Bungo Stray Dogs (NL)

Volumen 3

Capitulo 2: Los Orígenes Jamás Contados De La Agencia De Detectives

Parte 1

Alrededor de ese tiempo, había rumores de un guardaespaldas altamente competente en Yokohama. Dale una espada y podría matar a cien villanos. Dale una lanza y podría enfrentarse a todo un ejército. Un todoterreno cuando se trataba de artes marciales; tenía un dominio de todo, desde el iaido¹ hasta el jujutsu². El hombre también era bien educado, y pasaba sus días libres leyendo o jugando al Go³. Sereno y calmado cuando se trataba de trabajar, siempre se esforzaba por proteger a su cliente con una especie de compostura lupina. Si uno tuviera que nombrar un defecto, sería que nunca trabajó con otros y no confiaba en nadie.

En pocas palabras, un lobo solitario.

Se mantuvo para sí mismo hasta un grado tan extremo que hizo que la gente pensara: Ese tipo no tiene ni la más mínima posibilidad de trabajar con un compañero, mucho menos como su jefe.

Un lobo indomable con cabello plateado…

Su nombre: Yukichi Fukuzawa.

Este breve relato es un registro de la lucha de un hombre, de su crecimiento…

…y de paternidad.

***

Fukuzawa se veía extremadamente hosco ese día. La multitud del fin de semana retrocedía como la marea mientras caminaba por la avenida. Incluso los coches se detenían cuando cruzaba el paso de peatones, aunque la luz estaba en verde. Todo esto se debía al aura hosca que irradiaba su expresión. Sin embargo, no estaba exactamente de mal humor. Se estaba ahogando en autodesprecio. Su cliente había sido asesinado y todo fue muy repentino. Como guardaespaldas, Fukuzawa tenía dos tipos principales de trabajo: trabajos por contrato en los que brindaba una guía segura en tiempos de paz mientras se apresuraba a ayudar durante las emergencias, y trabajos puntuales de guardaespaldas que protegían a alguien o algo por un día. El cliente asesinado esta mañana era de un contrato regular. Ella era la presidenta de cierta empresa a la que había jurado proteger solo unos días antes.

1. Iaido (居合道): Arte marcial japonés relacionado con el desenvainado y el envainado de la katana.
2. Jujutsu (柔術): Arte marcial japonés clásico que abarca una variedad amplia de sistemas de combate modernos basados en la defensa “sin armas” de uno o más agresores tanto armados como desarmados.
3. Go (围棋): Es un juego de tablero de estrategia chino para dos personas. Similar al Reversi, pero más difícil.
   

Nunca habían hablado fuera del trabajo. Él se había propuesto evitar involucrarse personalmente con sus clientes, por lo que no sabía nada sobre ella como individuo, ni tenía ninguna inclinación a hacerlo. Sin embargo, una vez le preguntaron si quería convertirse en guardia de tiempo completo. Odiar la idea de trabajar para una empresa específica y tener subordinados y colegas facilitó que Fukuzawa rechazara instantáneamente la oferta. Sin embargo, si él se hubiera quedado a su lado como su guardia personal, entonces tal vez podría haber cambiado su destino. Por lo que escuchó, el asesino empujó a la presidenta por la ventana de su oficina esa misma mañana. Ya había pruebas de quién lo hizo, lo que condujo a la rápida detención del perpetrador.

Fukuzawa llegó a dicho lugar, un edificio de ladrillos de color marrón rojizo relativamente cerca del puerto. La estructura estaba en lo alto de una pendiente y parecía bastante sólida para un edificio tan antiguo. Al entrar, vio cinta amarilla en la escena del crimen que rodeaba el suelo justo debajo de la oficina del presidente.

El viento era fuerte ese día, lo que provocó que la cinta se agitara con el viento. Fukuzawa desvió la mirada. Si bien el cuerpo de la víctima ya había sido llevado para su examen, no se podía ocultar la enorme mancha de sangre en el suelo. Fukuzawa controló sus emociones en la puerta, luego pasó por la escena del crimen, caminando bajo un letrero que decía CORPORACIÓN S&K. Después de eso, se subió al ascensor hasta la habitación del presidente.

—Oye, gracias por venir hasta aquí. Si pudiera darme un minuto, terminaré aquí en breve.

En la oficina del presidente estaba un secretario luchando con lo que parecía ser una pila de documentos, algo que no se esperaría ver donde acaba de ocurrir un asesinato. La oficina era lo suficientemente grande para acomodar a unas treinta personas si estaban apretadas. Pero en lugar de gente, el lugar estaba abarrotado de documentos. El escritorio y el suelo se ahogaban en un mar de papeles sin casi ninguna señal de lo que alguna vez fueron. Todos parecían ser documentos importantes. El secretario, un hombre de aspecto enfermizo vestido con un abrigo negro y una corbata carmesí, estaba alineando algunos de los papeles al otro lado de la habitación. Se quedó mirando el campo de papel, sacó algunos archivos y los devolvió a la estantería antes de alinear algunos documentos más.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Fukuzawa naturalmente.

—¿Ves estos documentos de aquí? Los estoy clasificando —respondió el hombre pálido— porque soy el único familiarizado con ellos.

Era difícilmente una explicación útil y Fukuzawa no estaba más cerca de comprender. Pero bueno, pensó que tenía algo que ver con el trabajo del hombre. Fukuzawa no podría decidir si clasificar documentos el día que mataron a su jefe era una falta de respeto o simplemente una buena ética de trabajo, pero le recordó que acababa de ocurrir un evento horrible.

—Lo siento muchísimo por su pérdida. —Fukuzawa hizo una reverencia. —Perdimos a una gran persona hoy… ¿Escuché que la empujaron por esta ventana?

La oficina de la presidenta contaba con vistas de la ciudad de Yokohama. La amplia ventana por la que supuestamente la empujaron estaba cerrada.

—Fue un ataque profesional —La expresión lúgubre de la secretaria se volvió aún más tensa— La repentina muerte de la presidenta es motivo de gran pesar para la empresa. Ella fue una especie de mentora o institutriz para mí, después de haberme sacado de mi anterior trabajo y haberme convertido en quien soy hoy. Creo que lo mejor que podemos hacer por ella es descubrir la verdad y llevar al criminal ante la justicia.

El secretario señaló la habitación de al lado con la mirada.

—El asesino ya ha sido descubierto. Fue capturado por uno de los guardias en el primer piso cuando intentaba escapar después del asesinato y actualmente está detenido en la habitación de al lado. Los forenses verificaron sus huellas dactilares con la base de datos criminales y descubrieron que coincidían con las encontradas en la parte posterior de la ropa de la presidenta

—¿Qué? —Fukuzawa pronunció asombrado— ¿El sospechoso sigue en la puerta de al lado?

—Es muy callado, tan callado que podría pensar que estaba durmiendo. Casi como si se hubiera dado por vencido.

Había una razón por la que Fukuzawa estaba tan sorprendido. Los asesinos de Yokohama eran extremadamente peligrosos en comparación con otras ciudades. Yokohama, la ciudad de los demonios, tenía una afluencia de grupos militares de todo el mundo que trabajaban juntos después de la guerra. En nombre de la gobernanza se movían en torno a sus derechos extraterritoriales y cada uno creó su propia región autónoma mientras invadían lentamente el territorio de Yokohama. Por lo tanto, Yokohama se estaba convirtiendo gradualmente en un distrito sin ley incluso peor de lo que había sido durante la guerra. Las fuerzas de seguridad —la llamada policía de la ciudad— de alguna manera seguían funcionando, pero la policía militar y la guardia costera, entre otros, estaban esencialmente inoperantes.

Yokohama era ahora un paraíso para los infractores de la ley y un crisol de criminales, asesinos, capital extranjero ilegal y organizaciones clandestinas rivales. Para empeorar las cosas, incluso había usuarios de habilidades, con quienes Fukuzawa lidiaba a diario. Sin embargo, si hubiera un asesino a sueldo que mató a la presidenta de una importante corporación en Yokohama, cualquiera consideraría naturalmente la posibilidad de que fuera un usuario de habilidades.

Un pequeño número de personas existía en este mundo con habilidades paranormales inusuales. Por lo general, la persona promedio nunca entraría en contacto con un usuario de habilidades, de ahí que tales individuos se consideraran nada más que rumores o leyendas urbanas. Sin embargo, los guardaespaldas de personas importantes, como Fukuzawa, estaban muy familiarizados con ellos, junto con los crímenes que cometían. Si bien Fukuzawa era un maestro de las artes marciales, no era un usuario de habilidades. Si era capaz de derrotar ileso a un asesino profesional dependería únicamente del flujo de la batalla.

Sin embargo, lo que lo alarmó fue la idea de que el asesino pudiera ser un usuario de habilidades. Si lo fuera, entonces atarlo con una cuerda en la habitación de al lado difícilmente sería de utilidad. Sería como almacenar un explosivo muy poderoso.

—Me gustaría ver al asesino.

—Por supuesto. Eres mi invitado.

Justo cuando Fukuzawa estaba a punto de dar un paso hacia la habitación de al lado…

—Dices “Sé mi invitado”, pero…

No había camino a seguir, literalmente. Alrededor del 95 por ciento del terreno que conducía a la habitación de al lado estaba monopolizado por documentos organizados y apilados cuidadosamente. Ningún humano podría atravesar eso. Este era un trabajo para una especie de robot de rescate de ocho patas.

—¿Te importa si muevo algunos de estos? —Preguntó Fukuzawa, señalando los documentos. —¡Oh! ¡deténgase! ¡No los toque! —Pero el secretario lo negó de inmediato, quien alzó la voz por primera vez desde que se conocieron— ¡El futuro de la empresa depende de estos documentos tan importantes! Una sola marca de impresión podría perjudicar a la empresa en el futuro. ¡No quiero ni pensar en perder a ninguno de ellos! ¡Por favor, encuentre una manera de pasarlos sin tocarlos ni moverlos! ¡Alguien tan talentoso como usted puede hacerlo!

Fukuzawa se detuvo justo antes de pronunciar, “Uh… ¿Disculpe?” No se trataba de que pudiera hacerlo. Fukuzawa era un artista marcial, no un acróbata. Los únicos puntos abiertos en el suelo eran más estrechos que el ancho de su pie.

—Por curiosidad… ¿por qué estás apilando los papeles así por toda la habitación?

—Una legítima pregunta. Permítame responder. Creo que el objetivo del asesino era robar o tal vez destruir estos importantes documentos. Mi teoría es que algunos criminales entraron a hurtadillas para apoderarse de estos archivos y sacarnos del negocio, pero alguien los atrapó: la presidenta. Por lo tanto, tuvieron que matarla para mantenerla callada. Por eso tengo que comprobarlo todo.

Tiene sentido. La oficina de la presidenta no sería un lugar muy conveniente para asesinar al jefe de una empresa. Había guardias y el asesino despertaría sospechas. Pero tendría sentido lógico si el objetivo no fuera la vida de la presidenta sino los documentos de su oficina. Sería natural que el secretario quisiera revisar los documentos de inmediato si realmente fueran el motivo.

—¿Qué tal si devolvemos algunos de los archivos al estante por un momento para puede pasar? ”

—Me temo que no puedo hacer eso —El secretario negó con la cabeza— Cada expediente que ve aquí fue alineado intencionalmente de una manera específica, lo cual es importante para descubrir qué perseguía el criminal. Por fecha, por departamento, por importancia… La sala en sí es también parte del rompecabezas. Aprendí esta técnica antes de que la presidenta me acogiera, y soy el único en la empresa que puede hacerlo. También existen reglas para volver a poner los documentos en el estante, y si rompemos esas reglas incluso una vez, nos aleja un paso más de la verdad detrás del asesinato de la presidenta.

Comprensible —pero al mismo tiempo incomprensible. Independientemente de ello la expresión del secretario era muy seria, por lo que Fukuzawa estaba más preocupado por causar problemas moviendo los documentos, que por el razonamiento detrás de eso. Se sentía como un aficionado, sin saber nada sobre cómo funcionaban las empresas. Ni siquiera podía imaginar convertirse en presidente de una organización y dedicar tanto esfuerzo al papeleo, los asuntos humanos y los contratos. Pero si un especialista en la materia afirmaba que así era como se tenían que hacer las cosas, quizás tenía razón.

Fukuzawa ni siquiera planeó objetar. Él era el culpable, después de todo. Si hubiera sabido que su cliente estaba en peligro y la hubiera protegido, entonces esta tragedia nunca habría ocurrido y el secretario nunca habría estado alineando documentos minuciosamente y examinándolos con tanta desesperación. El secretario estaba cumpliendo con su deber, por lo tanto Fukuzawa no tuvo más remedio que mantener la boca cerrada y cumplir con el suyo.

Según la rápida estimación de Fukuzawa, había unos cinco pasos hasta la puerta de la habitación adyacente. Dado todo el trabajo de campo al que estaba acostumbrado, tal vez podría hacerlo en dos pasos. Un paso estaría a mitad de camino hacia la puerta, mientras que el otro lo haría aterrizar justo en frente de ella. Desafortunadamente, indudablemente pisotearía algunos documentos que probablemente cambiarían vidas. Su primer paso probablemente rompería el papel por la mitad, lo que solo serviría como otra mancha en su historial como guardaespaldas.

Fukuzawa decidió retirarse primero a la entrada de la oficina antes de tensar sus músculos y saltar hacia adelante. Su primer paso lo llevó a una decoración en la estantería alineada contra la pared. A partir de ahí, usó el adorno —vagamente en forma de cúpula— junto con su impulso para saltar una vez más. Aterrizó con solo sus manos en la silla de invitados un poco lejos de la puerta antes de detenerse por completo. Estaba sostenido sólo con sus brazos e incluso evitaba que su tronco temblara, lo que mostraba una sensación de equilibrio que incluso los maestros de las artes marciales rara vez poseían. Desde allí, Fukuzawa se estiró lentamente, colocando los dedos de los pies en el espacio entre las pilas cercanas de documentos. Después de eso, usó una pierna y un brazo para mantener el equilibrio mientras se estiraba hacia la puerta. Cuando se agarró al pomo de la puerta, lo sostuvo como un practicante de jujutsu rodeando a su oponente para agarrar la parte de atrás de su cuello. Luego giró el pomo con solo la fuerza de sus dedos. Después de asegurarse de que la puerta estuviera apenas abierta, usó el pomo de la puerta para sostenerse antes de lanzarse de la silla. Fukuzawa aterrizó rápidamente con ambos pies en el suelo de la habitación de al lado para poder deslizarse por la pequeña grieta que había creado y enganchó un dedo en el marco de la puerta para evitar caerse hacia atrás. Y así, se retiró de la oficina sin mover ni un solo documento.

—¡Guau! —exclamó el secretario al fondo.

«Eso no fue digno de un “guau”» pensó Fukuzawa; había sentido un ligero cosquilleo bajar por su columna cuando aterrizó en la silla. A pesar de ser indiferente a lo que otros pensaban de él, todavía sería algo frustrante estropear y arruinar la reputación de uno debido a algo tan ridículo. En cualquier caso, pudo llegar a la habitación contigua.

Después de abrir la puerta, encontró al asesino. El hombre estaba sentado y era de una estatura más pequeña de lo que Fukuzawa había imaginado. Las manos y pies del asesino estaban atados; un saco grueso y oscuro sobre su cabeza impedía que Fukuzawa pudiera ver su rostro. El hombre no podría escapar así, mucho menos rascarse la nariz. Atado alrededor de sus brazos y piernas había alambre de hierro además de la cuerda. Sería casi imposible romperlo sin importar cuán monstruosamente fuerte sea la persona. No hace falta decir que un asesino a sueldo más pequeño como este no tendría ninguna posibilidad. El asesino vestía una camisa azul marino extremadamente común con pantalones de trabajo y zapatos de cuero. No había indicios de que alguna vez hubieran visto un combate. No parecía ser más que un bandido común y corriente que se le daba bien colarse en los edificios.

Al menos eso es lo que cualquier guardia ordinario pensaría… pero Fukuzawa tenía una impresión diferente. Esta era la sala de recepción. Los únicos elementos de la habitación eran una simple estantería, una mesa para hablar de negocios y un cuadro. Fukuzawa caminó alrededor, asegurándose a propósito de que sus pasos fueran escuchados. En el momento en que entró, la cabeza del asesino se movió levemente. En otras palabras, no estaba durmiendo.

Fukuzawa se dirigió a la pared detrás del asesino a sueldo antes de golpear inmediatamente su palma contra ella. ¡BAM! Un rugido explosivo resonó por toda la habitación, pero el asesino ni siquiera reaccionó. No se inmutó ni se dio la vuelta. Él era la serenidad misma. Tampoco podría ver a Fukuzawa debido al saco que tenía en la cabeza. Fukuzawa pudo decir instantáneamente que este tipo no era un aficionado. Sabía más sobre asesinos que la persona promedio, ya que también eran sus competidores comerciales como guardaespaldas. A diferencia de Fukuzawa, cuyo trabajo era proteger, los que mataban cambiaban constantemente. Sus ataques y armas eran impredecibles. Por lo tanto, tenía que asegurarse de que su información —los modus operandi de conocidos sicarios peligrosos— estuviera actualizada en todo momento para poder responder rápidamente a un ataque repentino, incluso en tiempos de paz.

Fukuzawa observó al asesino a sueldo. No sería capaz de adivinar su nombre o habilidad basándose en lo que podía observar en ese momento. No había nada especialmente peculiar en la apariencia del hombre que insinuara que fuera un usuario de habilidades. Sin embargo…

Fukuzawa volvió su mirada hacia un pequeño escritorio en la esquina de la habitación. Allí estaba lo que parecían ser las herramientas del asesino. Había dos pistolas y un par de fundas gastadas pero bien cuidadas. Junto con las armas había algo de cambio y un trozo de alambre para abrir cerraduras. Eso era todo.

Fukuzawa miró al diminuto asesino una vez más. Como sospechaba, seguía tan inmóvil como siempre. Normalmente, la gente no podría quedarse quieta sin moverse ni siquiera un poco, pero este hombre era diferente. Estaba extremadamente relajado, a pesar de estar atado y no poder ver.

Fukuzawa tomó la pluma estilográfica que estaba sobre el escritorio. Después de quitarse la tapa, comenzó a dibujar líneas en un cuaderno que estaba allí. Aún tenía tinta. Después presionó ligeramente el bolígrafo contra su cadera izquierda, luego agarró el bolígrafo con los dedos de su mano derecha mientras sostenía la tapa de su mano izquierda contra su cadera. Después de eso, separó la pierna izquierda a la altura de los hombros y se colocó en posición como si estuviera empuñando una espada. Ambos brazos estaban metidos mientras tomaba una postura oblicua. A partir de entonces, solo hubo silencio.

El asesino una vez inmóvil se puso rígido. Después de calmar su respiración, Fukuzawa dio un gran paso hacia adelante con su pie derecho, desenvainando la pluma estilográfica con furia.

Un solo paso, un solo latido.

Aún atado a la silla, el asesino saltó a su lado en un intento de esquivar el golpe de Fukuzawa. La silla se estrelló contra el suelo con el sicario, haciendo un eco sordo. Después de presenciar el evento, Fukuzawa llevó su pie derecho hacia atrás como si estuviera dibujando un arco, luego comenzó a enfundar la pluma estilográfica mientras enderezaba su espalda.

—No te preocupes. Es solo un bolígrafo.

Fukuzawa tapó el bolígrafo y lo devolvió a la mesa. Ahora estaba claro. El asesino a sueldo realmente no podía ver lo que estaba sucediendo a su alrededor. Si pudiera ver a través del saco, no habría saltado al suelo para esquivar el golpe de Fukuzawa. Pero ni siquiera se inmutó hace un momento cuando Fukuzawa golpeó la pared justo detrás de él.

Cual fue la diferencia? ¿Podía sentir la sed de sangre? Fukuzawa se aseguró de atacar con la intención de matar, algo que el asesino debió sentirlo en su piel antes de arrojar su cuerpo al suelo para esquivarlo. No sería un asesino cualquiera si ese fuera el caso. Debe haber sobrevivido a innumerables baños de sangre para reaccionar así. Seguramente solo unos pocos elegidos podrían contratar a un asesino tan talentoso incluso en Yokohama, una ciudad plagada de habilidades y planes inusuales desde el final de la guerra. Bajo ninguna circunstancia fallaría en matar a su objetivo —era como respirar para él— por lo tanto, el pago tendría que ser asombrosamente alto. Pero si eso fuera cierto, dejaba una pregunta sin respuesta: ¿El asesino fue descubierto matando a su objetivo en el momento en que lo empujaba por la ventana con sus propias manos y sin embargo fue atrapado por los guardias mientras intentaba escapar? ¿Era algo así siquiera plausible?

—¿Que sucedió? ¿Está todo bien? —preguntó el secretario desde la oficina de al lado.

—Todo está bien —respondió Fukuzawa— Entonces… ¿Me llamaste aquí por este hombre?

—Me gustaría que me acompañara mientras lo llevamos a la policía —respondió el secretario— Como puede ver, él no está cooperando. Ha estado guardando silencio todo el tiempo. Quiero llevarlo a la policía, pero aparentemente no tienen suficiente personal en este momento, por lo que dijeron que solo podían enviar a dos oficiales. ¿Qué opina? ¿Serían suficientes dos oficiales para escoltarlo de regreso a la estación?

—Probablemente no —respondió Fukuzawa sin perder el ritmo.

Las preocupaciones del secretario eran válidas. El asesino puede no representar ninguna amenaza ya que estaba atado, pero en el momento en que la policía lo desate para transportarlo, podría matar a uno o tal vez a ambos en un abrir y cerrar de ojos. Llamar a Fukuzawa en busca de ayuda fue un acierto. Fukuzawa se sentía personalmente culpable por la muerte de la presidenta, aunque lejos de ser un acto de venganza, sintió que llevar al criminal ante la justicia era lo mínimo que podía hacer.

—Este hombre está esperando su oportunidad de escapar. Sería prudente transportarlo antes de que intente algo —dijo Fukuzawa— ¿Te importa si lo saco de la habitación?

—Por supuesto —dijo el secretario con una sonrisa —Por favor, asegúrese de no pisar ningún documento.

—…

—…

Esto no podía estar pasando. Fukuzawa estaba angustiado por cómo iba a convencer al secretario hasta que…

—¡Saludos!

Era una voz enérgica que recordaba a un gallo que cacareaba. Fukuzawa se dio la vuelta para encontrar a un chico parado en la entrada de la oficina. Parecía tener entre catorce y quince años, pestañas largas y ojos almendrados. Llevaba una capa rústica con una gorra de colegio, mientras que un plano y anticuado morral colgaba de su cintura. Su pelo corto estaba desaliñado y desordenado; no debía haber tenido un espejo a mano cuando se lo cortó.

—Uf. Vaya viento loco que estamos teniendo hoy, ¿eh? Sé que algunas personas dicen ir a donde sopla el viento, pero ¿no creen que esta empresa podría haber elegido un lugar mejor para construir su oficina? Apesta a sal del océano, está el camino cuesta arriba de una colina, ¡y parece que tienes que atravesar un laberinto solo para llegar aquí! ¡¿Qué estaba pensando el presidente?! Esta es exactamente la razón por la que Yokohama no es un lugar para vivir. Oh! Además, me encontré con una gaviota en el camino hacia aquí. Menos mal que son tan desagradables, ¿eh? Me dio tanto asco que terminé dándole una de mis bolas de arroz antes de que pudiera detenerme.