Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Un día Ludwig visitó al conde Rudolvon en su mansión. Habiendo pedido previamente a Rudolvon que persuadiera a otros nobles foráneos, había venido a ver cómo iban las cosas.

“Ah, es bueno ver que tienes buena salud, Ludwig.”

El conde Rudolvon le saludó con una sonrisa que irradiaba calidez y seria consideración. Técnicamente, había una importante diferencia de estatus entre Ludwig, un plebeyo, y el vizconde. Los nobles foráneos eran rechazados por la nobleza central, pero seguían siendo nobles. Aunque Ludwig era un burócrata del gobierno central que gozaba de la confianza incondicional de Mia, no era en absoluto su igual.

Sin embargo, sus comportamientos no mostraban signos de la reserva que normalmente se espera ver entre hombres de sus respectivas posiciones. Más bien, había un vínculo peculiar entre ellos. Se asemejaba a la amistad, y trascendía la edad y el estatus, un sentimiento de camaradería que sólo compartían aquellos que se unían bajo la bandera de la princesa Mia. Intercambiaron un firme apretón de manos antes de que Ludwig se sentara en una silla de invitados.

“Una vez más, me disculpo por agobiarle con semejante petición”, dijo.

“En absoluto. Le debo mucho a Su Alteza. Una tarea de ella es algo que acepto de buen grado y que haré todo lo posible por abordar.”

“Estoy muy agradecido. Oír eso ciertamente me quita un peso de encima…”

Los esfuerzos de Ludwig para dividir la facción Yellowmoon desde dentro estaban empezando a dar resultados. Con la cooperación del Conde Foráneo, habían logrado convencer a un número de nobles foráneos para que se alinearan con los Rudolvons. Aunque su número no era lo suficientemente grande como para llamarlo “facción”, Ludwig esperaba que esto condujera al eventual surgimiento de un nuevo grupo independiente de nobles que no estuviera bajo la influencia de ninguno de los Cuatro Duques. Este nuevo grupo podría funcionar como el núcleo de una facción leal a Mia personalmente — la facción de la princesa, por así decirlo. Basta decir que todo tipo de engranajes que realizaban todo tipo de cálculos estaban girando en su cabeza.

Pero todo eso puede venir después. Por ahora, el problema es…

“A juzgar por ese ceño fruncido, supongo que te has metido en algún problema”, preguntó Rudolvon.

Ludwig hizo una mueca.

“Los nobles foráneos están entrando en razón, pero tratar de despegar al resto está resultando mucho más difícil de lo esperado.”

Normalmente, cuanto más grande es la organización, más fracturada está su política interna y sus lealtades. En el caso de una facción como los Yellowmoons, formada por muchos miembros que se aliaron por desesperación más que por otra cosa, eso debería ser doblemente cierto. No es posible que gocen de mucha unidad. Y sin embargo…

“Bueno, sí. Saber que te van a matar por tu traición generalmente hace que te lo pienses dos veces antes de cambiar de bando. Me parece bastante razonable”, sugirió Dion, que había estado escuchando la conversación.

Ludwig miró a su despreocupado compañero y negó con la cabeza.

“No necesariamente, no. Los que están atados por el miedo también deben albergar un deseo subconsciente de escapar de ese miedo. Por lo tanto, cuando se les ofrece una salida por parte de alguien con el poder de ofrecer protección, las posibilidades de que acepten la oferta deberían ser favorables.”

Había filtrado sutilmente el hecho de que había sido atacado por un asesino experimentado hace unos días. El objetivo era propagar la narrativa de que él, un súbdito leal de la princesa Mia, había sido blanco de alguien, que había enviado a un asesino mortal para matarlo, sólo para que el intento fuera frustrado por los esfuerzos de su amigo, Dion. Funcionó como un mensaje velado. Aunque los detalles cruciales se mantuvieron en secreto, los que estaban al tanto entenderían que se estaba haciendo una declaración — tenían los medios para repeler los ataques de la facción Yellowmoon.

El rumor habría llegado inevitablemente a los oídos de los nobles de Yellowmoons y, sin embargo, no había aparecido ningún desertor.

“La tolerancia y la sabiduría de Su Alteza ya son de dominio público. Me aseguré de ello. Las casas nobles con poder y linaje seguramente la verían como una molestia, pero las de posición y lealtad más débil deberían estar prácticamente babeando ante una oportunidad tan perfecta para desertar…”

De hecho, la situación actual de Mia debería hablar por sí misma. Había forjado una fuerte amistad con la hija del duque Greenmoon, atrajo al hijo del duque Bluemoon a su campo invitándolo personalmente al consejo estudiantil, e incluso llegó a reclutar a la hija del duque Redmoon en su guardia personal. Claro, ninguno de ellos era el líder de sus casas, pero eso no cambiaba el hecho de que tres de las Cuatro Casas podían interpretarse ahora en términos amistosos con Mia. Además, contaba con la Guardia de la Princesa, un pequeño ejército de soldados de élite que podía desplegar a voluntad. Con esta poderosa pieza a su mando, junto con el apoyo de tres facciones de duques, aunque de forma indirecta, se estaba convirtiendo en una figura fundamental en el imperio cuya influencia se ignoraba por su cuenta y riesgo.

“Y sin embargo, sigue siendo como gritar al vacío con estos nobles de Yellowmoon. Algo no está bien aquí…”

Ludwig se sumió en una silenciosa reflexión con los brazos cruzados. Al cabo de un rato, Rudolvon tosió amablemente para sacarle de sus pensamientos antes de hablar.

“Por cierto, Ludwig, sobre esa… predicción que hizo Su Alteza…”, dijo en voz baja. “Parece que se ha hecho realidad.”

Ludwig levantó la vista con un sobresalto, parpadeando al procesar la implicación de esta revelación.

“Quieres decir… ¿Que tú también ves las señales aquí?”

Rudolvon tomó un sorbo de té antes de responder.

“La cosecha de trigo en mis dominios es escasa. He preguntado a los demás nobles de las afueras y todos parecen estar en la misma situación. Los rendimientos de nuestras cosechas para el próximo año van a disminuir definitivamente. Por supuesto, no se sabe cuánto durará esta tendencia, pero…”

El futuro siempre es un misterio, pero al menos este año, la predicción de Mia sobre la escasa producción de trigo se había cumplido. También había dado a Ludwig y a sus compañeros órdenes estrictas de asegurarse de que estaban preparados para esta eventualidad. Y ahora…

“Si estamos preparados para lo peor pero no se produce, entonces es sin duda lo mejor. Pero si ocurre y no estábamos preparados, entonces tendremos que soportar un montón de condenas”, reflexionó Ludwig.

“Su Alteza decidió confiarnos su predicción. Y nos pidió que nos preparáramos en consecuencia. Entonces, estemos a la altura de la confianza que tan amablemente ha depositado en nosotros”, dijo Rudolvon.

Así, los dos pasaron algún tiempo elaborando los detalles más finos relativos a los protocolos de abastecimiento de emergencia en el caso de que la disminución de las provisiones condujera a una hambruna en toda regla, junto con los convoyes necesarios para tales rutas. Después de eso, Ludwig salió de la mansión de Rudolvon y se dirigió directamente a la ciudad academia de Mia para comprobar su progreso. Fue allí donde recibió un mensaje, y cuando vio quién lo había enviado…