Mezametara Saikyou (NL)

Volumen 2

Capítulo 10: Una Linda, Pero Molesta Teniente

 

 

–No te escaparás de mí.

–Uh-oh.


Pasamos tres días preparando todo: provisiones, combustible y mantenimiento. El Krishna estaba en plena forma y listo para despegar hacia el universo.

Entonces Serena regresó. Y esta vez no l evaba su uniforme.

–¡¿Señorita?! Entré en pánico. ¿Por qué estaba aquí en ropa de cal e?

–¿Señora, por favor? Señora, por favor, señora, se lo ruego. ¡Madam!

–¡¿A qué viene esa respuesta?! Dijo Serena. –¡Disculpe! ¡Deja de empujarme! ¡Grosero! ¡Esto es más que una falta de respeto! Soy la hija del marqués Holz, ¡que lo sepas!

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–Tch. Maldita sea, eres molesta.

–¿Perdón? ¿Acabas de l amarme molesta? La mandíbula de Serena cayó ante mi descarado rechazo. «¿ Oh? ¿Qué es eso? ¿Vas a usar tus derechos de nobleza o lo que sea para atacarme sin remordimientos?»

–Erm, ¿Maestro Hiro? No estoy seguro de que esa sea una buena manera de hablarle… Dijo Mimi.

–¿Qué tan intrépido puede ser un hombre? murmuró Elma.

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El rostro de Mimi se desvaneció al verme apartar a la teniente comandante; Elma se limitó a negar con la cabeza. « ¿Cuál es el problema? No sé cómo se siente esta noble, pero el Krishna es mi barco. No puede irrumpir en mis dominios».

–¿Cuál es el problema? Le dije. –¿No dijiste que dejarías de intentar reclutarme?

–¡Ngh! S-sí, supongo que lo hice, pero…

–¿Pero?

–¡No es justo! Yo estoy enterrada en el trabajo, pero ¿todos ustedes pueden ir a disfrutar en los resorts del Sistema Cierra? Esa es la definición de injusto. Serena nos señaló con un dedo.

–Ugh. ¿Qué tan molesta puede ser? me quejé. ¿Cómo sabía que íbamos a ir al í? Ahora estoy asustado.

–¡Ya lo he oído! Me has vuelto a l amar molesta.

Ignoré la palpable decepción de Serena y suspiré. ¿De qué otra manera podía l amarla sino molesta? ¿Qué otra palabra podría describir el trastorno que traía consigo cada una de sus apariciones, como si hubiera planeado específicamente l egar justo cuando estábamos a punto de irnos?

–Eso es demasiado incluso para ti, Hiro, dijo Elma. –Sueles ser amable con las chicas.

–No me importaría si sólo fuera una persona importante, pero es la hija del marqués. Si soy demasiado amable con el a, podría encariñarse demasiado.

–¡¿Encariñarme?! ¿Qué soy, una especie de mascota? Serena se sonrojó con furia.

–Puede que tengas el efecto contrario, advirtió Mimi.

«Espera, ¿en serio? ¿Serena se está encariñando más cada vez que intento alejarla?»

–Así que, de verdad, ¿cuál es el problema? Dije. –Sí, estamos a punto de irnos de vacaciones al Sistema Cierra. Bueno, unas vacaciones de trabajo. Aun así, derribaremos algunos piratas aquí y al á.

–Bueno, creo que es… imprudente, dijo Serena.

–¿Imprudente? Repetí como un loro.

–Sí. Murió gente y hubo daños materiales en ese ataque bioterrorista.

¿No crees que es imprudente irse de vacaciones en un momento tan difícil para la colonia?

–Ya veo. Asentí con la cabeza.

–Eh. Me alegro de que lo entiendas. Tal vez podrían quedarse…

–Pero no tiene nada que ver con nosotros, interrumpí. –Ahora, tenemos que irnos. ¿Puedes irte, por favor? Yo diría que es mucho más imprudente usar eso como excusa para mantenernos cerca.

–¡Aah! Serena gritó. –¡No, no puedes! ¡Está mal que un hombre le ponga las manos encima a una noble soltera! ¡Aah! Te cortaré por este desaire, ¡lo juro! ¡Es mi derecho!

–Dios, ¡qué molesta eres, de verdad! Pareces sobria, ¡pero debes estar borracha! Traté de empujar a Serena fuera de la cafetería, pero el a se encerró en la puerta usando sus cuatro extremidades, resistiéndose por la vida. A este paso tendría que sacarla con la maldita armadura de poder.

–Uugh, Ya. Cálmense, ustedes dos. Vamos. Elma se interpuso entre nosotros y nos obligó a separarnos. Resistirme no me serviría de mucho aquí, así que levanté las manos en señal de rendición y me acomodé en una sil a. Mimi se sentó a mi lado mientras Serena y Elma se sentaban frente a nosotras.

–De acuerdo. Suspiré. –Te lo preguntaré una vez más. ¿Cuál es el trato? Queremos salir de este sistema estelar. Si no me das una buena razón para impedir nuestra libertad, entonces voy a usar mi autoridad como capitán para que el as dos me ayuden a echarte de la nave. Miré a Serena en un intento de intimidación.

Funcionó.

–Urk… El a desvió la mirada, negándose a mirar a ninguno de nosotros. –Los envidio a todos. Por eso he querido venir a detenerlos.

–¿Eh?

–¡Tengo envidia y quería detenerte! ¿Tienes algún problema con eso?

ladró Serena.

–¡Muchos problemas, sí! Dije.

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–¡¿En qué universo es esto justo?! Me paso hasta el último minuto de cada hora de cada día mirando a esos malditos monstruos con tentáculos en la pantalla holográfica, estudiando los datos, asistiendo a reuniones de estrategia y escribiendo informes. Y, sin embargo, ¡tú puedes ir a un complejo turístico! ¿Por qué no iba a venir a detenerte?

–¡Eso es directamente molesto! ¡Esos realmente son sólo celos!

–¡No, no, no! ¡No es justo, no es justo! ¡Quiero ir de vacaciones!

–¡¿Ahora haces un berrinche?! ¿Qué pasa con tu honor como soldado o tu orgul o como noble?!

La teniente comandante golpeó con los puños la mesa y gritó. Debía de haber bebido antes de venir aquí, porque la soldado sensata que conocía antes había desaparecido por completo.

–Así que realmente… ¿has venido a detenernos porque estás celosa?

pregunté.

Serena me miró fijamente y asintió. Sonreí, incitándola a hacer lo mismo. « La tengo».

–Ok, fuera de aquí.

–¡Nooo! ¡Pero si fui tan honesta!, aul ó.

–¡Fuiste maliciosa! ¿Cómo se supone que voy a simpatizar contigo?

Serena se aferró a la mesa en señal de protesta mientras yo intentaba despegarla. Mimi fue, por supuesto, la que puso fin a nuestra lucha. –Perdónenme. ¿Puedo hablar?

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–¿Qué pasa? Pregunté.

–Bueno, teniente comandante, creo que sabe que hacer berrinches no sirve de nada, le dijo Mimi. –Usted conoce su posición mejor que nadie. El hecho de que l eve ropa de cal e ropa de cal e significa que está fuera del trabajo, ¿correcto?

–Correcto, dijo Serena.

–Entonces, tal vez esté aquí para tomar un respiro o incluso para desahogar sus sentimientos. Quiere pasar tiempo con el maestro Hiro porque él ignora su estatus y le habla tal y como es. ¿Verdad?

El silencio enfurruñado de Serena fue respuesta suficiente.

–¿Pasar tiempo conmigo? Puede que Mimi tuviera alguna idea, pero yo estaba totalmente a oscuras. Además, no quería l evar a Serena a otra desastrosa cita de borrachos. Apestaba a problemas.

–¿Qué tal si hacemos una pequeña fiesta? Elma propuso. –No tenemos comida orgánica, pero la Steel Chef hace cosas buenas.

También tengo algunas bebidas.

–Sí, las tienes, dije. –Como las cosas de 100.000 Ener que están quemando un agujero en mi bodega de carga, ¿verdad? Elma se estremeció visiblemente ante el recordatorio.

–¿Qué importa? Quieres que me quede aquí, ¿no? dijo Elma.

–Sí, es cierto. La bonita y fiable Elma era estupenda para tenerla en la nave, al igual que la dulce Mimi. ¿Pero Serena? Ni hablar. Eso sería un juego de pelota completamente diferente. –De acuerdo, sólo por hoy, podemos sacar las bebidas. Y ahora me debes dos, Serena.

–¡Urk! O-okay. La deuda de Serena conmigo estaba creciendo, lo que debería haber sido un problema para el a, a menos que estuviera usando eso para permanecer cerca de mí. « Oh, no» …

–¿Qué tal si vamos al grano? Dije. –Podemos l amarlo una fiesta de despedida.

–¡Sí, señor! Mimi chirrió. –¡De hecho me acaban de enviar comida nueva! Vamos a probarla.

Espera. ¿Comida nueva? ¿Cuándo había ocurrido eso? Mimi estaba aprendiendo algunos trucos de Elma. Tuve que preguntarme qué tan l ena estaba la bodega de carga con ambas metiendo sus golosinas favoritas.

***

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–Así que… no se me ocurre nada, pero, de todos modos, ¡salud!

–¡Salud!

Después de mi plano y aburrido brindis, las chicas chocaron sus vasos.

Todas tenían bebida, pero yo me quedé con mi habitual refresco sin gas.

Mimi sonrió. –¡Aah, qué bebida tan bonita!

–Es la que compré en la fábrica, le dijo Elma. –Era un poco cara…

–¿Llamas a 100.000 Ener un poco? pregunté.

–No es tanto dinero para los mercenarios…

–Todos tienen una extraña relación con el dinero, reflexionó Serena.

–¡Yo no! dijo Mimi. –El maestro Hiro y Elma son sólo un poco…

–¿Un poco qué? interrumpió Elma. –¿No le rogaste a Hiro que te comprara un baño nuevo, una lavadora, una cocina y todas esas cosas? ¿Cuánto costó? ¿Trescientos mil Ener?

–Está bien, tú también, dije.

–En absoluto… Murmuró Mimi.

Quien dijo que –tres mujeres hacen un manicomio tenía razón.

Tenían un sinfín de cosas de las que hablar, saltando de tema en tema. Me esforcé por seguir los hilos de una conversación que cambiaba rápidamente. « ¿No puedo organizarlo todo en un pendrive?»

En lugar de eso, examiné el conjunto de golosinas que habían l egado gracias a Mimi. Ni siquiera podía nombrar la mitad de las cosas que había en la mesa. Nos esperaba todo tipo de comida. Debía haber tantos platos como estrel as había en el cielo. Vale, quizá eso sea una exageración.

Decidí inspeccionar el plato más cercano a mí. Era una pasta rosada, o eso parecía. « Está bien. No se mueve ni nada. No diré lo que era, pero sólo imaginarlo me hizo estremecer».  Utilicé los palil os para tomar un trozo de pasta y lo examiné detenidamente. « Vale, es pasta.

Al menos no parece que haya gusanos».

Le di un bocado. No se resistió ni explotó en mi lengua, lo que fue un alivio. En cuanto al sabor… recordaba al erizo de mar. Había una riqueza dulce en él, por lo que era bastante sabroso en conjunto.

Todavía estaba masticando cuando descubrí que las chicas me miraban. –¿Qué? Dije alrededor de un bocado.

–¿Está bueno? me preguntó Elma.

–No me importa. Es dulce y espeso… ¿Por qué me miras así?

–Umm, eso se l ama gusano espacial… empezó Mimi.

–¡La la la, no puedo oírte! Grité. –¡Esto es pasta de erizo de mar!

¡Pasta con sabor a erizo hecha con técnicas avanzadas de saborización!

–Eso es todo un intento de autoengaño… comentó Elma. « M imi, ¿por qué compraste esta asquerosa criatura? No, espera. Esto  es pasta.

No es repugnante, y no es una criatura. ¡Es pasta!»

–¿Por qué no lo prueban todas? Esta pasta de erizo de mar es buena.

–Eh, preferiría no hacerlo. Serena se echó atrás.

Elma se encogió. –Yo tampoco.

–Realmente no debería… Y con Mimi, fueron tres.

–¡Lo has comprado! ¿Por qué no lo quieres? Presioné.

–Umm…

–¿No se supone que quieres probar toda la comida del universo? dije.

–Ulp… Sí. Mimi arrancó un poco de gusano, es decir, pasta. Sí. Las lágrimas bril aron en sus ojos mientras masticaba, pero de repente parpadeó, toda su cara se iluminó. –¿Eh? Está realmente bueno.

–¿Verdad? Haz de cuenta que es pasta de erizo de mar, y está bien, dije.

–Estoy de acuerdo. Sí, está muy bien, dijo Mimi.

Elma y Serena compartieron una mirada recelosa.

–¿Tal vez debería probarlo yo también? dijo Elma.

–Estoy de acuerdo. No querríamos desperdiciarlo, dijo Serena.

Tímidamente, mordisquearon la pasta. Al igual que Mimi, se encogieron al principio, pero después de unos pocos bocados, parpadearon de sorpresa.

–Está realmente buena, vaya, se maravilló Elma.

–Qué sabor tan delicado… Dijo Serena.

–Por cierto, no puedo evitar sentir que alguien puso esto delante de mí a propósito, dije. –Me pregunto por qué.

–Erm, es sólo una coincidencia, dijo Mimi.

–Sí, totalmente. Coincidencia. Elma se hizo eco.

–Es curioso que todas sus comidas sean claramente normales comparadas con las mías. Elma y Mimi sudaron bajo el peso de mi mirada, pero no presioné más que eso. –Lo que sea. ¿Qué tal si probamos esta otra? Mimi, ¡tú primero!

–¡¿Eep?! Mimi se puso rígida e hizo un ruido raro cuando vio el plato que le empujé. En él había orbes del tamaño de una canica, bril antes y negros.

–¿Qué pasa? Son todos alimentos que has comprado.


–Eh heh heh…

El a estaba desviando la atención. « Buen intento, linda».  Volví a empujar el plato hacia el a.

–Urk… Con los ojos l enos de lágrimas, tomó una canica negra con una mano temblorosa. En el momento en que Mimi masticó, se quedó absolutamente, inquietantemente quieta.

–¿Qué tal? Le pregunté.

–Bueno, um… ¿no está mal? Mimi arrugó la frente y ladeó la cabeza.

Su reacción hizo que el resto de nosotros probáramos una de las extrañas canicas.

–¿Mm? dijo Elma.

–¿Hmm? dijo Serena.

–¿Qué es este extraño sabor? me pregunté en voz alta. Era dulce pero también salado y ácido, como si alguien hubiera añadido salsa de soja al pudín. –¿Qué es esto? En realidad, no importa. No me lo digas. Viendo la cara de Mimi, no quería saberlo.

–Creo que es lo mejor, coincidió Mimi.

Probablemente era una especie de huevo. El huevo de algo que hizo que Mimi se sintiera realmente incómoda. Sí, la ignorancia es la felicidad esta vez.

–¿Eso es todo lo raro? Pregunté, temiendo lo que pudiera quedar.

–Sí, dijo Mimi. –El resto es bastante inofensivo.

Resultó que tenía razón. Disfruté de la carne con hueso que parecía sacada de dibujos animados, de la fruta que nunca había visto y que se presentaba en pequeñas tartas, de los trozos de pescado, de la cecina negra y de los camarones fritos del tamaño de mi dedo índice.

Por cierto, los camarones y las canicas negras también se habían colocado delante de mí.

–¡Oh, qué camarones tan deliciosos! Elma, pruébalos. le dije.

–¡¿Bwuh?! Las largas orejas de Elma se levantaron, pero dudó.

¿Acaso los camarones se consideran extraños aquí?

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Traducción: KanbaraL

Reborn as a Space Mercenary – Volumen 02

–Umm… Sería un poco grosero comer antes que tú, ¿verdad?

–¡Ja, ja, ja! No seas modesta. Vamos, aquí viene el tren chuu-chuu.

–Ulp.

«No te escaparás de ésta».

Resultó que los camarones no eran tan raros, pero no estábamos comiendo eso. No. Esas cosas que pensé que eran camarones eran en realidad una especie de oruga. Aun así sabían cremosos y deliciosos, pero de repente entendí la actitud de Elma.

***

 

 

Ya identificada toda la comida, disfrutamos del festín que teníamos delante. Las chicas también disfrutaron de su bebida, aunque, como siempre, yo me abstuve.

–¡Ah ja ja ja!


–Maestro Hiro, v-vamos…

–¡Tuvo el descaro de decir que l egaba tarde para ayudar! gritó Serena, beligerante. –¡Bueno, discúlpame por destruir una base pirata y limpiar los restos! Tú eres el que está atracado en la colonia, así que ¿por qué no la proteges tú mismo?

«Envíen ayuda». Elma se ahogó en alcohol mientras Mimi se aferraba a mí y tiraba de mi ropa. Todo el tiempo, Serena se quejaba sobre su injusta suerte en la vida.

–Ya, ya, Serena. Cálmate, le dije.

–¡Y tú! dijo Serena. –Vas por ahí con tu armadura de poder defendiendo el puerto, matando a un montón de monstruos por tu cuenta, rescatando el hospital de Inagawa, ¡y luego hacen nanomáquinas para matar al resto! ¿Sabes todas las quejas que he oído? ‘Oooh, el mercenario nos ayudó más que tu escuadrón’. ¡Por eso les dije que iba a estar fuera! ¿Por qué no usan su soldados mejor, ¿eh? ¡Es tu culpa que el bioterrorismo haya ocurrido en primer lugar! Ugh! Serena me arrebató el cuel o de la camisa y tiró de él, lanzando su rabia contenida contra mí. No soportaba escuchar sus sermones de lógica borracha, pero eran inevitables desde el momento en que tomaba sus primeros sorbos.

–Oh, um… Cálmate. Respira profundamente.

–Grrrr… El a gruñó, pero se relajó en mi cuel o.

–Uh. ¿Estás bien? Dije.

Serena no respondió, salvo para derrumbarse al í mismo en la mesa, profundamente dormida.

–¿No se da cuenta de que está inconsciente en la nave de un hombre?

Dije. –Eso es bastante imprudente, si me preguntas.

–Je, je, je. Elma sonrió. –¿Quieres hacerlo con el a?

–Deja de hacerme esos gestos asquerosos con las manos, elfa borracha. Elma pasó el dedo índice de una mano por un lazo hecho por el índice y el pulgar de la otra mano. Ya sabes lo que quería. –Si quisiera hacerlo, preferiría hacerlo con el a despierta y no inconsciente.

–¡¿Urk?! Eso le quitó la sonrisa tonta de la cara a Elma. « Eso es lo que quería ver».

En lugar de seguir bromeando, me quité a Mimi de encima y la dejé en el sofá. Luego levanté a Serena, al estilo de una novia.

–Vaya. ¿Así que lo vas a hacer? dijo Elma.

Sonreí con picardía ante su pregunta y solté un –¡Sí! mientras arrojaba a Serena al interior de la cabina médica. No tenía deseos de morir, así que, por supuesto, no deseaba ningún tipo de aventura de borracho con una mujer como Serena. El a volvería rugiendo con un certificado de matrimonio o algo así, exigiendo que asumiera la responsabilidad. ¿Y qué pasa si sus padres se enteran de esto?

Desaparecería sin dejar rastro, y rápido.

–¿Eh? ¿Ya has vuelto? ¿Qué, no pudiste levantarla? se burló Elma. —

Te conviertes en un elfa habladora cuando estás borracha. Le di un golpe a Elma en la cabeza.

–Vaya. ¿Por qué te haces el difícil? dijo Elma. –Sabes que nos tienes ganas. Una vez que quitas esa máscara de rectitud, eres una bestia.

–No puedo argumentar nada contra esa lógica, dije. –Todo hombre sabe que tiene una bestia en su interior. Es bastante difícil contener a esa bestia, ya sabes.

–Oh, cielos, gimió Elma. –¿Crees que suenas genial?

–Aww, ¿qué pasa? ¿Alguien quiere atención? Sus palabras intentaron golpearme, pero vi a través del acto. –Vale, bien. ¿Quieres que bebamos juntos? Aunque no voy a beber alcohol.

Pssh. Eres un bebé. Elma sirvió un refresco sin gas en un vaso y me lo ofreció con una sonrisa.

«Supongo que es hora de hacer compañía a esta solitaria conejita por un tiempo».

***

 

 

–Urgh…

–Siempre te dejas l evar y bebes demasiado.

Alrededor de una hora después de que arrojara a Serena a la cápsula médica, nuestra encantadora elfa también se había desmayado después de tomar demasiados tragos. Esta vez, fue Elma la que l evé a la bahía médica. Con suerte, Serena se había puesto sobria y yo podía simplemente cambiarlas.

Serena seguía dormitando en la cápsula médica. Sus signos vitales eran claros, así que la desperté. Parpadeó y pareció perdida por un instante antes de levantarse de golpe…

–¡¿Gack?! …y se golpeó la cabeza contra la tapa de cristal de la cápsula médica. « teniente comandante, no puedo dejar de notar que, a pesar de estar completamente sobria, sigue siendo muy tonta».  La ayudé a abrir la cápsula. Claramente, el a no iba a manejarla desde el interior ahora.

–Sólo sal de ahí. Tengo que meter a Elma

–S-sí, señor.

Serena salió, frotándose la cabeza, y yo puse a Elma en su lugar.

–¿Um…? Todavía parecía confundida.

–Bebiste demasiado y empezaste a vomitar todas tus inseguridades como una lata pinchada de oxígeno comprimido, dije. –Luego, te desmayaste, así que tuve que meterte en esa cápsula médica. Y

ahora estamos aquí.

Serena se sonrojó, su mirada se desvió. –Erm, lo siento mucho.

–Oye, no hay nada malo en soltarse el pelo de vez en cuando, dije. –





-Parecías un poco estresada, después de todo.

Supuse que se sentiría incómoda. Imagínate irrumpiendo en el barco de alguien y pidiendo atención sin tener en cuenta lo molesto que eras. Luego bebes hasta que ya no sabes quién eres, te desmayas y te despiertas en una cápsula médica. Cualquier persona en su sano juicio se sentiría avergonzada por una actitud como esa.

–Ngh… Serena se cubrió la cara con ambas manos.

–¡Es la segunda vez! Señalé.

–¡Urk!

–Debes tener más cuidado con la bebida o hacer que te pongan nanomáquinas para lidiar con tu embriaguez. En cualquier caso, no puedes subirte a un barco mercenario y emborracharte sin más.

Podrías acabar en una situación en realidad peligrosa, especialmente para una persona de tu estatus.

Tenía que imaginar que el control mental existía en un universo tan avanzado. Alguien podía cortarle los tendones o meterla en una nave y arrastrarla lejos, donde quisiera. Diablos, si quisiera l evarla a la Federación de Belbelum y venderla, podría haberlo hecho. Una joven y hermosa noble se vendería por un buen dinero al í.

–Me arrepiento de mis actos, murmuró Serena. Se desplomó, haciendo un mohín. Tal vez era sólo una actuación, pero no pude evitar pensar en lo adorable que se veía así. « Recuerden, esta es la teniente comandante Serena. Una Serena totalmente sobria. ¿Está realmente tan arrepentida? Tal vez si, tal vez no».

–Bueno, mientras aprendas de el o, dije. –Quiero decir, no estoy en posición de sermonear a alguien como tú, de todos modos. Recuperé la espada de Serena, que estaba apoyada en la pared, y se la devolví.

–Probablemente deberías volver a tu nave. No creo que ninguno de nosotros quiera que la gente difunda rumores locos.

–De acuerdo. Tienes razón. El a aceptó su espada y se levantó.

En cuanto a Mimi, la encontré limpiando cuando volví a la cafetería.

De todos nosotros, fue la más joven de este grupo de desaliñados la que mostró más autocontrol.

Despedí a Serena, pero volteó hacia mí justo antes de salir de la nave.

–¿Volveremos a vernos?, me preguntó.

–Si sigues cazando piratas, entonces sí, imagino que lo haremos, dije.

–Con el os pongo comida en la mesa. Además, me lo debes. Tal vez era un poco fanático cuando se trataba de masacrar piratas, pero prefería ser eso que un simpatizante de los piratas.





–¿Lo haremos? Dijo Serena. –Supongo que sí. Adiós, entonces.

–Sí. Hasta luego.

La teniente comandante Serena se marchó con una pequeña sonrisa.

Suspiré, sacudiendo la cabeza mientras volvía al Krishna.

–¿Nos volveremos a ver? ¿De verdad? Dios, ¿por qué tenía que golpearme con esa frase mientras me miraba con esos grandes ojos de cachorro? ¡¿Qué se supone que debo hacer?! Era demasiado para mí, pero sospechaba que el destino nos volvería a juntar en poco tiempo.

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