Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Tras regresar a la capital, Mia abrió inmediatamente el ejemplar de las Crónicas que le había prestado Bel. Para que quede claro, sólo pretendía echarle un vistazo rápido. Nada serio. Después de que Ludwig la aleccionara sobre la importancia de conseguir el apoyo de la nobleza de las naciones cercanas, pensó que lo tenía claro. Al fin y al cabo, ya tenía buenas relaciones con Rafina y Sion. Mientras ellas — dos de las figuras más influyentes del continente — pidieran su apoyo, las espaldas se inclinarían hacia ella como juncos en el viento. El camino hacia la emperatriz parecía, en ese momento, un corto paseo por el parque.

Por desgracia, la confianza generó descuido. Mientras cogía el libro, ya estaba imaginando pasajes sobre un futuro en el que sobrevivía al envenenamiento para convertirse en emperatriz. Al mismo tiempo, una parte de ella también esperaba que nada cambiara. Ya se había quemado antes. Era mejor mantener sus expectativas bajo control. Probablemente eran los mismos capítulos de siempre describiendo la misma muerte de siempre. La idea de volver a ver esa vívida descripción de su propio final le quitó las ganas de leer, pero se obligó a abrir el libro. Luego, se obligó a abrir los ojos. Lo que vio en sus páginas…

“¡¿Eh?! ¿Qué demonios se supone que es esto?”

Su mente se tambaleó por las palabras, entregadas como un martillo a su cerebro, pues se leía…

“Sion Sol Sunkland pereció en su juventud.”

“¿Qué? P-Pero… ¿Cómo? ¿No se suponía que Sion se convertiría en Rey de Sunkland? ¿Y obtener un apodo cursi y demás? ¿Qué era? ¿El Rey Libra o algo así?”

Se apresuró a leer el contenido cambiado, sólo para encontrar que Sion aparentemente perdió la vida en una escaramuza con una banda de bandidos.

“¡¿Eh?! ¿En qué estaba pensando ese maldito chico? ¿Por qué demonios iba a salir él mismo? Deja que sus soldados se encarguen de ello”, se quejó antes de ver algo más alarmante. “Espera… ¿Qué? ¡¿Sólo quedan treinta días para que esto ocurra?!”

Después de que se le pasara la frustración inicial, reconsideró su postura, dándose cuenta de que, de hecho, era el mismo tipo de cosas que Sion estaba dispuesto a hacer. Teniendo en cuenta que parecía verse a sí mismo como una especie de encarnación de la justicia, la noticia de que una banda de bandidos estaba causando problemas podría muy bien atraerlo a la seguridad. Peor aún, había oído que el tipo de vibración de “la justicia se sirve mejor personalmente” era omnipresente en toda Sunkland, lo que sólo aumentaba el riesgo de que esto sucediera. La idea de que la realeza era un ejemplo para las masas y que siempre debía liderar la carga en la batalla era casi de sentido común en ese reino. Ante el peligro, refugiarse en una habitación segura del castillo no era una opción para ellos. Además, cuando su pueblo estaba expuesto a la amenaza del bandolerismo, se esperaba que tanto la realeza como los nobles fueran los primeros en llegar a la escena con los ejércitos cerca. No estar a la altura de esta imagen pondría en duda su sentido de la justicia y, por lo tanto, la legitimidad de su elevado estatus.

Remno tenía una cultura similar. Allí se esperaba que los reyes fueran valientes y audaces. La realeza que no comandaba ejércitos no tenía derecho al trono. Fue esta cultura la que una vez llevó a Abel a liderar un ejército en persona para sofocar una rebelión.

“También es posible que alguien se aproveche a propósito de esa expectación en Sunkland para poner un cebo a Sion para que arriesgue su vida.”

Tal vez la actividad de los bandidos fuera una trampa desde el principio, y a Sion en realidad le tendieron una trampa. Mia se cruzó de brazos y entró en modo de análisis profundo.

“Espera, déjame pensar en esto… ¿Quizás esto esté realmente bien? Quiero decir, no es que me moleste que Sion muera. Después de todo, me cortó la cabeza una vez. Y puede ser tan irritante a veces. Además…”

El modo de análisis profundo no duró ni un minuto antes de conceder: “No, no puedo dejarlo morir. Dejaría un regusto terrible.”

Si hubiera sucedido sin su conocimiento, sería diferente. Estar en posición de evitarlo y no hacerlo era una opción demasiado despiadada para ella.

“Hemos tenido nuestras diferencias, pero él vino en mi ayuda cuando la necesitaba. Se lo debo. Ah, y supongo que no hay garantía de que quien ocupe el trono en su lugar me apoye. Y Bel también le tiene bastante cariño…”

Pronto, ella se decidió.

“Bien. Creo que tengo que hacer algo al respecto.”

Si se tratara de un simple accidente, podría simplemente enviar una línea a Sion y Keithwood y decirles que envíen más soldados o refuercen la seguridad.

“Aunque probablemente no pueda convencerles de que impidan a Sion salir en primer lugar…”

Eso sería extralimitarse en los asuntos domésticos, por no mencionar que una simple advertencia parecía inútil ante la personalidad de Sion.

“También es posible que esto sea una conspiración de la Serpiente.”

Esa línea de pensamiento tenía más sentido. Parecía poco probable que el enfrentamiento con un par de bandidos llevara a Sion a perder la vida.

“Tiene un brazo de espada bastante malo, y Keithwood también está con él. No hay manera de que un bandido al azar tenga alguna posibilidad de matarlo.”

Y si las Serpientes estaban realmente involucradas, eso complicaría significativamente las cosas.

“Si estamos tratando con las Serpientes, preferiría enviar a Dion, pero eso probablemente mellaría el orgullo de Sunkland…”

Lo mejor del Imperio sin duda desmantelaría cualquier trampa nefasta que estuvieran tendiendo, pero ella no tenía ninguna excusa políticamente viable para despacharlo. Una nación menor podría haber soportado cualquier queja, pero el Reino de Sunkland estaba a la altura del imperio tanto en tamaño como en fuerza. Probablemente no verían con buenos ojos una petición de añadir un agente de Tearmoon a la unidad encargada de custodiar a su príncipe heredero.

“Estoy seguro de que Sunkland tiene muchos soldados capaces, pero no puedo ordenarles que acompañen a Sion.”

A menudo podía salirse con la suya con tales arreglos dentro del imperio. Si tan sólo esto no fuera un asunto extranjero.

“Uf, es tan frustrante que no pueda decirle a la gente que sé lo que va a pasar en el futuro. Debe haber algo que pueda hacer… Vamos, piensa…”

Al ritmo actual, lo único que podía hacer era advertirle que tuviera cuidado. Tal vez alertarlo sobre la posibilidad de una conspiración sería suficiente. O, tal vez, no lo sería. No se sentía del todo cómoda poniendo todos los huevos en esa inestable cesta. Sobre todo teniendo en cuenta que Sion podría aprovechar esa oportunidad para ponerse en peligro a propósito y localizar al cerebro que estaba detrás de todo aquello.

“Hnnngh, esto me está dando dolor de cabeza…”, refunfuñó.

“Disculpe, milady. La señorita Esmeralda está aquí…”

La voz de Anne sacó a Mia de su atolladero mental.

“¿Oh? ¿Esmeralda? Hm…”

Mia se frotó la barriga.

“Hmm… Tengo que pensar mucho, y el azúcar es el combustible del pensamiento, así que creo que es hora de repostar.”

Por el momento, dirigió sus pensamientos a los manjares que Esmeralda había traído sin duda.