Mezametara Saikyou (NL)

Volumen 2

Capítulo 8: La Segunda Gran Limpieza Pirata

 

 

Dos días después de que Serena presentara su solicitud, l egó la batalla. Esta vez estábamos solos: ninguna flota imperial iba a respaldarnos. Eso estaba bien para nosotros. Serena preparó su Unidad de Caza Pirata, fingió dirigirse a otro sistema y se escondió en el Sistema Arein para preparar una emboscada.

Habíamos cubierto bien nuestras huel as. La sesión informativa se emitió en un Holo mensaje pregrabado en caso de que nuestras comunicaciones fueran intervenidas. Toda la unidad se sincronizó para que pudiéramos salir del viaje FTL a la vez y lanzarnos al ataque.

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–Hiro, es casi la hora, me informó Elma.

–Sí. Mimi, ¿estás lista?

–¡Estoy lista cuando sea! Dijo Mimi.

Estábamos en la cabina del Krishna, esperando que comenzara la batalla. Cambié la salida del generador de espera a viaje mientras navegábamos entre nuestros compañeros mercenarios. Al igual que el os, utilizaríamos el motor FTL para dirigirnos al lugar de la batalla.

–Esta será nuestra primera batalla real en un tiempo, dijo Elma. —

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¿Siguen siendo buenas tus habilidades?

–Probablemente, dije. –¿Cómo se ven las cosas por al í?

–Mira, amigo. El control de los generadores y los subsistemas es mi fuerte. ¿Quién te crees que soy? Elma me sonrió, tan arrogante como siempre.

En cuanto a mí, puede que tenga un poco de óxido al comienzo de la batalla, pero había estado manteniendo mi entrenamiento en esos simuladores, así que todavía debería estar afilado.

–Cargando ahora, dijo Elma. –Cinco, cuatro, tres, dos, uno… El motor más rápido que la luz está cargado.

Un boom atravesó el espacio, y el Krishna se sacudió en el viaje FTL.

El sonido siempre me sorprende. ¿Cómo puede ocurrir si el espacio era un vacío? Mi investigación no había encontrado más que vagas referencias a la interferencia con los escudos y materiales de la nave.

«Ah, da igual. Olvida todo eso. Podía utilizar el teléfono, el ordenador, la cocina eléctrica y la televisión sin saber cómo funcionaban. Por lo tanto, ¡también podía mover una nave sin saber cómo funcionaba!»

–Me pregunto cuánto ganaremos esta vez, dijo Elma. –Veamos, dije yo. –La paga fija es de 50.000 al final de la batalla, mientras que nuestra paga por piezas es de 5.000 por embarcación pequeña, 20.000 por mediana, y 100.000 por la grande.

–Eso es lo mismo que antes, ¿no? preguntó Mimi.

–Sí, dijo Elma. –Ese es el precio justo de mercado, además de que nos quedamos con las recompensas y la carga de las naves que derribamos. Los pilotos cualificados consiguen más dinero, así que los mercenarios siempre están dispuestos a ayudar, sobre todo porque esos piratas huyen de su pequeño nido con barcos l enos de carga.

Los piratas sabían que había que salir mientras se pudiera, pero acaparaban todo lo que podían mientras escapaban. Tal vez sería mejor que viajaran ligeros para poder maniobrar, pero eso significaba abandonar todos sus tesoros, así como su base, una pérdida, en cualquier caso. Tenía sentido tratar de aferrarse a sus objetos de valor mientras escapaban, para poder vender eventualmente el botín e intentar reagruparse.

–Ya es hora de lanzarnos. ¿Crees que Serena estará bien? Pregunté.

–Probablemente, dijo Elma. –Es una buena soldado, por lo menos.

–Ah, ja, ja… Mimi se rio irónicamente ante el cuidadoso comentario de Elma. La escena de hace unos días aún estaba fresca en nuestras mentes.

–Ya casi l egamos a nuestro destino, dijo Elma. –Saliendo de FTL en cinco, cuatro, tres, dos, uno…

Otro boom atravesó la quietud del espacio mientras las rayas borrosas de las estrel as se asentaban en puntos de referencia. La Unidad de Caza de Piratas tardó apenas unos latidos en lanzar su ataque tras salir de FTL. El acorazado y los cruceros destrozaron la base y las estructuras que la rodeaban con un bombardeo de láseres de gran calibre, cañones de plasma y cañones de riel.

–Son l amativos, ¿verdad? reflexioné.

–No veo que salgan muchas naves, dijo Elma. –La emboscada definitivamente funcionó.

–¿Crees que conseguiremos alguna presa? Por mucho que quisiera tener éxito, que todos los piratas cayeran dentro de la base significaba que no habría dinero.

Pusimos el generador en modo listo para la batalla y aceleramos hacia la base de los piratas. Otros mercenarios se precipitaron junto a nosotros.

–Ahora hay señales en el radar, informó Mimi. –¡Las naves piratas están despegando!

–Fantástico. Parece que los piratas están de vuelta en el menú, chicas.

–Poniendo los sistemas de armas en línea ahora, dijo Elma.

El Krishna se desplazó a nuestro alrededor, desplegando cuatro brazos de armas, cada uno con un cañón láser pesado. Dos cañones antiaéreos emergieron también de cada lado de la cabina.

–¡Aquí vamos, chicas! Rugí, lanzando el Krishna a la batalla.

***

 

 

–¡Tres naves enemigas a las diez en punto, a nuestra altura! Mimi anunció.

Me fijé en las naves enemigas, comprobando su ángulo y velocidad.

Se dirigían hacia aquí.

–Pasaremos junto a el os, giraremos y les dispararemos por detrás, dije.

Apunté con el Krishna hacia las naves enemigas y aceleré, pasando por encima. Una ráfaga de láseres y cañones múltiples golpeó el casco, pero apenas nos causó daños.

–¡Prepárense para las fuerzas G! Dije.

Accioné los propulsores y giré 180 grados. Nos hizo girar por detrás del enemigo, pero las fuerzas G sacudieron toda la nave. Apreté los dientes, luchando por mantener el control.

–¡Naves enemigas delante! Mimi me advirtió.

–Vamos a acribil arlos, dije.

Mientras nos escabul íamos detrás de el as, dos intentaron escapar por los lados, pero les lancé un intenso fuego láser. Una última nave salió disparada en línea recta. Debía estar desesperado, pero eso no fue suficiente para salvarlo.

–Ya son tres.

El fuego brotó de los cañones junto a la cabina mientras





innumerables trozos de metral a l ovían sobre la nave pirata desde atrás. La munición cortó sus escudos como un cuchillo caliente a través de la mantequilla y se comió los propulsores de la nave, luego sus tuberías de energía, y finalmente su generador principal. Era como un queso suizo fundido. Pasé por delante de las tres naves que habían explotado y busqué mi siguiente objetivo.

Elma me sonrió. –No pareces nada oxidado.

–¿Tú crees?

–A las tres, veinte grados hacia arriba, dijo Mimi. –Seis… No, siete naves enemigas. Dos de el as son naves medianas.

–¿Vas hacer…? Elma preguntó.

–Lo sabes, dije. –Dejaré que tú decidas cuándo usar las bengalas.

–Entendido, respondió Elma.

Activé los propulsores y apunté a este nuevo grupo de presas. Los piratas se dieron cuenta y saltaron a sus comunicaciones.

–El enemigo se aproxima… ¿Eh, qué demonios? Su nave tiene armas, dijo un pirata.

–¿Armas? Déjame ver eso. ¡Gah, es ese monstruo de antes! ¡Es una mala noticia! ¡Corre, corre, corre!

–¡¿Correr a dónde?! ¡No hay ningún lugar a donde correr!

–¡Sólo mátalo antes de que pueda matarnos!

Seis naves giraron y se dirigieron hacia mí a la vez. Dos parecían naves de transporte reutilizadas para apoyo de misiles.

–Empecemos con la nave mediana, les dije a Mimi y a Elma.

–¡Sí, señor!

–Entendido, jefe.

–¡Fuego, fuego, fuego! gritó un enemigo.

–¡Ataquen con todo lo que tengan!

Una sirena de advertencia sonó en la cabina: misiles buscadores de calor, el arma más peligrosa de los piratas. Podían seguirnos sin importar cómo nos sumergiéramos y esquiváramos.

–¡Lanzando bengalas! Elma gritó. Lanzó las bengalas, con la esperanza de confundir a los misiles para que buscaran estas nuevas fuentes de calor en lugar de a nosotros. Mientras tanto, el Krishna se movía entre los misiles.

–¡Hazlo de nuevo!, rugió un pirata. –¡Activen las defensas a quemarropa!

–¡Deténganlos!

–Es demasiado tarde, mis muchachos, dije con una risa baja.

La nave mediana intentó lanzar más misiles, pero ya era demasiado tarde. Desencadené mis cañones antiaéreos sobre el os, atravesando sus escudos y chapas para golpear los misiles que aún estaban a bordo de sus naves.

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–¡¿Waaaaargh?!

Una de las naves medianas explotó en una explosión de fuego. Los otros piratas se quedaron asombrados.

–O-oh, mierda.

–¡Tenemos que dividirnos!

La mirada de Elma se dirigió a mí. –No vas a dejar que se vayan,

¿verdad?

–Absolutamente no. Matemos a toda la escoria pirata.

Los rocié con fuego láser pesado, volví a dar la vuelta y cubrí al resto con fuego antiaéreo. « ¿Disfruto masacrando gente sin vo luntad de luchar? Sí, lo disfruto. Consigo dinero, y consigo limpia r algo de basura espacial. ¿Qué puede ser más divertido? Ahh, el dulce sabor de la justicia».

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Traducción: KanbaraL

Reborn as a Space Mercenary – Volumen 02

–¡Heelp! gritó un pirata.

–No, dije. Tal vez fuera demasiado duro y cruel, pero dejar que estas alimañas vivieran sólo causaría más sufrimiento a alguien más adelante.

–Área despejada, dijo Mimi. –Los próximos más cercanos son a las diez.

–Vamos.

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–¡De acuerdo!

Giramos el Krishna hacia su próximo campo de batalla.

***

 

 

–¿Cómo va la batal a? Pregunté.

–La emboscada parece haber funcionado. No hay un contraataque sustancial.

–Bien. Que cada capitán sepa que debe continuar su trabajo con calma.

–¡Sí, teniente comandante!

Abrumamos a los piratas al instante destruyendo el hangar de su base en nuestro primer ataque. Sin embargo, ese fue sólo el más grande. Unos pocos piratas aún lograron lanzarse desde los otros. No es que importara. Nuestros mercenarios estaban esperando y ansiosos. Estaban barriendo a los piratas que intentaban huir del sector. Nuestro pequeño experimento aquí no podía ir mucho mejor.

Normalmente, sólo una rama del ejército patrullaba cada sistema estelar. De hecho, la sabiduría convencional dictaba que los militares no cazaban directamente a los piratas. Una fuerza como ésta –

diseñada específicamente para la caza de piratas- era la primera en la larga historia del Imperio. Y como no nos comunicábamos con otras ramas del ejército, mantuvimos nuestros planes en secreto y sorprendimos a los piratas completamente desprevenidos.

–Veamos cómo están las recompensas.

Toqué la holopantalla para comprobar las puntuaciones de los mercenarios. En primer lugar, estaba el Krishna, « esa es su nave».

Una sonrisa se me dibujó en los labios, pero me tapé la boca para contenerla. No podía regodearme en un solo piloto.

Además, esta batalla aún no había terminado. Todavía teníamos que esperar lo inesperado.

***

 


 

–Eso es todo, ¿eh? Le pregunté a Mimi.

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–Área despejada, confirmó. –No veo ningún otro pirata cerca.

La batal a continuaba en otros sectores, pero nuestro radar estaba despejado. Las únicas señales aparecían lejos de nuestra ubicación.


–¿Cuántos hemos matado?

–Nuestro resultado es de treinta y tres naves pequeñas y tres medianas, dijo Elma.

–Así que no conseguimos tanto como en Tarmein, ¿eh? Estoy seguro de que lo hicimos mucho mejor al í. « ¿Estoy oxidado después de todo?»

–Si no hay tantas naves, entonces no podemos hacer nada, dijo Elma. –Yo diría que lo hiciste muy bien. El sector estaba ciertamente limpio de actividad pirata. Tal vez la emboscada funcionó demasiado bien.

–Es justo, dije. –Así que 5.000 por los pequeños y 20.000 por los medianos. Eso nos deja con 205.000 Ener, ¿verdad?

–Añade 50.000 por nuestra recompensa de participación, dijo Elma. –


-Entonces las recompensas deben contarse por separado.

–Creo que las naves pequeñas suelen rondar los 10.000, mientras que las medianas rondan los 50.000. Si añadimos la recompensa por participación, deberían ser 500.000 además de nuestra recompensa base, ¿no?

–Más o menos. Parece que nuestro total es de 700.000 o algo así,

¿no? Junto con lo que consigamos de su carga.

–Será mejor que nos hagamos la recolección de la carga, dije.

Nos pusimos a trabajar directamente en eso, hurgando en las naves destruidas en busca de metales raros y productos de alta tecnología.

El alcohol, las drogas y otros artículos de lujo también serían un buen botín. Las drogas eran ilegales, por supuesto, pero adquirirlas de esta manera y venderlas después de la batalla no era un delito.

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Nunca entendí muy bien por qué la flota pagaba un precio tan alto por las drogas en particular. ¿Quizá no querían que quedaran flotando como residuos espaciales? Si no las recuperamos ahora, entonces los contenedores de la materia irían a la deriva por el sistema. Eso podría facilitar que los carroñeros los recogieran en su lugar. Siempre se acercan después de una batalla, como buitres que se alimentan de un cadáver. Algunos mercenarios odiaban mucho a los carroñeros, y a mí tampoco me gustaban especialmente, pero había cosas peores en el universo.

–Yo vigilaré. Elma, ¿podrías enseñarle a Mimi cómo trabajar con los drones de recuperación?

–Sí, Capitán. Mimi, hagamos esto.

–O-okay.

Elma utilizó todo tipo de sensores para empezar a buscar entre nuestras presas. Mientras tanto, dirigí la nave hacia donde teníamos que ir.

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