Ryuu to Sairei (NL)

Volumen 1

Epílogo: Estrellas Nacientes

Yuui esperaba a que partiera la diligencia. La estación apestaba a bestias y heces. Sopló un viento seco y levantó una nube de polvo.

Junto a ella estaba Ix. Había venido a despedirla. A comparación con cómo era cuando se conocieron, se había convertido en todo un simpático con los clientes.

Ix había decidido quedarse en la tienda de Morna por el momento como aprendiz. La mayor parte del dinero que habían ganado vendiendo los dientes de Enedo había desaparecido en su investigación sobre el corazón del dragón. Aun así, la tienda de Morna no tenía mucho margen de maniobra en términos de finanzas, por lo que seguramente podrían verse incapaces de hospedarlo pronto. Cuando llegara ese momento, planeaba usar sus conexiones con los otros aprendices de Munzil para viajar de una región a otra uniéndose a sus tiendas. Dependiendo de la escala de sus operaciones, incluso podría obtener su licencia de artesano. Se quejó de que pasaría una eternidad antes de tener su propia tienda.

Se sentaron en silencio por un rato, hasta que Yuui dijo de repente “algo ha estado en mi mente”.

“¿Qué cosa?”, preguntó Ix con una inclinación de cabeza.

“El formulario de solicitud que encontraste en el almacenamiento del Gremio de Aventureros. El de la pizarra negra. ¿Qué fue eso?”.

“¿Eso…? Quién sabe”. Ix se encogió de hombros y luego abrió las manos. “Era de hace mucho tiempo. La solicitud probablemente provino de alguien que no entendía bien el festival”.

“¿Puedo decirte lo que yo pienso?”.

“¿Y eso es?”.

Yuui ajustó su asiento y se aclaró la garganta.

“Fue una petición de Munzil”.

“… ¿Qué?”.

“Cuando hizo esta varita, se dio cuenta de la conexión entre el corazón del dragón y la agnasita. Pensó que había pistas de dragones en el Monte Agnas. Con eso en mente, fue al Gremio y presentó una solicitud. Obviamente, no pensó que se cumpliría. Tenía un motivo oculto para presentarlo. ¿Sabes cúal era?”.

Ix miró a Yuui, estupefacto.

“Era para dejarle una pista a su aprendiz. Sabía que llegaría un momento en el que su aprendiz necesitaría un corazón de dragón, por lo que talló una petición en piedra, que es resistente, se degrada poco y se destacaría de los demás por encima de todas las demás. Si el Gremio almacenara su solicitud de acuerdo con sus regulaciones, permanecería mucho tiempo después de que hubiera expirado”.

“E-eso es solo una teoría—”.

“Además”, continuó Yuui, “tu maestro también puede haberse dado cuenta de que la montaña en sí era el dragón”.

“¿C-cómo puedes decir eso?”. La voz de Ix tembló.

“¿Recuerda los caracteres en el formulario de solicitud? Pensaste que estaba escrito en gramática antigua sin preposiciones, pero ¿Y si fuera algo que debería haberse escrito sin ellas? En otras palabras, no estaba destinado a ser ‘Investigue al Dragón del Monte Agnas’; realmente se supondría que era ‘Investigue al Monte Dragón Agnas’”.

Ix se quedó en silencio por un momento, luego finalmente negó con la cabeza.

“No… eso es imposible. Tal vez pueda aceptar la idea de que hizo la solicitud. Incluso me arriesgaré y diré, por el bien de la discusión, que notó la relación entre el corazón de dragón y la agnasita. Pero… para que él descubriera la verdadera naturaleza del dragón con solo esas pocas pistas…

Ningún humano podría lograr eso. Y él era humano. O al menos pensé que lo era…”.

“Bueno, supongo”. Yuui estaba satisfecha de ver a Ix luciendo más asustado que nunca. “Olvídalo. Fue solo un vuelo de fantasía”.

Sintió la varita en su bolsillo interior. El núcleo se había cambiado y su rendimiento superó incluso a su versión anterior. Todavía estaba fresco en su mente el recuerdo de cómo le había dado una onda de prueba rápida y luego accidentalmente había provocado un pequeño incendio porque había calculado mal cuánto debería haberse contenido.

El conductor de la diligencia se paró frente a la sala de espera, saludó con la mano y gritó que el próximo coche saldría pronto. Ese era el que Yuui tomaría.

Casualmente, le dijo a Ix “Trata de no morir”.

“¿Qué?”, dijo Ix, con las cejas fruncidas.

“No falles al manejar correctamente una varita y te me mueras”.

“Morir no está en mi lista de cosas por hacer”.

“Sí. Gracias”.

“¿De qué estás hablando?”.

“Es personal”.

Sí… todo era personal.

Gratitud de que ver su rostro la hubiera ayudado a darse cuenta de su malentendido.

Cogió su bolso y se puso de pie.

Mientras se dirigía hacia el carruaje, Ix le advirtió “No la rompas de nuevo”.

“Pero tienes material de núcleo de reemplazo, ¿Sí?”.

“Hey, eso fue por mi deseo. La próxima vez, te pediré una tarifa de reparación real. No hay más de ese material en el mundo. Ni siquiera estoy seguro de que todo el tesoro de un país sea suficiente…”.

“Tan tacaño”.

“Todavía soy solo un aprendiz”.

“Está bien, no lo olvidaré”.

El conductor de la diligencia vino a recoger su equipaje. Se lo entregó y esperó a que los demás pasajeros subieran antes que ella.

En voz baja, Ix agregó “Pero pude obtenerlo gracias a ti”.

“¿Qué?”. Ella se volvió hacia él.

“Mantenimiento”.

“¿Huh…?”.

Ix se cubrió la boca con la mano y dijo “Estoy diciendo que le daré mantenimiento a la varita. Probablemente la usarás muchísimo en la escuela, ¿Verdad? Vuelve a mi tienda cada vez que estés en la ciudad, y lo haré por poco dinero”.

Yuui tardó un momento en darse cuenta de lo que estaba tratando de decir.

¿Eso significaba…?

Ella dejó escapar un gran suspiro.

Hacían un trabajo tan delicado…

Entonces, ¿Por qué estos artesanos siempre eran tan…? “Eres tan torpe que es enloquecedor”, le reprochó ella.

“¿Qué estás tratando de decir?”, preguntó, totalmente confundido. Yuui lo ignoró y abordó la diligencia.

Luego se volvió hacia el lugar en donde él se había quedado congelado, y preguntó “¿Sabes lo caro que es viajar de la Academia a esta ciudad?”.

“… ¿Mucho?”.

“Lo opuesto”.

“¿Hmm?”.

“Los estudiantes de la Academia pueden usar el transporte por casi nada”.

Yuui cerró la puerta sin esperar una respuesta.

Intentaba desesperadamente ocultar su sonrisa bajo su capucha.

El chico recogió la piedra.

Era roja y brillante, y se sentía cálida al tacto.

La había encontrado en la plaza del pueblo. Había caído sobre el montículo de arena que yacía en su centro. No, caído no era la palabra correcta para eso. Justo cuando estaba a punto de pasar frente al montículo de arena, apareció la piedra.

Había mirado al cielo, pero no había visto pájaros volando. Tampoco era como si alguien lo hubiera arrojado. Además, nadie tiraría nunca una joya tan bonita.

Así que el chico la había recogido.

No se lo contó a nadie. Lo llevaba como un amuleto de buena suerte.

El niño no tenía padres. Nadie sabía quién era su papá y su mamá había muerto al darlo a luz. Desde entonces, siempre habían sido solo él y la abuela.

Ella lo insultaba y lo golpeó en más de una ocasión.

No fue solo su abuela. Adultos y niños lo insultaron y lo golpearon. No sabía cómo defenderse. Todo lo que podía hacer era soportar el dolor y pasar sus días huyendo de ellos.

Y cada vez que hacía eso, veía la montaña.

El pico era fácil de ver desde la ventana de su dormitorio, elevándose sobre la ciudad.

Siempre le pareció tan divino.

Entonces, ¿Por qué nadie se detuvo a notarlo?

No había nada más divertido que mirarlo.

En las noches de viento, las noches de lluvia, las noches llenas de luz de luna y las noches de luna nueva, el niño consideraba la montaña.

Y le habló, dentro de su corazón.

Le contaba lo que sucedía cada día.

Lo que le gustaba.

Lo que odiaba.

Dijo que quería ser más fuerte mientras las lágrimas corrían por su rostro.

Los maldijo a todos, los aborreció a todos.

Y la montaña simplemente se elevaba sobre él, aceptando sus palabras.

Cada noche, tras noche, tras noche…

Esa era la única salvación del chico.

Por eso empezó a pensar: Quizás esta piedra era algo que la montaña le había dado.

Sabía que era un patético sueño.

Pero lo extraño fue que, cuando se aferró a ella, se sintió valiente.

Tal vez solo estaba en su mente…

El chico cambió. Solo un poco.

Si lo golpeaban, él devolvía el golpe. Si lo insultaban, escupía insultos del mismo modo.

Eso no puso fin a su tormento, pero era de hecho el nacimiento de su orgullo.

Aún.

Esa noche, él también miró hacia la montaña.

La luna no se encontraba por ninguna parte.

Nubes espesas ocultaban el cielo, por lo que afuera estaba oscuro como boca de lobo.

Y, sin embargo, el chico seguía mirando.

Sintió el calor de la piedra en su puño.

“… ¿Huh?”.

Él inclinó la cabeza.

Pensó que había visto brillar la montaña por un momento.

Se frotó los ojos y volvió a mirar.

No lo estaban engañando.

Brillantes partículas doradas brotaron del pico de la montaña.

Subieron al cielo, iluminando la parte inferior de las nubes negras.

Los cielos brillaban con estrellas.

Mientras las contemplaba a todos, se olvidó de respirar.

Una luz deslumbrante se extendió para llenar el firmamento.

Tan hermoso.

Nunca había presenciado nada más hermoso.

El pueblo seguía adormecido.

Las pocas personas que estaban despiertas no miraban la montaña.

Excepto una.

Solo ese chico vio el cielo lleno de estrellas.

Eventualmente, las partículas perdieron su brillo.

La luz dorada se desvaneció.

El chico siguió mirando el cielo nocturno, que una vez más estaba envuelto en la oscuridad.

Estaba a punto de llorar, lo que parecía extraño. ¿Por qué…?

No estaba ni triste ni sufriendo.

Sentía tanta felicidad…

La milagrosa noche habló de un fin, con solo una sola lágrima como compensación.

El Monte Agnas no rugió nunca más.

-FIN DEL VOLUMEN 1-