Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“Bueno, bueno, bueno, no está nada mal.”

Dion silbó ante la andanada de flechas que se acercaba. Volaron como un todo unificado, con una puntería perfecta. Asintió con satisfacción. Es cierto que mantenía su caballo a una velocidad constante para convertirse en un blanco más fácil, pero eso era un detalle. Sin duda, se trataba de arqueros expertos. Ni uno solo de sus disparos alcanzaría a su caballo, y mucho menos saldría disparado.

“Gracias por dispararme a la cara. Hace que sea más fácil de tratar.”

Se mantuvo deliberadamente firme, sin intentar esquivar. Su espada volvió a destellar, esta vez dibujando un patrón más complicado en un tiempo aún más corto. Con una precisión que rozaba la presciencia, hizo que todas las flechas rebotasen como si hubiesen chocado con un campo de fuerza. Seguro tras su escudo hecho de pura habilidad, atravesó la andanada sin sufrir daños.

“Hay que reconocerlo. Esta clase de precisión a caballo es impresionante. Estoy dispuesto a apostar que está más allá incluso de la caballería imperial.”

La arquería a caballo es una habilidad sumamente difícil. Los arqueros militares en el ejército de Tearmoon eran o bien francotiradores, que se plantaban en terreno firme para disparar con precisión a largas distancias, o bien arqueros de formación cuya precisión disminuida era compensada por su número.

“Estos tipos disparan como francotiradores. Mientras cabalgan. Bandidos, una mierda. Estos son profesionales… ¡Whoa!”

La mano izquierda de Dion se desdibujó. Cuando se detuvo junto a su cuello, sostenía una flecha en su empuñadura.

“Un disparo retardado. Maldita sea, estos tipos no son sólo francotiradores — tienen trucos bajo la manga.” Sus ojos se entrecerraron ante la punta de la flecha, que estaba recubierta de una sustancia viscosa, parecida a la savia. “Y usan veneno. Probablemente sea justo asumir que un rasguño es fatal. Los soldados promedio probablemente ya habrían muerto tres veces… Pero esto definitivamente me facilita las cosas.”

Echó la cabeza hacia atrás y cacareó. Luego, después de fijar a los bandidos con una mirada intimidatoria, lanzó su flecha capturada al aire.

“¡Me llamo Dion Alaia! ¡Espada de la Gran Sabia del Imperio, Su Alteza la Princesa Mia! ¡Ahórrate tus flechas! ¡No te servirán de nada! Si quieres mi vida, cámbiala por la tuya”, rugió mientras se abalanzaba sobre el proyectil que caía.

Tres rayas metálicas cruzaron su eje. Cuatro trozos cortados cayeron al suelo. Hizo un ademán de mirar con atención a cada uno de ellos antes de volver a centrar su atención en sus enemigos.

“Los que no teman encontrar el mismo final, vengan a mí de dos en dos — No, que sean tres a la vez. Me gusta quitar vidas, pero no desperdiciarlas. Quiero que me den una buena pelea antes de que mueran, ¿me oyen?”

Miró a los bandidos, muy consciente de que la mención de su nombre había provocado una oleada de malestar en sus filas. Fue muy sutil, pero no se le escapó.

Parece que han oído hablar de mí… Debo haber tenido razón en lo de que están confabulados con el viejo lobito. O… Hah, tal vez he ganado el estatus de celebridad en Sunkland también.

Tenía dos razones para revelar su identidad: La primera era discernir si los bandidos estaban conectados con el maestro lobo. La segunda era intimidar a sus oponentes.

Si yo fuera el viejo Lobito, les diría que se mantuvieran alejados de un tipo llamado Dion Alaia. A menos que tengan una gran confianza en su manejo de la espada, por supuesto.

De cualquier manera, sólo escuchar su nombre debería hacerlos reflexionar. Tal vez incluso convencerlos de que retrocedan.

“No es que tenga miedo de cruzar espadas, por supuesto”, murmuró. “Diablos, probablemente pueda limpiar el suelo con ellos.”

Como soldado, eso sería un resultado impecable. Eliminar, desalojar o incluso obligar al adversario a retirarse era una victoria para los que cargaban en la batalla. Sin embargo, como comandante, eso ya no era óptimo, porque al final de una batalla, los soldados victoriosos también eran soldados cansados. La resistencia podía recuperarse. Las heridas se curaban. Pero la muerte era permanente. La mutilación, igualmente. Cada combate se cobraba un peaje de desgaste, extraído en forma de soldados. Soldados valiosos que habían sido entrenados con cuidado y atención — su pérdida nunca era trivial. Por lo tanto, para un ejército, la decisión de entrar en batalla era, por su propia naturaleza, ya una opción subóptima.

¿Ganar con la espada sin desenvainar, eh…? Bah, quién iba a pensar que habría un día en el que pensaría en estas cosas. A este paso, realmente podría convertirme en un comandante. Será mejor que empiece a trabajar en la barriga. Después de todo, tengo que dar la cara.

Como soldado individual, necesitaba centrarse sólo en su propia destreza en el combate. Mientras derrotara a sus enemigos, todo estaba bien. Sin embargo, como espada de la Gran Sabia del Imperio, eso ya no era suficiente.

“De todos modos, esto es todo lo que puedo hacer… Si todavía deciden venir, entonces definitivamente vamos a ganar con la espada desenvainada. Y estoy totalmente de acuerdo con eso.”

Los bandidos no mostraron signos de retirada. Ni de atacar, por cierto. Continuaron extendiéndose y rodeando lentamente la caravana. Dion… no los culpaba, en realidad.

“Probablemente pensaron que tienen ventaja si tenemos que proteger los carruajes mientras luchamos. O tal vez piensen que tienen una oportunidad de derribarme mientras estoy aquí solo”. La cabeza de Dion Alaia sería definitivamente un trofeo útil para ellos. Tiene sentido. La otra posibilidad es… que su persona de interés esté en realidad en uno de los otros vagones de atrás…”

Cualquiera que sea su razonamiento, todavía estarían eligiendo la muerte.

“El viejo Lobito ya se habría ido hace tiempo. Ese tipo sabe cuándo retirarse. Oh, pero supongo que si él apareciera, yo también estaría allí rebanando una tormenta ahora. Una pelea con él es demasiado divertida para dejarla pasar.”

Justo cuando pensó en esperar un poco más para ver cómo se desarrollaban las cosas, la situación cambió abruptamente.

“¡El ejército real está aquí!”

Alguien lanzó un grito agudo. Las cabezas se volvieron de inmediato hacia la distancia, donde una nube de polvo indicaba la presencia de un gran número de pies. Se oyó el profundo y constante estruendo de los cascos del ejército. Pronto se vio la forma inconfundible de una línea de caballería.

Los bandidos no eran tan temerarios como para intentar enfrentarse a los mejores del Imperio y al ejército real al mismo tiempo. Dion percibió inmediatamente el cambio en su actitud. Hoy no habrá combates. Poco después, las cabezas de sus caballos giraron al unísono. Con la misma precisión coordinada de su llegada, partieron rápidamente. Dion no pudo evitar silbar ante el espectáculo.

“Qué espectáculo. Hay que reconocerlo. Probablemente no tiene sentido tratar de perseguirlos… ¿Oh?”

“¡Sir Dion!”

Miró en la dirección de la voz para encontrar a un chico que conocía a la cabeza del ejército real.

“El príncipe Sion está dirigiendo personalmente la caballería, eh. Muy galante. Dando al Príncipe Abel una carrera por su dinero. Ahora, la pregunta del momento es… ¿Fue todo esto parte del plan de la princesa?” murmuró, envainando su espada.