Imouto Sae Ireba Ii (NL)

Volumen 8

Capitulo 11: La Independencia de la Nueva Artista de Manga, y los Subsecuentes Efectos Colaterales.

 

 

La dibujante de manga Kaiko Mikuniyama se despertó el 25 de enero con una aguda sensación de temor.

El volumen 5 de Todo sobre mi hermanita llevaba una semana a la venta y hoy, el volumen 1 recopilatorio de su adaptación a manga de ImoSube—impreso mensualmente en la revista Comic Gifted—llegaba a las estanterías. Se trataba de la primera publicación profesional de Kaiko en su vida y aunque estaba encantada de ver su manga publicado en una revista profesional, el hecho de que su nombre apareciera impreso en un tomo encuadernado le resultaba aún más impactante.

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Hasta cierto punto, esto era de dominio público, pero la cantidad de dinero que los artistas de manga ganaban con las publicaciones en revistas era lamentablemente insignificante. Si se tenían en cuenta los costes de contratación de ayudantes y de adquisición de herramientas artísticas, se podía acabar incluso en números rojos. Sólo cuando se producían suficientes capítulos para sacar al mercado un volumen recopilatorio, un artista podía ganarse la vida decentemente con su trabajo en forma de derechos de autor.

Kaiko ya había recibido algunos ejemplares de muestra por correo hacía unos días. No pudo evitar abrazar calurosamente uno de ellos. Este libro estaba en las tiendas de todo el país a disposición de los lectores, y eso significaba—de forma tangible—que se sentía como una dibujante de manga profesional.

Dibujar los capítulos, crear un manga adicional para el sitio web del anime y estudiar para los exámenes finales de la universidad la mantenían tan ocupada que creía que le iba a estallar la cabeza. Pero había hecho todo lo posible por este libro. Estaba segura de que la portada era lo mejor que su talento podía producir en ese momento; había dibujado más de veinte páginas adicionales de manga extra para este y había cientos de cambios, grandes y pequeños, que se hicieron a los capítulos originales publicados en la revista. Incluso lo dio todo en las ilustraciones adicionales que se entregaron a las cadenas de tiendas de artículos otaku, sin ceder nunca en ninguna de ellas. En resumen, este libro la personificaba, conteniendo todo lo que definía su vida en ese momento.

Dado que el lanzamiento coincidió con el anuncio del anime, se realizó una campaña publicitaria tanto para las novelas como para el manga, y Gift Publishing encargó una tanda de impresión bastante grande para los estándares de un artista debutante. Todo se había hecho bien. Ahora sólo tenía que rezar para que el karma la favoreciera.

“Fuuuu…”


Kaiko colocó el libro sobre su escritorio, atándose solemnemente su par de pantis preferido sobre su cabeza. Tenía una misión—producir un capítulo para el próximo número de Comic Gifted—y Kaiko Mikuniyama estaba dispuesta a seguir adelante. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para convertirse en la mejor dibujante de manga orientada a las pantis del país.

Una semana después, Kohei Tokuyama, su editor, la llamó para informarle de que Gift Publishing había encargado una segunda tanda de impresión de urgencia.

Desde que el capítulo 1 se publicó en Comic Gifted, un subgrupo de aficionados al manga sabía que la versión como tal de ImoSube era de gran calidad, pero ahora que había salido el volumen completo, la noticia se estaba extendiendo por todas partes. La gente que no conocía las novelas originales las estaba comprando y (como dijo Tokuyama) si esto seguía así, el manga podría incluso superar en ventas a la serie principal.

“¡Felicidades, Señorita Mikuniyama…! ¡El manga es un gran éxito!”, Tokuyama sonaba un poco nasal por teléfono, como si estuviera conteniendo las lágrimas.

“Muchas gracias. ¡Se lo agradezco mucho…!”

Kaiko también derramó lágrimas, inclinándose ante su editor a pesar de estar hablando por teléfono. Cuando colgó, sus ojos se llenaron con las llamas de la determinación. Había llegado el momento de llevar a cabo algo que llevaba tiempo pensando.

“Madre, padre, necesito hablar de algo”.

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Esa noche después de cenar, Kaiko entabló conversación con sus padres, quienes estaban viendo la televisión en el salón. Su padre tenía un rostro severo y era obstinado como muchos artesanos, mientras que su madre con su amable sonrisa, parecía una versión mayor de Kaiko vestida de japonesa tradicional.

Cuando Kaiko les dijo por primera vez que quería dedicarse al manga se opusieron rotundamente; de todas formas, ella llevó sus mangas a las editoriales en secreto y acabó consiguiendo un trabajo fijo. Pero entonces le enviaron un ejemplar gratuito de Comic Gifted a su casa—dirigido a su seudónimo Kaiko Mikuniyama, una combinación de la palabra “gusano de seda” y el apellido de soltera de su madre. Esto llevó a su madre a abrir el sobre, por supuesto, y así fue como se enteraron. Su padre se enfureció con la editorial e intentó obligar a Kaiko a abandonar el negocio del manga; sólo cedió cuando Kaiko le dio una visión conmovedora y motivadora de sus sueños personales.

Su madre también lo había aceptado y ahora eran dos de sus mayores apoyos—le preparaban la cena, la llevaban en auto cuando llegaba tarde a una reunión, incluso repartían ejemplares de Comic Gifted entre los vecinos y les pedían que elogiaran a Kaiko en las encuestas a los lectores.

Realmente apreciaba todo lo que sus padres hacían por ella. Pero:

“…Madre, Padre…”.

Se armó de fuerza de voluntad.

“Estoy pensando en ir a Tokio”.

“¿Oh? ¿Cuándo? Podría llevarte a la estación mañana”.

“Intenta no volver muy tarde, ¿de acuerdo?”.

Sus padres parecían completamente imperturbables.

“¿Eh? …Oh”. Kaiko se dio cuenta de que no se había explicado bien. Dudó un poco. “¡N-No, no me refiero a eso! ¡Quiero alquilar un lugar para vivir en Tokio!”.

Eso sobresaltó a sus padres.

…Llevaba tiempo pensándolo. Ir de su casa, situada en la prefectura de Gunma, a la sede de Gift Publishing en Tokio le llevaba dos horas de ida, más una media hora extra para llegar a la estación y hacer transbordo. Ella y su editor podían utilizar Skype o el teléfono para conversaciones sencillas, pero aun así tenían que verse cara a cara y revisar las páginas juntos con regularidad, y eso significaba pasar cinco horas del día viajando, una experiencia física y mentalmente agotadora.

Además, al estar en Tokio, encontrar ayudantes sería mucho más fácil. En la actualidad, Kaiko producía todo su trabajo en solitario: trabajaba rápido, como suelen hacer los dibujantes de manga, y sólo producía un capítulo al mes (y nada extra para la Comiket u otros eventos de doujins), así que gestionaba la carga de trabajo lo suficientemente bien. Pero algún día quería lanzar su propio manga orientado a las pantis junto con la adaptación de All About. Eso sin duda requeriría algo de ayuda. Además, también quería trabajar como ayudante en otros estudios de manga para adquirir experiencia. Tokuyama la había puesto una vez en contacto con un artista que necesitaba ayuda, pero como vivían tan lejos el uno del otro se vio obligada a rechazarlo.

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Si deseaba desplegar sus alas como artista y convertirse en una autora de manga de pantis de primera clase—una sensei del manga de pantis, por así decirlo—tenía que mudarse a Tokio. Y esta segunda impresión, justo cuando estaba a punto de graduarse, parecía sospechosamente un empujón del destino.

Pero…

“¡No! ¡Me niego a dejarte vivir sola en Tokio!”

Kaiko explicó seriamente la necesidad de mudarse, describiendo apasionadamente cómo ahora mismo era el momento de hacerlo, pero sus padres la rechazaron.

“Además, ¿cómo puede vivir sola una niña mimada como tú?”, contraatacó su padre.

“¡Estuve preparándome para esto! ¡Puedo cocinar y limpiar por mí misma lo suficientemente bien!”

“Oh, ¿entonces por eso últimamente estabas tan ansiosa por ayudar con las tareas?”, su madre parecía sorprendida.

“¡Pero si todo es muy caro en Tokio!”, exclamó su padre.

“Ahorré la mayor parte del dinero que gané hasta ahora. Si se tienen en cuenta los derechos de autor que me corresponden, podría vivir el año que viene sin ingresos”.

“¡¡No se trata del dinero!!”.

“Pero Padre, acabas de decir que todo es muy caro…”.

Kaiko frunció el ceño ante la lógica injusta de su padre, quien se echó atrás un momento.

“Yo… ¡Bueno, es peligroso Tokio! ¡Hay delincuentes merodeando por la noche! ¡Acosadores!”

“Bueno, si encuentro un sitio cerca del edificio de oficinas, no tendré que andar por ahí a altas horas de la noche ni estar tanto tiempo sola en los trenes. Además, aquí hay bandas de motociclistas de las que preocuparse; hay jóvenes que abandonaron la escuela delante de las tiendas de comestibles… En todo caso, las cosas están más fuera de la ley por aquí, ¿no? Además, a veces bajan jabalíes de las montañas”.

“¡Eso demuestra lo cerca que estamos de la naturaleza! ¡Esos delincuentes y bandas de motociclistas son como monos salvajes, ¿entiendes?!”

“Creo que eso es un poco exagerado, querido…”

Fue la madre de Kaiko quien lo hizo recapacitar—estaba empezando a ver el otro lado de la historia.

“…Sólo me preocupa que nuestra preciosa hija se vaya de casa a vivir sola en algún lugar lejano. ¿No puedes entender cómo me siento?”

Ahora ella estaba apelando a sus emociones. A Kaiko le parecía injusto. Sabía perfectamente cuánto la querían de verdad y ellos eran igual de valiosos para ella. Si mantenían sus sentimientos como rehenes, Kaiko no tendría nada con lo que luchar.

Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero las contuvo. Si lloraba ahora, sus padres pensarían ¿Ves? Así nunca te dejaríamos vivir sola. Ahora no era el momento. Tenía que pensar, y pensar mucho, en lo que podía hacer por sus sueños…

“……Bueno, ¿y si no viviera sola, serviría?”

“¿Perdón?”, preguntó su madre desconcertada.

“Si comparto el apartamento con alguien de confianza en lugar de vivir sola, ¿me dejarán mudarme a Tokio?”

“Mmmm…”

Los padres de Kaiko estaban indecisos.

“Eso reduciría a la mitad el número de tareas que hacer. Podríamos vivir en un barrio mejor, en un edificio con seguridad y esas cosas. Seguiré en contacto con ustedes, por supuesto, y puedo volver a casa una vez al mes. ¿Qué les parece?”

“Mmmmmmmmm…”.





Su padre seguía en modo murmullo.

“Eso reduciría mucho mis preocupaciones”, admitió su madre. “Pero, Kinue, ¿tienes algún amigo en quien puedas confiar lo suficiente como para vivir con él? No puedo dejar que vivas con un completo desconocido y desde luego no permitiré que haya un hombre en tu apartamento”.

“B-Bueno…”

Kaiko se detuvo un momento. Todos sus amigos de la universidad ya habían encontrado trabajo en empresas locales o agencias gubernamentales; ninguno de ellos planeaba mudarse a Tokio.

Pero:

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“¡L—Lo tengo! ¡Alguien en quien puedo confiar de verdad!”

“…Bueno, si puedes contactar con ella y acepta ser tu compañera de piso, podemos discutirlo entonces”.

“¡Muy bien!”

Con eso, Kaiko volvió a su habitación y llamó a la chica que tenía en mente.

“¿Hola, Myaa? ¡Quiero que vivas conmigo, por favor!”.

Las primeras palabras que salieron de su boca por teléfono no hicieron más que confundir a Miyako Shirakawa. “¿Eh?”

 

Hermanita

 

“Eso es difícil de responder viniendo de la nada”, contestó Miyako desconcertada, pero después de unos tres minutos de que Kaiko le suplicara, alegando que no tenía a nadie más a quien recurrir:

“…Bueno, déjame preguntarles a mis padres”.

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Media hora después, Miyako volvió a llamar a Kaiko.

“Dijeron que sí”.

“¡Oh, eso es genial! ¡Tus padres son muy comprensivos, Myaa!”

…Tan comprensivos que, de hecho, Kaiko se preocupó de verdad, a pesar de ser ella la que preguntaba.

“Um, pero vaya, sí que dijeron que sí rápido, ¿no?”

“Bueno, estuve trabajando muchas noches hasta tarde en el departamento de la editorial, así que me planteé por qué no buscaba un sitio más cercano al que volver a casa. Sería una especie de entrenamiento para cuando salga de la universidad y viva por mi cuenta”.

“………”

La descripción de Miyako hizo que Kaiko se preguntara asombrada cómo los padres podían pensar de formas tan diferentes. En cualquier caso, Miyako estaba dispuesta. Kaiko salió de su habitación y regresó con sus padres.

“……Oh,  ¿esa  chica?”,  murmuró  su  padre  cuando  ella

mencionó a Miyako. Ya la había conocido antes; Miyako fue quien acudió al rescate de Kaiko cuando éste había irrumpido en la oficina de la editorial, discutiendo con él a favor de Kaiko. La experiencia ayudó a Kaiko a fortalecer su determinación y a expresar sus verdaderos sentimientos a su padre.

“¿Qué clase de mujer es ella?”, preguntó su madre.

“Bueno, ella tiene coraje. Del tipo que no se ve mucho hoy en día. Tiene el valor de defender a sus amigos. Si estuviera interesada en criar gusanos de seda, me encantaría contratarla y enseñarle el oficio. Incluso podría heredar el negocio algún día”.

La voz de su padre seguía siendo severa, pero sólo tenía palabras de elogio para Miyako.

“¡Cielos!”, Su madre sonrió ligeramente. “No es muy habitual oírte elogiar a alguien así”.

“…Si es ella, Kinue, te permitiré ir a Tokio”.

“¡Padre…! Y sí, tienes razón, ¡Miyako es una persona maravillosa!”

A Kaiko se le iluminó el rostro de alegría y se giró hacia su madre, quien suspiraba.

“Bueno, si tú y Kinue lo dicen, entonces yo también creeré en ella. Pero Kinue, si te vas de casa por tus sueños, asegúrate de seguir con ellos, ¿de acuerdo? Porque si te rindes después de sufrir un revés y vuelves a casa, no dejaré que lo olvides”.

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A Kaiko se le saltaron las lágrimas ante las palabras firmes pero amables de su madre. “¡Sí, Mamá!”, dijo, mirándola directamente a los ojos.

 

Hermanita

 

Al día siguiente, Kaiko se encontraba en una cafetería cercana a la oficina de GF Bunko para hablar sobre el hospedaje con Miyako. Ambas estaban allí juntas, y por alguna razón, Nayuta Kani se les unió. “Le dije que compartiría habitación contigo”, explicó, un poco apenada, “y ella simplemente me siguió”.

“¿Oh?”, respondió Kaiko, confundida. “¡Miku, yo también quiero vivir contigo!” “¡¿Eeehhh?!”

Kaiko parecía realmente desconcertada.

“Quiero vivir cerca de la casa de Itsuki”, explicó Nayuta, “pero después de mi pequeño viaje al hospital, mi madre y mi padre se niegan a que me quede en una habitación de hotel o a que siga viviendo sola”.

“Sí, puedo imaginarlo…”.

Nayuta había estado viviendo sola en una habitación de hotel cercana durante gran parte del último año, pero una excesiva carga de trabajo junto con la falta de comida y sueño constantes la habían postrado en una cama de hospital. Kaiko estaba en la oficina de la editorial cuando le llegó la noticia del colapso de Nayuta, e incluso ella apenas pudo soportar la incertidumbre. No podía culpar a los padres de Nayuta por querer sacarla de allí.

“Pero Nayu, ¿por qué no vives con el señor Hashima? Eres su novia, ¿no?”

“Vivir con él… Ah-ja…ah-ja-ja…”

Nayuta se quedó mirando al vacío con los ojos vidriosos.

“¿Nayu…?”

“…Le he hecho esa oferta a Itsuki un millón de veces. Pero él siempre se niega rotundamente”.

“¿Ah, sí?”

Eso sorprendió a Kaiko. Ella sabía lo mucho que Itsuki se preocupaba por Nayuta—tanto como para interrumpir la grabación de su CD Drama y visitarla en el hospital.

“Supongo que no fue una buena idea satisfacer tanto su pene durante nuestra primera sesión en el dormitorio que, literalmente, se puso a llorar. Ahora incluso le da desconfianza quedarse a solas conmigo en su apartamento… Últimamente he podido contenerme un poco, pero si no permanezco alerta a su lado, siento que voy a empujarlo directamente contra la cama”.

La cruda confesión hizo sonrojar a Kaiko y Miyako.

“…Sí, parece que tal vez deberías esperar un poco. Es un momento vital para el señor Hashima. Si está viviendo con una bestia como tú, podría no sobrevivir”.

“Perdón por ser un monstruo sexual…”

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Nayuta agachó la cabeza ante el duro análisis de Kaiko.

“Sabes”, comentó Miyako, “Creo que tres personas compartiendo un apartamento podría no ser tan mala idea. Si podemos encontrar un sitio por aquí, que esté cerca tanto de mi universidad como de la oficina de la editorial, sería perfecto… pero cuando busqué en Internet, comprobé que este barrio es más caro de lo que pensaba”.

“Sí, está en pleno centro de la ciudad…”, estuvo de acuerdo Kaiko.

“Cierto. La casa de Itsuki es bastante grande y barata para su zona, pero no tiene cerraduras automáticas, y el retrete está en la misma habitación que la bañera. Si sólo van a vivir mujeres juntas, me preocuparía si no hubiera más medidas de seguridad”.

“Eso es cierto… Yo al menos querría cierre automático y alojarme en un segundo piso o superior, o no creo que mis padres lo permitan”.

“De acuerdo. Y si vas a contratar a un asistente, probablemente querrás una habitación lo suficientemente grande como para que te sirva de lugar de trabajo a parte de tu dormitorio, ¿verdad? Tratar de cubrir el alquiler de eso con sólo dos personas… no estoy segura de cuán factible es eso por aquí”.

“Si podemos vivir juntas, puedo cubrir todo el alquiler si quieren”.

“No”.

“No, gracias”.

Kaiko y Miyako rechazaron inmediatamente a Nayuta.

“No quiero que una sola persona asuma toda la carga de este lugar. Todas deberíamos colaborar—con el alquiler, la cocina, las tareas domésticas y la basura”.

“Myaa tiene razón”.

“Nyahhh… Eso es pedir mucho a una ex-hikikomori…”

Nayuta parecía nerviosa al respecto. Pero Miyako le dedicó una sonrisa un poco triste.

“Bueno, Nayu, ¿por qué no aprovechas esta oportunidad para aprender algo de cocina? Ya sabes, para… um, cuando te cases con Itsuki más adelante”.

Los ojos de Nayuta se abrieron de golpe y el brillo volvió a su rostro.

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“¡Tienes razón! ¡Myaa, me esforzaré al máximo!”

“Bien. Sigue así, ¿de acuerdo? Hablemos de qué es exactamente lo que queremos. Tenemos que concretar eso antes de contactar con una oficina de alquiler”.

“Ciertamente”.

“Muy bien… Sí que eres buena para estas cosas, Myaa”.

Así, Kaiko, Miyako y Nayuta empezaron a buscar un apartamento.

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