Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Huh… Creo que lo conseguí.

Mia miró la expresión de Yuhal y reprimió una sonrisa. Había venido preparada para darle una paliza a Shalloak, pensando que era la única manera de conseguir lo que quería. Sin embargo, tal y como se estaban desarrollando las cosas, ni siquiera parecía necesario. Ya parecía estar al borde de la victoria total.

Los refuerzos de Arshia y Rania fueron definitivamente fundamentales para cambiar las tornas. Lunas, tanta gente está dispuesta a venir en mi ayuda. Debe ser por mi integridad y mi virtud natural. A veces, me asusto a mí misma con lo carismática que soy.

Es de suponer que la sonrisa de satisfacción que se había formado en su rostro era también el resultado de su integridad y virtud moral.

Además, no hace falta mencionarlo, pero definitivamente no tenía ningún plan intrincado ni grandes visiones. Nada de lo que hablaba Ludwig se le había pasado por la cabeza. El proceso de pensamiento de Mia era siempre muy simple. No importa lo profundo que pueda parecer, era simple hasta el final. El epítome de Mianess era dedicarse al pensamiento multiplicativo… excepto que cada elemento era igual a uno. Uno por uno por uno sigue siendo uno. Y la única cosa en la que su mente simple estaba enfocada era la confianza entre Tearmoon y Perujin.

Perujin disfrutaba de una gran cantidad de productos agrícolas, lo que les aseguraba tener algo de sobra incluso durante los años de mala cosecha. Mantener una relación amistosa con un vecino que tenía mucha comida seguramente resultaría útil en caso de apuro. Sin embargo, existía un tratado que se interponía en esa relación amistosa. ¿Qué había que hacer entonces? ¿Cómo iba a resolver Mia este problema? Sencillamente, si había una piedra en su camino, la patearía. Claro, esa piedra podría golpear a alguien en la cabeza y causar muchos problemas a todos los involucrados, pero ese era un problema futuro de Mia. En realidad, era un problema de Ludwig, porque la futura Mia seguramente le pasaría la pelota a él. Para ella, el pie era la mejor solución a todos los obstáculos. ¡Lo simple es lo mejor!

Como resultado de su aplicación de este principio, la actitud del rey pareció suavizarse. Seguramente, esto era una señal de que el impulso estaba ahora de su lado. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de hacer su habitual cabalgata…

“Ningún contrato, ningún voto escrito. Nada más que una promesa verbal… Seguramente, el Rey de Perujin no es tan imprudente como para operar con fe ciega.”

La voz contrariada de Shalloak resonó en la sala, y la ola se apagó.

Shalloak estaba tan o más asombrado que Yuhal. A diferencia del rey, no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir. Cada paso del proceso le había pillado completamente desprevenido, desde la llegada temprana de la princesa Mia hasta que le invitó a este banquete. Pensando en ello, se dio cuenta de que debería haber olido la picardía de la invitación en el momento en que la recibió. No, simplemente no quería hacerlo en primer lugar, porque hacerlo sugeriría que Mia había visto todas sus maniobras clandestinas y ya había preparado una contramedida para ganarse al rey Perujin.

Nada de esta conversación excesivamente seria era necesaria. Todo lo que el rey tenía que hacer era prometer verbalmente que seguiría tratando con Tearmoon de la misma manera que antes, y añadir una simple cláusula de que si se producía una hambruna que obligara a subir los precios, se les daría la oportunidad de renegociar hasta cierto punto. Un simple intercambio como ese habría sido más que suficiente para zanjar el asunto por ahora.

En cambio, el rey se había comprometido plenamente con su propuesta, y la razón era sin duda algo que ella había dicho.

La confianza mutua como base de las relaciones amistosas.

La pura desvergüenza de la frase era asombrosa. Era el tipo de charla vacía que ninguna persona razonable que entendiera la dinámica entre Tearmoon y Perujin diría en voz alta por miedo a ser visto como un tonto. Oírlo de labios de la princesa de Tearmoon duplicaba su hipocresía hasta el punto de la malicia. No había forma de que Yuhal pudiera pasar eso por alto; le molestaba en todos los sentidos.

Lo que el rey debería haber hecho era ocultar su rabia tras una falsa sonrisa. Pasar por alto el asunto era fácilmente su mejor opción. Una conspiración no podía probarse si sólo existía en la mente. No dar pistas. No dejar escapar nada. Llenar el tiempo con charlas ociosas. Ese era el camino del éxito.

Pero la princesa no tomó prisioneros en su búsqueda de la victoria. Destruyó su fachada con la precisión de un cocinero y atrajo intencionadamente su ira. Una vez que el emocionalmente comprometido Yuhal entró en el campo, todo fue un juego de Mia a partir de ahí. Con los aliados saltando a diestra y siniestra, Shalloak no tuvo ninguna oportunidad de intervenir.

Lo que les separaba a él y a la princesa, se dio cuenta Shalloak para su propia frustración, era una brecha en sus respectivas resoluciones. Él había venido como espectador, con la intención de disfrutar de una buena comida y esquivar algunas preguntas incómodas — es decir, hacer correr el cronómetro. Sin embargo, Mia había llegado como luchadora con un solo objetivo en mente: una victoria por nocaut.

Y luchó, golpeando cada fuente de desconfianza que el rey albergaba contra Tearmoon — los pilares cruciales del plan de Shalloak — hasta que se desmoronaron. Entonces, se lanzó a la yugular.

“¿Podría depositar su confianza en mí, Su Majestad?”

Le pidió su confianza. Que creyera en ella. Que aceptara su sinceridad.

“Seguramente, el Rey de Perujin no es tan imprudente como para operar con fe ciega.”

La protesta de Shalloak sonó hueca incluso para sus propios oídos. Podía decir que el rey ya había caído bajo el hechizo de la Gran Sabia del Imperio. Y qué hechizo tan tentador era, ya que estaba tejido a través de la luz de la esperanza.

Hace lo peor en el peor momento posible. Así es como opera la gran sabia… Bien jugado.

“Oh, ¿y Shalloak? Me gustaría hablar contigo también.” De repente, dirigió su atención hacia él. “Recuerdas nuestra conversación anterior en la que te dije que el dinero no lo es todo, ¿verdad? ¿Qué fue lo que me dijiste en respuesta?” Ella se llevó teatralmente un dedo a la mejilla e inclinó la cabeza. “Oh, ¿no fue algo sobre que, hacer cosas que no dan dinero es una señal de estar atrapado en un deseo sentimental? ¿Qué es un signo de debilidad?”

“Eso es correcto, Su Alteza. Los comerciantes son personas que dedican su fe al dinero. Éste lo gobierna todo en el mundo con su poder, y es nuestro dios.”

Incluso mientras respondía, Shalloak pudo notar que estaba perdiendo la calma. Incluso sabía por qué. La afirmación de Mia de que el dinero no lo era todo y sus acciones que lo respaldaban… Se enfrentaba a todo lo que él creía. Repudiaba toda su forma de vida. Y lo que es más importante, picaba como sal en una pequeña herida en el fondo de su mente, el dolor le recordaba constantemente que tal vez, sólo tal vez, se había equivocado en todo…

A pesar de ser plenamente consciente de que estaba sucumbiendo a la misma manipulación que Yuhal, no había nada que pudiera hacer para detenerse. “¿No deberían los comerciantes — no, no deberían todas las personas suscribir esta creencia? La gente trabaja. ¿Para qué trabajan, entonces? Para el dinero, claramente. Por lo tanto, hacer todo lo posible para maximizar la tasa de ganancia de dinero es objetivamente correcto.”

Había dedicado toda su vida a ganar dinero, y así deberían hacerlo todos los comerciantes. Utilizar hasta la última pizca de fuerza e ingenio para situarse en la ruta más eficiente hacia el máximo beneficio… Ese era el objetivo del comercio. Tenía que serlo.

Por eso, la difusión abierta y gratuita de información lucrativa como el desarrollo del trigo resistente al frío era un acto de blasfemia imperdonable.

“¿Objetivamente correcto? Qué curioso… Sé de buena tinta que en el pasado eras bastante — ¿Oh? ¿Pasa algo?”

Mia frunció el ceño. Shalloak también lo hizo. Por un breve momento, no estuvo seguro de lo que ella quería decir. Al segundo siguiente, una insoportable sacudida de dolor le atravesó el pecho.

“¡Augh! Ugh…”

“¡Maestro Shalloak!”

Oyó el grito frenético de una joven. Luego, no oyó nada más.