Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 17: A Alguien Debemos Despedir En Estos Días Devastados Por La Guerra

Extra 2: Sentimientos Verdaderos

¿Por qué había venido Haruhiro a la Taberna de Sherry sólo para sentarse? Porque quería estar solo. ¿Por qué quería estar solo? Tal vez porque quería pensar largo y tendido sobre algunas cosas. O quizás no había nada que quisiera hacer. Tal vez quería no hacer nada. Y para eso necesitaba estar solo. Cuando estaba con sus compañeros, no podía quedarse callado todo el tiempo; acababan hablando de una cosa u otra. Sólo pensar, por sí solo, era lo suficientemente pesado.

En su cabeza, lo entendió. Necesitaban tener una charla adecuada.

“Shihoru…”

Si uno de sus compañeros hubiera resultado herido, o incluso muerto, en el ataque de Dark, se habría visto obligado a enfrentarse a la cuestión. Ese resultado no era imposible. Ni mucho menos.

Después de todo, el cazador y el mago de Orión habían sido asesinados por Dark.

No creía que Shihoru hubiera querido atacar a su pelotón. Su objetivo debía ser apoyarlos, o más bien apoyar la operación de retomar Mt. Grief. Pero, ¿había tenido cuidado de evitar daños a la fuerza destacada? ¿Había tratado de no dañar a Haruhiro y a los demás? Sería bueno que lo hubiera hecho, pero Shihoru ni siquiera lo había reconocido. Ella no lo recordaba. Lo había olvidado.

Probablemente, el grupo de Shihoru e Io se había unido a la operación de toma del Mt. Grief bajo las órdenes del amo de la Torre Prohibida. Habían cumplido su objetivo y luego se habían marchado.

Parecía probable que Jin Mogis estuviera aliado con el amo de la Torre Prohibida. Por eso el amo había enviado refuerzos para ayudar a tomar el Mt. Grief. Poderosos refuerzos. Si Shihoru no hubiera aparecido, no habrían podido abrir las puertas. La operación habría fracasado, y la fuerza destacada podría haber sido aniquilada.

El resultado final fue que Shihoru los había salvado.

¿No era posible verlo de otra manera? Shihoru había fingido no conocer a Haruhiro. Tal vez estaba siendo amenazada por el amo de la Torre Prohibida o Jin Mogis y tenía que cumplir sus órdenes. Por eso actuaba como si lo hubiera olvidado. En realidad se acordaba y acababa de salvarlos.

Afuera está lloviendo, pensó Haruhiro.

Las puertas y ventanas estaban abiertas de par en par, por lo que podía oírlo claramente.

“No puedo imaginar que haya sido un acto… Shihoru no lo recuerda. Se olvidó de nuevo… De nuevo. Nuestros recuerdos ya fueron robados una vez. Eso es lo que le hicieron.”

“¿Qué estás murmurando? Es espeluznante.”

El caballero del terror enmascarado entró en la taberna e inmediatamente se quitó la capa empapada por la lluvia y empezó a agitarla. Su falta de elegancia social siempre le resultaba desagradable a Haruhiro.

“¿Cómo supiste…? Nunca dije que iba a venir aquí.”

“Siempre solíamos venir aquí. Aunque no lo recuerdes, tus pies giran hacia aquí por sí solos. Así es como funciona.”

Ranta recogió una de las sillas derribadas y se acercó a Haruhiro.

“Esta era nuestra mesa.” Dijo, arrojando su capa sobre ella, luego se sentó en la silla que había traído y se quitó la máscara. “Nuestro asiento habitual en la esquina oscura. Al fin y al cabo, siempre fuimos unos parias. ¿Te suena esto?”

“No…”

“Bueno, a fin de cuentas no es nada que valga la pena recordar. Nos quejábamos y discutíamos como idiotas. Quiero decir, realmente éramos idiotas. Es un capítulo oscuro de mi historia. Estoy casi celoso de que hayas podido olvidarlo.”

Mientras cruzaba las piernas, inclinándose un poco para apoyar los codos en la mesa y la cabeza sobre las manos, Haruhiro notó que la expresión del rostro de Ranta no era tan nerviosa como de costumbre. ¿A quién creía que engañaba diciendo que estaba celoso de Haruhiro por haber olvidado? Ranta estaba claramente recordando el tiempo que habían pasado aquí.

“¿Hemos venido todos juntos?”

Haruhiro era el que se sentía celoso. Si no podía recordar lo que había perdido, no debería haber sido capaz de echarlo de menos. Entonces, ¿por qué sentía el pecho tan apretado?

“¿Como con Manato… y Moguzo?”

“Sí…” Ranta ladeó la cabeza, y luego un suspiro se escapó de la comisura de su boca. “Bueno, no. Empezó después de que Manato estirara la pata, supongo. Lo conocimos por poco tiempo, en realidad. Moguzo, sin embargo, vino mucho con nosotros.”

“¿Ah, sí?”

“Éramos tú, él y yo… Empezábamos a discutir, y entonces Moguzo nos detenía. Si aún estuviera vivo, ya habría sido un gran guerrero. Pero ¿qué se puede hacer? La vida es sólo una gran tirada de dados…”

“Sí. Y que tirada…”

“¿Qué fue eso, algún intento de broma?”

“Uh, no…”

“¿Qué, no puedes ni siquiera bromear? Hombre, no tienes sentido del humor.”

“Sé que soy un tipo sin humor. Apuesto a que siempre lo he sido.”

“Desde el primer día. Es lo único de ti que nunca ha cambiado.”

“Sí, sí…”

“Y sobre mí.”

Ranta bajó la mirada a la mesa y guardó silencio durante un rato. Finalmente, abrió la boca para volver a hablar.

“Hice un montón de estupideces. No puedo arreglar el pasado. Ni siquiera si pudiera olvidarlo, como ustedes. Los hechos no cambiarán. Los tipos que perdimos no van a volver.”

Haruhiro no pudo asentir, no pudo decir nada en respuesta.

Tenía que aceptar los hechos, tanto si se trataba de cosas que había olvidado como de cosas que recordaba. No podía hacer que nunca hubieran sucedido, y tampoco podía tergiversarlos.

“Entonces, escucha…”

“¿Hm?”

“Amo a Yume.”

“Sí… ¿Sí?”

Haruhiro se detuvo y miró fijamente a Ranta.

Ranta miraba incómodamente hacia otro lado.

Probablemente no lo he oído mal. Bueno, no es una gran sorpresa. Cualquiera podría verlo.

Como, sí, ya lo sabía. Pero nunca hubiera esperado que Ranta saliera a decirlo así.

“¿Se lo has… dicho directamente?”

“Como si pudiera, imbécil.” Ranta se tocaba toda la cara. Aunque intentara ocultar su vergüenza, era excesivo. “Escucha, hombre… No es así. Cuando digo que… amo a Yume. No es que quiera hacerle nada. Bueno, vale, eso no es del todo cierto, pero…”

“Entonces sí que quieres…”

“¡Claro que sí! ¿Quién demonios te crees que soy?”

“¿Quién quieres que crea que eres?”

“Soy Ranta el Grande, ¿entiendes? Pero, bueno, en lo que a ella respecta… Agh…”

Ranta se aclaró la garganta y frunció el ceño. Se quedó pensativo durante un buen rato y finalmente murmuró: “Es que… Sólo quiero que sea feliz, supongo. Quiere a sus compañeros y a sus amigos, y cuando nosotros sonreímos, ella también es capaz de hacerlo. Por eso trató de hacerse más fuerte. Y realmente lo hizo. Sin embargo, no le digas que he dicho nada de esto. Creo que es increíble. Puede ser un poco cabeza hueca, pero es una mujer muy dura. Quiero… Quiero que siempre pueda sonreír. Quiero ser capaz… de hacerla sonreír.”

“Tu amor se siente más… puro que romántico, supongo.”

“Hombre, ¿te escuchas a ti mismo? ¿No te da vergüenza?”

“Creo que lo que has dicho es mucho más embarazoso…”

“¡No tienes que señalarlo! Lo sé, ¡maldita sea!”

Sus orejas estaban rojas. Haruhiro decidió no insistir. Llámalo la misericordia de un guerrero.

No es que Haruhiro fuera un guerrero. Sólo era un ladrón de poca monta.

Era vergonzoso sólo escuchar, pero Haruhiro estaba realmente impresionado.

Ranta. Él ama tanto a Yume. La quiere así. Genuinamente, y desde el fondo de su corazón.

“De todos modos…” Ranta se cruzó de brazos, mirando a un lado. “Shihoru es nuestra camarada, y lo que es más importante, es amiga de Yume. No es que ella vaya a decir eso ahora. Las dos son chicas, y probablemente también tenían un vínculo de hermanas.”

“Así que, por el bien de Yume… quieres…”

“Sí, lo has entendido.”

“Oh…”

Haruhiro quería decirlo. No pudo evitarlo. Que Shihoru no recordaba nada de ellos. Que sus recuerdos habían sido borrados.

“Quieres ir a casa, ¿verdad?”

Eso es lo que Io le había dicho a Shihoru. Ir a casa. ¿Qué significaba eso? ¿Ir a casa a dónde? ¿Tenía ella un hogar al que volver? Haruhiro no lo sabía, pero al igual que el grupo de Io, Shihoru estaba trabajando para el amo de la Torre Prohibida.

“Está viva.” Dijo Ranta, sonriendo débilmente. Parecía una risa forzada, pero también le convenía. “Shihoru está viva. Eso es un paso adelante, ¿no?”

Haruhiro cerró los ojos. Sus hombros se habían tensado mucho sin que él se diera cuenta, pero ahora la tensión estaba desapareciendo. Podía respirar mejor.

Por un momento, la imagen de un gentil gigante, sosteniendo una taza mientras los miraba con una sonrisa ligeramente preocupada, pasó por la visión de Haruhiro.

¿Quién podría ser?

No.

Haruhiro lo sabía. No lo recordaba, pero lo sabía.

Es Moguzo.

“Sin embargo, ¿no es genial?”

Incluso sintió que podía escuchar su voz.

“Shihoru-san está bien. Está muy bien. ¿No crees eso, Haruhiro-kun?”

“Sí, lo es…”

Haruhiro abrió los ojos. ¿Realmente ese hombre era Moguzo? ¿Esa era la cara de Moguzo? ¿Esa era su voz? ¿Había hablado así? Haruhiro no tenía forma de comprobarlo. Moguzo estaba muerto. El pasado en el que Moguzo murió era parte de la razón por la que Haruhiro era quien era ahora. Pero aun así, deseó que Moguzo pudiera estar aquí.

Todavía no había llegado el día en que tuviera que pensar en Shihoru de la misma manera.

“Estamos avanzando.”

“Y encima a una velocidad vertiginosa. Será mejor que sigas el ritmo, ¿sabes? Soy muy rápido.”

“Si te tropiezas, de mí solo veras el polvo.”

“No olvides lo que has dicho. La vida siempre intenta hacernos tropezar, pero incluso cuando cae, el Gran Ranta no se vuelve a levantar sin algo que mostrar.”

Me alegro de que estés aquí.

Haruhiro sólo lo pensó. Era una de esas cosas que, independientemente de cómo se sintiera realmente, nunca se habría atrevido a decir en voz alta.

-FIN DEL VOLUMEN 17-