Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 18: El Mundo Me Odia

Extra 4: Fuego, Quédate Conmigo

Haruhiro tenía la costumbre de recoger cualquier cosa que pudiera utilizar para encender el fuego. Cosas como cortezas, o tal vez un poco de pelusa de diente de león. Cuando su ropa estaba demasiado gastada para usarla, la cortaba en tiras finas y las metía en su mochila. Si calentaba los trozos lentamente para hacer tela de carbón, eran una excelente yesca.

En el bosque había ramitas y ramas secas por todas partes, lo que constituía una buena fuente de leña. Los árboles muertos eran fáciles de romper y su madera ardía bien. También podía utilizar los que habían sido derribados por rayos y similares.

Haruhiro recogió la leña y cavó un agujero poco profundo en el suelo como improvisado pozo de fuego. Más tarde tendría que volver a taparlo, sin duda, y no hacía tanto frío como para congelarse si no estaba junto al fuego toda la noche, así que no tenía que tomarse esta parte tan en serio.

Puso la yesca en el fondo de lo que sólo podía llamarse caritativamente un pozo de fuego, y creó una cúpula de ramas secas sobre el montón. Las ramas, que eran más gruesas, servían de marco. Luego colocó encima trozos de leña que había partido o cortado en trozos de veinte centímetros.

En el pasado había experimentado con varias formas de armar fogatas, pero trataba de no ser demasiado obsesivo al respecto. Mientras no se derrumbara, era lo único que realmente importaba. Colocó los restos de leña y yesca que utilizaría como combustible más tarde alrededor del exterior de la hoguera.

A continuación, Haruhiro comenzó a encender el fuego. Había probado varios métodos para ello, pero se había decidido por uno rápido que no requería ni pedernal ni otras herramientas. Primero cortaría un trozo de madera blanda de forma que un lado fuera plano, y tallaría una ranura en ese lado. A continuación, pasaba un trozo de madera más duro por la ranura. Otras personas podrían tener preferencias diferentes, pero Haruhiro descubrió que esto le convenía más que el método de hacer un agujero en una pieza de madera y hacer girar otra en ella para crear fricción.

A medida que los trozos de madera se frotaban, la fibra de madera se ennegrecía por el calor. Finalmente, la fibra de madera se encendió y empezó a echar humo. Apiló un poco de yesca y sopló en ella. Una vez que empezó a ver fuego, sólo tuvo que empujarlo hacia el fondo del pozo de fuego. En la mayoría de los casos, el fuego se extendía rápidamente a la leña.

Hoy, el fuego parecía débil. Haruhiro se puso a cuatro patas y luego bajó más la cabeza. Con un poco más de aire soplado en el fondo del pozo de fuego, el humo comenzó a subir, y los sonidos crepitantes comenzaron.

Haruhiro dejó de soplar y se sentó frente al pozo de fuego.

No tardaron en aparecer las llamas rojas. Sacó la mano por encima de ellas. Tal vez sea obvio, pero sentía calor.

Había oscurecido bastante. Haruhiro tomó aire, mirando alrededor de la zona.

¿Debía encender un fuego esta noche? ¿Era seguro? ¿O era peligroso? Siempre dudaba. Pero si dudaba en hacerlo, tal vez debería no hacerlo. Lo había considerado. Pero quería un fuego, incluso si eso significaba correr algún riesgo. No podía negar el atractivo.

Haruhiro se abrazó las rodillas.

Por alguna razón, cuando miraba las llamas parpadeantes, ningún pensamiento extraño nublaba su mente. Pensamientos extraños… ¿Sin embargo, las cosas en las que pensaba eran innecesarias? En absoluto. Él lo sabía. Por eso se perdía en sus pensamientos. Pero no quería pensar. El solo hecho de pensar no cambiaba nada. No podía recuperar las cosas de esa manera. Pensar en ello no servía de nada. Pero inútil o no, no podía dejar de pensar.

Un pájaro gritó en la noche. Los bichos chirriaron, cada uno con su propia voz.

El fuego seguía ardiendo.

Haruhiro le dio un trozo de leña y movió otro.

La oscuridad de la noche sólo tenía una cosa buena. La oscuridad hacía inútil la visión. No podía ver nada en la oscuridad. Para detectar las amenazas, en cambio, agudizó sus oídos, afinando sus sentidos para captar el más mínimo cambio. Podía permitirse mirar fijamente el fuego.

Haruhiro siguió mirando fijamente las llamas. La noche se hizo larga y la leña se agotó. Se quedó brevemente dormido, todavía sentado, y con aspecto de haberse rendido.