Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Al sureste del Imperio de Tearmoon, más allá de un grupo de pequeñas naciones, se encontraba un enorme puerto. La ciudad portuaria independiente de San Baleine era un orgulloso y pacífico puerto del Santo Principado de Belluga. Una cadena incesante de disputas entre las naciones vecinas por los derechos de uso del puerto llevó a una intervención de Belluga, en la que anexionaron las tierras circundantes y abrieron el puerto a los comerciantes de todas las zonas cercanas. A continuación, convencieron a una serie de empresas para que establecieran conjuntamente un gremio de comerciantes, al que se le encomendó plenamente el mantenimiento y desarrollo de las infraestructuras tanto del puerto como de su ciudad. Belluga había convertido la ciudad en su protectorado, pero sólo de nombre. El sistema que pusieron en marcha garantizaba que todos los beneficios materiales se compartieran con las naciones cercanas.

Al principio, esta medida fue recibida con un sinfín de quejas por parte de los vecinos. Todos los actores implicados pretendían monopolizar el potencial económico del puerto. Sin embargo, con el tiempo, cuando empezaron a cosechar los beneficios del sistema de Belluga, las voces contrarias se apagaron. El dinamismo comercial era una bendición en sí mismo. El cálculo económico de los actores regionales no tardó en darse cuenta de que el acuerdo actual podría ser, de hecho, preferible a la propiedad exclusiva del puerto. Tener una fuente de oro en el propio patio trasero era un objetivo muy llamativo; el coste de defenderla no era trivial. Tenerla en el patio trasero de nadie podía en realidad ahorrarles dinero a todos. Así floreció el puerto de la paz, que ahora era uno de los centros comerciales más destacados del continente y ampliamente conocido como el paraíso de los comerciantes.

En este enorme puerto se encontraba Marco Forkroad, que miró el gran barco mercante de su compañía, el Auro Vangelo, y suspiró. “¿Quién habría pensado…?”

El barco se dirigía a una nación del otro lado del mar, donde las cosechas de trigo eran abundantes, y se dirigía allí en virtud de un contrato con Mia Luna Tearmoon, princesa del Imperio Tearmoon.

“El estado de las cosas hoy… ¿La princesa vio venir esto? Si lo hizo, entonces qué individuo tan aterrador es…” Marco recordó el rostro de la princesa con la que su hija se había familiarizado íntimamente. Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios, orgullo y preocupación a partes iguales. “Señor todopoderoso, Cloe, ¿con qué clase de persona te has hecho amiga?”

“¿Oh? Bueno, si es Marco de Forkroad & Co.”

Al oír su nombre, Marco se dio la vuelta y se encontró con un hombre barrigón con un extravagante bigote rizado ante él. El hombre lo saludó con una sonrisa terriblemente amplia, pero sin duda sólo a flor de piel. Marco lo conocía bien — era un hombre que nunca había puesto su corazón en una sonrisa.

“Ah, Shalloak… Cuánto tiempo sin verte.”

Shalloak Cornrogue era un rico comerciante cuyo negocio se extendía por todo el continente, comerciando con una gran cantidad de productos, desde alimentos hasta productos de seda e incluso armas. No importaba el artículo o la categoría, si se podía ganar dinero, él comerciaba con él. Su enfoque despiadado de los negocios, centrado en los beneficios, era, francamente, algo que a Marco no le gustaba tener cerca. Shalloak era un comerciante absolutamente despiadado, y eso le molestaba porque sabía que Shalloak tenía razón. Como comerciante, Marco entendía que la crueldad era la opción correcta. También entendía que era una cualidad que él mismo no poseía.

Bueno, le había molestado. Ahora, todo quedaba en el pasado, porque Marco había descubierto algo más brillante — más glorioso — de lo que podría ser la corrección de las prácticas mercantiles.

Qué increíblemente fascinante. Siempre que estaba en su presencia, me sentía inferior, pero ahora…

Sacudió la cabeza y esbozó otra sonrisa sardónica.

“Oh ho ho, conozco esa sonrisa”, dijo Shalloak mientras se retorcía el bigote. “Es la sonrisa de alguien que acaba de dejar en ridículo a sus enemigos. Bien jugado, mi hombre. Para ser sincero, cuando empezaste a comerciar con el trigo de ultramar, pensé que habías perdido la cabeza. Recuerdo haber dicho que era una locura de primer orden. Y mírate ahora — ese trigo tuyo debe valer el triple de lo que te costó. ¿Qué se siente al haber puesto en evidencia al resto de nosotros?

Marco se encogió de hombros. “Aprecio tu interés en este asunto, pero el precio de venta del trigo que importé recientemente ya estaba, de hecho, fijado de antemano.”

“¿Oh? ¿Y eso sería a través de un contrato con la llamada Gran Sabia del Imperio?”, preguntó Shalloak con una sonrisa cómplice.

“De qué manera— ”

“Oh ho ho, pero por supuesto que lo sé. Mantén los oídos abiertos, y los rumores llegarán de todo tipo de lugares.”

Para los comerciantes, la información era un arma vital. Por eso Marco había mantenido al mínimo el número de personas que conocían su contrato con Mia. Sin embargo, de alguna manera…

Tras un período de cuidadosa consideración, Marco dejó escapar un suspiro resignado. “Supongo que no tiene sentido ocultarlo a estas alturas. Como has mencionado, es efectivamente una cláusula de mi contrato con Su Alteza.”

“¿Y tienes la intención de cumplir con esta cláusula? ¿A lo establecido?”

“Naturalmente. Los contratos son sagrados e inviolables para nosotros los comerciantes. ¿Estás sugiriendo que me retracte de mi palabra prometida?”

“Vamos. No es una cuestión de principios; es una cuestión de método. Y hay muchos métodos. Puedes, por ejemplo, vender primero a un reino a un precio más alto. El imperio puede venir después.”

Marco, que normalmente era un hombre de modales suaves, miró a Shalloak. Un matiz de ira apareció en su voz. “No puedes hablar en serio.”

“¿Y por qué no puedo? Nunca he sido más serio en mi vida. En todo caso, esto es lo que nos define como comerciantes, ¿no? La única razón por la que cumplimos con los contratos es porque nos lleva a hacer negocios más duraderos, lo que suele generar más beneficios que la alternativa. Pero si existe una forma de ganar aún más dinero” dijo Shalloak, entrecerrando los ojos, “entonces deberías meter hasta la última pieza de sabiduría que tengas en ese maldito contrato para abrir una brecha. La mala cosecha del año pasado ha hecho que los precios del trigo se disparen. Serías una desgracia si no aprovecharas esto. Somos comerciantes, hombre. El alma del comerciante es la lealtad al dinero. Si las llamas de la guerra queman este continente hasta los cimientos, encontraremos una manera de vender las cenizas. En eso consiste ser comerciante.”

“Señor todopoderoso… No creo que lleguemos a coincidir, Shalloak. Rezo para que tu negocio siga prosperando. Eso, al menos, puedo ofrecerlo.”

“Y lo aceptaré. Después de todo, todo ayuda cuando se dirige un negocio.”

Marco giró sobre sus talones y se marchó. Shalloak lo despidió con una sonrisa que no era del todo amistosa.