Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

A Bel le gustaban esos breves momentos justo antes de la cena, cuando el crepúsculo se desvanecía en la oscuridad de la noche, porque era cuando le daban un buen lavado mientras escuchaba historias de la abuela a la que admiraba. De hecho, podría ser su momento favorito del día…

Se sentó en un barril lleno de agua mientras un suave paño se empapaba a su lado. En invierno, el agua estaba helada, pero en verano, su frialdad era bastante agradable.

Elise sacó el paño, lo escurrió y comenzó a limpiar la espalda de Bel. La vida de una fugitiva, vivida en constante clandestinidad, permitía pocos lujos. Rara vez podía Elise dar a la joven un baño adecuado, pero, aun así, estaba decidida a hacer lo que pudiera. Junto con los otros guardianes de Bel, se esforzaba por mantenerla, si no radiante, al menos limpia y presentable. No iba a dejar que una descendiente de la Gran Sabia del Imperio anduviera por ahí sin un aspecto adecuadamente agradable. No bajo su supervisión. Así que se dispuso a limpiar la delicada piel de la joven con suaves movimientos.

De repente, se congeló, y la toalla y la mano se detuvieron sobre el contorno demasiado prominente de un delicado omóplato. Debajo había una espalda delgada con poca grasa o músculo. Se mordió el labio. La forma delgada y huesuda de Bel le recordaba a su propia juventud, y la textura de su piel carecía de toda la suavidad y el brillo que uno esperaría ver en una princesa.

Deberías comer mejor… vivir mejor… Quiero que lo hagas, pero… Lo siento mucho, Mia…

Una ola de angustia impotente amenazó con consumirla.

“Todavía no puedo creer que haya alejado de un puñetazo a un pez tan grande. La abuela Mia debía de ser muy buena nadando. ¿Verdad, madre Elise?”, preguntó Bel en un alegre trino.

Elise vaciló ante la repentina pregunta. Su brusquedad frenó su marea de dolor, pero pronto le siguió una segunda oleada de sutil pesar. Al igual que Mia, Bel era una chica muy inteligente. Debió de darse cuenta de que Elise estaba de mal humor y sacó el tema alegre a propósito.

Bendita sea su alma. Está intentando animarme…

Al darse cuenta, Elise se obligó a responder en un tono igualmente alegre.

“Sí, al parecer era muy hábil. Según Anne, era hermosa cuando nadaba, como una luna creciente en el agua.”

“¡Wow! ¡Eso es increíble!”

Cómo se hace exactamente para nadar como una luna creciente… no era una pregunta que preocupara a Bel. No trató de imaginar cómo sería en realidad. Sonaba hermoso, y eso era suficiente para ella. Aplaudió con alegría, disfrutando del espíritu de la descripción más que de sus palabras. Bel, como ve, era una chica dulce, inocente y dispuesta a tomar las cosas al pie de la letra.

“Eso no es todo, ¿sabes? Tu abuela era el tipo de persona que podía hacer cualquier cosa. También se le daba bien la poesía y la dramaturgia, según he oído. La primera vez que nos vimos, no sólo leyó la novela que estaba escribiendo en un abrir y cerrar de ojos, sino que incluso adivinó el resto de la trama que tenía en mente.”

Aquel momento de su primer encuentro todavía le producía escalofríos cada vez que lo recordaba, y el asombro que evocaba no se veía afectado por el paso del tiempo. Era casi mágico el modo en que había relatado la historia exacta que Elise había querido escribir, y luego había alabado su calidad.

“Me hizo tan feliz…”

Bel escuchó con los ojos tan abiertos como su boca abierta.

“Wooow… La abuela Mia era una persona increíble, ¿verdad?”

“Seguro que lo era. ¿En qué más era buena? Veamos… Oh, por supuesto. Era muy buena montando a caballo.”

“¿Montar a caballo?”

“Sí. Durante su estancia en la Academia Saint-Noel, formaba parte del club de equitación, y su habilidad era aparentemente de primera categoría. He oído historias sobre cómo llegó a montar uno de los legendarios caballos alados…”

Si los ojos de Bel pudieran abrirse más, lo harían.

“¡¿Un caballo alado?! ¿Realmente existen?”

Ante esta pregunta tan válida, Elise sonrió…

“Mmmhmhm… ¿Quién sabe? Tal vez sólo fuera una broma que alguien contó, o tal vez fuera una metáfora. Pero conociéndola, no me sorprendería incluso si fuera cierto.”

…¡Y dio la respuesta de un político! Decir que los caballos alados existían sería una auténtica mentira. Ni siquiera Bel creería una falsedad tan evidente. Probablemente. Sin embargo, la respuesta de Elise había incorporado la técnica del matiz ofuscado, argumentando que, aunque no sabía si los caballos alados eran reales o no, si Mia montaba efectivamente uno, no se sorprendería. De este modo, evitó dar una respuesta firme. De este modo, podía afirmar que tenía una duda razonable y hacer gala de su serena racionalidad y, al mismo tiempo, utilizar esa aparente objetividad para alabar la habilidad de Mia. En esencia, había cambiado la pregunta de “¿existen los caballos alados?” a “si existieran, ¿podría Mia montarlos?”, a lo que podía responder con un rotundo sí.

…Verdaderamente, una técnica de lo más turbia. La pobre Bel, que no tenía inmunidad contra esos métodos sin escrúpulos, cayó en la trampa inmediatamente.

“¡La abuela Mia es tan increíble!”

Oh, pero era una niña tan dulce. Su inocente maravilla agradó a Elise, inflando aún más su entusiasmo.

“Así es. Y si ella podía montar caballos alados, probablemente no había un caballo en el mundo que no pudiera montar perfectamente. Grandes, pequeños, rápidos, fuertes… Todos ellos. Apuesto a que incluso podría montar un unicornio.”

“¡No puede ser! ¿Un unicornio?”

Gracias a la diligente educación que recibió de los leales súbditos de Mia, Elise, Anne y Ludwig, Bel creció inocente y confiada, creyendo fácilmente en la palabra de los demás. Era una niña muy dulce. Tan dulce que te hacía preocuparte un poco por su futuro.

“Es tan increíble. Me pregunto cómo era ella cuando montaba. Ojalá hubiera podido ver a la abuela Mia montada en un caballo.”

Los ojos de Bel seguían brillando de asombro.

Mientras su querida madre Anne terminaba de preparar la cena y su querida madre Elise le contaba historias sobre la abuela a la que admiraba, Bel saboreaba estos fugaces momentos de tiempo… uno de sus pequeños trozos de felicidad.