Ryuu to Sairei (NL)

Volumen 2

Prologo: Cuando Mueres…

 

 

Ryuu to Sairei Volumen 2 Prologo Novela Ligera

 

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Ella no podía unirse al círculo de personas que estaban bailando. Le dijeron que no tenía la edad suficiente para participar, luego de ello, no le lanzaron ni una sola mirada tras decírselo mientras bailaban en medio de los campos cultivados. En realidad, ella debería haber sido capaz de bailar junto a ellos. Había niños menores que ella entre aquellos, que saltaban y giraban.

¿Qué es lo que ocurre? Le preguntó uno de los adultos. ¿Ella no iba a bailar? ¿Le dolía la barriguita? Ella apartó de un manotazo la mano extendida y se alejó de la multitud.

Los adultos habían sido niños una vez, así que ella creía que entenderían lo que era ser uno. Entonces, ¿Por qué no podían entenderlo? Tal vez, al igual que no hay niños que puedan recordar lo que sucedió antes de haber nacido, no había ningún adulto que pudiera recordar lo que sucedió antes de que ellos crecieran. Tan simple como eso.

Ella miró hacia los campos en silencio.

No quería pensar en celos u odio.


No, ella quería verlos bailar, sin ningún pensamiento en su mente.

En ese momento, una sombra apareció a la vista.

Ella parpadeó.

En dirección al círculo de bailarines, que se movían cada vez más rápido. En el otro lado del campo.

Allí estaba una figura negra.

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Por un rato, ella pensó que era la única que podía verla. Ninguno de los bailarines jóvenes o adultos cercanos se habían percatado.

Una fría gota cayó en su nariz.

Miró hacia arriba para encontrar gotas de lluvia cayendo de nubes grisáceas.

Antes de que ella pudiera darse cuenta de que estaba lloviendo a cántaros, una luz blanca llenó su visión, y un rugido rasgó el cielo.

Lo único que no se dejó de ver en ese mundo de luz blanca fue la negra figura. Se destacó en un marcado contraste.

“Bruja”.

Alguien lo había dicho.

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La bruja. La bruja estaba aquí. La bruja había venido.

El miedo se propagó de persona a persona, e incluso parecía llegar a las nubes mientras la lluvia caía como un diluvio sobre la tierra.

Tanto los adultos como los niños entraron en pánico, el barro los cubría mientras corrían tan lejos como era posible. Sus rostros y gritos aterrorizados se perdieron detrás el aguacero.

Sólo permaneció una niña; ella cruzó el campo.

Mientras caminaba, sintió el desagradable chapoteo del barro bajo sus pies. A pesar de casi quedar atrapada unas cuantas veces, siguió de frente.

Mientras se acercaba a la figura negra, notó que la estaba mirando fijamente… O eso sentía ella. La figura era tan alta que apenas podía distinguir su rostro.

“¿Tú eres la bruja?”, preguntó la niña.

Los sonidos de la naturaleza casi ahogaron el sonido de su propia voz, pero por alguna razón, pudo distinguir claramente la respuesta de la figura.

“Lo soy”.

“Hiciste que lloviera, ¿No es así?”.

“¿Yo?”, dijo la bruja con diversión. “¿Por qué haría algo como eso? ¿No eres tú quien hizo que lloviera?”.

“¿Por qué piensas eso?”.

“Por la cara que estás poniendo”.

Con eso, se dio cuenta de que la bruja se estaba burlando de ella.

“¿En dónde vives?”, preguntó la chica.

“En el bosque”.

“… Llévame contigo”.

“Hmm, ¿Estás segura?”.

“¿Por qué no lo estaría?”.

“¿No lo sabes?”. Su boca se curvó en una media luna. “Las brujas comen humanos”.

“¿De verdad?”.


“¿Vaya? ¿No tienes miedo?”.

“Nuh-uh”.

“Hmm. Entonces puedes acompañarme”.

“Bien”.

“¿Pero estás realmente segura?”.

“No me importa. Además…”.

Si ella se la comiera, ya no se preocuparía por nada.

Después de todo, cuando mueres, seguramente olvidarás todo lo que te pasó antes de eso.

***

 

 

Ix esperaba encontrar una multitud sin igual en la capital, pero no era tan diferente del nivel de tráfico de Leirest. Sin embargo, se dio cuenta de que estaba viendo diferentes tipos de personas aquí. O tal vez era mejor decir personas con un destino diferente.

Las personas que llegaban a Leirest eran comerciantes o viajeros, y no iban a terminar allí sus viajes. La ciudad era solo un punto de paso, un lugar para que la gente descansara en el camino hacia sus verdaderos destinos. El tipo de persona más común que pasaba por sus puertas era un comerciante, que ganaba dinero trasladando mercancías de un pueblo a otro. Estas personas rara vez prestaban mucha atención a las zonas en las que se encontraban actualmente. En cambio, parecían tener siempre en mente la ciudad que visitarían a continuación.

En ese sentido, la capital era diferente. Era el final del camino para las personas que llegaban allí. Incluso si algún día sirviera como el comienzo de otro viaje, por el momento, era su destino final. Los pensamientos sobre el próximo pueblo en el camino desaparecían de las mentes de los viajeros allí. En la capital, se enfocaban sólo en el lugar en el que se encontraban. Tal vez eso era lo que hacía que todas las personas que pasaban por las calles pareciesen relajadas. Y, de hecho, a pesar de las enormes multitudes en las calles, nadie parecía apurado.

Ix se sentó junto a una ventana, observando a la gente.

Estaba en una habitación lujosa, esperando a alguien.

Un nuevo cliente entró por la puerta. Un pulcro empleado de la tienda se acercó a él con pasos silenciosos, manteniendo una conversación trivial mientras conducía al cliente a la trastienda. Allí, se exhibían varios bastones y varitas que estaban de venta. Ix los había revisado antes y todos eran de la más alta calidad.

Ix pensó que hubiera sido mejor diseñar la tienda para que los clientes entraran directamente a la sala de exhibición cuando visitaran, pero tal vez la sala de enfrente se usaba para otra cosa. Lujosamente decorada, tenía varios escritorios y sillas alineados a lo largo de las paredes, cada juego, separado de los demás. No había nadie sentado en la habitación además de Ix, salvo un buen número de trabajadores de la tienda listos para atender a cualquier nuevo cliente que pudiera entrar por la puerta. Ix se sentó en la parte de atrás de la habitación.

“Sr. Ix”, vino una voz.

Pertenecía a un joven con uniforme de trabajo. Cuando Ix se volvió para mirarlo, el hombre le pidió que lo siguiera y luego abrió una puerta a otra sala.

Pasaron por varias habitaciones en la parte de atrás, como una sala de almacenamiento para equipos que no se usaban regularmente y una habitación donde aún más empleados trabajaban en silencio. Ix solo les echó un vistazo rápido, pero decidió que todos parecían ser fabricantes de varitas con mucha experiencia. Como él solo era un aprendiz, no podría sostenerles una vela.

Continuaron adentrándose en el edificio hasta que el hombre se detuvo frente a una puerta de aspecto imponente. Se volvió hacia Ix y le dijo que esperase.

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“¿No puedes simplemente abrirla?”. Ix le preguntó al hombre, que estaba de pie junto a la entrada.

“Soy incapaz de hacerlo”.

“Uh-huh”.

De repente, la puerta se abrió, y mucho más suavemente de lo que uno esperaría.

Un perfume empalagoso asaltó las fosas nasales de Ix.

La habitación interior estaba débilmente iluminada. No había ventanas, y la única la luz provenía de unas cuantas velas. Cuando la puerta se abrió, creó una corriente que hizo titilar sus flamas. Las decoraciones eran increíblemente llamativas, y todo el lugar estaba cubierto de rojos y dorados. Habría deslumbrado los ojos si hubiera estado completamente iluminada.

Una cama enorme estaba en el centro de la habitación, también de un rojo chillón y dorado. Cortinas hechas de algodón caían en cascada alrededor de la cama, bloqueando la vista del interior.

Ix sin contemplaciones apartó las cortinas y la mujer en la cama se agitó.

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“Soy yo”, dijo él.

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“Has recorrido un largo camino”, dijo una voz mermada.

Estaba mermada porque ella llevaba una máscara.

La máscara no era del modelo que sólo cubría el área alrededor de los ojos. De hecho, era mucho más grande que la cara de la usuaria. Alargada y ovalada, se estiraba hacia arriba y hacia abajo en ángulo. Estaba hecha de madera y había sido pintada de blanco, con una cara dibujada usando patrones tribales. Su voz emanaba de detrás de ella.

La máscara no era lo único extraño de la mujer. Aunque estaba sentada erguida, su vívido cabello rojo se extendía por toda la cama, era tan largo que colgaba por los bordes. En lugar de ropa de cama, ella estaba vestida con ropa de alta gama y daba la impresión de que estaba a punto de asistir a un baile de nobles, además de la cantidad desmesurada de joyas que colgaban de sus muñecas y cuello. A su lado, un quemador de incienso dejaba escapar un humo blanco, de ese que poco a poco te nubla la mente.

Ix sacudió la cabeza y la miró.

“¿Por qué me llamaste aquí?”, preguntó.

La mujer se llamaba Layumatah, era la más antigua de los aprendices de Munzil. Hizo un gesto con gracia hacia el borde de la cama con un suave tintineo de metal sobre metal.

“Siéntate”, ella dijo lentamente.

“Estoy bien de pie”.

“Siéntate”.

“Estoy—”.

“Siéntate”.

“……”.

Ix tomó asiento en el borde de la cama. Era increíblemente suave. El colchón se hundió bajo su peso y una parte del cabello de Layumatah rozó el suelo.

Como el más joven de todos los aprendices, Ix no tenía derecho a ir en contra de las decisiones de una mayor. Con su maestro muerto, ahora era ella la que tenía la mayor autoridad sobre él.

Se sentó con las manos en sus rodillas, con solo la parte superior del cuerpo girada hacia ella.

“Escuché que no estás haciendo varitas”, ella comentó.

“¿Cómo sabes eso?”.

“Me lo dijo Morna”.

Morna era la inferior de Layumatah y superior de Ix. Ella también era la artesana de la tienda en donde él se hospedaba actualmente.

“… Uh-huh”, respondió Ix.

“¿Y por qué no?”.

“Porque no tengo ninguna razón para hacer ninguna, supongo. La tienda no necesita más artesanos. Morna hace varitas mucho mejores que yo, así que me quedo fuera de su camino”.

“Esa chica es una genio. Si la excusa que acabas de dar fuera válida, pasarías toda tu vida sin hacer una varita. De hecho, según esa lógica, nadie más que el artesano más hábil del mundo tendría motivos para hacer varitas. ¿Es eso lo que querías decir?”.

“… ¿A quién le importa por qué la gente hace varitas?”. Sin embargo, la verdad era que probablemente estaba atrapado en esta situación porque carecía de una razón para ejercer su oficio. “¿Entonces me vas a dar un consejo o algo así?”.

“Por supuesto que no. ¿Por qué te ayudaría?”.

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“Entonces ve al grano. ¿Por qué me llamaste y me hiciste recorrer todo el camino hasta la capital?”.

“La pared de varitas ha sido deshecha”.

“¿Huh…?”. La simplicidad de la declaración dejó a Ix estupefacto. “La pared de varitas? ¿C-Cuál? ¿Se rompió?”, preguntó, con un tono sin querer cada vez más fuerte.

“Aquí, por supuesto. El muro de varitas de la capital. No se ha roto. Y aunque dije que se ha deshecho, incluso eso no es una certeza. Hasta ahora, todo lo que tenemos es el descubrimiento de un documento secreto que afirma aquello”.

“¿Huh?”.

“Un guardia de la puerta de la ciudad lo encontró escondido en el cargamento de un comerciante. Pero ni siquiera el comerciante sabía que estaba escondido allí. Dado que el comerciante viaja por la misma ruta con regularidad, es probable que solo fuera una forma de envío conveniente. El documento ha sido inspeccionado, pero no hay nombres de origen o destino. El comerciante no será utilizado de nuevo para transportar tales cosas, ya que se encontró el documento secreto. Deberían haberlo dejado seguir su camino; fue una tontería por parte de ellos el detenerlo”.

De acuerdo con lo que dijo Layumatah, quien escribió este documento afirmaba haber descubierto un método para deshacer el muro de varitas de la capital.

Un muro de varitas es una estructura especializada construida en los muros de una ciudad. Poniéndolo simplemente, era solo una varita enorme por derecho propio. Todo el tronco de un árbol se trabajaría en forma de varita y se incrustaría en la barrera interior. Si alguna vez hubiera un ataque a la ciudad, el muro de varitas sería activado para aumentar la fuerza de las fortificaciones de la ciudad. Aunque hay armas que pueden contrarrestar estos dispositivos, conocidas como varitas de asedio, no cambiaba el hecho de que las paredes de varitas eran esenciales para la defensa de una ciudad.

Generalmente, cada pared de varitas estaba equipada con una medida de seguridad conocida como candado, que actuaba como una especie de código. Los candados se pueden desactivar a través de un proceso específico, lo que anularía todas las capacidades de la pared de varitas. Aparentemente, esto se implementó como salvaguardia en caso de que una rebelión tomara el control de una ciudad. Pero incluso la persona que instaló el candado no tenía los conocimientos para deshacerlo– solo unos pocos funcionarios gubernamentales selectos estaban al tanto de esto.

Sospechando, Ix preguntó “¿Segura que no es solo una broma de mal gusto?”.

“El documento secreto también detalló otros problemas de seguridad dentro de la capital. Todos eran confidenciales, pero me dijeron que casi ninguna de la información en el documento era incorrecta”.

“¿En serio? Es el muro de varitas de la capital del que estamos hablando. Ese no es un problema de todos los días. Probablemente podría reunir a todo un congreso de artesanos para debatir el tema, y todavía se quedarían en blanco. Me cuesta creer que alguien pueda investigar y deshacer en secreto—.

“¿De verdad crees que nadie más llegó a la misma conclusión que tú?”, respondió Layumatah rápidamente. “Ese argumento ya ha sido desestimado. Se ha tomado una decisión. Temporalmente se incrementará la seguridad en la capital mientras se crea un nuevo candado. Me han puesto a cargo de eso”.

“…Uh-huh”.

Bueno, si ella estaba liderando el proyecto, ni siquiera importaría mucho si la vieja protección hubiera sido desmantelada. El nuevo candado proporcionaría seguridad durante al menos otros cien años.

Sin embargo, todavía había un pero en los labios de Layumatah.

“Hay algo que todavía me molesta”, ella admitió.

“No es frecuente que no entiendas algo”.

“No dije que no lo entiendo; Dije que me molesta”. Su cuerpo apenas se movió mientras ella hablaba. Era como hablar con una ventrílocua. “He examinado los diseños del muro de varitas en el desarrollo de mi trabajo. Ha sido reparado en varias ocasiones desde que se instaló, y se realizó su última reparación hace aproximadamente sesenta años. Esa vez, usaron el método de emisión”.

“Bueno, ese es un procedimiento estándar… Espera”. Ix abrió una mano. “¿Que no el método de emisión solo se volvió común alrededor de treinta años atrás?”.

“Lo mismo se me ocurrió. Averigüé sobre eso, pero solo supe que efectivamente ese fue el procedimiento que utilizaron”.

“¿El reino ocultó la técnica? No, incluso si lo hicieran, lo habrían usado en varitas militares antes de que llegara al público…”.

“No pedí tu especulación. Independientemente de lo que sucedió en ese entonces, hubo una persona que diseñó el método de emisión hace sesenta años. Y yo sospecho que es el mismo individuo que podría desactivar el candado ahora”.

“Ah, ya veo”.

Desactivar el candado de un muro de varitas era una tarea increíblemente difícil. Pero si alguien había estado involucrado en trabajar en él en el pasado y sabía lo suficiente como para poder diseñar el método de emisión hace sesenta años, podría llegar de ser capaz de hacerlo.

“Después de investigar más”, continuó Layumatah, “descubrí que había un nombre entre los que trabajaban en la pared que no pertenecía a un artesano: Mali, una mujer noble. No hubiera sido extraño para una aristócrata el participar solo de nombre, pero hay muy pocos registros sobre esta señora. Es extraño. Uno esperaría que ella se llevara el crédito por el proyecto”. Layumatah levantó su brazo derecho y señaló a Ix. “Te ordeno que la investigues”.

“¿…Qué?”.

“Investiga a Mali e infórmame”.

“¿Q-Qué demonios?”. Ix no pudo evitar ponerse de pie. “No lo entiendo. Esta es la primera vez que oigo hablar de esta mujer. ¿Cómo se supone que la investigaré? Además, ¿No es este el tipo de solicitud que le encomiendas a un aventurero? ¿Por qué pedírmelo a mí?”.

“Escuché que eres experto en este tipo de investigación”.

“¿Quién te lo ha—?”.

“Me lo dijo Morna”.

Con una mueca extremadamente amarga, Ix volvió a sentarse en la cama.

Aun así, esta conversación en realidad se estaba desarrollando como él había previsto. Layumatah no lo habría invitado a la capital sin motivo alguno. Él asumió que ella tendría un trabajo apropiado para darle. Pero no había esperado exactamente encontrarse investigando a una aristócrata que no conocía.

“Es probable que necesites ayuda, así que he hecho los arreglos para que te ayuden. Llévales contigo”, dijo Layumatah.

“¿Ayuda? ¿También vas a enviar a un empleado de la tienda?”.

“Ellos están bajo mi jurisdicción. No te los prestaré sin más”.

Un surco apareció en la frente de Ix mientras se preguntaba si iba a ser algún aventurero al azar, entonces. Él había evitado el Gremio de Aventureros desde que esos dos aventureros lo habían golpeado por venganza.

“¿Límite de tiempo?”, preguntó.

“Ninguno. Pero debes devolver a tu asistente para el otoño, y será más difícil actuar una vez que llegue el invierno y caiga la nieve. Envía un informe antes de entonces. Espero uno bueno”.

“No seas ridícula”, susurró Ix, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su queja. No es que esperara que Layumatah escuchara.

Mientras él se sentaba allí pensando en al menos una forma de resistirse a ella, ella se volvió su mirada— desde detrás de su máscara— hacia él.

“¿Algo más—?”, empezó a decir él.

“Bruja”.

“¿Eh?”.

“Bruja”, dijo Layumatah de nuevo. “El maestro me dijo que lo hizo una bruja. Esto ocurrió antes de que terminase mi aprendizaje. Le pregunté por el muro de varitas de la capital, y él me dijo ‘Eso fue hecho por una bruja. Los humanos no pueden aprender de esas cosas’. Asumí que solo estaba soltando tonterías al azar otra vez, así que lo olvidé hasta que ocurrió este incidente. Tal vez lo que dijo era cierto”. La máscara de Layumatah se levantó ligeramente. “¿Has escuchado de eso antes?”.

Ix negó con la cabeza en silencio.

Bruja. Era la primera vez que la palabra entraba en sus oídos. Si una bruja pudiera hacer el muro de varitas, ¿Tal vez era algún tipo de usuaria de magia o una artesana? Aunque era un misterio para él por qué necesitarían un término especial. ¿Quizás fue porque era una especie de ser especial? Si estaba relacionado con este incidente, eso significaba que esta noble Mali podría ser una…

“Hace sesenta años, ¿Sí? Si ella era la bruja, tendremos suerte si todavía está viva”, dijo Ix.

“El maestro dijo que las brujas son inmortales”.

“¿Huh?”.

“Pero a cambio de su vida eterna, tienen que comer humanos”.

“¿Huh? ¿Pero qué demonios significa eso?”.

Ix se encogió de hombros ante lo absurdo de todo.

Podía entender vagamente que la gente pusiera algún ser poderoso en un pedestal, pero cuando combinabas la inmortalidad y el canibalismo hacía que todo el asunto pareciese algo salido de un cuento de hadas.

“Layumatah, ¿No puedes estar diciendo que realmente crees en estas cosas?”.

“Simplemente te estoy contando lo que escuché. Lo que creo o no creo no tiene nada que ver con la realidad”, respondió ella con frialdad. “He confirmado dos cosas: que Mali aún vive y su ubicación actual”.

“Si sabes todo eso, solo ve tú misma”.

“Te estoy dando esta tarea ya que ella es la más cercana a ti”.

“¿Más cercana? ¿Así que está en Leirest?”.

“Mali Saneeld. Ella es la actual encargada de la Biblioteca de Leirest”.

“¿Ella es la bibliotecaria en jefe…?”.

“¿La conoces?”.

“Supongo que podría decirse”.

“Ya veo. Bueno, vete entonces”, ella ordenó, levantando la barbilla hacia la puerta.

“……”.

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Cuando iba a salir de la habitación, ella volvió a llamarlo.

“Ix”.

Él se giró, pero no dijo nada.

La máscara estaba frente a él.

“¿Puedes recordar el primer bastón que hiciste?”.

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