Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“Bel, ¿te gustaría salir a dar un paseo? Estaba pensando que podríamos echar un vistazo a la ciudad.”

Al ver que su amiga, después de muchos lloriqueos y refunfuños, había terminado por fin los deberes que Ludwig le había dejado, Citrina le propuso un poco de esparcimiento.

Las dos se encontraban en ese momento en la habitación de invitados del Conde Lampron. Sin embargo, a pesar de la presencia de la hija del duque Yellowmoon, no había nadie más de su casa. Ni siquiera trajo a ningún guardia. Esto no era una señal de la caída en desgracia de Yellowmoon. Más bien, era una medida de precaución de Lorenz; una presencia llamativa de Yellowmoon podría atraer sospechas no deseadas. A Mia no le importaría, pero otros como Esmeralda y Tiona podrían no ser tan confiados. Por ello, se abstuvo de enviar a ninguno de sus hombres y puso la seguridad de su hija totalmente en manos de Mia y su escolta.

Lo que normalmente implicaría que una de las sirvientas más experimentadas de Mia le fuera asignada para el viaje, pero Citrina se había negado. “No se preocupe, Su Alteza. No hay necesidad de hacer arreglos tan meticulosos para Rina”, había dicho, sonriendo. “Estoy perfectamente sola, así que siéntase libre de poner sólo el mínimo de guardias.”

¿Reflejaba esta actitud su trauma pasado de estar constantemente vigilada por Bárbara? No, en realidad. No, en absoluto. Fue impulsado por un fuerte deseo de hacer ciertas cosas en este viaje. Cosas como… ¡dar un paseo juntas! ¡Ir de compras juntas! ¡Escondernos bajo las sábanas y charlar toda la noche juntos!

Así es. Era la primera vez que Citrina salía de viaje con una amiga — una genuina, sin maquinaciones ni cálculos — e iba a disfrutar de lo lindo. Que la gente la siguiera a todas partes sería terriblemente molesto, así que se esforzó por eliminar todos los elementos que pudieran interferir en sus planes.

Un viaje con Bel era un asunto serio.

Por lo tanto, en cuanto viera a Bel terminar su última pregunta, sugeriría una salida. Y Bel, siendo Bel, por supuesto dijo que sí. Esta era la casa de su amado Rey Libra. Seguro que no se iba a quedar dentro. Así que las dos chicas sonrientes se dirigieron a la puerta. ¡Sin embargo, su salida fue presenciada por cierto individuo, y dicho individuo no aprobó su salida!

Cuando el capitán de la guardia del conde Lampron, Connery Caldwell, vio a las dos jóvenes salir por la puerta principal de la residencia, dejó escapar el tipo de suspiro cansado de los que está harto.

Para ponerlo en antecedentes, éste era el hombre que había estado a cargo de la escolta que había custodiado a Mia en su camino a la capital. Gracias a su actitud diligente, se había ganado la confianza absoluta del conde. Lo cual, honestamente, sólo le dio más trabajo, pero se esforzó como el caballo de batalla que era. Acababa de terminar el angustioso trabajo de mantener a salvo a un grupo de súper VIPs en su viaje a Sunkland y se estaba relajando con un trabajo menos estresante. No relajarse, oh no. Eso sería demasiado razonable. Al llegar, se le encomendó la tarea de atender las necesidades de los invitados como su asistente. Sin embargo, estaba acostumbrado a este tipo de cosas y se lo había tomado con calma. Una zancada preocupantemente tambaleante, pero una zancada al fin y al cabo.

Antes, casi le dio un ataque al corazón cuando sorprendió a la princesa de Tearmoon y a una de sus amigas saliendo de la residencia de Lampron con sólo dos de sus hombres. Aquello iba en contra del sentido común. ¡La capital real no era un lugar peligroso ni mucho menos, pero se trataba de la princesa Tearmoon, por el amor de Dios! Claro, las posibilidades de que algo saliera mal eran extremadamente bajas, pero vamos. Dos guardias probablemente serían suficientes, pero en su línea de trabajo, uno no tentaba a la suerte con probabilidades.

Salió disparado por la puerta a toda velocidad y logró convencerla de que le permitiera disponer de otros dos hombres del ejército privado de Lampron para que la acompañaran, y eso sólo después de prometerle que se mantendrían fuera de su vista todo lo posible.

“Sinceramente, no sé por qué te molestas”, había dicho Mia con una ceja arqueada antes de marcharse. “Quiero decir, ya he traído mis propios guardias…”

La expresión de pura perplejidad en su rostro había sido profundamente irritante.

Me molesto porque eres la maldita princesa de Tearmoon, pero supongo que sólo uno de nosotros se da cuenta de eso, murmuró en su cabeza.

Y ahora, otro par de jóvenes nobles intentaban escabullirse. Si tuviera un cobre por cada suspiro que había soltado en este trabajo…

Una de ellas era Citrina Etoile Yellowmoon, hija de uno de los cuatro duques de Tearmoon. El hecho de que fuera hija de uno de los nobles de más alto rango del imperio le causaba mucho estrés. Y luego estaba la chica que la acompañaba, que era un problema aún mayor. ¿Quién demonios era ella?

Todo lo que sé es que se llama Miabel. ¿Qué pasa con esta chica misteriosa? Es la viva imagen de la princesa Mia, y también tiene su actitud. La chica se pasea con la hija de un duque como si fuera de allí. Y la he visto charlando casualmente con la princesa en más de una ocasión. En serio, ¿quién es ella?

Había algo extraño en Miabel que le daba escalofríos. No podía evitar sentir que si le ocurriera algo, su cabeza rodaría. Literalmente. Ese miedo le hizo ponerse en pie. Siendo un hombre de acción, actuó rápidamente en su corazonada.

“Disculpen, Lady Citrina y Lady Miabel”, dijo Connery, deteniendo a las dos chicas antes de que pudieran salir.

Ellas lo miraron con inocente sorpresa. Teniendo en cuenta que más o menos tenían su vida en sus manos, cuestionablemente sensatas, sus rostros juveniles estaban, a sus ojos, adornados con algo que se parecía más a unos cuernos que a una aureola.

“Si se me permite el atrevimiento, ¿podría preguntar a dónde se dirigen?”, preguntó con un tono fuertemente implícito. “Porque si no es tan importante, por el amor de todo lo sagrado, ¿podrían ustedes dos, jovencitas, quedarse en esta bonita y gran mansión?”

“¡Claro! Vamos a pasear por la capital y ver todos los increíbles lugares de interés de esta ciudad”, respondió Bel, que se movió de arriba a abajo con entusiasmo.

Está claro que su mensaje implícito no ha calado.

Sí. Definitivamente lo vi venir. Muy bien, entonces… Se le revolvió el estómago. La maldita cosa debe estar actuando de nuevo. No es que le sorprendiera. Había estado actuando desde que había comenzado en este trabajo.

“Muy bien. En ese caso, permítame acompañarle personalmente por su seguridad.”