Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“Ooh… Ooooh…”

El sonido de una olla hirviendo a fuego lento. El lento derretimiento de las verduras ablandadas. El tentador aroma del pollo bien hervido. La sopa de tomate ámbar que sirve de base. Todo esto era maravilloso, pero palidecía en comparación con los encantadores capuchones que asomaban en el centro del guiso — hongos, muchas variedades de hongos.

Había negros, con volantes. Las blancas con sombreros del tamaño de un plato pequeño. Pequeños racimos que crecían en grupos. Había hongos sobre hongos. Había un montón de hongos.

Ninguna de ellas era nada especial — no eran hongos “Premium” que pudieran atraer a una nariz desprevenida desde la mitad de la habitación con su irresistible aroma. Eran las cepas mundanas y cotidianas apreciadas por los cazadores del bosque para los guisos de la cena. ¡Perfectas para Mia, de hecho, porque ella prefería mucho el sabor de estas variedades más caseras!

Ahora bien, Mia no era una fanática. Entendía que todos los hongos eran iguales. No hay castas micológicas, ni superioridad intrínseca que un hongo posea sobre otro. Los hongos de primera calidad eran deliciosas a su manera, y ella lo reconocía. Sin embargo, había otras setas que simplemente hacían un mejor guiso.

Desde que probó el guiso de liebre, la jerarquía alimenticia de Mia había experimentado un cambio sísmico en el que los guisos se elevaban al nivel más alto. En otras palabras, lo que tenía ante sí no era un guiso de hongos plebeyos — ¡Era el cielo culinario! ¡A ella le encantó!

Además, en el proceso de perfeccionamiento de sus habilidades de supervivencia, también se había familiarizado con las plantas comestibles de la montaña, lo que significaba que su paladar estaba progresando constantemente hacia el de… las viejas abuelas que viven en el campo. Haz de eso lo que quieras.

“Oh… Ooooh… Ooooooooh…”

Su mano temblaba de emoción mientras acercaba su tenedor a uno de los manjares que se cocinaban a fuego lento. Con un trago, lo pinchó con una púa. La forma blanca se onduló en el guiso. El movimiento era tan tentador que casi empezó a babear. Con los ojos fijos en el hongo Belluga, hundió el tenedor en su carne de marfil y la levantó. Se estremeció. Lentamente, se lo llevó a la boca… y lo devoró todo de un bocado.

“Mmm… Mmmmmph…”

Los hongos Belluga eran conocidos por su exquisito sabor, que ahora se deslizaba por su lengua. La hizo rodar por la boca, exhalando una bocanada de aire caliente. La armoniosa mezcla de sopa y zumo era un auténtico placer para sus papilas gustativas.

Cuando se enfrió, lo mordió. Había una textura masticable que permitía masticar. Eso contribuyó a la experiencia. Una profunda sensación de plenitud llenó su pecho mientras saboreaba la maravillosa textura.

“Ah, está tan bueno… Así que esto es lo que sabe el guiso de hongos. Simplemente sublime.”

Así es. En los albores de un nuevo año, Mia había tenido por fin la oportunidad de disfrutar de la fiesta de guiso de hongos que había estado esperando durante tanto tiempo. La fiesta se celebró en la antigua casa de Anne, donde actualmente vivía su familia. Bel, la muy astuta, la había acompañado en el viaje y ahora estaba sentada al lado de Mia con la misma expresión en la cara y el mismo bulto en las mejillas.

En realidad, Mia había querido hacer la fiesta con los miembros del consejo estudiantil, pero todos eran personas ocupadas. Sion, Abel y Rafina habían vuelto a sus respectivas casas.

“Es una pena, de verdad… No pudimos hacer una fiesta durante el Festival de la Nochebuena, así que estaba deseando compensarlo con esta…”

El guiso de setas seguía siendo sabroso, por supuesto. Eso no cambió por la falta de asistentes a la fiesta. Su disfrute, sin embargo, sí.

Pero no es que la fiesta de hoy fuera aburrida. La familia de Anne y Miabel estaban allí. También Tiona y Lynsha, esta última todavía con vendas en la cabeza. Casualmente, Cloe estaba en la ciudad, añadiendo otro miembro a la lista. La fiesta en sí no carecía de animación.

El padre de Cloe, Marco Forkroad, que había venido a la capital para gestionar unos negocios de trigo, se enteró de la afición de Mia por los hongos, así que envió a Cloe una cesta de hongos variados como regalo, lo que dio lugar a la actual fiesta del guiso de hongos.

“¡Caramba! No hay nada mejor que un hongo con algo de textura. Es la cantidad justa de dureza.”

“Realmente lo es, ¿verdad, abu—? ¡Quiero decir, señorita Mia!”, dijo Bel, emulando la técnica de Mia de un bocado caliente mientras saboreaba su propio bocado de hongos.

Mia contempló las dichosas caras que rodeaban la olla y asintió con satisfacción.

“Esto es lo que significa el guiso de hongos.” El guiso de hongos no era sólo el guiso. Necesitaba las risas, la cháchara— y la alegría era el condimento final. Sonrió y se volvió hacia Chloe. “Gracias, Chloe. Y dale las gracias a tu padre de mi parte también. Todos le debemos mucho por este maravilloso regalo.”

“¡Oh, no hace falta que nos des las gracias! El placer es nuestro”, dijo Chloe, con las manos levantadas con timidez.

Mia negó con la cabeza. “Chloe, soy de la opinión de que la gratitud debe engendrar una acción agradecida. Tu padre nos hizo un gran favor, así que me gustaría devolvérselo como es debido.”

“Siguiendo esa lógica, yo también te debo una tonelada, así que el regalo de mi padre debería considerarse un pago nuestro. Ya estamos en paz, así que no te preocupes”, argumentó ella sonriendo. “Además, recibí una bienvenida tan cálida aquí en la capital, y tuve la oportunidad de hablar tanto de mis libros favoritos. Y…” Se detuvo un momento para mirar a Elise. “Pude conocer al autor de tu corte. Todavía me tiemblan las manos. Qué experiencia tan increíble.”

Mia soltó una risita. “Vaya, debes haber tenido una gran charla con Elise. Me alegro de que hayas encontrado una nueva compañera de libros.”

Como amante de los libros, Mia sabía cómo se sentía Chloe. Oír a Elise hablar de novelas era delicioso. No importaba si las tenía escritas; sólo sus ideas eran muy fascinantes. Bueno, la mayoría de ellas. Mia había admitido que se había quedado boquiabierta cuando encontró una sección en una novela romántica anterior de Elise que implicaba una “operación pañuelo” para llamar la atención de un chico. Todavía no estaba segura de cómo sentirse al respecto. Pero ese era un caso especial. Para los amantes de los libros, conocer a un autor era, por regla general, una ocasión impagable que merecía chillidos de alegría.

“Sí, me alegro de que te diviertas”, continuó Mia. “Pero aún así, la gratitud debe mostrarse donde se debe. Al menos, dile a Sir Marco que puede consultarme si tiene algún problema. Estaré encantada de ayudarle.”

Después de todo, los canales de distribución de trigo controlados por Forkroad & Co. eran literalmente salvavidas para Mia. Si había algún problema relacionado con ellos, definitivamente quería saberlo lo antes posible. A decir verdad, tales consideraciones políticas eran complementarias en el mejor de los casos. Principalmente quería darle las gracias porque estaba encantada de recibir su cesta de hongos, y eso la había puesto de un humor extra generoso.

“Princesa Mia…”, dijo Cloe, conmovida por las palabras de Mia. “De acuerdo. Se lo diré.”

Justo entonces…

“Uh, disculpe, princesa Mia”, dijo Lynsha, interrumpiendo. “¿Tienes un momento? Hay algo que me gustaría discutir contigo.”

“Vaya, Lynsha. Por supuesto. Pero debo decir…” Mia se rió un poco ante la expresión rígida de Lynsha. “Tenerte actuando tan formalmente a mi alrededor va a costar acostumbrarse.”

“Oh, ya basta, princesa Mia.” Lynsha suspiró, liberando algo de tensión con la respiración. Bajó la voz hasta apenas superar un susurro. “Se trata de milady Bel.”