Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 18: El Mundo Me Odia

Extra 5: En El Refugio

Ese día Haruhiro estaba solo.

No le importaba estar solo. En todo caso, últimamente deseaba mucho este tipo de soledad, porque significaba que no tenía que asumir responsabilidades. Cuando estaba solo, sólo tenía que preocuparse de sí mismo. Podía decidir libremente lo que quería hacer. No importaba lo que sucediera, el único que sufriría las consecuencias sería él. Estar así era fácil, y le gustaba.

Obviamente, eso no se aplicaba en todos los casos. Si Haruhiro metía la pata y moría en una zanja en algún lugar, eso afectaría a los demás de alguna manera. Pero él no necesitaba estar pendiente de esos “otros” en todo momento. Aunque pensara en ellos de vez en cuando. Y aunque, en última instancia, no tuviera más remedio que enfrentarse a ellos.

“Está haciendo frio.” Murmuró para sí mismo.

Levantando un poco la capucha de su capa con los dedos, miró al cielo. Estaba a una altura bastante elevada. Había estado lloviznando a ratos desde la noche anterior. Pero ahora no. Sin embargo, parecía que iba a empezar a llover en cualquier momento. Las pesadas nubes cubrían casi todo el cielo, sin dejar ninguna pausa digna de mención.

Haruhiro sacó su reloj de bolsillo enano.

“Casi las cuatro, ¿eh?”

Todavía tenía agua. Si era parco en raciones, podría tener tres comidas al día. La única otra cosa que necesitaba conservar aquí en la naturaleza era el calor corporal. Ya tenía frío y estaba agotado. Pronto se haría de noche, pero no creía que fuera a morir de exposición. Había pasado por cosas peores. Pero era mejor no confiarse.

Tenía tiempo antes de la puesta de sol. Haruhiro caminó por la montaña, recogiendo pequeñas ramas que pudiera utilizar como leña.

Finalmente, encontró el tocón de un árbol que había muerto y se había caído. Lo tocó y comprobó que era bastante robusto y no estaba podrido. Probablemente funcionaría como una base decente.

“Supongo que este lugar servirá…”

Haruhiro colocó toda la leña y luego comenzó a buscar materiales que pudiera utilizar. Lo que necesitaba era un palo tan largo y resistente como pudiera encontrar. Una vez que lo tuviera, necesitaría muchos más palos, aunque éstos podrían ser más cortos. Cuantas más ramas con hojas pudiera encontrar, mejor.

La clave estaba en tener un palo largo para usarlo como poste. Si no tenía uno, Haruhiro tendría que pensar en una idea diferente a la que tenía ahora.

Afortunadamente, había un palo adecuado por ahí, y pudo reunir un número decente de palos cortos sin tener que dedicar demasiado tiempo a ello. Estaba a mitad de camino en la montaña, así que había arbustos por todas partes. Podía cortar tantas ramas frondosas de ellos como quisiera.

Mientras buscaba materiales, se mantenía atento a los excrementos, el pelaje, las marcas de garras y otros rastros que pudieran haber dejado los animales, así como a cualquier resto. Si se encontraba con las heces de un carnívoro que olía especialmente fuerte, era muy posible que todavía estuviera cerca. Obviamente, siempre existía el riesgo de que una bestia peligrosa que no estuviera cerca pudiera aparecer más tarde, pero todo lo que podía hacer al respecto era permanecer alerta. De todos modos, después de explorar los alrededores, todo parecía estar bien. Eso no significaba que pudiera bajar la guardia, pero si le atacaban mientras construía el refugio, tendría que atribuirlo a la mala suerte. Confiaba lo suficiente en sus medidas de seguridad como para permitirse sentirlo así.

Con casi todo lo que iba a necesitar listo, Haruhiro apoyó un extremo del palo contra su base, que tenía una hendidura perfecta para asegurarse de que el palo no se deslizara fácilmente.

A continuación, apoyó los otros palos contra el caballete por ambos lados, formando con ellos una V invertida. Si el palo era como la columna vertebral, los palos más cortos eran las costillas. Como si un barco tuviera quilla y costillas.

Una vez colocados los suficientes palos cortos, colocó el resto de forma que cruzaran las costillas en diagonal para que sirvieran de soporte. Eso reforzaría el esqueleto del techo. Cuando se le acabaron los palos cortos, empezó a colocar las ramas frondosas encima de las costillas, y las siguió con más y más hojas secas caídas que había recogido.

Cuando ya no podía ver al otro lado del tejado, había oscurecido bastante.

Haruhiro se arrastró hasta su refugio terminado. No había espacio para agacharse en él, y mucho menos para estar de pie. Era estrecho, pero eso lo hacía más cálido.

Haruhiro se tumbó de espaldas en el refugio, respirando profundamente.

“Estar solo no es tan malo… ¿verdad?”

-FIN DEL VOLUMEN 18-