Isekai Goumon Hime (NL)

Volumen 1

Capitulo 5: El Lugar De Nacimiento De La Torture Princess

Parte 2

 

 

Varios esqueletos estaban aferrándose a su bola de hierro. Incluso cuando sus cuerpos se hacían añicos, se aferraban a las púas y enterraban sus pies en el suelo para impedir el impulso de la bola. Kaito finalmente se dio cuenta de ello. Marianne estaba planeando usar los incontables cadáveres que Elisabeth había dejado para convertir esto en una batalla de recursos.

“Ah, ¿puede sentirlo, joven señorita? ¿Los remordimientos atravesando su piel, la angustia hirviendo en su pecho? Está a punto de ser asesinada por los mismos inocentes que asesinó hace mucho tiempo. ¿Puede sentirlo? ¿Puede sentirlo golpeteando la, joven señorita, golpeteando su carne y su sangre? ¿Puede sentir la ira, el odio, y la pena de aquellos que asesinó?”

Marianne agarró su abdomen mientras gritaba con la intensidad de un cantante de ópera.

Lanzas estaban apuntando a Elisabeth desde todas las direcciones. Chasqueó sus dedos en irritación.

“¿Entiende, joven señorita? ¿Entiende que aquellos que asesinó vivían vidas normales, vidas que querían proteger? ¡No tiene el derecho de asesinar a ninguno de ellos, joven señorita, ni uno solo!”

Claramente estaba inestable. El rubor eufórico se desvaneció de sus mejillas. Sujetó su pecho aún más fuerte, respirando con dificultad, como demostrando su dolor mientras derramaba húmedas lágrimas.

“¿Por qué, joven señorita? ¿Por qué? ¿Por qué hizo algo tan terrible? ¡¿Por qué no pudo entender cuán malo era?! ¡¿Joven señoriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiita?!”

“… ¿Su corazón se dividió en dos o algo?”

Kaito no pudo evitar murmurar para sí mismo. Todo lo que Marianne estaba haciendo y diciendo era contradictorio. Estaba alegremente intentando asesinar a Elisabeth por amor, sin embargo, al mismo tiempo, intentando obligarla a lamentarse de sus actos y arrepentirse.

“Joven señorita, ¿por qué, por qué es que no puede entender…? Yo la, yo la detendré. Haciendo tal cosa va, toda la gente llorará, tengo que matar, joven señorita, tengo que detenerla, tengo que…”

Kaito finalmente se dio cuenta: El espíritu de Marianne se estaba deshaciendo. Estaba siendo destrozada tanto por el horrible espectáculo que Elisabeth la había forzado a presencia hace mucho tiempo como por su propia culpa por no haber sido capaz de detenerlo.

“…Yo, mí, yo, mi joven señorita, mi culpa, así que…”

Lo que estaba ante Kaito, Elisabeth, y Hina no era nada más que el cascarón de una mujer rota.

Marianne soltó una risa aguda y cubrió su rostro. Casi sonó como un grito. Los lirios se mecieron suavemente sobre su sombrero. Aunque Elisabeth chasqueó su lengua, también susurró en voz baja.

“…Qué estado tan miserable en el que estás, Marianne. Supongo que tengo la culpa de ello.”

De repente, dejó de caminar. Kaito la miró.

Luego un brazo esquelético se extendió y la agarró. En seguida, la tiró dentro de la multitud de los muertos. La Torture Princess fue enterrada en la sed de sangre y el odio de aquellos que había asesinado brutalmente.

¡Aborrecible Elisabeth, repugnante Elisabeth, cruel, espantosa Elisabeth!

¡Una maldición sobre ti, una maldición sobre ti, una maldición, una maldición, una maldición eterna sobre ti, Elisabeth!

Kaito sintió casi como si él, también, pudiera escuchar los mordaces gritos de los muertos.

Gritó, negándose a perder ante ellos.

“¡Elisabeth! ¡Deja de perder el tiempo saca tu trasero de allí!”

“¡Lady Elisabeth, ya voy!”

Hina gritó, también, luego arrancó a correr. Pero antes de que pudiera alcanzarla, la pila de huesos comenzó a retorcerse y repiquetear, conduciendo al cuerpo de Elisabeth a sufrir el mismo dolor que sufrieron una vez. Marianne levantó su voz una vez más.

“¿Entiende? ¿Ha llegado a entenderlo, joven señorita? ¡Joven señorita, mi estimada joven señorita!”

“He entendido eso…desde el…”

Una pequeña voz se filtró de la pila. Hina, nerviosa, se paró en seco. Cuando lo hizo, la voz explotó.

“¡PRINCIPIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!”

En sintonía con la voz enfurecida voz, cadenas explotaron hacia delante.

Las cadenas repiquetearon mientras serpenteaban desde Elisabeth. Se enrollaron y giraron como un tornado, acribillando los muertos con temerario desenfreno. Los huesos se fracturaron, se rompieron, y se desmoronaron.

El torbellino de cadenas luego se extendió, abriéndose como una rosa de hierro. Rasparon el suelo, golpearon los escombros, y destrozaron los huesos a astillas. Pulverizaron minuciosamente a todas las personas que ella había torturado una vez, las personas que una vez había asesinado. Al ver la ira de las cadenas como una serpiente de muchas cabezas, Hina alabó a la ama de su amo.

“¡Bien hecho, Lady Elisabeth! No debería haber esperado menos. Sin embargo, esto es… ¡Cuidado! ¡Perdóname, Amo Kaito!”

“¡Hwah!”

Hina regresó a él a máxima velocidad, luego lo alzó en sus brazos antes de salir corriendo otra vez. Ni un segundo después, el lugar donde habían estado de pie fue asaltado por cadenas. Una casa medio destruida apareció en su camino, y las cadenas la hizo desmoronarse. Ceniza y astillas carbonizadas salieron volando.

Una vez que la impresionante nube de polvo se dispersó, Elisabeth se quedó sola.

Respiraba pesadamente, como un gato con los pelos de punta.

La Executioner’s Sword of Frankenthal ardía en su mano.

Marianne dio un paso hacia atrás. Los pocos Caballeros restantes se alinearon delante de ella. Antes de que pudieran cargar, sin embargo, Elisabeth clavó la Executioner’s Sword of Frankenthal en el suelo.

“¡Hellhole*!”

[Nt: Infierno, aunque también se puede referir a un lugar espantoso.]

Cuando habló, la tierra emitió un ruido sordo. Una cavidad cónica se abrió en el centro de la calle, y todos los Caballeros cayeron dentro.

En el fondo del gigante agujero, un infinito mar de insectos se contoneaba y se retorcía. Tenían una lustroso y metálico caparazón negro, y parecían de otro mundo. Los insectos enjambraron a los Caballeros, y sus diminutos dientes hacían ruidos nauseabundos mientras masticaban la carne en descomposición de los Caballeros. Parecían encantados con la generosa ofrenda de presa.

Marianne lentamente dio marcha atrás. Pero a su alrededor, cadenas salieron de repente del suelo como serpientes. La ataron de la cabeza a los pies, la esbelta complexión, los flexibles pechos, y demás.

Colgaba en el aire al igual que Elisabeth lo había hecho una vez. La miró fijamente, como si esperara una respuesta a sus anteriores gritos.

Elisabeth estaba de pie delante de ella, ambas manos colocadas en la empuñadura de su espada. Llevaba una seria expresión.

“Mis disculpas, Marianne. He entendido eso durante mucho, mucho tiempo.”

Los ojos de Marianne se ampliaron un poco. Elisabeth devolvió su mirada azul ceniza.

“No tenía el derecho de tomar la luz de ni una sola persona en este mundo. Cada persona que asesine llevaba una vida vigorosa, una vida a la que tenían total derecho de llevar a cabo como desearan. Los asesine cruelmente, horripilantemente, sin piedad e injustamente. Es como dices, Marianne. Ni siquiera la muerte será castigo suficiente.”

La era sincera mientras ofrecía su confesión. Sin embargo, mientras la daba, escupía en el suelo. Confesando y reconociendo sus pecados, pero sin arrepentirse de ellos en lo más mínimo, Elisabeth se mantuvo firme mientras hacía su declaración.

“Me convertí en la Torture Princess con pleno conocimiento de lo que eso implicaba.”

Elisabeth no ofreció más raciocinio.

Su cabello negro planeó en el hueco viento, un viento que parecía llevar el calor del fuego de antaño, un viento que gemía como los lamentos de los vengativos muertos.

¡Aborrecible Elisabeth, repugnante Elisabeth, cruel, espantosa Elisabeth!

¡Una maldición sobre ti, una maldición sobre ti, una maldición, una maldición, una maldición eterna sobre ti, Elisabeth!

Asimilando todo el odio y la malicia de los muertos, Elisabeth continuó.

“No pediré perdón, ni pediré piedad. Porque es verdad que me deleité con sus gritos y me bañé en su desesperación. Deberías despreciarme, aunque mueras. Denígrame y maldice mi nombre… Mis disculpas, Marianne.”

“…Joven señorita…”

“Tengo la intención de seguirte en breve. Muy pronto de hecho.”

Los labios de Elisabeth delataron un temblor. Por un breve segundo, tenía el rostro de una indefensa niña.

Reunió fuerza en la mano que tenía la Executioner’s Sword of Frankenthal. Marianne, mirándola, sacudió su cabeza. Cerró sus ojos, los volvió a abrir, luego habló con la amable conducta de una tutora.

“Joven señorita, sé que la Executioner’s Sword of Frankenthal es un poderoso catalizador, capaz de convocar cadenas y dispositivos de tortura. Pero también sé que la espada en sí fue hecha para permitirle a los verdugos decapitar a los criminales sin dolor antes de que fueran puestos en la hoguera. Un arma confeccionada por amabilidad. ¿Es con eso que tiene intención de asesinarme?”

“En efecto, Marianne. Con esta espada, tomare la cabeza de una histérica y ordinaria mujer.”

“Eso no servirá, joven señorita. Es impropio de usted. No debe mostrarle ni una pizca de bondad a ni una sola persona, Si tiene la intención de caminar por su retorcido camino hasta el final, debe torturarme hasta la muerte.”

El rostro de Elisabeth se endureció un poco. Mientras regañaba a Elisabeth, Marianne la miraba con ojos ardiendo con determinación.

“Si me rechaza a través del dolor, asesíneme a través del dolor, y entonces el mundo finalmente estará libre de cualquiera que pueda dañar su resolución. Si desea conservar su tiránica naturaleza ahora que ha sido capturada y convertida en el perro de caza de la Iglesia, entonces eso es lo que debe hacer.”

Marianne cerró sus ojos, luego los abrió poco a poco. La expresión que le mostró a Elisabeth era severa, la tutora de la infancia dentro despertó por fin.

“Si le hace la vista gorda a siquiera una persona, se debilitará su resolución. Así es como son las cosas.”

Elisabeth no respondió. Pero la expresión de Marianne cambió una vez más, de esa de una instructora severa a esa de un adulto hablándole a un niño terco. Sus ojos llenos de amabilidad.

“La amé desde el fondo de mi corazón, joven señorita. Incluso ahora, la adoro tanto como cuando era una niña.”

Sonrió gentilmente. Sus siguientes palabras estaban impregnadas de tristeza.

“Una vez que me haya asesinado, imagino que no quedará nadie en este mundo que en verdad la ame.”

“Sí… No tendré a nadie. Ni una sola persona por el resto de la eternidad.”

Elisabeth afirmó en voz baja la declaración de Marianne. Marianne asintió con la cabeza, luego inclinó su cabeza como si aguardara la sentencia. Elisabeth soltó la Executioner’s Sword of Frankenthal.

Su largo y liso cabello negro ondeaba mientras Elisabeth miraba al cielo. Su expresión era calmada. Un pesado silencio las aplastó. Ninguna mujer, ni la juzgando ni la aguardando la sentencia, movió un pelo.

En ese momento, el espacio alrededor de Kaito se congeló.

***

 

 

“… ¿Qué…mierda?”

El sonido del aplastante vidrio se debilitó, y después de unos segundos, Kaito se dio cuenta de cuán extraños eran sus alrededores.

Todo, hasta donde alcanza la vista, estaba congelado en un ligero tono de azul. No sólo Elisabeth y Hina, sino que los fragmentos de hueso volando en el viento y las nubes de polvo estaban inmóviles también.

Estiró su mano tímidamente, pero había algún tipo de capa transparente no dejándolo tocar alguno de los objetos congelados.

“¿Qué está pasando? ¡Hey, Elisabeth! ¡Hina!”

Les gritó, pero parecía que su voz no podía alcanzarlas, ya que no respondieron. En su desconcierto, de repente sintió a alguien detrás de él. Se dio la vuelta en pánico.

“Un placer conocerte, Alma Libre de Pecado.”

“Un placer conocerte, Alma Pura.”

Dos chicas se inclinaron ante él, sosteniendo los dobladillos de sus vestidos en educadas reverencias. Los trajes de criada que llevaban era aún más anticuados que el de Hina. Una llevaba una caja atada con un lazo en un brazo, y la otro sostenía un reloj con una aguja detenida. Ambas tenían cabello largo y drapeado hecho de hilo de oro enmarañado, y para los ojos cada una de ellas tenía gemas púrpura raspadas. Mirando sus partes artificiales, Kaito podía decir: No eran humanas.

Las dos niñas eran muñecas. Permanecían inexpresivas mientras hablaban, sólo sus labios se movían.

“¿Crees que Elisabeth la mate?”

“¿Crees que la Torture Princess puede matarla?”

“¿Qué? ¿De qué mierda están hablando?”

“Qué cosa tan dolorosa es, mata a un ser querido.”

“Qué cosa tan triste es, matar a quien adoras.”

“Quiero decir, tienen razón. Pero no es como si pudiera detenerla.”

Kaito apretó los puños. No sabía nada acerca de la relación de Marianne y Elisabeth o sus vínculos. No tenía manera de saber qué recuerdos compartían o qué estaba pasando actualmente por sus mentes.

La decisión descansaba en los hombros de Elisabeth. Y a Kaito ciertamente no se le permitiría intervenir en ella, especialmente no con su limitado entendimiento de la situación. Pero las criadas sacudieron sus cabezas al unísono.

“Nadie dijo detenerla.”

“No dijimos nada de eso.”

“” La pregunta que deseamos plantear no es sobre Elisabeth, sino sobre ti.””

“… ¿Qué?”

Kaito no tenía ni idea de lo que estaban hablando. ¿Quiénes eran de todos modos?

La criada llevando la caja dio un mecánico “Ahem,” luego lentamente dio un paso hacia delante. Kaito, en guardia, dio un paso hacia atrás. Pero la criada simplemente desató el lazo, luego abrió la caja y le mostró su contenido con un ademán ostentoso.

Kaito cubrió su boca, embestido por un fuerte deseo de vomitar.

“…Rgh—”

Dentro de la caja se retorcía una pila de arañas con plumas de cuervo creciendo por todos sus cuerpos. Se arrastraban una sobre otra mientras iban de un lado a otro sobre sus ocho patas emplumadas. Y ahí, enterrado bajo la pila de diminutos horrores, estaba un bebe.

Justo cuando estaba a punto de meter sus manos en la caja de arañas para salvarlo, Kaito susurró.

“No puede ser.”

“Oh mí, ¿se dio cuenta?”

“En efecto, ¿lo entendió?”

En un segundo vistazo, Kaito notó que las piernas de araña creciendo desde la cintura del gordo bebe. Él bebe ya había dentado, y su ancha sonrisa parecía extrañamente cruel.

Un shock pasó por el cerebro de Kaito mientras comprendía lo que vio.

“Eso… ¿Eso es el Conde?”

Ahora que pensó en ello, el Conde había estado ausente del grupo de demonios revividos que los habían atacado hace un momento.

Tambaleándose con disgusto, dio un paso hacia atrás. Mientras lo hacía, las criadas hablaron.

“Marianne poseyó el alma del Conde, también.”

“La colocamos en el cuerpo de este niño.”

“” Como están las cosas, crecerá para ser igual a ese monstruoso hombre.””

Él bebe acarició las arañas con su gorda mano como si acariciara a una mascota. Un malicioso intelecto acechaba en sus ojos, y sonreía satisfecho mientras miraba a las arañas.

Kaito levantó un puño. Pero no pudo convencerse a sí mismo de bajarlo. Si se estuviera enfrentando al Conde original, lo habría asesinado en un santiamén. Sin duda le habría arrancado miembro por miembro. Pero, aunque la criatura ante él poseía la misma naturaleza que el Conde, era solo un bebe.

Golpearlo no sería suficiente para matarlo. Y ahorcar a un bebe no lo haría mejor que su padre. Se forzó a aflojar su puño, luego se frotó su propio rostro pálido.

Las criadas, habiéndolo observado, se miraron entre sí una vez antes de asentir con la cabeza.

“Ah, fue una decisión demasiado difícil de tomar en el impulso del momento.”

“Bueno, podemos esperar que cumpla con nuestras expectativas.”

““Esto funcionará por ahora.””

De repente, la criada levantó la caja en el aire. Luego, sin una pizca de duda, la lanzó duro contra el suelo.

En pánico, las arañas huyeron por las grietas en la caja. Él bebe salió gateando, aplastando las arañas mientras lo hacía. La criada que previamente sostuvo la caja derribó al bebe con su pie, luego lo pisoteó con toda su fuerza.

“¡Qu—!”

Su fuerza era inhumana, y el estómago del bebe se deformó antes de abrirse de golpe. Sus entrañas, estructuralmente diferentes a las de un humano, se salieron derramándose. Kaito se encontró sin palabras, y las criadas se encogieron de hombros.

“Ahora ha sido aplastado. ¿Te sientes mejor?”

“Ahora ya se ha lidiado con él. ¿Te sientes aliviado?”

“¿Por qué lo—? Bueno, eso no es cierto. Me siento aliviado, demonios. ¡Dios! Ustedes hicieron esa cosa en primer lugar, ¿no es así? ¿Por qué harían algo así—?”

“Precisamente. Lo hicimos. Y aunque lo aplastamos, todavía podemos hacer más.”

“Mientras Marianne, la nigromante que tiene su alma en su vientre, viva, podemos hacer tantos como deseemos.”

Al escuchar eso, Kaito sintió la sangre vaciarse de su rostro. Miró el mutilado cadáver del bebe. El hecho de que sean capaces de producir más de esa cosa era un hecho que no podría tomar a la ligera.

“Ahora, aquí está nuestra pregunta. ¿Elisabeth la asesinara? ¿O no lo hará?”

“Si no puede asesinarla, tenemos de tomar a Marianne y producir un ejército de Condes.”

Kaito miró el rostro pálido atado a una cadena de Marianne. En él estaba grabada su resolución hacia la muerte y su agotamiento hacia la vida. No era el pido de persona que debería haberse convertido en una nigromante.

“… ¿Quieren decir que van a explotarla aún más? ¿No ha tenido suficiente?”

“Hasta que su frágil corazón se rompa, tenemos la intención de producir en masa Condes y soltarlos en lo silvestre.”

“Ah, y esa escena se desarrollará una vez más. Incontables y encantadores Grand Guignol tendrán lugar.”

Las criadas se rieron nerviosamente al unísono. La visión de Kaito se puso roja con ira.

Al mismo tiempo, alucinaciones de arañas reptaban por su cerebro. Uno tras otro, los gritos de los niños con sus gargantas rasgadas atravesaron su mente. Neue maldiciendo su destino, luego sonriendo con lágrimas en los ojos.

El cuerpo del chico siendo jalado hacia atrás y desapareciendo.

Pensó escuchar un grito espantoso y los huesos del chico rompiéndose. La primera persona que le había deseado felicidad siendo brutalmente asesinado.

La mente de Kaito se pintó otra vez con pena y venganza. En algún lugar de su mente, un extraño ruido de portazo resonó. Lentamente levantó la mirada. Sus ojos se abrieron de par en par en un resplandor maniático de muerte, y les hizo una pregunta a las dos criadas en una voz fría.

“… ¿Creen que las dejaré?”

“Tu valor es impulsivo pero espléndido, sin embargo.”

“Pero no somos nosotras las que debes enfrentar.”

Las criadas sujetaron los dobladillos de sus vestidos una vez más, doblando sus rodillas mientras se inclinaban con gracia. La criada que había estado sosteniendo la caja señaló a Marianne, atada con cadenas. La otra levantó su reloj.

“Ahora entonces, ¿continuamos?”

“Tienes sólo unos segundos para tomar una decisión. Actúa rápidamente, por favor.”

““Haz lo que quieras, pero asegúrate de no tener arrepentimientos.””

Entonces las dos desaparecieron. El color regresó al mundo. El viento frío sopló, y la nube de polvo bailó por el aire. Elisabeth mordió su labio, luego levantó su mano en alto.

Cuando lo hizo, Kaito se echó a correr.

La criada le habían dicho que sólo tenía unos segundos para decidir. No tenía tiempo para esperar y ver si ella chasquearía sus dedos o no. Si no lo hiciera, no habría tiempo para evitar que la situación se pudiera fea.

Kaito había entendido inmediatamente lo que las dos habían insinuado. Su mente estaba clara, entendió lo que tenía que hacer, y lo hizo sin vacilar.

Sacó la Executioner’s Sword of Frankenthal del suelo donde estaba enterrada. La espada era notablemente ligera, posiblemente debido a la asistencia mágica que ofrecía. Elisabeth se dio la vuelta. Su mirada carmesí claramente quería preguntarle qué estaba haciendo, pero la ignoró mientras su cuerpo era prácticamente lanzado hacia delante. Ya había cuán irrazonables eran sus acciones.

Sin importar lo que haga, Marianne va a terminar muerta, o por la tortura de Elisabeth o por ser usada y lisiada. Esos son los únicos caminos que le quedan.

Isekai Goumon Hime Volumen 1 Capitulo 5 Parte 2 Novela Ligera

 

De cualquier manera, se encontraría enfrentando al infierno. Reconociendo eso, la realidad de su situación ayudó a mitigar su culpa mientras tomaba por la fuerza la tácita tercera opción.

“…Lo siento.”

Kaito atravesó a Marianne con la espada.

La mágica hoja encontró poca resistencia cuando atravesó su torso.

“… ¿Qu—?”

Marianne tosió sangre, sus ojos se abrieron en sorpresa. Kaito se sintió animado mientras lo bañaba. Sangre tibia chorreo por su mejilla. Por un segundo, no se dio cuenta de lo que había acabado de hacer. Luego se tragó la bilis brotando en su estómago mientras quitaba sus manos de la espada. Su mirada se encontró con la de Marianne. Kaito miró directamente a la mujer que había acabado de asesinar.

Su rostro estaba lleno de perplejidad. Una y otra vez, Kaito gesticuló con la boca que lo sentía. Por alguna razón, cuando ella vio eso, sonrió con ternura.

““A-ah… Mi…gracias…De verdad…esta era…la manera…”

Sus palabras se interrumpieron. Aún con una expresión tranquila, su cabeza se desplomó hacia delante. Atónito, Kaito reflexionó sobre sus últimas palabras en su cabeza. Cuando lo hizo, un posible final para su oración final vino a su mente.

“Espera, ¿acaso tú…?”

Tal vez Marianne no había querido sumarle más pecados a la carga que llevaba Elisabeth. Pero antes de que pudiera darle mucho pensamiento al asunto, Kaito fue enviado a volar,

“¡Urgh!”

Había sido pateado fuerte, y se deslizó por el camino. Cayó sobre la grava y la ceniza antes de finalmente chocar contra una pila de escombros. El dolor que recorría por su cuerpo era tan intenso, que temió que uno de sus órganos se hubiera roto. Tosiendo sangre, levantó la mirada.

Elisabeth estaba de pie en el mismo lugar en que él había estado hace un momento. Ella miró el cadáver de Marianne, su rostro desprovisto de expresión. Pasó un largo momento. Entonces de repente, Elisabeth agarró la empuñadura de la espada perforando a Marianne y le dio un tirón. Sangre salió a chorros de la herida, tiñendo el suelo de negro.

El cabello negro de Elisabeth ondeó cuando se giró hacia Kaito. Sus ojos estaban entrecerrados y llenos de una rabia seca.

“¿Por qué actuaste por cuenta propia, perro callejero? Basado en tu respuesta, puedes imaginar el castigo que te espera.”

Sus tacones chasqueaban mientras se acercaba. Se detuvo directamente delante de Kaito.

Kaito miró estúpidamente la mano pálida acercándose a él. Pero justo antes de que sus dedos pudieran alcanzarlo, su visión se nubló horizontalmente. Hina lo había alzado en brazos, luego saltó al lado. Rasguño el suelo cuando aterrizó, llevándolo en su brazo derechos y sosteniendo la albereda en su mano izquierda preparada. Elisabeth chasqueó su lengua.

“Suéltalo, muñeca.”

“Me niego. No eres mi amo.”

Las dos se miraron llenas de odio entre sí. Determinando que esta no era una rival con la que pudiera competir con solo una mano, Hina suavemente dejó a Kaito en el suelo y se pudo delante de él como un escudo. Elisabeth frunció sus labios fríamente.

Tratando de evitar una pelea, Kaito abrió su boca. Pero su respiración estaba tan irregular, no podía hablar bien. Hizo lo mejor que pudo para reunir fuerza en su pecho herido.

“H-Hey, ustedes dos, corten—”

Pero en el momento en que finalmente había reunido la fuerza para hablar, se dio cuenta que el espacio alrededor de él se había congelado una vez más.

Incluso con su visión borrosa por el dolor en su abdomen, podía distinguir a las dos criadas de pie delante de él. Una de ellas llevaba zapatos manchados con la sangre de un bebe, y la otro sostenía su reloj. Giraron sus ojos de gemas púrpura raspadas hacia Kaito sin decir nada. Al momento siguiente, sus rostros pálidos chasquearon y se contorsionaron en expresiones que eran todo menos naturales.

Las criadas tenían rotas y espantosas sonrisas. Se inclinaron con gracia una vez más.

“Pasaste, Alma Libre de Pecado.”

“Nuestro amo te llama.”

Tarareando con satisfacción, las criadas agarraron los flácidos hombros de Kaito. Era incapaz de oponer resistencia mientras lo alejaban. Mientras lo arrastraban, se giró débilmente para mirar por encima de su hombro. Después de que los tres había viajado una distancia fija, el mundo azul congelado de repente volvió a la vida.

“¿Hmm? … ¿Kaito?”

“Am— ¿Amo Kaito? ¡Esto no puede ser! ¡¿Amo Kaito, dónde estás?!”

Elisabeth y Hina notaron la desaparición de Kaito e inspeccionaron sus alrededores. No estaba muy lejos de ellas. Las miró, rogándoles que lo notaran. Hina se giró en su dirección. Pero entonces un sonido sonó.

Grrrrrrrrr, grrrrrrrrrrrr, grrrrrrrrrrr.

Como para bloquear su visión, una profunda y negra oscuridad se fusionó y se tragó la luz. Mientras se expandía, la oscuridad formó finos y ondulantes músculos y brillante pelaje negro.

En poco tiempo, había tomado la forma de un sabueso de primera clase. El fuego del infierno carmesí ardía en sus ojos.

El Káiser había llegado, y el aire mismo se congeló en terror.

“Gah-ha-ha-ha, heh-heh-ha-ha, gah-ha-ha-ha.”

Se rio de ellas con una voz que sonaba casi humana.

Esa escena desesperanzadora fue la última cosa que Kaito vio antes de que su conciencia se desvaneciera.

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