Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Mientras el frío del invierno se arrastraba sobre el alegre fulgor del otoño, la Fiesta de la Nochebuena estaba por fin a sólo una semana de distancia. Ese día, Mia recibió la visita en su habitación de su amiga, Rania Tafrif Perujin.

Todos los años, Perujin abastecía la Fiesta de la Nochebuena con manjares elaborados con la fruta que habían cultivado. Saint-Noel reunía a un gran número de jóvenes de alta alcurnia de diversas naciones. También había muchos estudiantes, como Cloe, de familias de comerciantes. Si alguno de ellos se interesaba por los productos de Perujin, podía generar importantes oportunidades de negocio. Por eso, cada año por estas fechas, las princesas Perujin se esforzaban en comercializar sus nuevos productos entre sus compañeros.

Hoy, Rania había llegado con un tipo de pastelería que pensaba exhibir en la Fiesta de la Nochebuena. El motivo oficial de su visita era que Mia los probara y obtuviera algunas opiniones preliminares sobre su calidad. Pero el motivo real era…

“Um… Anne, ¿tienes un momento?”

La sesión de degustación había transcurrido sin problemas, y Rania acababa de salir de la habitación de Mia cuando se detuvo para susurrar a Anne, que la acompañaba a la salida.

“Claro. ¿De qué se trata?”

Rania, visiblemente indecisa, tardó unos segundos en armarse de valor para hablar.

“Sólo pensé que la princesa Mia parece, um, un poco deprimida. ¿Pasa algo?”

La verdadera causa de su visita había sido, de hecho, la preocupación por Mia, que últimamente tenía un aspecto bastante sombrío. Llevaba una expresión sombría dondequiera que fuera y era propensa a suspiros melancólicos. Rania había traído su mejor selección de manjares con la esperanza de animar a su desanimada amiga, pero…

“No se lo terminó todo. Nunca la había visto hacer eso. Fue tan impactante, apenas podía creer lo que veían mis ojos…”

En efecto, Rania acababa de presenciar un espectáculo extremadamente raro. Mia, ante un delicioso pastel, lo había dejado sin terminar. Esto era impensable para sus estándares habituales, que implicaban consumir obedientemente hasta el último bocado de su plato.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el pastel que Rania había traído hoy era un pastel de frutas. Lo que Mia había dejado sin terminar no era el suave y dulce relleno, sino la corteza, cuya textura más dura era presumiblemente menos apetecible. Incluso en el desánimo, su gusto por lo dulce reinaba.

De todos modos, el hecho de que el apetito de Mia había sido escaso durante el último tiempo ya había sido ampliamente observado. Sus últimos viajes a la cafetería siempre terminaban con una porción de comida del tamaño de un bocado en cada plato, dejando al personal de la cocina profundamente preocupado.

“El hongo venenoso le dio muchos problemas al estómago. ¿Quizás todavía le queden efectos?”

Una cocinera lo había sugerido después de una de sus visitas, y el personal de la cocina rápidamente modificó sus comidas para incluir recetas adicionales que fueran más fáciles de digerir. Para su consternación, todas las adiciones que no dañan el estómago corrieron la misma suerte. Para Mia, que aparentemente siempre se había ceñido a unas normas estrictas de terminación de las comidas, éste era un comportamiento extremadamente atípico.

Ahora bien, los más avispados ya se habrán dado cuenta de que las matemáticas en esta situación son un poco extrañas. Suponiendo que una porción de tamaño de bocado es el diez por ciento del total, dejar la misma cantidad de comida en cada plato cuando se habían introducido “adiciones amigables para el estómago” significaba que Mia estaba comiendo el noventa por ciento de las recetas extra además del noventa por ciento de su comida habitual, enviándola muy por encima del cien por ciento de lo que normalmente comía. Sin embargo, el impacto de verla dejar comida en el plato era tan grande que esta verdad matemática pasó desapercibida para todos los involucrados.

“Muchas gracias por su preocupación, princesa Rania”, dijo Anne con una profunda reverencia antes de que su expresión se volviera dolorosa. “Pero la verdad es que… Yo tampoco estoy segura de lo que pasa. Es vergonzoso, lo sé, pero no sé qué hacer… Está claro que milady está preocupada por algo, pero no me dice nada…”

Rania miró a la doncella con empatía.

“Estoy seguro de que tiene sus razones. Después de todo, estamos hablando de la princesa Mia. Así que no seas tan dura contigo misma. Seguiré buscando formas de animarla también. Hagamos lo que podamos.”

Con el ánimo lleno de gratitud, Anne se inclinó de nuevo mientras Rania se marchaba.

Al volver a la habitación, Anne encontró a Mia mirando distraídamente por la ventana. La doncella, ya entristecida por el gesto preocupado de Mia, sintió que su corazón se paralizaba cuando un aliento lastimero escapó de los labios de su ama.

“Milady…”

Aquella terrible escena volvió a aparecer en su visión. Una vez más, no pudo evitar ver a Mia derrumbándose después de comer el hongo venenoso.

Ese día, cuando hablamos, ella se negó a prometerme… No dijo que me llevaría con ella si volvía a arriesgar su vida…

Anne había estado escuchando atentamente durante su conversación. Había memorizado hasta la última palabra de Mia. Por eso era dolorosamente consciente de que en ninguna de esas palabras había una promesa; Mia la había evitado intencionadamente.

Puede que esté esperando que ocurra algo pronto… Algo peligroso como ese terrible incidente con el hongo, y probablemente esté preocupada… pero no quiere arrastrarme a ello, así que intenta cargar con todo ella misma.

Además, Anne había notado algo más.

Últimamente, su piel no se ve tan saludable como debería. Debe ser el estrés. Probablemente no está durmiendo bien…

Desde que se dio cuenta de esto, había estado revisando a Mia varias veces durante la noche, pero ella siempre parecía estar profundamente dormida.

Pero es ella. Puede que sólo esté poniendo una fachada valiente para que no me preocupe. Sé que tiende a hacer cosas así…

…¿Lo hace? El comportamiento de Mia frente a Anne a menudo no era ni valiente ni de fachada, pero tal vez sea una cuestión de perspectiva. Incluso si Mia estaba tratando de ser un héroe estoico, no estaba funcionando, porque Anne estaba preocupada. Profunda y genuinamente preocupada.

En cuanto a si Mia estaba, de hecho, preocupada hasta el punto de perder el sueño… Bueno, no. No realmente.

La verdad del asunto… es que la melancolía de Mia, que había sido una profunda fuente de angustiosa preocupación para sus amigos, era, de hecho… ¡inexistente en absoluto! No estaba perdiendo el sueño. No estaba fingiendo. Para empezar, ni siquiera estaba deprimida. Sus suspiros, aparentemente lúgubres, no estaban relacionados con ninguna angustia mental. Su origen era más bien fisiológico. Gastrointestinal, para ser específicos. Aquellos que observaran más de cerca a este espécimen de princesa se habrían dado cuenta de que cada vez que realizaba su conducta respiratoria exhalante…

“Uf…”

…Su mano se dirigía a su abdomen y lo frotaba. En otras palabras, sufría de hiperingestión crónica, es decir, ¡comía en exceso!

Hay que reconocer que no estaba completamente libre de preocupaciones. El conocimiento de su posible muerte inminente había pesado en su mente, pero pronto lo había superado, pensando que no valía la pena vivir con el miedo constante a la profecía.

¿Por qué molestarse en pensar en ello todo el tiempo? Además, ya he hecho básicamente todo lo que pensaba hacer para asegurarme de no morir.

La noche de la Fiesta de la Nochebuena — la fecha y hora de su muerte anunciada — la fiesta del consejo estudiantil estaría, por su diseño, en marcha. También había conseguido que reforzaran la seguridad. Había hecho lo que podía. Como el resto no estaba en sus manos, se convenció de que debía dejar de pensar en ello. La flexibilidad mental era, después de todo, uno de los puntos fuertes de Mia.

Entonces, ¿por qué se comportaba de forma tan extraña? Muy sencillo.

En el caso extremadamente improbable de que no sobreviva, tengo que asegurarme de no ir con ningún remordimiento. Si voy a morir de todos modos, entonces ¿por qué molestarse en aguantar más? Debería vivirlo todo.

Así, decidió que hasta el día de la Fiesta de la Víspera Sagrada, se dedicaría a una celebración de la vida tan extravagante que avergonzaría a los hedonistas de toda la vida. Básicamente, había pasado al modo “si el mundo se acaba mañana, entonces puedo hacer lo que quiera hoy”. Mia, como ves, estaba viviendo el momento. Y el momento decretó que ella debía comenzar por devorar sus cerebros en cada comida.

¡Comer sólo lo mejor y dejar el resto! ¡Ese es el plan! Olvídate del despilfarro. Sólo tomar un bocado de la parte más sabrosa de todo. Eso… ¡es la forma definitiva de comer de lujo!

Muchos de ustedes pueden haber olvidado, pero Mia era, de hecho, la princesa de un poderoso imperio. Claro, no había ejercitado sus músculos de niña rica en mucho tiempo, pero no era como si hubiera olvidado cómo hacerlo. Cuando se trataba de la gratificación sensual, era una profesional.

¡Ohoho, es hora de alcanzar la máxima decadencia! ¡Cuidado, alimentos deliciosos, porque voy a por ustedes!

Y así, fiel a su palabra, fue a por dichos alimentos deliciosos, sólo para darse cuenta…

P-Pero, hnnngh… no comer esto sería un desperdicio… ¿Tal vez pueda tomar un bocado más? Ah, pero este también está muy bueno. Está bien, dos bocados más entonces…

…Que uno no se aleja simplemente de la frugalidad. Su afán de ahorro se había convertido en un hábito, y ahora tenía una profunda aversión psicológica al despilfarro. Había tenido la intención de comer sólo un pequeño bocado de todo. En cambio, acabó dejando un pequeño bocado de todo. Como resultado, la comida que había pedido, que consistía en más comida de lo habitual para tener en cuenta su forma de picar, resultó ser demasiado. Y siguió haciéndolo, pensando que sería capaz de seguir el plan la próxima vez, sólo para fracasar una y otra vez, lo que hizo que la cocina le sirviera aún más comida además de su pedido en forma de recetas especiales para el estómago. Comía tanto que empezó a desarrollar una F.A.T agudo, lo cual era un poco preocupante.

Su caos dietético se reflejaba en su piel, cuyo brillo comenzó a desvanecerse bajo los efectos de su dieta desequilibrada. El fenómeno era similar al de las personas acostumbradas a dietas insípidas que de repente se atiborran de comida lujosamente rica y sufren una revuelta estomacal total. Sólo ahora Mia se daba cuenta de que toda esa alimentación sana había despojado a su cuerpo de su capacidad de desenfreno, dejándole sólo… bueno, salud.

“De acuerdo, cuando se trata de comer, lo normal es lo mejor. Debería seguir con mi dieta habitual…”, concluyó tras su fallido intento de exceso culinario. “Tendré que alcanzar la máxima decadencia de otra manera entonces. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Hm…”

Reflexionó sobre sus opciones. Lo primero que se le ocurrió fue correr por la academia garabateando cosas sin sentido en todas las superficies como una especie de lunático grafitero, una aplicación magnificada de la propensión de los niños pequeños a desfigurar la propiedad escolar. Rápidamente descartó la idea, considerando que el coste de tal acto era demasiado aterrador en el caso de que la profecía de las Crónicas de la Princesa resultara infundada. Aunque actuaba bajo la premisa de que el mundo — su mundo, al menos — se iba a acabar pronto, era muy consciente de la posibilidad de que no fuera así. En ese caso, aunque las Crónicas no la mataran, una Rafina furiosa lo haría después de ver los daños materiales masivos que había cometido. Sea como sea que aprovechara los días que le quedaban, no podía ser una locura.

“Garabatear en las cosas ni siquiera parece tan divertido… Hmm… ¿Sabes qué? Divertirse haciendo cosas malas es más difícil de lo que pensaba.”

Hacía falta valor para hacer el mal. Para Mia, que era una gallina de corazón, obtener placer de las fechorías era una orden demasiado alta. Después de mucha contemplación, finalmente dio una palmada de inspiración.

“Oh, ya sé. ¡Si voy a morir de todos modos, también podría coquetear con Abel a gusto! Quiero tener citas a caballo, y paseos por el bosque, y viajes a la ciudad…” La idea la entusiasmó. “En realidad, eso me ha hecho darme cuenta de algo. Últimamente he estado demasiado centrada en tratar de sobrevivir. No ha habido gratificación en mi vida. Debería haber pasado más tiempo con Abel y haber ido a buscar más hongos. Uf, qué terrible error. Tengo que recuperar el tiempo perdido…”

Justo cuando estaba a punto de salir corriendo, un pensamiento la hizo detenerse.

“Pero Abel probablemente tiene cosas que hacer… No quisiera ser una molestia arrastrándolo conmigo.”

Otro pensamiento dio lugar a otro cambio de rumbo.

“No, no tengo que preocuparme por eso. De todos modos, voy a morir en la noche de la Fiesta de la Nochebuena, así que voy a hacer lo que me dé la gana.”

Habiendo encontrado la manera perfecta de alcanzar la cantidad justa de decadencia máxima, a pesar del oxímoron, sonrió.

“¡Ohoho, nada puede detenerme ahora! ¡Soy invencible!”

Entonces, Mia, orgullosa del hígado en momentos, fue a buscar a Abel.