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Volumen 11: El Día De La Pasión

Capitulo 9: Inmediatamente Después De La Caída Del Cuartel Spearhead

Se dio cuenta de que, en algún momento, todo había quedado en silencio.

No se oía nada más en el hangar de la base de primera línea. Ni los rugidos de los disparos y las ráfagas de la Legión ni los sonidos del personal de mantenimiento que se defendía de ellos.

Rito y los demás… Esos jóvenes Procesadores consiguieron escapar de alguna manera, reflexionó para sí mismo entre pensamientos confusos por la pérdida de sangre.

—¿Van a sobrevivir, esos niños? Al menos ellos, si nadie más…

El Escuadrón Spearhead, el lugar de eliminación final del frente oriental del Sector Ochenta y Seis, donde después de su período de seis meses, los Procesadores siempre serían enviados a morir. Que los últimos Procesadores de este escuadrón, al menos, sobrevivan.

Porque nosotros, los del equipo de mantenimiento, moriremos aquí. Nosotros, que nos sentamos a ver cómo innumerables niños eran enviados por su patria para ser masacrados por esos malditos monstruos de chatarra. Nuestro único destino es morir aquí.

Las palabras que una vez le dio la Parca se habían convertido en su única salvación.

—No hay ninguna unidad de la Legión llamándote.

Si su esposa e hija muertas no fueron, al menos, arrebatadas por la

Legión, seguramente le esperaban en el otro lado. Eso sería suficiente.

No necesitaría nada más.

Si sus queridas chicas no siguieran atrapadas en el campo de batalla, si se pasara al otro lado… Si acabara con él antes de que esas terribles monstruosidades de chatarra se lo llevaran, podría volver a estar con ellas.

Eso era todo lo que necesitaba.

O al menos, eso es todo lo que creía que necesitaba.

Miró a la Legión que estaba ante él, mientras sostenía a duras penas la pistola contra su sien.

Pero de repente, un pensamiento cruzó su mente. Su amada esposa y su hija habían sido arrojadas al campo de batalla como Ochenta y Seis y murieron, sin llegar a ser Legión. Y él y los demás miembros del equipo de mantenimiento tuvieron por fin el final que se merecían por enviar a esos niños soldados a la muerte. Pero para empezar, este no era un pecado que sólo ellos debían cargar.

Los que habían arrojado a su familia al campo de batalla eran la República. Y los civiles que habían arrojado a los Ochenta y Seis al campo de batalla seguían viviendo sin preocuparse por el mundo. Y si Rito y los demás sobrevivían, esos civiles también podrían sobrevivir aferrándose a ellos como parásitos.

No salvar a los Ochenta y Seis fue un pecado, pero enviarlos a morir fue igualmente un crimen.

Y los pecados deben ser castigados. En otras palabras, los pecados de los civiles de la República deben ser castigados.

Debía vengarse por su familia.

No—

Quiero vengarme de ellos con mis propias manos.

La pistola se deslizó de sus manos entumecidas. Mirando a la Legión, susurró. Podría finalmente morir, pero no iría a donde estaba su familia. Podía por fin responderles, pero dejó que todo se desperdiciara.

“—Lo siento.”