Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Ludwig escuchó la tenue protesta como lo que era — la emoción residual de un grito desgarrador que provenía de lo más profundo del corazón del rey. Sintió el dolor y la frustración en las palabras de Yuhal, pues era muy consciente de la existencia de un tratado entre el imperio y Perujin que era innegablemente injusto para este último. Sabía que había un problema. Comprendía la injusticia. Sin embargo, había optado por hacer la vista gorda… porque ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba más allá de su capacidad para resolverlo.

Por supuesto, ese era un punto de vista inherente a Tearmoon. El sentimiento de Perujin sobre el tema difería significativamente.

“Durante incontables años, nos hemos visto obligados por nuestro tratado con Tearmoon a venderles nuestro trigo a precios irrazonablemente bajos. Mientras su imperio siga en pie, siempre seremos la burla como un país de siervos. Digan lo que quieran, pero ninguna retórica elevada cambiará este hecho”, declaró el rey.

Era, en efecto, un hecho inmutable. Convencer a Perujin de que viera la cuestión de otra manera era imposible. Ganar su confianza, doblemente. No se podía hacer nada… salvo suspirar con resignación y mirar hacia otro lado.

A menos que, aparentemente, seas Mia.

“Entiendo… Hay un tratado así…” Mia reflexionó durante no más que el lapso de una sola respiración. “En ese caso, deberíamos abolir este tratado.”

Lo dijo como si fuera lo más natural del mundo. Como si no fuera un asunto de una complejidad alucinante que involucra innumerables asuntos de interés nacional como para que sólo un tonto despistado lo sugiera tan fácilmente. O quizás… como si la verdad moral de que es lo correcto fuera tan evidente que cualquier otra reacción fuera impensable.

Así pues, Mia declaró que el tratado debía ser abolido. La mitad de la sala se congeló ante sus palabras. Entre las filas de los petrificados se encontraban Yuhal, Shalloak e incluso Ludwig, el último de los cuales fue el primero en recomponerse.

“Su Alteza, debe darse cuenta…”

Mia se encontró con su mirada y asintió.

“Sí, por supuesto. Soy consciente de que la decisión de un asunto como éste no depende de mí. Lo máximo que puedo hacer es presionar para que se suprima en casa…”, dijo, matizando su afirmación para Yuhal.

Luego, se volvió hacia él y le dijo: “¿Se puede hacer, Ludwig?”.

¿Me lo preguntas a mí?

¿Cómo se había convertido esto en su trabajo de repente? La mitad de su cerebro quería voltear una mesa y gritar. La otra mitad se golpeó para mantener una apariencia de compostura. Después de reprimir el repentino deseo de volcar los muebles, se obligó a pensar, a discernir la intención de las palabras de Mia. La tarea de la que hablaban no era de ninguna manera algo que él pudiera realizar, y, aun así, ella las había dicho. Tenía que haber una razón.

En primer lugar, consideró el aspecto moral. En ese sentido, lo que ella sugería era sin duda correcto. Definitivamente existía un tratado injusto entre Tearmoon y Perujin que convertía en siervos a los habitantes de este último. Aunque un poco simplificado, podría decirse que el tratado existía principalmente para asegurar que el imperio siempre pudiera comprar el trigo que necesitaba de Perujin a precio de ganga. Cada año, las dos naciones negociaban los precios, pero la gran diferencia de poder militar significaba que, a todos los efectos, era el imperio el que fijaba los precios y Perujin asentía a regañadientes.

Esta era la dinámica exacta que Shalloak había puesto en su punto de mira. Su plan consistía en aumentar los precios gradualmente, manteniendo cada aumento lo suficientemente pequeño como para no provocar una intervención militar de Tearmoon. Entonces, cuando Tearmoon empezara a tener problemas de escasez de alimentos, Perujin podría empezar a obligarles a hacer concesiones.

En definitiva, la perspectiva de los Perujin era que grandes cantidades de su tierra eran efectivamente ocupadas por Tearmoon para cultivar trigo para ellos, que luego compraban a precios ínfimos. Para colmo de males, después de exportar el trigo por un beneficio mínimo, tenían que sufrir la burla del imperio por los frutos de su duro trabajo. En ese sentido, permitir que esa dinámica persistiera sin corregirse era claramente injusto.

La visión de Mia era forjar un vínculo de confianza mutua con Perujin. Para ello, el tratado era también un obstáculo evidente. Abolirlo, en ese sentido, era de hecho la opción más sencilla y lógica.

El problema es la viabilidad…

Como ella misma había declarado, Mia no tenía autoridad para abolir tratados; de eso se encargaban los más altos cargos de ambas partes. El fervor obsesivo del emperador era ciertamente una carta poderosa, pero no sobrepasaba los límites de su posición como princesa. Las meras princesas no dictaban la política exterior, por muy mimadas que estuvieran.

Pero Mia… no era una simple princesa. Su influencia era casi incomparable, no sólo dentro del imperio, sino en todo el continente. Santa Rafina de Belluga, el Príncipe Sion de Sunkland, el Príncipe Abel de Remno… Mientras Mia intentara hacer lo correcto, todos ellos le darían su apoyo incondicional. Los jóvenes vástagos de las Cuatro Casas, si se les insiste, probablemente también la apoyarán. Además, Mia gozaba de una abrumadora popularidad entre el pueblo.

Si ella impulsara alguna forma de acción, no sería simplemente la voluntad de la princesa de Tearmoon. Detrás de ella se alzaba la enorme influencia de todos sus aliados. El hecho de que ella tuviera la autoridad técnica para promulgar una política sería irrelevante. Una mera indicación de intenciones por su parte tenía más influencia que los ministros de la luna, el canciller… y en algunos casos, posiblemente incluso el propio emperador.

La viabilidad… no era ciertamente baja.

Lo más importante es que el imperio necesita una reforma…

Mientras trabajaba en la lógica, Ludwig se dio cuenta a regañadientes de que estaba empezando a convencerse a sí mismo. Si querían reformar el imperio para mejor, lo que Mia proponía hacer era incuestionablemente necesario. La razón era sencilla; mientras existiera el tratado con Perujin, los nobles de Tearmoon no se molestarían en utilizar más de sus tierras para la agricultura. ¿Por qué iban a hacerlo si podían importar trigo de Perujin a bajo precio? Si esta noción no podía eliminarse definitivamente, aumentar la tasa de autosuficiencia alimentaria del imperio seguiría siendo una quimera. Por lo tanto, reducir la dependencia de Perujin era la forma más rápida de reformar las tendencias agrícolas del imperio.

Es una línea de lógica tan clara. Del tipo que les encanta ver…

Pensó en los compañeros de su cohorte— a los que había reunido recientemente para solicitar su ayuda. Si conseguía que los alumnos de Wiseman Galv entendieran lo que Mia estaba pensando y les convenciera de que era necesario, sin duda pondrían toda su fuerza administrativa al servicio del esfuerzo. Sería un partido hecho en el cielo. Eran personas que estaban hambrientas de lugares donde aplicar su talento. Lo único de lo que tendría que preocuparse era de recordarles que comieran y durmieran mientras se movían.

Era probable que, tarde o temprano, el ímpetu que generarían llegara a quienes sí tenían el poder de promulgar y revocar tratados.

Por lo tanto, si la pregunta es si se puede o no hacer… entonces la respuesta es sí, se puede.

Había una razón moral, así como una necesidad racional de hacerlo. Incluso tenían el poder para hacerlo.

Así que por eso… Es por eso que trajo esto ahora de todos los momentos.

Ludwig sabía muy bien que una reforma a gran escala siempre iba acompañada de un importante rechazo. Era bueno que la vida cotidiana fuera pacífica, pero una paz duradera era también un estado inmóvil. El mismo tipo de días — el mismo tipo de años — se sucedían en un ciclo de monotonía inercial. La sensación de que las cosas no cambiaban, de que el mundo permanecía quieto, era una fuente de consuelo y alivio para las masas.

Sacudir las cosas — es decir, introducir movimiento en un sistema inmóvil — siempre encontraría oposición. Una vida sin cambios era familiar; ofrecía tranquilidad. El cambio representaba un camino hacia lo desconocido, y nunca había ninguna garantía de que lo que había al final fuera mejor. Más bien, aunque fuera mejor, más justo y totalmente correcto, seguiría habiendo un grupo numeroso y muy ruidoso de voces contrarias. Los humanos eran criaturas fundamentalmente conservadoras que temían el cambio.

De ahí su propia reticencia. Hace apenas unos minutos, tenía muchas razones para oponerse a esta idea. No era difícil ver que lo que Mia intentaba hacer le ganaría la ira no sólo de los nobles, sino de las masas. Pero… y esto era un gran pero…

Ahora mismo… Específicamente ahora mismo, durante este momento tan particular, esas razones que tenía para oponerse a la idea no se aplican.

Forzar el cambio en el ritmo pacífico de la vida cotidiana era difícil. Sin embargo, el cambio también era algo que ocurría por sí mismo. De hecho, estaba ocurriendo ahora mismo sin ninguna intervención de Mia. Los tiempos en sí mismos estaban cambiando: el agente era la hambruna. Todas las naciones del continente pronto no tendrían más remedio que adaptarse. El cambio sería inevitable, lo que significa que la propuesta de Mia…

Se está subiendo a la ola. Estamos entrando en un periodo de agitación en el que todo va a cambiar, y ella pretende aprovechar esta oportunidad para reformar todo el imperio de un solo golpe.

Ella no iba a tomar una nación rota y azotada por el hambre y restaurarla a su gloria original. Quería convertirla en algo nuevo. Las medidas a medias no servirían; sólo encallarían. Este hecho era ahora claramente claro para él. No, siempre lo había sido, pero estaba en un rincón de su mente lo suficientemente oscuro como para fingir que no lo veía. Entonces, llegó Mia y abrió un agujero en el techo, invitando a la luz de la verdad a iluminar cada recoveco. Ya no había ningún lugar donde su ignorancia pudiera esconderse.

La hambruna forzará la atención de nobles y plebeyos por igual sobre la autosuficiencia alimentaria. Inculcará un sentido de urgencia. Sin duda, tiene la intención de sacar todo adelante de una sola vez mientras el tema sigue en primera línea de la conciencia pública.

A medida que el vertiginoso alcance de la gran visión de Mia se revelaba en su mente, no podía evitar una sensación de vértigo. Nada, ni el mundo ni los tiempos, ni siquiera la propia corriente de la historia era demasiado vasta para ella.

Apoyarse en otros. Utilizar el talento de los demás. Ahora entiendo por qué me dio ese consejo. Un plan de esta envergadura y alcance está, en efecto, mucho más allá de mi capacidad para realizarlo solo.

Mientras ponía en orden sus pensamientos acelerados, comenzó a hablar.

“Bueno… Dentro del imperio, actualmente estoy presionando para que se conviertan más tierras a uso agrícola. Tener más tierras de cultivo hará que el imperio importe menos trigo. Será un proceso gradual, pero revisar los términos del tratado con Perujin debería ser posible en última instancia. Poco a poco, podremos reducir la cantidad de trigo que demandamos…”

Siendo muy cuidadoso con su redacción, Ludwig procedió a explicar su proceso de pensamiento. El tipo de reforma que preveía llevaría años. Sin embargo, con el tiempo, las exportaciones de Perujin al imperio disminuirían, permitiéndoles vender más trigo a otras naciones a precio de mercado. Perujin disfrutaría de mayores beneficios, y la tensión entre las dos naciones se reduciría. Con menos tierra necesaria para cultivar trigo para el imperio, también podrían reutilizarla…

Pero eso es un asunto interno. Correspondería al pueblo de Perujin decidir qué hacer con su tierra.

No tenía ni idea de cómo caerían las piezas al final de este largo proceso de cambio. Dado que los Perujines carecen de poder militar, su necesidad de protección de Tearmoon podría seguir poniéndolos en cierta desventaja durante las negociaciones. Dicho esto, la reforma de una nación debe ser siempre un proceso gradual. Esperar que todas las injusticias se corrijan inmediatamente no era realista. Sin embargo, habría progreso, y con el progreso, la esperanza. Mientras el estado de las cosas mejorara año tras año, aunque sólo fuera un poco, sería una importante fuente de esperanza para los campesinos de Perujin. Se rompería el largo estancamiento que sufrían. El optimismo comenzaría a arrastrarlos hacia adelante. Aunque lento, cada paso que dieran sería un paso significativo en la marcha del progreso.

Con el tiempo, el País Agrícola de Perujin y el Imperio de Tearmoon disfrutarían de una asociación mutuamente beneficiosa. La gran visión de Mia para las dos naciones se basaba en una relación en la que todos saldrían ganando.

Después de que Ludwig terminara su explicación, la mandíbula de Yuhal permaneció floja hasta que la voz tranquila de Mia lo sacó de su aturdido silencio.

“Sin embargo… Nada de esto ocurrirá pronto. Como mencioné anteriormente, se avecina una hambruna que durará años. Incluso si aumentamos la cantidad de tierras de cultivo en el imperio, dudo que haya tiempo suficiente para alcanzar la escala necesaria…” Se tomó un momento para mirar a Yuhal a los ojos. “Por lo tanto, lo único que puedo ofrecer en este momento es una promesa verbal. Dado eso, ahora te pido un gran favor. ¿Podría depositar su confianza en mí, Su Majestad?”

Lo que ella le preguntaba era si le tomaría la palabra… y, en última instancia, si estaba dispuesto a volver a la hoja en blanco y a forjar un nuevo vínculo de confianza con el imperio.