos acabar con ustedes”.

Y entonces ella le tiró un gran escupitajo a la cara de la Dama de los Colmillos.

Parecía que apestaba a nicotina y veneno. Su saliva parecía tan tóxica que yo esperaba que a la Dama de los Colmillos le diera cáncer de pulmón en el acto. Estoy bastante segura de que aumentó su riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral.

Sheila fue tan grosera como siempre, incluso estando en peligro de muerte.

“¿Eh? ¿Crees que puedes faltarme al respeto?” Las cejas de la Dama de los Colmillos se crisparon.

Pitú”. Sheila volvió a escupirle, sin piedad alguna.

Realmente se veía repugnante.

“¡No nos tomes del pelo! ¿No entiendes la posición en la—?”

Pitú”.

“Oye. Ya no si—”

Pitú”.

“……”


Pitú”.

“…………Ewww”.

Antes de darme cuenta, las esquinas de los ojos de la Dama los Colmillos se estaban llenando poco a poco de lágrimas. Saliva más que todo. De cualquier manera, se veía desagradable.

Puede que los persistentes ataques de Sheila hayan tenido éxito. La Dama de los Colmillos murmuró: “Ugh… qué asqueroso”. Desapareció de la habitación… o eso creíamos, pero sólo se limpió la cara y volvió de nuevo.

“… ¡Humph! ¡Qué buen chiste! ¡Escuchen! ¡Ocúpense de estas dos! ¡Ya!”

En ese momento, mientras ladraba órdenes, todos los ojos de quienes estaban en la habitación se concentraron en ella.

Ese momento en sí era la mejor oportunidad que íbamos a tener.

Pum. La cuerda que sujetaba nuestros brazos cayó al suelo. Fue una suerte que recordáramos las habilidades con el cuchillo que nuestra maestra nos había enseñado una vez como solución intermedia.

“—¡Ah-hah!” Sheila empuñó su varita y les quitó las armas de las manos a los secuaces de la Dama de los Colmillos.

“—¡Bien!” Yo hice lo mismo, incapacitándolos.

Ellos hablaban abiertamente de su odio hacia los magos, pero al igual que éstos, si no tenían sus armas especiales, no eran más que gente corriente.

¿Nos odian por el tipo de personas que somos?

“¡Qu…!” Nuestro ataque sorpresa parecía haber funcionado. La expresión de la cara de Dama de los Colmillos me lo decía. “¿Q-Qué están haciendo? Desháganse de esas brujas ya”.

Ignorando su sorpresa, seguimos luchando.

En las manos de los esbirros había espadas y pistolas, escudos y lanzas, y todo tipo de cosas. No hubo necesidad de esforzarnos para matarlos; en cuanto les quitamos sus armas, perdieron la voluntad de resistirse.

Uno tras otro, confiscamos sus armas. Recogimos todas las que pudimos ver.

Las armas se amontonaban en el suelo. Tal vez porque estábamos en verdadero peligro, nos habíamos olvidado de nuestra competencia. Recolectamos las armas entre nosotras una por una mientras nos protegíamos las espaldas.

—Aparentemente, subestimamos la situación.

Probablemente habría sido bastante fácil acabar con ellos uno por uno. Podríamos haber tomado el crédito del trabajo de la otra. Pero no teníamos tiempo para ello.

En lugar de pensar en lo mucho que la odiaba, o en lo engreída que fue cuando se convirtió en la menor, o cualquier otra cosa por el estilo, yo sólo pensaba en la supervivencia.

Estoy segura de que ella debía estar pensando lo mismo.

“———”

Fue sin duda una sensación extraña.

Incluso ahora, lo recuerdo bien.

La chica que odiaba se había convertido en una persona de confianza—aunque siempre estuviéramos en desacuerdo. Aunque siempre estábamos peleando. Aunque siempre era mi opuesto.

Las dos éramos como un par de espejos.

Nos tomó mucho tiempo darnos cuenta de ese simple hecho.

Antes de que me diera cuenta, habíamos amontonado muchas armas y herramientas a nuestros pies.

Para cuando todo terminó, estábamos completamente agotadas, y Sheila y yo caímos al suelo, espalda con espalda. Habíamos agotado casi todas nuestras reservas mágicas, nuestras respiraciones estaban hasta el borde y estábamos empapadas de sudor, pero nos faltaba energía para secarnos.

Habíamos atado con una cuerda a los miembros de la Compañía de Antigüedades, pero no nos quedaba energía para llevarlos a la rama de la Asociación Mágica Unida.

“…Nos los llevaremos después de descansar un poco”.

Pude sentir que Sheila asentía. “De acuerdo”.

“……”

“……”

“Oye tú”, murmuró Sheila. En voz baja, como si hablara consigo misma, aun estando a mi espalda. “¿Por qué aprendes magia con nuestra maestra?”

“… ¿Por qué no debería hacerlo?”

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“Sólo estoy preguntando. No me pongas esa cara”.

“Oh, ¿puedes ver mi cara?”

“Sé la cara que pones, incluso sin mirar”.

“……”

La interrogué de vuelta. “¿Por qué decidiste aprender magia con nuestra maestra?”

“Por ninguna razón en particular—”

La historia que me contó era el tipo de cosas que se oyen siempre.

En el país donde ella y yo nos habíamos conocido, Sheila era una huérfana, pero había vivido sola con sólo su fuerza de voluntad.

Había estudiado magia por su cuenta y la había utilizado para robar, extorsionar y otras actividades bastante cuestionables. Un día se topó con mi maestra.

Como de costumbre, había utilizado magia para robar carteras, pero para su desgracia, su objetivo del día era mi maestra. Sheila sabía usar magia, pero no tenía estudios, así que no podía saber lo poderosa que podía ser una bruja poderosa.

Mi maestra la sorprendió en el acto.

“Fue entonces cuando ella me puso al tanto. Hay personas en este mundo que se llaman brujas, lo que significa que son magos fuertes. Y cuando te conviertes en bruja, puedes conseguir un buen trabajo inmediatamente. Ella me dijo que podía dejar de vivir como un gato callejero. Y entonces decidí que quería convertirme en bruja”, explicó.

“¿Ves? No es la gran cosa, ¿verdad?” Dijo como si considerara estúpidas sus propias palabras, Sheila resopló. “¿Y qué hay de ti?”


“Me llamo Fran”. Entonces respondí: “Yo tampoco tengo grandes motivos…”

Si lo escribiera, mi historia ocuparía sólo unas líneas.

“No hay brujas de dónde vengo. Así que, si me convierto en bruja, seré la única del pueblo. Tendré mi vida asegurada. Por eso”.

“……”

“La razón por la que decidí estudiar con nuestra maestra es aún más simple. Cuando seguía fallando en el examen de promoción para convertirme en bruja aprendiz, logré que ella me diera clases particulares, y aprobé. Así que cuando quise convertirme en discípula de alguien, fui con ella”.

“…Así que te convertiste en su alumna por razones egoístas”.

Bueno, si lo pones de esa forma, entonces sí.

A mis espaldas, Sheila se rio en silencio.

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“… ¿Qué demonios? Tú y yo somos iguales, ¿no?”

“……”

Seguíamos a espaldas de la otra, mirando en direcciones opuestas.

Quizá siempre habíamos estado más cerca la una de la otra que de cualquier otra persona.

“Supongo que sí”.

Me estaba riendo. El cálido cuerpo contra mi espalda también estaba temblando. Me pregunté si fui yo quien empecé, o si fue ella. Todavía me lo pregunto.

De alguna manera, sentí que lo sabía, incluso sin mirar.

***

 

 

Después de eso, todo fue más fácil.

Empezando por la Dama de los Colmillos, encerramos a todos sus miembros en la cárcel, con ayuda de la rama de la Asociación Mágica Unida.

Ella y su grupo no mataron a nadie—sólo pequeños robos—así que sus crímenes no eran tan graves.

“Si calculamos la mayor sanción que puedan tener, sólo serán condenados a varios años de trabajos forzados” Nuestra maestra se encogió de hombros.

Nos dijo que las misteriosas herramientas que había utilizado, fueron traídas desde un país insular a través de uno de los puertos de esta ciudad. Ella dijo que había visitado ese país insular una vez antes de conocernos a Sheila y a mí, y que por eso había reconocido las herramientas.

Según las leyes, sacar las herramientas del país insular estaba prohibido.

“…Por eso teníamos que recogerlas todas y devolverlas a ese país. Hicieron un buen trabajo recuperándolas”.

Nuestra maestra envió el equipo recuperado de vuelta, acompañado de una carta que decía: Se las hemos recuperado, así que entregue la recompensa, ¿por favor? Parecía que conocía a gente importante allí.

Sí, sí, gracias por su duro trabajo. (A partir de ahora, cada vez que encuentre algo, destrúyalo en el acto. No se tome la molestia de devolverlo. ¡Es un fastidio que nos exija dinero cada vez!)

Nos devolvieron una carta con esa respuesta, junto a una suma de dinero bastante considerable.

En otras palabras, nos pagaron dos entidades: la Asociación Mágica Unida y el país insular.

Qué sucia. Es muy astuta.

“¿Ya lo ven? Los viajeros pueden ganar dinero de esta manera”.

Nuestra maestra se rio para sí misma.

Esta forma sucia y sórdida de conseguir dinero no era algo que quisiera aprender de ella. Por desgracia, parecía haber sido heredada perfectamente por sus hijas.

Esto era lo que llamaban genética.

A partir de ahí, nuestro viaje continuó.

Sheila siempre fue una chica inteligente y pronto se convirtió en bruja aprendiz y portó un broche de flores igual al mío.

Las dos juntas, bajo la tutela de nuestra maestra, aprendimos con el tiempo todas las formas sucias que los adultos tenían para hacer dinero, junto con algunos hechizos muy respetables, aptos para magos respetables.

Viajamos así durante medio año.

Al final, cuando nuestra maestra estaba a punto de regresar a su ciudad natal, las dos recibimos nuestros nombres de brujas.

“Fran, tu cabello es negro, ¿verdad? Así que serás la Bruja Polvo de Estrellas”. Me puso un broche en forma de estrella en el pecho.

“Sheila, tu cabello es brillante, ¿verdad? Entonces eres la Bruja de Medianoche”. También le puso uno a Sheila.

Ladeamos la cabeza, preguntándonos cómo rayos se le habían ocurrido esos nombres a nuestra maestra.

“¿Mi cabello es negro y por eso soy la Bruja Polvo de Estrellas? ¿Qué significa eso?”

¿No debería ser yo la Bruja de Medianoche si mi cabello es negro?

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¿No debería ser Sheila la Bruja Polvo de Estrellas, por su cabello rubio?

¿No nos puso los nombres al revés?

Nuestra maestra sonrió, como si hubiera estado esperando que yo preguntara exactamente eso.

“Medianoche y Polvo de Estrellas resaltan mutuamente cuando están juntas”.

“No entiendo muy bien lo que nos quiere decir”.

“……” Nuestra maestra se había callado refunfuñando.

Apartando un poco la mirada a nuestra maestra, Sheila dijo: “…En otras palabras, las dos seguiremos juntas, aunque estemos separadas, o al menos, ese es el mensaje que ha puesto en los nombres. Eso es lo que intenta decir”. Me miró desesperada.

“……”  Las  mejillas  de  nuestra  maestra  se  habían

puesto bastante rojas, así que la suposición de Sheila probablemente era correcta.

Ah, qué simple.

“Pero, ¿por qué ha sacado nuestros nombres del color de nuestro cabello?”.

Volví a ladear la cabeza, y nuestra maestra sonrió nuevamente antes de responderme.

“Porque se escuchan geniales”.

***

 

 

Cuando terminamos nuestro viaje con nuestra maestra, volví a mi ciudad natal y me convertí en maestra de escuela. Sorprendentemente, Sheila empezó a trabajar en la Asociación Mágica Unida.

Consiguió un trabajo tan respetable que nunca imaginarías que antes se ganaba el pan de cada día cartereando y chantajeando.

¿Me pregunto si debo denunciarla el día que ella alcance un alto nivel? Es broma.

“…Has cambiado, ¿verdad?” Preguntó Sheila.

“Los dos hemos envejecido”, respondí. Era una frase más propia de una mujer mayor.

Como si estuviera sorprendida por lo que había dicho, Sheila dejó escapar una bocanada de aire blanco mientras caminaba a mi lado bajo el cielo de otoño y yo con mis palabras seniles.

“Como sea”, continuó Sheila, “desde mi punto de vista, tú eres la que parece haber cambiado”.

“¿Yo?”

Siempre he tenido este aspecto, ¿no?

“Antes, siempre te apresurabas a discutir conmigo”, dijo. “Pero ahora pareces una anciana disfrutando plenamente de la vida de jubilada”.

“Qué mala…”

“Extraño un poco tu lado de alborotadora”.

“¿Te sientes sola?” Pregunté.





“No realmente”. Contestó Sheila. “En realidad, me gusta más la relación que tenemos ahora, en comparación a la de antes, cuando no hacíamos más que pelear. Es… cómoda”.

“…Realmente has cambiado”.

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Sheila resopló. “Supongo que las dos hemos crecido”.

Ambas recorrimos caminos diferentes luego de haber terminado nuestro viaje juntas.

Pero nunca nos habíamos distanciado.

Una vez al año, las dos nos reuníamos. En realidad, no estábamos obligadas a hacer este viaje y, por otro lado, tampoco nos aferrábamos la una a la otra las veinticuatro horas del día.

De alguna manera, habíamos decidido que este era el nivel correcto de distancia.

“Bueno, entonces, ¿iremos también este año?”

Miré al cielo. Desde que dejé de viajar, me hacía bastante ilusión mi viaje anual con Sheila.





Así que las dos nos subimos a nuestras escobas y salimos de la ciudad.

La hierba verde y profunda crujía. El viento soplaba fuerte y hacía frío, haciéndonos saber que el invierno llegaría pronto.

“Es la luna nueva, creo”. Volando en su escoba junto a mí, Sheila miró al cielo.

Hice lo mismo. Estaba fascinada.

El polvo de estrellas que brillaba en el cielo de medianoche era muy, muy hermoso.

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