Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“Por Dios… ¿Qué es esto?”

El camino que conducía a la capital zigzagueaba entre los campos abancalados en una suave pendiente ascendente. Cuando el carruaje giró hacia él, Mia notó algo que la hizo arquear una ceja. No era que el camino estuviera flanqueado por hileras de gente — estaba acostumbrada a ello, y no era de extrañar que la princesa de Tearmoon recibiera una extravagante bienvenida preparada de antemano a su llegada. La cuestión era que la pendiente que estaban a punto de subir era completamente de color dorado.

“Soy yo”, dijo Mia mientras miraba a su alrededor, “¿o el camino que sube a la capital es del mismo color que el campo que lo rodea”?

“Eso es porque hay una capa de trigo en el camino”, explicó Rania. “Cuando los dignatarios extranjeros vienen aquí, limpiamos cuidadosamente todo el camino que sube a la capital. Luego, como nos gusta decir, lo pintamos de oro. Así es como damos la bienvenida a nuestros invitados en Perujin.”

“¡¿Qué?! ¡¿Todo eso es trigo?!” Mia hizo una doble toma.

“Sí. Perujin considera que nuestro mejor trigo es nuestro mayor tesoro, así que lo usamos para adornar el camino que se toma hacia la capital.”

¡Q-Qué terrible desperdicio!

La mitad de Mia quería gritar. La otra mitad quería suspirar. Se dio cuenta de que ésta era exactamente la clase de bienvenida que hacía gracia a los nobles. Para ellos, dar la bienvenida a la nobleza era un concurso para ver quién podía despilfarrar más en el proceso. Atribuían valor al despilfarro. Cuanto más se despilfarraba para darles la bienvenida, más respeto se mostraba hacia ellos. Por eso, la Mia del pasado no se habría inmutado ante tal recepción; le habría parecido perfectamente normal.

La Mia del pasado, sin embargo, ya no existía. La Mia del presente conocía el amargo sabor del arrepentimiento al descubrir que no había más comida. Había sentido la inutilidad de desear “recuperar toda la comida que se desperdició entonces” cuando su estómago llevaba días rugiendo. Experimentar tal vacío, aunque fuera una vez, era suficiente para durar toda la vida. Así que…

“Detenga el carruaje.”

Le indicó al conductor que se detuviera justo antes de llegar a la pendiente dorada.

“¿Princesa Mia? ¿Qué pasa?”, preguntó Rania, desconcertada.

Mia le mostró una pequeña sonrisa. “Voy a dar un paseo rápido.”

Con eso, salió del carruaje. Su repentina aparición dejó a las masas que la flanqueaban boquiabiertas. Pasó la mirada por sus filas y les sonrió alegremente.

“Hola a todos. Soy Mia Luna Tearmoon, princesa del Imperio Tearmoon”, dijo antes de hacer una reverencia. “Permítanme expresar mi gratitud por esta maravillosa bienvenida que han organizado para mí. Es una impresionante muestra de generosidad, y el mensaje de buena voluntad es algo que aceptaré con gusto.”

Luego, en un breve momento de silencio, miró lentamente hacia el castillo en la cima de la ladera dorada.

“Sin embargo, no tengo ningún deseo de arruinar tan hermosos granos pisoteándolos.”

Procedió a quitarse los zapatos en silencio.

“El trigo está destinado a convertirse en alimento. Sólo al comerlo se extrae su verdadero valor. Después de subir esta cuesta, les pido que por favor recuperen este trigo y hagan lo necesario para hacerlo comestible. Si realmente desean gratificarme… Hm, creo que me encantaría ver este trigo convertido en uno de esos pasteles con forma de castillo de los que tanto he oído hablar. Eso me encantaría.”

Concluido su discurso, y sin miedo ni reservas, comenzó a caminar por la dorada pendiente. Esperaba que el colchón de trigo fuera duro y espinoso, pero resultó ser mucho más suave, amortiguando su piel con sorprendente suavidad.

“¡Princesa Mia!”

“Oh, Rania, ¿por qué no vienes tú también? Me encantaría tenerte como acompañante. Todos los demás, esperen hasta que se haya retirado el trigo, y luego suban en el carruaje, ¿de acuerdo?”

“¡Bien, ya voy!” Medio asustada, Rania se quitó los zapatos y se unió a Mia a su lado. Las dos princesas subieron juntas la pendiente.

Lo que la princesa Mia había hecho dejó a los espectadores en estado de shock. La noticia se extendió rápidamente, asombrando a las masas a su paso. Nunca había habido un noble que subiera la pendiente dorada del trigo usando sus propios pies. Algunos se burlaron de la exhibición, considerándola una travesura servil de una nación humilde. Otros ni siquiera comentaron, considerando que era una recepción demasiado inútil como para merecer ser mencionada. Incluso los nobles con conciencia lo aceptaron simplemente como una consecuencia inevitable de la bienvenida señorial. En todos los casos, permanecían en sus carruajes mientras subían la cuesta.

Los campesinos convocados para asistir a tales eventos siempre habían observado con sentimientos encontrados cómo su trigo era pisoteado por los lujosos carruajes. A nadie le gustaba ver el fruto de su duro trabajo arruinado de esa manera. Sin embargo, por el bien de su país, cumplieron, cubriendo de mala gana, pero con diligencia el camino con una capa de su mejor trigo.

Esta princesa, sin embargo, se había negado a condenar los frutos del duro trabajo de los agricultores a un destino de ruedas. No sólo eso, sino que era tan reacia a estropearlos que incluso se había quitado los zapatos. Sólo entonces participó en la graciosa bienvenida de la escalada en pendiente.

Negarse a utilizar un camino que los Perujinos habían decorado tan generosamente equivaldría a rechazar su buena voluntad. Así que lo recorrió. Pero lo hizo con los pies descalzos, demostrando su sinceridad y respeto al pedir a su séquito de carruajes y botas que se quedara atrás.

Además, había pedido probar un pastel con forma de castillo. El matiz tácito de esta petición no pasó desapercibido para sus oyentes. Les pedía a los Perujin que utilizaran el trigo del que tanto se enorgullecían para elaborar un pastel con la forma del castillo de la capital — el sello y el hogar de su familia real. Era un gesto de profundo respeto por la cultura Perujin.

Los gritos de júbilo se extendieron entre la multitud. Un grito entusiasta llevó a otro, y pronto hubo una ola de bienvenida entusiasta que la seguía. No había ninguna actuación en las voces de la gente — eran expresiones sinceras de cálida consideración hacia una importante invitada y querida amiga de su propia princesa.

En medio de un coro de ánimos, Mia y Rania entraron en el pueblo de oro — la capital Perujin de Auro Ardea.

Había cierta energía en el aire mientras las dos princesas caminaban una al lado de la otra por la pendiente dorada. Sus formas adyacentes parecían anunciar una nueva era en las relaciones entre Tearmoon y Perujin. Era algo sutil e intangible que desafiaba la descripción, pero un granjero que estaba presente en la escena capturó más tarde el momento en una impactante obra de arte que evocaba fielmente el sentimiento, titulada: Dos Princesas Caminan por la Senda Dorada. Su solemne majestuosidad le aseguró un lugar duradero en los anales del arte. Junto a ella nació una anécdota de una pareja de princesas descalzas subiendo por la pendiente dorada que se contaría y relataría durante generaciones. A pesar de los embellecedores naturales de los narradores y del paso del tiempo, seguirá siendo una historia básica en la conciencia del público durante mucho tiempo.