Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Vaya, así que esa es la persona con la que Sion va a la escuela… La Gran Sabia del Imperio, la princesa Mia Luna Tearmoon…

Echard estaba impresionado por la madurez y la compostura con la que se comportaba. Había manejado una disculpa del rey con gracia y se puso a cenar inmediatamente después como si nada hubiera pasado.

La mayoría de las personas tendrían suerte de no vomitar si tuvieran que comer con su padre mirándolos. ¿Cómo se mantiene tan tranquila?

Echard nunca había estado en el extranjero. Para él, el Reino de Sunkland era efectivamente el mundo, y su rey era la máxima autoridad existente. De todas las personas que había visto cenar con su padre, ninguna había estado perfectamente tranquila. Siempre había algún grado de tensión palpable. En el caso de los nobles que, como el conde Lampron, valoraban la tradición, iba más allá, rozando alguna forma de reverencia. Incluso Echard, el propio hijo del rey, se encogía a veces ante su aura intimidatoria.

Pero mírala. Ella sólo está… comiendo. ¡Y disfrutándolo! ¡Como si se tratara de cualquier otra comida!

Su sorpresa pronto se convertiría en asombro a medida que avanzaba la conversación.

“A decir verdad, tengo varios vasallos que sospechan que Tearmoon está almacenando comida para una guerra de expansión territorial.”

Su padre, el rey de Sunkland, bien podría haber desenvainado una espada con esa declaración. Era un claro desafío, y no uno amistoso. Mia lo rechazó con una simple respuesta — que era una mentalidad de pereza.

Para ella, hablar de la guerra era una actitud de bofetada. Ella también lo había dicho en serio. No había ni una pizca de duda en su voz ni en su comportamiento.

La Gran Sabia del Imperio… El conde Lampron siempre se quejaba de que el incidente de los Cuervos del Viento no era más que una serie de coincidencias, pero… Echard echó un vistazo rápido a la expresión de su padre. Vio curiosidad y buena voluntad. Su padre la tiene en muy buena estima…

Se trataba de la persona que su hermano Sion consideraba un amigo. Sion, con todos sus dones y talentos, la consideraba sabia y la elogiaba sin reservas. Sion… probablemente tenía razón. Echard acababa de conocer de primera mano su intelecto e ingenio.

Eso le hizo hacer una mueca. Su complejo de inferioridad brotó como un oscuro exudado, llenando su mente y su corazón. Con un suspiro abatido, apartó la mirada y la dirigió hacia otra chica de la mesa.

Y esta… es mi futura prometida… pensó, mirando el manojo de nervios que era Esmeralda.

“Ella pertenece a una de las Cuatro Casas de Tearmoon. Su condición de Etoiline es un buen partido para Su Alteza.”

Eso fue lo que el Conde Lampron le había declarado con orgullo. Objetivamente, era cierto. Una vez que Sion heredara el trono, a Echard se le concedería sin duda el título de duque, haciéndolos iguales en rango.

“A los dieciocho años, es cierto que es un poco mayor, pero no obstante creo que será una excelente consorte.”

Como alguien de sangre exaltada, el tener herederos era un deber siempre importante. Para ello, un intervalo de ocho años era ciertamente un factor indeseable. Aun así, los intereses políticos a menudo hacían que se concertaran este tipo de matrimonios asimétricos. Así era el matrimonio de la realeza. A Echard se lo habían enseñado al crecer, y ya lo había aceptado como un hecho de su vida. El hecho de que su potencial novia fuera una chica mucho mayor no le molestaba especialmente. Sin embargo…

La nerviosa Esmeralda, al lado del aplomo de Mia, constituía un espectáculo desolador. La forma en que se acobardaba como un pequeño animal aterrorizado era, francamente, un poco patética. De hecho, incluso la tercera chica, Tiona Rudolvon, se comportó con más dignidad. Ser tan débil de corazón que la hija de un conde parecía imperturbable en comparación…

Echard se mordió el labio.

Si se tratara del matrimonio de Sion, ¿alguien la habría considerado digna?

El pensamiento se invitó a sí mismo en su mente. La persona elegida como consorte de su hermano sería sin duda alguien que rebosara inteligencia y valor. Alguien como esa princesa Mia… Sabía que estaba mal comparar así, pensar en un hermano en términos de mejor o peor. Pero no podía evitarlo.

Sion lo tiene todo… Nació con todo, y luego se le dio más. Por otro lado, yo… ¿Qué oportunidad tengo yo?

Las palabras que una vez le susurraron al oído resonaron en su mente.

“Escucha, no tiene que ser llamativo. Sólo una pequeña travesura. Para ponerlo en evidencia. Ponerlo en su lugar. Es por su bien, sinceramente. Nadie puede soportar la perfección. Dañar su imagen un poco. Le hará bien.”

Dicho con una voz suave, dulce, casi serpenteante…

“Toma esta droga y ponla en su bebida o algo así. Sólo hace que la tripa duela un poco. Nada serio. Sé lo que estás pensando, pero por ahora guárdalo, ¿vale? Mira, si cambias de opinión después de que me vaya, sólo tírala. No pasa nada.”

Hacía tiempo que se habían metido en su corazón. Justo entonces…

“Estoy aquí… porque una de mis mejores amigas, Esmeralda, ha recibido una propuesta de matrimonio, y he sentido la necesidad de averiguar la calidad de su potencial novio.”

Una voz cristalina atravesó su sombría rumia. Miró hacia ella para encontrar el resplandor de la propia luna.

La considera una querida amiga…

No importaba cómo mirara el lamentable espectáculo que era Esmeralda, no podía ver cómo ella era de alguna manera digna de ser una amiga de la Gran Sabia del Imperio. Y sin embargo, eso no había impedido a Mia declararlo. La princesa estaba aquí para evaluar a la persona que podría casarse con Esmeralda. Había venido hasta aquí por su amiga. De repente, el mundo pareció dividirse en dos. En uno, bañado por la luz, se encontraban los elegidos en todo su esplendor. En el otro, sumido en las sombras, se agazapaban los no elegidos acurrucando su pena.

¡Craaaaack!

Le pareció oír el sonido de un cristal que se astillaba. El brillo abrasador de su hermano y de esta joven sabia había derretido por fin el último pestillo de su corazón. El dique se rompió. La derrota se desbordó y, con ella, el desprecio.

El mundo quedó en silencio, salvo por una frase que resonó…

“Ponlo en su lugar. Es por su bien, de verdad.”

Oooh… N-No puedo más… Me siento mal…

Mientras tanto, Esmeralda estaba a punto de desmayarse por la ansiedad. Su tímido corazón empezó a acelerarse en cuanto sintió la intimidante presencia del rey, y no había parado desde entonces. Por lo que ella sabía, la comida podría haber sido un plato de arena. Apenas podía recordar dónde estaba, y menos aún lo que estaba comiendo. El miedo, la incertidumbre y la confusión le oprimían el pecho, robándole el aliento.

Oh, no… Creo que estoy a punto de desmayarme…

Justo cuando el último resquicio de compostura al que se había aferrado estaba a punto de romperse, escuchó la voz de Mia.

“Estoy aquí… porque una de mis mejores amigas, Esmeralda, ha recibido una propuesta de matrimonio, y he sentido la necesidad de averiguar la calidad de su posible novio.”

Su corazón dio un vuelco. ¿Sus oídos la habían engañado? No, definitivamente lo había escuchado. Mia había dicho “mejor amiga”.

Así es, soy… ¡Soy la mejor amiga de la señorita Mia!

Ese pensamiento, como un fresco vendaval matutino, hizo volar la bruma mohosa de su mente. De repente, recordó quién era y para qué estaba aquí.

¡Qué vergüenza! ¡Contrólate, Esmeralda Etoile Greenmoon! Eres una orgullosa Etoiline, la hija mayor de tu casa, y lo más importante, la mejor amiga de la señorita Mia. No es momento de hacer el ridículo.

Se controló a sí misma — literalmente, sujetándose por las caderas con los brazos en alto. Entonces, miró, posiblemente por primera vez, a la persona que podría convertirse en su marido.

Vaya, qué cara más bonita tiene. También parece bastante inteligente. Me pregunto por qué mira así al espacio… ¡Debe ser porque es tímido! Oh, qué adorable. Debo decir que este chico tiene un gran potencial. Un día, apuesto a que será tan guapo como su hermano.

¡Esmeralda, amante de la buena apariencia, volvió a la acción!