Kenja no Deshi wo Nanoru Kenja (NL)

Volumen 4

Capitulo 7: El Anciano

A la mañana siguiente, Mira se despidió y se subió a Pegaso antes de saltar al cielo azul. Los cazadores le dieron las gracias a gritos y la vieron partir. Sin embargo, como todos tenían resaca, la cacofonía era bastante dolorosa.

Sólo tres personas pudieron despedirse sin hacer una mueca de dolor ante la luz: Dran, el eterno bebedor empedernido; Melissa, que se había abstenido mientras se curaba; y Latry, que se había abstenido por solidaridad.

***

En el cielo del bosque, Mira se desplomó sobre el lomo de Pegaso, también con resaca. Recordó el consejo que una vez le dio Solomon: “Cuando se bebe, hay que hidratarse.” Sacó un au lait de manzana y lo sorbió con delicadeza.

Sin embargo, lo que entra debe salir, así que se vio obligada a aterrizar varias veces. No obstante, gracias a su potente metabolismo, recuperó la compostura en el espacio de unas horas infernales.

Ahora que podía disfrutar adecuadamente de la vista, Mira suspiró asombrada por el paisaje que cubría el mundo ante ella. Uno nunca se cansa de estas gloriosas vistas. Justo delante había una enorme muralla que superaba incluso los baluartes del castillo de Grimdart, el más grande del continente. Sin embargo, en lugar de ser de piedra, se trataba de un único y enorme árbol —el Árbol Anciano— que simplemente parecía un muro.

Mira observó hacia arriba y vio que el cielo estaba ahora borrado por la espesa copa del Árbol Anciano. Sin embargo, extrañamente, el espacio bajo el árbol estaba bien iluminado. Partículas brillantes de luz, como motas de sol, caían lentamente de la copa del árbol. Eran trozos de maná que el Árbol Anciano dejaba caer, lo que permitía a los árboles de abajo crecer a pesar de la sombra. Cuando las partículas tocaban el suelo, las innumerables flores que cubrían el suelo del bosque las absorbían y hacían brillar sus pétalos. Consagrado por el maná que caía, el suelo se volvía sagrado.

Pegaso aterrizó en la base del imponente Árbol Anciano. Partículas de luz cayeron desde lo alto como una suave nieve mientras Mira descendía de su montura.

Las flores se levantaron ante su presencia, como si miraran a su visitante desde arriba. Pegaso se frotó preocupadamente contra Mira, y ella tranquilizó a la bestia alada antes de despedirla. Luego se enfrentó a un gran muro de madera: el tronco del Árbol Anciano.

“Anciano, vengo con una pregunta. Muéstrate.”

Al oír su voz, el viento sopló como un susurro y le acarició la mejilla. Los árboles detrás de Mira crujieron y se balancearon. La brisa se extendió poco a poco por los terrenos sagrados, hasta que de repente se detuvo y reinó el silencio.

El aire se volvió pesado. Mira estaba familiarizada con esta situación; simplemente esperó a que el Ilustre Anciano de la Madera y la Sombra —el señor del Bosque de los Devotos— apareciera ante ella.

Antes de que se diera cuenta, el maná que caía incesantemente había desaparecido, cubriendo su entorno de una tranquila oscuridad. Se oyó el sonido de algo arrastrándose por el suelo, acercándose a ella. Al instante siguiente, la sombra de una joven —la propia sombra de Mira— apareció en el tronco del árbol que tenía delante.

Se giró para ver un orbe de luz flotando detrás de ella, lo suficientemente grande como para que le cupieran los brazos. Se movió a derecha e izquierda, como si la estuviera evaluando, y luego cayó bruscamente al suelo frente a ella.

La tierra en la que cayó la luz se hinchó lentamente y de ella surgió un brote. El brote creció rápidamente, llegando a ser más alto que Mira en unos momentos, y luego se transformó en un humano, madurando completamente en poco más de diez segundos.

El Anciano había aparecido ante ella. Aunque era aproximadamente humanoide, llevaba una túnica de hojas y tenía un aspecto extrañamente mecánico.

“¿Qué te trae por aquí?” La voz del anciano era baja y apagada. Sus ojos brillaron con una extraña sospecha al contemplar a Mira. Aunque ya lo había visto una vez, era lo suficientemente inquietante como para que ella retrocediera sin pensarlo.

“Me disculpo por mi impertinencia. He venido a preguntar por los que puedan haber venido en busca de tu raíz… aunque no sé desde cuándo pueden haber venido. Si tiene alguna idea, le agradecería su ayuda.” Dijo Mira.

El Anciano la miró en silencio durante un momento. A pesar de la incomodidad de Mira ante sus ojos vacíos que la atravesaban, esperó su respuesta. Entonces, su entorno se iluminó bruscamente.

“¿Qué significa esto?” Miró a su alrededor y vio tres orbes de luz que se hundían en el suelo. Cada uno de ellos hizo que el suelo se hinchara, brotara y creara otra forma humana.

Una mujer con una túnica de flores de cerezo, un hombre con una armadura de corteza y una niña envuelta en nada más que lianas aparecieron de la misma manera que el Anciano. Los tres tenían el mismo aspecto biomecánico que el señor del bosque.

“Me acuerdo de él.” Dijo la mujer del cerezo con una voz suave y femenina que calmó la aprensión de Mira. “Era la primera vez que alguien me lo pedía, así que se me quedó grabado en la memoria. La fecha exacta se me escapa… pero me pidió mi raíz, y acepté.”

“¡Yo también me acuerdo de él!” Dijo la chica agitando sus lianas. “Nos pagó trayendo una tonelada de comida sabrosa. Espero que vuelva a venir…” A diferencia de los otros tres, ella estaba completamente desnuda, y las lianas no la cubrían bien, pero parecía no importarle en absoluto.

“Hmm, sí lo recuerdo.” Asintió el hombre cubierto de corteza, con una voz profunda y una apariencia que recordaba a la de un guerrero. Puso la mano en el hombro de la chica cubierta de vid y la regañó. “¡Es de mala educación estar desnudo delante de los invitados!”

Mira asimiló todo esto. Parecía que alguien había venido aquí después de todo; había recibido la raíz a cambio de comida. Desgraciadamente, el marco temporal aún no estaba claro… pero el visitante había sido la primera persona en venir en busca de la raíz del Anciano. Todas las señales apuntaban a que el hombre misterioso era Bramido del Alma.

“Hrmm. ¿Y estás seguro de todo esto?”

“Es cierto.” Respondió el Anciano sin emoción. Como si reaccionara a su voz, la tierra retumbó y una raíz cientos de veces mayor que Mira partió el suelo y emergió. Su punta se cortó de forma antinatural.

“Ya veo… ¿Aquí es donde se cortó?”

Era demasiado tenue para decirlo con seguridad, pero Mira sí vio signos de que la raíz había sido cortada. La herida también parecía ser antigua, lo que significaba que Bramido del Alma debía haber estado aquí hace mucho tiempo.

“Esa puede ser la persona que estoy buscando.” Dijo Mira. Ahora que había completado su objetivo principal, pidió más información. “¿Recuerdas algún detalle sobre él?”

El Anciano volvió a pensar para sí mismo con los ojos fijos en ella, pero no dijo nada.

“Creo que… tenía el cabello negro. Y una máscara blanca que le cubría los ojos.” Dijo el hombre con armadura. Añadió que no recordaba nada más. Los otros tres coincidieron en que esos eran los únicos rasgos que recordaban.

“Hrmm. Tengo que asumir que es él.”

Cabello negro y una máscara que le cubría los ojos… Bramido del Alma sí tenía el cabello negro, siempre y cuando no hubiera cambiado su aspecto. En cuanto a la máscara, Mira tenía algunas ideas. Bramido del Alma se dedicaba a interpretar un personaje turbio, por lo que la máscara era probablemente parte de la actuación.

“¿Mencionó algo más?” Preguntó Mira, en busca de detalles.

La mujer respondió con dudas. “Me pregunto… Tenía curiosidad por saber para qué quería usar mi raíz, así que le pregunté. Erm…”

La chica retomó la historia para ayudar a completar los detalles. “Un grial, ¿verdad? ¿Y necesitaba… algo negro para tallarlo?”

“¿Algo… negro?” Repitió Mira. “Hrmm. No tengo ni idea de lo que puede ser.”

Incapaz de encajar eso con lo que había aprendido, Mira decidió contárselo a Suleiman y dejar que él se encargara del resto. Él había leído los documentos de bramido del Alma, así que seguramente sería la persona adecuada para hacer la conexión.

Recordando a los cazadores de la fortaleza, Mira añadió: “Una cosa más. Esto no tiene nada que ver, pero he oído que en este bosque están apareciendo monstruos inusuales. ¿Sabes algo al respecto?”

“Ah, conocemos pocos detalles, pero percibimos una distorsión hacia el este. Si hay una causa, podría ser esa.” El hombre miró al este y abrió mucho los ojos como si viera algo. Mira sólo vio el bosque oscuro y las partículas de luz que caían.

Sabía que estos tres podían captar todo lo que había en el reino del Árbol Anciano y sus terrenos sagrados, pero como la distorsión estaba situada fuera de esa zona, sólo podían hacer observaciones generales.

“Una distorsión, ¿eh?” Mira se llevó un dedo a la barbilla y reflexionó sobre la curiosa noticia. Decidió comprobarlo una vez terminado su trabajo. Ahora que había hecho la última de sus preguntas, continuó: “Ilustre Anciano de la Madera y la Sombra, su ayuda es apreciada. Le ofrezco esto.”

Mira sacó una golosina horneada de su Caja de Objetos. Había invocado a un dios, así que tenía que rendirle tributo. Como a los dioses nacidos de la naturaleza les suelen gustar las ofrendas hechas por la mano del hombre, Mira se había procurado muchos dulces.

“¡Caramelos humanos!” La niña dio un salto de alegría y arrebató la golosina. Se la metió en la boca y la masticó con una sonrisa de felicidad.

Sabiendo ahora que había elegido la ofrenda correcta, Mira sacó más de su inventario.

La muchacha volvió a tomar la creciente montaña de dulces, pero el hombre paternal le agarró las vides para detenerla. “Es impropio tomar una ofrenda antes de que esté completa.” Le advirtió.

Él, la mujer y el Anciano no estaban tan emocionados como la niña, pero todos parecían bastante satisfechos.

“Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos ofrecieron dulces. Si se me permite el atrevimiento, me habría parecido bien que te aliviaras un poco. Con tu maná, eso habría dado buenos frutos.” Dijo el anciano, hablando largo y tendido por primera vez desde que llegó Mira.

Mira se estremeció ante la sugerencia, que el Anciano pronunció sin ningún atisbo de emoción. Tal vez sólo quería una muestra de su maná para alimentar la tierra, pero seguía pareciendo tan… pervertido. Al parecer, este dios botánico de incontables años no tuvo la delicadeza de expresar mejor el comentario. El hombre y la mujer asintieron solemnemente, haciendo la situación aún más incómoda. La niña se limitó a atiborrarse de pasteles, ajena a todo ello.

De repente, Mira se alegró mucho de haber traído los dulces como ofrenda. Si hubiera olvidado su tributo, podría haberla obligado a hacer… eso delante de ellos. Los dioses eran seres aterradores, sin duda.

Ahora, desilusionada con las deidades, Mira se dio cuenta de otra cosa muy importante y se estremeció de arrepentimiento, ya que había disfrutado demasiado de los au laits de manzana en su huida de la fortaleza.