Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Hacía sólo unos días que Mia había pensado: ¿En serio, Esmeralda? ¿Ni siquiera has preguntado de qué familia es tu posible marido? ¿Qué tan despistada tienes que ser?

Aunque tuviera la intención de rechazar la propuesta, había que hacer un mínimo de diligencia. Saber el nombre del tipo era definitivamente parte de ese mínimo. Para una joven de educación noble, tal descuido era, francamente, vergonzoso.

Ahora, este boomerang de una opinión estaba volviendo directamente a ella.

“¿Quieres saber lo que ha dicho padre? Uh…”

A pesar de todos sus defectos, Esmeralda seguía siendo una orgullosa Etoile. Una propuesta de matrimonio que la involucrara no era un asunto menor. Era apropiado y probable que el emperador ya hubiera sido consultado y hubiera dado su aprobación. Por el contrario, si el emperador no estaba al corriente, esto arrojaría una luz muy dudosa sobre todo el asunto. Por corolario, también habría que consultar al emperador antes de rechazar una oferta de este tipo.

De hecho, Mia no había consultado al emperador. En su defensa, había estado luchando desesperadamente contra su obstinada insistencia en venir al viaje con ella, lo que le dejaba poco tiempo o capacidad mental para considerar otras cuestiones.

¡Eso no es excusa! ¿Cómo pude ser tan descuidada?

Reconociendo que, en última instancia, se trataba de su propio error, consideró sus opciones. Mentir a Ludwig era un gran error. Al mismo tiempo, no podía admitir que ni siquiera había planteado la cuestión al emperador. Después de un breve silencio que le hizo perder la cabeza, dijo: “No pude sacarle esa información.”

Su respuesta caminó justo en la línea entre admitir la culpa y negarla. Podía interpretarse como “porque no pregunté” pero también “pregunté, pero aún así no pude.” Al menos, no era una mentira descarada. Sintiéndose segura tras un muro de negación plausible, lanzó una mirada a Ludwig.

“Lo que podría sugerir que Su Majestad Imperial no estaba informado”, murmuró, con los brazos cruzados en contemplación. “O… ¿el propio emperador no desea que Su Alteza se convierta en emperatriz? No, eso no puede ser… Es un padre tan cariñoso. ¿Por qué se opondría a su hija? A menos que… se trate de un amor mayor. Como padre, no quiere que su querida hija recorra el mismo camino espinoso del poder que él…”

Al ver que la atención de Ludwig se había redirigido lo suficiente, Mia dejó escapar un suspiro de alivio…

“Pero, a qué te referías con ‘eso puede resultar difícil, ¿eh, Ludwig?”

…¡Sólo para que Esmeralda volviera a tratar el tema desde el principio!

Vaya, no tenía ni idea de que supiera su nombre. Espera, ¿eso significa que piensa que es lo suficientemente guapo como para merecer su atención?

No era ningún secreto que a Esmeralda le gustaban mucho los chicos guapos. Incluso su habitualmente incontenible ego se encogía un poco en su presencia.

Es decir, Ludwig no es precisamente feo, pero debería ser un poco más selectiva.

Mia frunció el ceño hacia su amiga antes de volverse hacia Ludwig, cuya expresión seguía siendo sombría.

“Un matrimonio entre una Etoiline y el segundo príncipe es un asunto de importancia nacional. No se puede subestimar la importancia diplomática de esta unión. Representa un estrechamiento de las relaciones entre Tearmoon y Sunkland.”

En otras palabras, la magnitud del asunto hacía que los sentimientos personales de Esmeralda y las consideraciones políticas de Mia fueran irrelevantes.

“Y, como estoy seguro de que Su Alteza ya es consciente, nuestros adversarios pretenden aprovecharse de esto. El hecho de que hayan elegido este momento concreto para desvelar la identidad del pretendiente es prueba suficiente. Dadas nuestras circunstancias, esta propuesta de matrimonio es ahora muy difícil de descartar”, explicó Ludwig antes de dirigirse a Mia. “Supongo que por eso me pediste que investigara al príncipe Echard, ¿no es así?”

Seguro que no lo era, pero Mia asintió de todos modos. “Más o menos, sí.”

La medusa interior de Mia percibió astutamente una ola que se acercaba y optó por subirse a ella. En la medida en que las medusas podían cabalgar, al menos. La mayor parte de las veces consistía en dejarse llevar por la corriente.

Ludwig, que desconocía la naturaleza gelatinosa de la respuesta de Mia, la tomó al pie de la letra. “No hace falta decir que, tal y como están las cosas, permitir que este matrimonio siga adelante supondría un golpe importante, si no fatal, para nuestra facción de emperatriz. Un factor crucial es si Lady Esmeralda se pone del lado de Su Alteza.” Se volvió hacia ella. “Soy de la opinión de que podemos confiar plenamente en usted, Lady Esmeralda.”

“Por supuesto que sí. No traicionaría a la señorita Mia. Eso es algo que nunca ocurriría”, dijo, con la mano sobre el pecho y la barbilla inclinada hacia arriba.

Si hubiera sido la antigua Esmeralda, Mia habría tomado la declaración con mucha sal, pero últimamente estaba empezando a tener algo más de fe en su amiga. Lo suficiente como para hacerla detenerse y considerar legítimamente la opción de poner buena parte de sus huevos en la cesta de Esmeralda.

“Aunque me case”, continuó Esmeralda, “haré todo lo posible para influir en mi padre y en mi hermano, pero no puedo garantizar que me escuchen.”

“En ese caso, deberíamos intentar impedir que las conversaciones sobre el matrimonio sigan adelante. Necesitaremos un plan. Y teniendo en cuenta que Su Alteza me pidió que investigara al príncipe Echard”, dijo Ludwig, volviéndose hacia Mia, “supongo que ya tiene uno en mente.”

“¿En serio? ¿Lo tiene, señorita Mia?”

“Eh, bueno… Sí, más o menos…” Arrastrada por la marea de miradas expectantes, Mia sólo pudo someterse a sus maneras de medusa.

“Excelente. En ese caso, me centraré en reunir toda la información posible sobre el Príncipe Echard. Mientras tanto, Su Alteza puede proceder con su plan como crea conveniente.”

Los ojos de Ludwig irradiaban un respeto rayano en la reverencia, mientras que los de Esmeralda brillaban con profunda fe. Mia miró a cada uno de ellos durante un segundo.

“Muy bien. Les dejo con sus responsabilidades”, dijo con una lenta inclinación de cabeza antes de añadir: “Creo que voy a dar un paseo rápido…”

Y con eso, se deslizó fuera de la habitación.

¿Q-Qué se supone que debo hacer ahora? ¡Les dije que tenía un plan, pero no tengo nada de eso! ¡Augh, necesito poner en orden mis pensamientos, pero no tengo dulces! Necesito caramelos.

Habiendo quemado todo su combustible mental en la intensa conversación, comenzó a caminar cansadamente por el pasillo.

“Ah, Su Alteza…”

Una voz la hizo levantar la vista. “Cielos… Tiona, estás despierta. ¿Cómo fue tu siesta?”

Los Rudolvons generalmente observaban el horario de un trabajador, levantándose temprano en la mañana para ir a los campos con sus agricultores, donde supervisaban el trabajo agrícola, a veces ayudando ellos mismos. Luego, se iban a dormir una rápida siesta al mediodía. Incluso después de matricularse en Saint-Noel, Tiona había seguido cumpliendo este horario y durmiendo la siesta diaria al mediodía.

“Estuvo bien, muchas gracias. He descansado mucho.”

“Hm, es bueno escuchar eso. Oh, en ese caso, ¿tendrías por casualidad algo de tiempo libre? Estoy pensando en salir a la ciudad para refrescar mi mente, y me encantaría que me acompañaras.”

Así, Mia salió con Tiona y Liora a remolque en busca de ese preciado combustible de la mente — ¡dulces!