Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“¿Qué magia es esta?”

Escondido en un rincón del edificio del Ministerio de la Luna Dorada se encontraba el despacho de Ludwig, donde actualmente estaba sentado leyendo un informe que le había enviado Mia.

“Ella… ¿ganó a la hija del Duque Redmoon?”

Ludwig se recostó en su silla después de leer el contenido y dejó escapar un largo suspiro de asombro.

“Su carisma realmente no tiene límites…” murmuró, mirando al techo. “Sí, sí… Todo tiene sentido. Si Ruby se convierte en nuestra aliada, nos será mucho más fácil impulsar las reformas en el ejército. Y… Ah, por supuesto. Ella también está viendo la posibilidad de reforzar la Guardia de la Princesa. Me pregunto cómo se las arregló para conseguir a la joven Redmoon ponerla a bordo. Debería preguntarle al respecto…”

La idea de conocer el motor oculto del intelecto de Mia — de ver sus geniales métodos en acción — le hacía sonreír como un colegial soñador. Como alguien con una sed constante de conocimiento, sus fantasías a menudo incluían situaciones que la saciarían. Evidentemente, la tasa de inflación del índice MG (Mia’s Greatness / La Grandeza de Mia) era constante y positiva. En otras palabras, todo iba bien en el planeta Ludwig. Además…

“¡Lo sé! Una vez que le pregunte al respecto, voy a iluminar a Balthazar la próxima vez que tomemos una copa. No, no sólo a Balthazar. Haré que el maestro venga también. De hecho, podría reunir a toda la tripulación. Ningún discípulo de Galvanus que se respete puede resistirse a escuchar algo así. Entonces, irán a difundir este conocimiento a más gente…”

…Inmediatamente comenzó a pensar en formas de aumentar su alcance como un verdadero influenciador. Cuanta más gente pudiera atraer a su campo (léase: a su madriguera), mejor. Ludwig estaba realmente adelantado a su tiempo.

“Bueno, bueno, bueno, alguien se está divirtiendo.”

Una voz risueña sonó desde la puerta. Levantó la vista y encontró a Dion Alaia apoyado en el marco.

“¿Quieres compartir eso con los hombres también? La Guardia siempre se muere por más historias sobre la princesa.”

Como se estaba convirtiendo en una norma diaria, Dion entró en el despacho de Ludwig para “asuntos militares oficiales”. Lo cual, por supuesto, era el lenguaje de Dion para “holgazanear”. Tras ser relevado de su puesto de capitán de escuadrón de cien hombres, ahora trabajaba en el Ministerio de la Luna de Ébano como funcionario militar de clase tres. En otras palabras, un burócrata.

A grandes rasgos, el ejército de Tearmoon estaba compuesto por dos organizaciones. Una era el ejército imperial, la gente de a pie, esencialmente. La otra supervisaba la planificación, la logística, la dotación de personal y todos los demás asuntos relevantes relacionados con la colocación de las botas adecuadas en los terrenos adecuados. Ese era el Ministerio de la Luna de Ébano. Dion solía pertenecer al primero. Actualmente, trabajaba en el segundo. Su traslado del frente a un trabajo de oficina era, una práctica establecida dentro del ejército de Tearmoon.

En el pasado, había habido caballeros cuyas proezas en el campo de batalla les habían valido el ascenso a puestos de mando. Como generales, emitieron órdenes insensatas que hicieron que el ejército sufriera pérdidas masivas. La competencia como soldado no garantiza la competencia como comandante. Aprendiendo de estas costosas lecciones, el Imperio Tearmoon decidió implementar un requisito de experiencia administrativa para los puestos de mando de mayor rango. Los generales de escuadrón de mil hombres — un escalón por encima de los capitanes de escuadrón de cien hombres — no podían ser ascendidos hasta que hubieran pasado algún tiempo en el Ministerio de la Luna de Ébano aprendiendo sobre el funcionamiento del ejército, la logística de las líneas de suministro y la planificación estratégica. Una vez adquirida la capacidad de ver el panorama general de la guerra, podían volver al frente para asumir las responsabilidades del alto mando.

Dion, por su parte, consideraba que el trabajo en el ministerio era “mortalmente aburrido” y no tenía planes de seguir ascendiendo en la cadena de mando, pero a instancias de Mia (de concepción y voz Ludwig), aceptó a regañadientes la reasignación. Según todas las medidas, estaba progresando en la vida, pero no se sabía por sus constantes quejas.

“Ella siempre te mantiene adivinando, ¿no es así?” bromeó Dion encogiéndose de hombros. “La vida tiende a dar giros inesperados cuando la princesa está cerca. ¿Quién iba a pensar que un día ensuciaría los suelos del Ministerio de la Luna de Ébano?”, dijo con un bufido socarrón.

“Cierto…” Ludwig asintió profundamente. “Esto significa, sin embargo, que podríamos enviarte de nuevo al frente.”

Dion tenía dos caminos posibles por delante. Podía volver al ejército imperial como general para dirigir unidades de tropas más grandes o permanecer aquí como oficial militar y tener voz en los asuntos organizativos del ejército en su conjunto. Lo que Ludwig quería era un canal fiable para el Ministerio de la Luna de Ébano, es decir, un oficial militar de alto rango amigo. Sin embargo, si el respaldo de la Casa de Redmoon pudiera servir para el mismo propósito, el papel que se requería de Dion cambiaría. Una vez que tuvieran una influencia fiable dentro del ministerio, la influencia de su presencia física en las tropas sobre el terreno sería mucho más importante.

“Sí, supongo que lo agradecería”, dijo Dion, con un tono todavía irónico, pero el siguiente comentario de Ludwig le hizo fruncir las cejas.

“Además, creo que tendríamos que cambiar un poco tus prioridades. Los ascensos, creo… pueden esperar.”

“…De acuerdo, te escucho.”

“Hay algo más que hay que hacer ahora mismo, y sospecho que es mejor que te encargues tú…”

“‘Algo más’, ¿eh?” Dion se apoyó en la pared y se cruzó de brazos. Su expresión se volvió un poco sobria. “Los Yellowmoons”, dijo, lo suficientemente seguro de su conjetura como para no molestarse en mirar el asentimiento de Ludwig. “¿Algún movimiento de ellos? Ha pasado un tiempo desde el verano.”

“Tengo gente investigando, pero, de momento, nada. Se han quedado quietos. Se quedan tan quietos que, sinceramente, es un poco sospechoso.”

“Tengo que esperar que Ganudos ya les haya avisado. A menos que se sientan con ganas de una rebelión abierta, supongo que sus manos están atadas por el momento.”

“En efecto, y su mayor cautela significa que tendremos que buscar más información. Afortunadamente, es posible dejar el proyecto de la ciudad academia a mi maestro y que Baltasar se encargue de la reforma financiera. En otras palabras, resulta que puedo liberar mi agenda ahora mismo.”

Dion resopló con amistosa sorna.

“¿‘Se trata de una casualidad’? Tú no eres precisamente un tipo de ‘casualidades’. ¿Seguro que no estás confundiendo la causalidad con la correlación?”

“Veo que has estado leyendo”. Un atisbo de sonrisa asomó a las comisuras de los labios de Ludwig antes de encogerse de hombros con indiferencia. “Efectivamente, una fuente común de incertidumbre en el mundo académico, y con la que simplemente tendremos que vivir.”

Dion volvió a resoplar.

“Claro, lo que tú digas.”

“En cualquier caso, aunque sabemos que los Yellowmoons están probablemente en la cama con las Serpientes del Caos, parece que Su Alteza es reacia a denunciar oficialmente a toda la casa. Es de suponer que desea evitar perjudicar a aquellos que no están directamente involucrados. Para ello, nos ha confiado la tarea de llevar a cabo esta investigación. Usted y yo, Sir Dion, debemos estar a la altura de esa confianza y entregar a Su Alteza la información que busca”. Ludwig levantó el puente de sus gafas y miró directamente a Dion. “¿Tendré su total cooperación en este asunto?”

“La Casa Yellowmoon… la más antigua de todas las líneas nobles…” Dion se encorvó. “Tal vez se las arreglen para enviar algunos asesinos que merezcan mi tiempo”. Sonrió de forma lobuna.

Las páginas de la historia secreta de Tearmoon pronto quedarían al descubierto.