Meikyuu No Ou (NL)

Volumen 2

Interludio 1: Ganaré La Próxima Vez

El minotauro estaba de excelente humor.

En toda su vida en el laberinto, nunca había sido tan feliz.

La razón era bastante extraña: El minotauro acababa de sufrir la primera derrota de toda su vida.

No estaba contento con la derrota en sí, por supuesto. Sólo pensar en el imperdonable suceso le hacía hervir la sangre, y sus ojos bullían de furia.

Sin embargo, podría volver a luchar contra ese hombre. ¿Cómo no iba a emocionarse ante la perspectiva de un propósito renovado? ¿Qué mayor alegría podía haber?

Ganaré la próxima vez. Derrotaré a ese poderoso oponente. La victoria será mía. Ese es el objetivo para el que he nacido.

Tales eran los pensamientos del minotauro.

Por ello, también comenzó a esperar la llegada de otros enemigos que no fueran ese hombre.

No venían con tanta frecuencia como antes, pero aparecían de vez en cuando. Todos los aventureros humanos que lo desafiaban querían ser los que triunfaran sobre el Rey del Laberinto.

A decir verdad, hubo circunstancias que los llevaron a la guarida del minotauro, circunstancias que no tenía forma de conocer.

El año en que este minotauro nació en el Laberinto de Sazardón, abandonó su sala de jefe y comenzó a descender a sus profundidades fue el año 1079 del Calendario Real de Baldemost. Dos años después, en 1081, llegó al piso final, derrotó al dragón de metal y se convirtió en el nuevo gobernante del laberinto.

Una enorme recompensa financiada por el rey fue colocada sobre la cabeza del minotauro en dos ocasiones distintas, y durante los siguientes diez años, hasta 1091, innumerables partidas de aventureros desafiaron al minotauro, convirtiéndose todos en puntos de experiencia que contribuyeron a su crecimiento. El año 1091 fue cuando el minotauro acabó con toda la Cuarta División de la Guardia Imperial.

El número de aspirantes disminuyó drásticamente después de eso. Sin embargo, eso no significaba que dejaran de venir. Sólo significaba que los que aparecían eran especialmente fuertes.

Los rumores sobre el minotauro se extendieron gradualmente a otros países.

Se extendieron hacia el norte, a los Estados feudales de Fenks, que luchaban por proteger su independencia; al país oriental de Daad; al gran país de Mazulu, conocido por sus dotados practicantes de magia; al enorme imperio de Gorenza, al suroeste; al rico principado de Yenna; a la provincia fronteriza de Sheradan, conocida por su terreno implacable; a las Ciudades Libres de Karelia; al país de Peza y sus numerosos templos de artes marciales y salas de entrenamiento de espadachines; a las tierras fronterizas del Este; a las tierras fronterizas del Oeste; a las tribus salvajes del Bosque de Jami.

Los rumores decían que había un monstruo invencible en el piso inferior del Laberinto de Sazardón. También decían que ni siquiera los grupos de aventureros de más alto rango podían hacerle un rasguño y que había acabado con toda una división de la Guardia Imperial.

Hubo gente que se rio de los rumores como si fuesen tonterías. Otros los ignoraban por considerarlos irrelevantes para su vida cotidiana. Sin embargo, a medida que los rumores se fueron acumulando, la existencia del gran minotauro se fue grabando en la conciencia de la gente.

El hecho de que el caballero que estuvo a punto de derrotar a la bestia se hiciera con una espada bendecida sin comparación y utilizara su abrumador poder para ascender a la posición de marqués reforzaba aún más estas historias.

Este minotauro podría haber sido el monstruo más fuerte de la historia del continente. Antes de que nadie se diera cuenta, el minotauro empezó a ser considerado no sólo el amo del piso inferior de su propio laberinto, sino el rey de todos los laberintos del mundo.

También había un rumor más: que el minotauro tenía una [Bolsa], dentro de la cual había todo tipo de espadas increíblemente fuertes. Se decía que quien derrotara al monstruo recibiría un tesoro de armas benditas.

Comenzaron a formarse partidas compuestas por individuos poderosos que habían conquistado laberintos en otras regiones con el objetivo de derrotar al minotauro del Laberinto de Sazardón.

El que consiguiera hacerlo se convertiría en un héroe, obtendría armas sin igual y ganaría una riqueza increíble. La promesa de tan extraordinarias recompensas atrajo a fuertes oponentes de todo el mundo para presentarse ante la bestia.

Los retadores no eran muchos, y tampoco aparecían con tanta frecuencia. Sin embargo, de vez en cuando, agrupaciones compuestas por los más distinguidos aventureros que el continente podía ofrecer se dirigían al Laberinto de Sazardón.

El minotauro luchó alegremente contra todos ellos. Para derrotar a ese hombre, necesitaba aprender mucho más sobre las formas de lucha de los humanos.

Mientras luchaba contra los aventureros, el minotauro se planteaba qué haría si sus ataques fueran diez veces más rápidos, diez veces más potentes y diez veces más afilados.

Aquellos días de emoción desbordante continuaron durante algún tiempo.