Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Por fin llegó el día de la ceremonia de ingreso. Como todos los actos de la Academia Saint-Noel, además de ser un evento escolar, la ceremonia de ingreso tenía un aspecto ritual. Mia entró en la catedral llena de estudiantes, se sentó en la primera fila y cerró los ojos. Al cabo de un rato, comenzó la ceremonia. Primero se cantó un himno sagrado en honor al Lord. A continuación, se celebró el Rito del Incienso, que era un ritual importante en el proceso de incorporación de nuevos estudiantes a la academia. Consistía en que los estudiantes se aplicaban aceites aromáticos bendecidos y, sumergidos en su fragancia divina, prometían comportarse de forma adecuada a las normas de la Academia Saint-Noel.

Finalmente, Rafina entró en la catedral vestida con un traje blanco puro. Su tejido de calidad era bellamente iluminado por la iluminación de la catedral y acentuaba aún más las pocas zonas de piel lustrosamente reveladas. Mia contempló su aspecto angelical con sentimientos encontrados, ya que le recordaba a cierta escultura que había visto antes en la Academia Santa Mia.

Rafina aceptó una antorcha del sacerdote y se dirigió a la parte delantera de la catedral, donde había un enorme cáliz de plata sobre una mesa ceremonial. Dentro del cáliz había aceite aromático de la mejor calidad, al que acercó lentamente la antorcha. Se oyó un fuerte chasquido seguido de un estallido de llamas. Pronto, una dulce fragancia recorrió la catedral.

Huh. No es que me importe mucho, pero supongo que los aceites aromáticos de primera calidad se supone que huelen dulce. Tiene sentido. Como fanática de los dulces en ciernes con un pie en la puerta del culto al azúcar, Mia asumió inmediatamente que había una correlación directa entre la calidad de un aceite aromático y la dulzura de su fragancia. A este paso, podría empezar a preocuparse de si Rafina podría algún día juzgarla por herejía. En fin…

“Ahora bien”, dijo Rafina una vez concluida la secuencia de rituales, “la señorita Mia, la presidenta del consejo estudiantil, quisiera saludar a nuestros nuevos alumnos.”

A la orden de Rafina, Mia se acercó y respiró un poco. De pie en la parte delantera de la catedral, con la llama aromática brillando como un halo a sus espaldas, miró a través del vasto espacio, observando a su público. Otra respiración, esta vez más profunda. Después de inhalar suficiente dulzura gaseosa, comenzó con una voz suave.

“Saludos a todos. Soy la presidenta del consejo estudiantil, Mia Luna Tearmoon.”

El ritmo de su corazón era sorprendentemente estable, y su mente estaba en calma. Al prepararse para este momento, había reflexionado y razonado… y llegado a una cierta conclusión.

Es probable que sea imposible que el imperio se guarde sus reservas para sí mismo.

Ella había considerado una serie de posibles excusas… pero finalmente se dio por vencido. Incluso si falsificaba las cifras de sus provisiones y lograba engañar tanto a Sion como a Rafina, dudaba mucho que pudiera mantener la verdad oculta a las escurridizas Serpientes. Además…

Dejaría un regusto terrible.

Después de haber experimentado una gran cantidad de rechazos en la línea temporal anterior, no pudo evitar pensar en cómo se sentiría la otra parte si negara su petición de ayuda. Si lo hiciera, seguramente le esperaría una mala noche de sueño seguida de un día de malestar estomacal.

En ese caso, podría asumir de entrada que compartiéramos nuestras provisiones con otros reinos.

Eso significaba que era necesario un cambio de rumbo.

“De lo que me gustaría hablar hoy… ¡es del espíritu de la ayuda mutua!” ¡En lugar de ser su problema, ella iba a hacer que fuera el problema de todos! “En otras palabras, ayudarse mutuamente en tiempos de necesidad. Nosotros, los que estamos en posiciones de poder, debemos cuidar del pueblo que gobernamos. En los momentos difíciles en los que nuestro pueblo está muy necesitado, debemos unirnos — todos nosotros, sin importar las fronteras ni las naciones — para ayudarles.”

Si tenía que soltar parte de sus reservas, que así fuera. Pero, por las lunas, no lo iba a hacer sola. La idea que quería transmitir era esencialmente “¡si algún reino pide ayuda, el imperio intervendrá, ero será mejor que el resto de ustedes aporten también lo que puedan!” Pero su plan no terminaba ahí. Había un objetivo adicional — asegurarse de que, en caso de apuro, no se quedara con el extremo más corto del palo.

“Ayudar y ser ayudado… Ese tipo de solidaridad recíproca entre naciones es absolutamente esencial.”

Habló con pasión e insistencia, pero si uno pasara por alto sus palabras y se centrara en su intención, se reduciría a: “Claro, el imperio les abrirá sus almacenes de alimentos durante una hambruna, pero si el imperio tiene problemas en el futuro, será mejor que nos echen una mano a cambio.” Ayudarse mutuamente en tiempos de necesidad, según la definición de Mia, significaba: “Te ayudaré cuando estés en apuros, así que asegúrate de devolverme la ayuda cuando yo esté en apuros.”

Tras darse cuenta de que no podía permitirse el lujo de acumular todos sus ahorros, decidió asegurarse de que no acabaría siendo la única pringada. Si su despensa tenía que sufrir, la de los demás también. Y la parte más importante de este proceso era declararlo formalmente delante de Rafina, junto con una sala llena de jóvenes nobles procedentes de multitud de naciones. La Mia del pasado había hecho muchos líos sin querer debido a la ignorancia. La Mia actual explicaba las cosas muy explícitamente para que nadie pudiera hacer lo mismo. Habiendo aprendido de sus experiencias, no iba a dar a nadie la excusa de la ignorancia.

“Esta es la manera en la que me gustaría que se comportaran. Es mi mayor deseo que sean el tipo de personas que…” Se tomó un momento para barrer su mirada a través de la habitación. “Si hoy vean a un hombre hambriento que no tiene pan… entonces mañana cogerán el pastel que han estado deseando comer y lo compartirán con él. Todos preferiríamos tener el pastel para nosotros, pero no deben permitir que ese deseo los lleve a abandonar a los desamparados.”

Lo que no hizo fue pedirles que cogieran el pastel que estaban deseando comer y se lo dieran todo al hambriento. Al fin y al cabo, el principio se aplicaba también a ella, y Mia quería pastel. Comer un poco menos y compartir el resto era lo máximo a lo que estaba dispuesta a llegar en términos de compromiso. Ni un paso más. Además, si el trozo de pastel tenía una fresa, puedes apostar tu trasero a que la mantendría en su porción. Las fresas no eran negociables.

Mia exhaló antes de continuar.

“Creo que en el futuro ocurrirán muchas cosas en todo el continente. Es probable que varias naciones entren en una época de penurias. Nosotros, sin embargo, somos compañeros de estudios de Saint-Noel. Juntos, hemos respirado este aroma divino. Y juntos, vivimos en un continente compartido. Que todos lo recordemos, incluso después de haber regresado a nuestras respectivas tierras.”

Entonces, cerró los ojos, como si rezara.

De hecho, estaba rezando.

Quienquiera que esté escuchando ahí arriba, por favor… Por favor, que Cyril y Arshia descubran cómo hacer trigo resistente al frío. Porque si no lo hacen, no creo que tengamos suficiente comida para todos.

El discurso de Mia ese día quedaría inmortalizado para siempre en las páginas de la historia, conocido por las generaciones posteriores como la “Declaración del Pastel de Pan”. Las palabras que había pronunciado eran extraordinarias, ya que parecían una cerveza cruda, pero habían envejecido como un buen vino. Cuando se pronunciaron por primera vez, habían sido innegablemente trilladas. Palabras rancias y sin alma que todos los oyentes en ese momento habían reconocido como el tipo de charla vacía que habían escuchado un millón de veces. ¿“Ayudarse mutuamente en tiempos de necesidad”? ¿“El espíritu de la ayuda mutua”? ¿Quién se tomaría en serio semejantes tópicos? Habían sido recibidos con el máximo respeto, pero detrás de cada máscara de cortesía había una risita y un bufido. Pero de alguna manera, con el paso del tiempo… esas palabras empezaron a brillar. El paso del tiempo desgastó su barniz manido, revelando un núcleo dorado.

Brillaban porque eran las palabras de Mia Luna Tearmoon, que no sólo las decía, sino que las vivía. Ella fue la primera en actuar de acuerdo con sus principios, dando un ejemplo rotundo a todos los que la siguieron.

Brillaron porque la ayuda alimentaria proporcionada por el Imperio Tearmoon salvó no pocas vidas. Fiel a su palabra, Mia no rechazó las manos suplicantes de los necesitados. No abandonó ni una sola alma que sufriera, enviando de buena gana ayuda material a todas y cada una de las naciones en apuros.

Entonces, otros empezaron a seguir su ejemplo. Al principio, fueron las naciones a las que sus amigos llamaban hogar. Luego, sus vecinos. Finalmente, se convirtió en un movimiento masivo que se extendió por todo el continente. Al final, esta enorme corriente de sentimiento popular se convirtió en la base de un determinado sistema. La amiga de Mia, Chloe Forkroad, se convertiría en la fuerza impulsora del desarrollo de algo que las generaciones futuras conocerían como Mianet — una red masiva de canales interconectados que funcionaba como un amplio sistema de ayuda alimentaria mutua que abarcaba numerosas naciones y a la que a menudo se atribuía la erradicación de la muerte por hambre en el continente.

El principio fundacional de la Mianet fue la eternamente inquebrantable Regla de Oro profesada en la Declaración del Pastel de Pan, que sería citada y reivindicada por pensadores y filósofos de todas las épocas posteriores.

…Quizá haya que señalar que, en última instancia, Mia se había limitado a hablar literalmente de pasteles en su discurso de entrada, pero nadie le había reprochado nada.

Así que, bien está lo que bien acaba.